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Críticas ordenadas por utilidad
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9
12 de mayo de 2009
12 de mayo de 2009
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rotundo éxito de crítica y público para Gallipoli dejó vía libre a Weir para elegir proyecto, que no dudó en retomar esta historia sobre un reportero australiano que llega a Indonesia en plena revuelta civil y su relación con un fotógrafo de la zona y una joven americana. El interés de Weir por llevar a la pantalla grande esta historia fue anterior incluso al rodaje de Gallipoli, lo que explica la rapidez con la que terminó el que sigue siendo uno de los mejores trabajos del director además de uno de los dramas más cautivadores de la década. Weir consiguió sacar el máximo partido de todos los elementos que componen el film en uno de sus mayores logros como director. Es evidente que el guión ya llegó extremadamente pulido, sin duda uno de los mejores con los que ha trabajado Weir, en el que los personajes están construidos a base de sugerencias, la combinación de conflicto humano y conflicto social alcanzan un total equilibrio y en el que la voz en off de Kwan resulta todo un acierto que le aporta misterio y encanto al conjunto. Los actores están esplendidos, incluido un Gibson en su mejor momento interpretativo, aunque la película se la lleve una Linda Hunt enorme, que se llevo el oscar de calle y con toda justicia con su inolvidable creación de Kwan. Pero la sensación de fascinación que transmite el film, una seña de identidad de la filmografía de Weir, se aprecia en cada elemento que lo compone, todos cuidadosamente elegidos y mimados por el director, como la fotografía, el sonido, el montaje, la música o las localizaciones. Es un film que se disfruta con todos los sentidos por muchas veces que se vea, en la que Weir fascina como pocas veces en su obra, un intenso análisis sobre el ser humano y las barreras que nos separan. Una de las grandes de Weir. Un clásico.

6,7
530
7
5 de noviembre de 2010
5 de noviembre de 2010
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeño divertimento de Ford y última colaboración con el actor Will Rogers, que a pesar de ser el menos sólido de los tres sigue manteniendo muchas de las virtudes de las otras dos películas que hicieron juntos. El propio Ford era consciente de que la historia no daba mucho de sí, hasta el punto de que Ford hablo con Rogers y le pidió que viera si podía adaptar el personaje un poco para que se encontrara más cómodo con él. Al final quedaron razonablemente satisfechos con el final, pero hay que reconocer que la historia tenía menos interés que las anteriores y eso hace que el film se resienta un poco. No deja de tener algunos temas interesantes y que volverá a tratar con más acierto en su obra como la intolerancia social, la integridad personal o la privación de libertad (Hurricane, The Shark Island). Pero su manera de tratarlos es lo que la convierte en la más ligera de las tres, más interesado en su sencilla trama, en la comedia y en momentos puntuales que en un conjunto bien definido. Eso sí, Rogers vuelve a estar espléndido en su personaje, aunque a la larga tal vez el más recordado sea el carismático personaje del Nuevo Moisés, interpretado por Berton Churchill (que trabajo en varios films de Ford en aquella época). Ford realiza su trabajo con habilidad, consiguiendo escenas de calidad y algunos planos que contienen la fuerza y belleza que solo él sabía rodar, pero en conjunto sabe a poco. El maestro concluye esta divertida trilogía un escalón por debajo pero dignamente con esta comedia pequeña que junto a sus dos predecesoras, además de entretener son muy útiles para empezar a entender el estilo tan característico de este gran genio del cine.

6,8
746
7
29 de octubre de 2010
29 de octubre de 2010
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro film de Ford de los 30 que no se encuentra ni entre sus mejores trabajos de esta década ni entre los que mejor definen su estilo, pero con suficiente calidad y encanto como para verlo con interés. Paradójicamente uno de los mayores alicientes que tenía este trabajo se convierte en su mayor inconveniente: Edward G Robinson. Me encanta este actor y tal vez la idea de ver juntos a Robinson y Ford en una misma película me había creado muchas expectativas. Pero el actor no termina de convencerme en su papel de oficinista cobarde y apocado enfrentado al enemigo público nº 1. Tal vez era lo que buscaba el director, pero no encuentro aun al Robinson de las películas de Fritz Lang o el de House of Strangers, que transmitía la misma intensidad en papeles de duro y de hombrecillo. Tampoco está mal, y mejora en su papel de atracador, aportándole presencia al personaje, pero aun así le falta la fuerza de esos otros trabajos. Pero no todo el film es Robinson, por supuesto. La trama es de lo más entretenida y está llevada con eficacia por Ford, aunque se trate evidentemente de un film de encargo más que un proyecto personal. Mantiene algún momento que logra crear tensión, y en general está bien rodada y se mantiene el interés en la historia. Es cierto que los personajes adolecen de ser algo simples por culpa de un guión esquemático, en el que ni siquiera el personaje de la avispada periodista aguanta las comparaciones con otros personajes de Capra o Hawks por aquella época, pues el desparpajo de Jean Arthur no viene acompañado de diálogos a su altura. Un correcto film comercial que entretiene y se ve con facilidad, muy correcto en su conjunto pero carente de la brillantez y personalidad del maestro Ford.

7,5
5.808
8
12 de agosto de 2008
12 de agosto de 2008
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva vuelta de tuerca de Ford a su género más visitado, el western, en un trabajo sin duda atípico. No es un film perfecto, en especial por un guión que alterna personajes más simples como el del abogado de la acusación, con otros más interesantes como el abogado defensor, el sargento Rutledge o el carismático juez del consejo de guerra, y por una mas que discutible opción de utilizar el flashback como elemento narrativo, que en mi opinión resulta fallido aunque encomiable por el riesgo. Aun así el resultado es uno de los más sinceros alegatos contra la intolerancia y el prejuicio que nos ha dado el cine de Ford. Ya llevaba tiempo intentando llevar a la pantalla al 9º de Caballería, la primera unidad del ejercito integrada por negros exclusivamente, lo que no era extraño en Ford pues desde sus inicios el tema de la integración racial fue un tema recurrente en varias de sus películas. A pesar de que la estructura dividida en flashbacks debilita una narración magistral (en particular en la descripción de los hechos), sigue siendo la parte más endeble la parte del juicio. Todo el relato de lo ocurrido a través de los distintos testigos alcanza una notable fuerza dramática, de una poderosa fisicidad y plagada de sutilezas y genio tras la cámara, en la que los actores alcanzan sus mejores interpretaciones. Resulta interesante que es un film esencialmente de interiores, incluso en la narración de los flashback, lo que era inusual en el caso de los westerns de Ford. Pero logra sacar a estos un rendimiento mas que considerable, en los que destaca por ejemplo la utilización de la luz que precede los primeros testimonios, la esplendida escena en la que parte el tren de la estación y el vapor rodeando a la joven que se queda sola o el momento en el que los soldados del regimiento le cantan Sergeant Buffalo a Rutledge. Visualmente vuelve a destacar por hallazgos repartidos a lo largo del metraje como los citados juegos de luces en el juicio, casi todas las escenas de exteriores en las que se percibe el talento paisajístico de Ford, la primera aparición de Rutledge en la estación de tren… y así podríamos seguir porque es algo habitual en el film. Destacar el trabajo de fotografía de Bert Glennon, que utiliza con excelente criterio la luz y el color. Resulta sumamente satisfactorio ver un film que sin conseguir alcanzar todos sus objetivos, tiene virtudes sobradas para que espectador atento no pierda el interés e incluso llegue a percibir momentos de una brillantez absoluta. Pero es que Ford era muy grande.
8
9 de enero de 2010
9 de enero de 2010
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico film de Bong, confirmando ya definitivamente que es uno de los grandes directores surgidos en la última década, al que le va a perjudicar mucho las comparaciones con su impresionante Memories of a Murder. Comparación por otro lado totalmente injusta, pues Madeo tiene la suficiente entidad y meritos propios suficientes como para analizarla y defenderla de forma independiente, para empezar porque no pretende en ningún momento ser ni una continuación ni una imitación de aquella. Bong nos cuenta, con su inimitable estilo, los esfuerzos desesperados de una madre por defender la inocencia de su hijo, consiguiendo que en todo momento nos resulte interesante y comprensible, hasta en los momentos más trágicos de la historia. Pero como no podía ser menos, Bong sigue utilizando el relato como una metáfora social y política de Corea, lo que hace que sus películas ganen notablemente en complejidad y capacidad simbólica. La combinación de drama, thriller y humor negro (casi surrealista en ocasiones) vuelve a funcionar con la precisión de un reloj, dotando al film de un acusado sentido de autoria. El film está lleno de imágenes poderosas, en las que se percibe un elegante sentido estético y de la composición del plano. Además se beneficia de la estupenda interpretación de Bin Won, sin duda una de las claves del film. El espléndido trabajo de fotografía y su inusual pero cómplice banda sonora terminan de redondear este notable e interesantísimo film reivindicativo del talento de su director.
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