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Críticas 206
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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7 de diciembre de 2023
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Caramba! He tardado cinco meses en escribir mi crítica. A lo mejor para "descontaminarme" de su belleza. Ya lo he dicho. No es que sea una sentimental (solo), que sí, pero me pasé la película llorando. Se me juntó todo. El calor de julio, la decepción por seguir escayolada (una larga historia), mi fragilidad propia y la que contemplaba... No, no quiero decir que lo pasé fatal. La sensibilidad por el dolor ajeno, su equiparación con el nuestro, el alivio por el distinto grado en que nos afecta, mi incomodidad personal, la empatía por lo que estaba viendo... parece que todo presagiaba una mala tarde de cine. Pero fue todo lo contrario. No encontré más que poesía y la sutileza de los seres, que nunca han tenido nada, cuando se encuentran en un comunión perfecta con otro ser humano y con la Naturaleza. Una historia muy sencilla de seres, malbaratados por las circunstancias y por los demás, que encuentran el fluir de la existencia entre las dificultades y el ansia de superarlas.

Lloré porque temí por ellos, pero era un sentimiento de comunicación y de comprensión que me hacía grande. Me olvidé de la escayola o la compartí con esa pareja que no tenía más que muy pequeñas cosas y un trabajo enorme por conseguirlas. Y alguien que pensaba en el frío ajeno más que en el propio, y en el esfuerzo del compañero más que uno mismo. Y en compartir estrellas, fantasía y golondrinas, No me importa que esto parezca muy lírico (hay que ceder el asiento de la ternura a los escayolados) es que fue una lección de profundidad y de valor esencial de las cosas y las personas.

Ahora, cinco meses después y libre de yesos, se me ha olvidado un poco todo ese mensaje de humanidad envuelto en sencillez: amor, aceptación y mucho trabajo en todos los sentidos y sentimientos. De ese olvido, que tanto reprocho a los otros seres humanos que contrastan con ellos, viene mi devoción por este cine. Siempre tengo la sensación de salir bendecida y regresar a mi nido tocando el cielo de la verdad. De lo que pase después no importa, siempre quedará ese verano y ese disfrutar llorando en una butaca del cine...
15 de diciembre de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Subjetivo es lo que sale de tu cabeza", dice el padre a sus hijos. Y ésta es una película subjetiva, y yo voy a arriesgar mi opinión, subjetiva, de que todo lo que cuenta sale de la mente, las emociones, la experiencia, los sueños y los fantasmas de la infancia de su guionista y director, Terrence Malick. Pura subjetividad en estado, casi, de exorcismo interior. Y, sin embargo, y esa es su magia para mi, consigue que interiorices, pienses, recuerdes, sueñes y temas la tuya, a través de los ojos del niño que la está sintiendo. Es una mirada tan ajena, extraña y subjetiva como emocionante y conmovedora.

A mí, subjetivamente, me emocionó. Curiosamente, porque nada ni nadie se parecía a mi propia infancia pero, por esa especie de misticismo con que lo cuenta, por debajo de esa madre etérea y ese padre desconcertante, de esos hermanos pequeños entregados y aquellos amigos cómplices de la niñez, de ese jardín que nunca tuve y ese árbol que nunca escalé, tengo la sensación de haber sentido sus mismos sentimientos, sufrido su angustia y disfrutado con las mismas cosas. Tal vez, porque desde el big-bang y nuestros tatarabuelos dinosaurios, hasta hoy y mañana, aquí y en Texas, vivir es complicado y difícil. Y lo descubres cuando apenas eres un niño, como el de la película. Y te conviertes en un niño en crisis y en transformación, porque tienes que bregar por tu lugar en la familia, con tus impulsos, con tus decisiones, con tus sentimientos. Comprenderte y aceptarte. Y a los demás. Aunque te duela. Quizás descubrir que en el mundo hay dos tipos de personas: las que lo tienen todo bajo control, dominan a los demás y son fuertes en apariencia, y las que, aparentemente, son débiles y conformistas, fluyen con los acontecimientos y aceptan todo tipo de presiones y situaciones.

El niño de la película adora, y desprecia, a su madre en la que reconoce su sensibilidad y conformismo; quiere, y teme, a su padre al que odia por ser como a él le gustaría ser. Y maneja a sus hermanos en la incertidumbre en la que él se siente manejado. Y a mí, todo en ese niño, que no se parece en nada al que yo fui, recrea imágenes y sentimientos de mi propia vida. La fragilidad del fin de la niñez, el miedo a crecer y enfrentarse a las cosas impresionantes que se adivinan fuera del nido, la inseguridad personal, la envidia hacia los que parecen más fuertes y valientes que tú. O sea, lo que viene siendo la lucha por la vida, que acojona porque no sabes si estarás preparado para ella, las cosas a las que tendrás que enfrentarte, si podrás soportarlo, si cuentas con alguna ayuda o estás completamente solo y si todo sucede por algo o nada tiene sentido…

Porque ese es, en mi subjetividad, el tema de la película: la búsqueda del sentido de la vida. El dilema entre ser el dinosaurio grande que conquista al pequeño, o ser ese canijo que desde ahí abajo mira para arriba y descubre una constelación increíble con forma de ojo que todo lo ve, lo comprende y le da sentido…
14 de noviembre de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde ya me pongo esta película entre mis favoritas y el estanco de Auggie en uno de esos lugares mágicos que me gustaría tener al lado de casa, siempre abiertos, con un amigo filósofo de guardia para escuchar lo que necesitas, o contar lo que te preocupa, darte el consejo que te hace falta, el mejor cigarrito del día, la confidencia de última hora y la sonrisa, la reflexión y la compañía perfectas.

Así es el estanco de Auggie. Fumar es una excusa, lo importante es abrir la tienda, incluso cuando ya esté todo cerrado, como si fueras millonario en tiempo y lo mejor que pudieras hacer es charlar con un amigo. Auggie lo hace, porque es de una pasta especial. Desde luego no es solo el tipo que está detrás de un mostrador, sino una persona inteligente que observa, piensa y vive de una forma especial. Auggie es un regalo como amigo. Y todo el mundo se da cuenta. No importa que no haya podido estudiar, que no sea un intelectual o un escritor, sino solamente el dueño del estanco de la esquina, porque en realidad es un genio que ha descubierto, en su pequeño rincón del mundo, la verdadera dimensión del tiempo y el espacio, y todos los días lo fotografía para verificarlo. Y parece que ha encontrado el secreto de la felicidad porque no tiene nada y disfruta de todo. Es un tío legal y cojonudo, y todo el mundo lo sabe.

Y también su vecino Paul, un escritor que ha perdido la inspiración pero que lo ha encontrado a él, y con eso consigue recuperarlo todo, porque Auggie, detrás del mostrador de su estanco, en una pequeña esquina del mundo se lo enseña. Y le cuenta el mejor cuento que nunca ha oído, como si tal cosa. Y hasta adoptan juntos a un chico perdido hasta que, también él, se reencuentra con lo que siempre estuvo buscando. Lo que no consiga Auggie no lo consigue nadie. Por eso me apunto esta película y el estanco de esa esquina como ese lugar que siempre deberías encontrar abierto…
29 de diciembre de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos vertientes de Campanella que me encanta ver en sus películas: el filósofo y el poeta. Uno me hace reír y pensar y el otro sentir y emocionarme. No sé cuál de los dos me gusta más, ni me importa, porque siempre las combina magistralmente. Me encantan sus disertaciones filosóficas sobre la vida, en las que, a toda velocidad, te arrastra a una conversación llena de humor, ingenio, inteligencia y ternura. La ternura y el humor le quitan las gotas de pedantería que pudieran salir de un producto tan elaborado, profundo y sabio que no parecen conversaciones de barra de bar o charla de amigos, citas de amor o lamentos de desamores. Da igual: el poso siempre es agridulce, melancólico, irónico, alegre, inteligente, ácido y sentimental. Así que siempre veré sus películas por esas maravillosas charlas en las que descubrí que el "argentino" es uno de los "idiomas" más sabios, ricos y expresivos del mundo...

Pero, además de eso, también están sus historias. Y ahí es donde le sale la poesía, el genio y la magia a borbotones. No importa cuánto ni lo bien que haya disertado sobre el amor, la amistad, la vida o la muerte... de repente todo da un giro loco y sorprendente y te deja en suspenso, con la boca abierta, a media lágrima y aturdido por el golpe al corazón. Directamente. Y todo lo que se había hablado, y reído, y pensado se desmorona para dejarte solo con la sorpresa de lo sorprendente. Eso es la poesía: lo mágico insertado en la vida cotidiana. Los actos movidos por la pasión como único fin, como la amistad de Sandoval o el amor del marido de la mujer muerta. La pasión por el amor, la amistad, la justicia, o lo que sea, incluso el fútbol... que llega hasta al último límite de la vida y más allá... Yo creo que ese es el sentido de la película. La opción entre vivir una vida vacía, rutinaria y segura, encerrado entre sus cuatro paredes, como en una oficina siniestra y oscura. O salir a pelear por lo que quieres, amas o deseas por encima de todas las cosas, aunque sea una idea, un recuerdo o algo tan nebuloso que ya no recuerdas muy bien qué es. De todos ellos, Expósito no se atreve a apasionarse, Sándoval no ha encontrado su pasión y el marido se ha perdido tanto en ella que lo ha devorado. O sea: un pánfilo, un borracho y un loco. Y Campanella nos ha puesto en la piel de Expósito para que veamos la vida desde los ojos de la pasión por el amor y la justicia. Da vértigo y miedo. Aunque sea "poética", pero se sale de los límites de la oficina estrecha, oscura, y muy injusta, en que hemos convertido nuestra vida y la sociedad. Así que para escaparse de ella hace falta ser muy valiente, estar muy loco o ser un poeta disfrazado de borracho. Un "pelotudo", vamos, como diría mi director preferido en perfecto argentino...
20 de septiembre de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo mejor solo es un virus, pero me noto últimamente trascendente y profunda, y en el cine me cuesta encontrar una película que no me resulte trivial, superficial, mal rematada, escrita o interesante. Mi virus y yo pensamos que a lo mejor no es que falte talento, originalidad o profesionalidad en el cine, sino que, tal vez, creen que lo que falta es público dispuesto a arriesgarse con ellos en historias más ricas, profundas, complejas, que no complicadas, e inteligentes.

Esta película es una mezcla de todas esas cosas. Está contada de una forma bien estructurada y rigurosamente ensamblada en sus partes. Es impecable en cuanto a la ambientación, guión, dirección e interpretación. Trasluce oficio por todos sus fotogramas... y nada más. El resultado final me ha resultado intrascendente, frío y aburrido. Como esas habitaciones impersonales que aparecen en las revistas de decoración que no sabes si pertenecen a una oficina, a una casa o a un garaje, pero donde te parece que nunca nadie ha puesto el pie, la mano ni la vida. Pues aquí lo mismo: una excelente decoración de un lugar inhabitado. O sea, nada.

Seguramente la culpa es mía, o del virus, porque ninguno de los tres "asuntos" sobre los que gira, me interesan nada. A saber: Zuckerberg, los pleitos sobre licencias o derechos mercantiles y el facebook mismo. Es decir, que si me quejo es por vicio, porque ya sabía yo desde el principio que por mucho que me lo adornaran...

Lo primero, Zuckerberg. Frío, frío. Es un personaje anodino y simple, sin carne ni sangre. A ver, es el típico empollón del insti del que te gustaría hacerte amigo, y que te hiciera los deberes y te explicara los algoritmos, pero que, por más que lo intentas, no consigues sacarle nada de interés. Todo lo contrario. Es un asocial y elitista, sin sentido de la oportunidad, ni de la amistad, y que solo tiene inteligencia y recursos para las mates, porque, luego, cada vez que habla la caga, aunque sea con la chica que más le gusta de la clase. Es que pedantea más que habla y, ¡claro!, agota.

Luego está el conflicto de los "copygruaises". Helado, te hielas. Es verdad que hemos llegado al punto de que estamos hablando de porrones de millones, con tantos ceros que tú, que eres de letras, no llegas ni a imaginar. Pues, sí, mira, parece muy emocionante, pero así, subsidiariamente, sin comerlo ni beberlo, ni disfrutarlo, te da lo mismo quién sea el inventor del negosi del siglo: si Zucky, si los Harvardstreet Boys Brothers (osea, que nos duele el paladar de ser tan pijos), o si Eduardo. Yo me quedo con este último, claro, porque es el único que sé escribir bien, el más mono, el tontito que da mucha ternura porque tiene fe en la amistad y el colegueo cuando estamos hablando de billones, mono, que no es que estéis cambiando cromos en el patio. Ese es el momento de mayor tensión emocional, o sea, cuando esperamos que gane la amistad y los recuerdos de esa fraternidad que se remontaba a la ESO y aún antes...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ay, qué agobio. Y todavía falta lo de la red social en cuestión. El "facebook". Porque, claro, a estas alturas resulta que el invento del siglo, el negocio muchimillonario, la madre de todos los pleitos es saber a quién se le ocurrió lo de poner en conexión todas las tontunas, trivialidades, fotos de vacaciones, genialidades y ocurrencias de millones de personas. En fin, un horror. Un invento que solo sirve para constatar que la intrascendencia, la superficialidad y el ruido lo han invadido todo. Que somos aburridos y nos recreamos en ello. Que tenemos una vida vulgar y no nos importa exhibirla y, además, esperamos que los demás la envidien y "les guste".

A mi no, y por eso, y por el virus, he sido partidista y ácida con la peli en cuestión. Porque, como le pregunta alguien a Marc Z, y esto ¿para qué sirve? No sé, duda, tal vez para que seamos más felices. Pues yo no, contesto. A mi me resulta frustrante. Es como la sensación esa de abrir el buzón todos los días y no encontrar más que publicidad y recibos del banco. Y nada interesante, cálido, ni con más sustancia que las ofertas de la semana del súper... Es muy triste, pero, al menos el cartero solo me decepciona una vez al día y el otro, por más que abras y abras solo encuentras pelusilla y ruido. Sin embargo, a mucha gente le hace feliz. Les gusta. Estoy preocupada ¿y si no es un virus? ¿No será que es que soy un bicho raro...? Me gusta.
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