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Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
24 de abril de 2016
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ninguna duda, esta poco conocida serie es una de las mejores historias de espionaje que me han contado, y ha sido un verdadero placer descubrirla gracias a la reciente y oportuna edición en castellano de la novela homónima en la que se basa, en cuyo prólogo se hacía mención a la existencia de una exitosa versión televisiva.

A lo largo de doce capítulos de algo más de una hora de duración, la serie nos introduce en los meses finales de la Segunda Guerra Mundial, y más concretamente en Berlín, sede de un agonizante pero aún temible tercer Reich en el que sus principales figurones, sabedores de que su derrota es inminente, empiezan a maniobrar con el evidente objetivo de salvarse de la quema. El argumento se centra en la arriesgada labor desarrollada por un topo soviético (Stirlitz) que, infiltrado en la inteligencia nazi, intentará torpedear los intentos de los mencionados jerarcas por lograr una paz por separado con las potencias occidentales, al margen de los soviéticos.

Aparte de una historia apasionante y con altas dosis de verosimilitud en cuanto al fondo, la serie destaca por la fidelidad con la que adapta la novela original, circunstancia debida a que el guión fue escrito por el autor de la misma, Yulian Semyonov, y a que la dirección, a cargo de Tatyana Lioznova, supo evitar apresuramientos, jugando magistralmente con un tempo narrativo que alterna momentos de tensión y de reflexión. Otro aspecto de interés es el retrato que se hace de los líderes nazis, alejado de exageraciones y evitando caer en el trazo grueso. Por el contrario, nos son presentados de forma desapasionada y con verdadero interés por captar sus diversas personalidades, matices psicológicos y estrategias. Este sutil tratamiento se hace extensivo a los secundarios, de quienes siempre se aportan rasgos distintivos que ayudan al espectador a entender sus decisiones y su carácter. En este sentido, el personaje más difícil de abordar era el propio Stirlitz, por cuanto su papel se basa en la continua ocultación, en una aparente frialdad a toda prueba. Son los momentos en que se encuentra en soledad los que sirven para sugerir sus preocupaciones, sentimientos y recuerdos, y es de justicia destacar la brillantez con que son introducidos por la realizadora.

Rodada en blanco y negro, con una excelente ambientación en cuanto a localizaciones, decorados y vestuario, cuenta con un narrador en off, recurso que suele resultarme molesto, pero que en este caso cobra sentido, pues aclara el contexto (asimismo enriquecido por breves imágenes de archivo) en el que actúan los personajes y algunas motivaciones ocultas de los mismos. Además, la música, que oscila entre la sugerencia de la intriga y la evocación nostálgica, se ajusta como un guante a las imágenes, potenciando las sensaciones requeridas en el espectador. Carente de secuencias de acción espectaculares, pues son más bien escasas y breves, la serie cuenta con momentos brillantes centrados en los sentimientos de los personajes, destacando el recuerdo evocado por Stirlitz en un bar (a propósito de su esposa), de una sencillez y sensibilidad exquisitas.

Si el argumento es excelente y la realización muy notable, las interpretaciones rayan a gran altura en todo el reparto, haciéndose difícil destacar a alguno por encima del resto; no obstante, me parecieron singularmente meritorias las interpretaciones de Leonid Bronevoy (Müller) y Oleg Tabakov (Schellenberg), por lo bien que sugieren los principales rasgos psicológicos de sus personajes.

En esta llamada época dorada de las series, no está de más recordar que ya hace muchos años se hacían obras brillantes como la presente, y animo a todos los aficionados a que la disfruten, pues en opinión de quien esto escribe, se trata de la mejor serie de espionaje que ha visto nunca.
31 de julio de 2009
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ése es el asunto central que se dirime en esta obra de Rossellini; cómo un hombre, con su personalidad característica e intransferible es capaz, en el contexto de una realidad trágica y desesperada, de asumir un destino heróico para el que nadie le hubiera creído capaz.

Por lo visto y leído, esta película nunca fue muy valorada por su autor, quien reconoció haberla realizado por encargo, y con fines estrictamente "alimenticios". Resulta sorprendente, y sin duda un rasgo de genialidad que un filme tan despreciado por su creador sea, en cambio, tan bueno (algo parecido me ocurre con Crímen Pefecto, de Hitchcock), sobre todo teniendo como referencia lo que hoy entendemos como una película alimenticia.

El protagonista absoluto del filme es Vittorio De Sica, cuyo personaje ejemplifica, además de lo ya expuesto, una redención moral. En efecto, al principio nos cae bien, es el típico bribón simpático, pero pronto empezamos a atisbar en él rasgos más oscuros de su personalidad, que llegan a rozar la miseria moral, la ausencia de escrúpulos y el "todo vale", con tal de salir airoso. En la segunda parte de la obra es cuando se produce el cambio, al principio involuntariamente, y después con plena conciencia, asumiendo el personaje un heroísmo con el que trata de redimirse, no tanto de cara a los demás, sino sobre todo, ante sí mismo.

Formalmente, destacar la sobriedad característica de Rossellini, un director que creía en un cine "que muestra y no demuestra", y que debía servir al hombre como un camino práctico de acceso a las ideas. El elenco actoral se desempeña perfectamente, destacando un magnífico Hannes Messemer, que interpreta al coronel nazi, personaje de suma importancia, pues es el único que acaba conociendo (y reconociendo) el heroísmo del protagonista.

¡Buen provecho, Roberto!
10 de enero de 2012
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro ejemplo de cine español poco conocido y sorprendente por su calidad, tanto por el desarrollo del argumento, basado en una obra teatral, como por las excelentes interpretaciones y adecuada puesta en escena de las que hace gala.

Cuando cuatro hombres llegan de forma apresurada a un piso en el que les esperan dos mujeres apenas han transcurrido cinco minutos de metraje, pero para entonces ya sabemos que han cometido un robo, que todos ellos son de extracción humilde o popular, y sobre todo, que falta uno: el quinto hombre, en torno al cual gira toda la película. Y es que, en efecto, encerrados en el humilde piso y ocasional academia de baile, todos los personajes revelan rápidamente su carácter, así como las ambiciones que esperaban colmar con el robo, y la ausencia de uno de ellos desata sus temores, al tiempo que sirve para introducir -de forma muy hábil- varios flashbacks, por medio de los cuales trabamos conocimiento del ausente y de la relación de los demás para con él.

El filme respira tensión por sus cuatro costados, y constituye un gran mérito por parte de la dirección y el guión haberlo logrado, haciendo un uso muy inteligente del espacio y de las angustias y recelos de los personajes, casi todos ellos ambiguos y muy bien concebidos; así, tenemos a un criminal experto de vuelta de todo que trata de huir de su pasado, un fotógrafo ambulante y habitual embaucador decidido a dar el golpe, un bailarín frustrado, un joven inseguro que compone versos, una "mujer fatal", responsable de atraer a un incauto enamorado, y la pareja del bailarín, quizá la única que parece inocente y buena.

El perfecto dibujo de los personajes se ve redondeado por una magnífica dirección de actores cuyas interpretaciones son sobresalientes; particularmente destacables son los papeles de Alberto Closas (el quinto hombre) y de Arturo Fernández, que dan lo mejor de sí mismos, llevando el peso de la película y encarnando dos tipos complementarios pero enfrentados: el criminal maduro y experto, deseoso de cambiar de vida, y el más joven y ambicioso, que persigue el éxito y la ambición por encima de todo (esta contraposición también se da entre las dos mujeres, aunque de otra manera).

Toda la película transcurre así, oscilando entre una tensa espera y los recuerdos que asaltan a los que aguardan; estos, encerrados a cal y canto en el pequeño piso, van exasperándose cada vez más, en un crescendo que recuerda ligeramente al que se desarrolla en la magnífica película -de ese mismo año- "Doce hombres sin piedad", de Lumet, también rodada en un espacio cerrado. ¿Llegará el quinto hombre? Y si lo hace, ¿será para bien o para mal? Continúen en tensión, merece la pena.
27 de noviembre de 2010
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el "polar" francés es un género imprescindible para todo amante del thriller y la serie negra es cosa bien sabida, y no sólo porque sus argumentos recogen fielmente el espíritu o el ambiente apropiados, sino principalmente por la soberbia concepción de sus protagonistas, que ya sean asesinos, presos o policías, aparecen retratados bajo el signo de la soledad y la tragedia.

Este magnífico filme ilustra todo eso en la figura de su protagonista, un inspector, y también en los demás personajes principales, todos ellos seres necesitados de amor y compañía. Y serán estas dos últimas necesidades las que precipiten un asesinato que trastocará completamente las vidas y roles de dichos personajes, inevitablemente arrastrados por la dinámica de los acontecimientos, los cuales, tratándose de un "polar", irán complicándose inexorablemente.

Película excelentemente realizada, con una fotografía muy conseguida y que a mi entender no es fría, sino que trata de ajustarse en todo momento a los ambientes en los que se desarrolla la acción; desde luego, en las secuencias nocturnas prima la frialdad, la niebla, pero en las diurnas, especialmente las rodadas en exteriores, la luz es frecuentemente cálida y los colores vivos. La sensación de realidad que ello transmite al espectador es uno de los mayores logros de la cinta, que destaca también por su técnica narrativa visual, con panorámicas que ilustran brillantemente los detalles, especialmente en los espacios interiores; en este sentido es muy reseñable el comienzo del filme, en el que sólo mediante imágenes el espectador traba conocimiento con el protagonista, sin apenas verle el rostro. El guión es correcto, aunque los diálogos no destaquen excesivamente, y las interpretaciones buenas, especialmente las de Yves Montand y François Périer, que encarnan a los personajes más interesantes, sin olvidar a la Signoret.

Por último señalar que en la película aparece con cierto énfasis un cuadro de Gustave Moreau, concretamente "Júpiter y Semele", y esto en modo alguno es casual; para el pintor, un precursor del simbolismo, el cuadro venía a ser una alegoría de la regeneración a través de la muerte, y también el comienzo de una metamorfósis cósmica. En el filme, marcado por ese halo trágico del que hablábamos, la muerte de la amante (obsérvese que Semele lo era también) desencadena a su vez una metamorfosis en los personajes, pero ésta, en vez de propiciar una regeneración, es más bien un símbolo de su degeneración, la misma que encarna, al final, un Yves Montand de triste figura.
27 de octubre de 2013
45 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un somero vistazo a la filmografía de Oliver Stone basta para percatarse de que a este director siempre le han interesado los temas y personajes históricos; "Platoon", "Nacido el 4 de julio", "Salvador", "JFK", "Nixon", "W", o sus más recientes documentales sobre Castro o Chávez, pueden servir de ejemplo para que el espectador avisado anticipe cuál es la visión que el director, en mayor o menor medida, ha venido sosteniendo sobre la más reciente historia estadounidense, que en esta serie de documentales aborda directamente.

De entrada, el título de la misma ya es claramente definitorio. Centrándose en la segunda mitad del siglo XX -pues aparte de dos capítulos introductorios toda la serie se ocupa de los últimos sesenta años- Stone trata de reconstruir una historia desmitificada, o si se quiere a contracorriente, tratando de apartarse de la tendencia general, más triunfalista. En puridad no se puede decir que su perspectiva sea muy novedosa para quien esté familiarizado con las propuestas por los historiadores liberales (empleo aquí liberal en el sentido político que tal término tiene en EEUU, esto es, de izquierdas) recordando poderosamente a la de una obra histórica de referencia, como es "A People's History of the United States" de Howard Zinn. Así, a lo largo de los sucesivos episodios, Stone plantea un análisis de los hechos y procesos históricos marcado por la desconfianza hacia la mayoría del establishment político, que es retratado con poquísimas excepciones (Roosevelt, Wallace, en parte JFK), como un mero brazo ejecutor de los intereses de las grandes compañías norteamericanas.

La postura de Stone siempre queda clara, en tanto en cuanto él es quien selecciona los hechos y procesos a resaltar y también quien ejerce la narración en off, rasgos de subjetividad que no deben criticarse demasiado, toda vez que el director no los enmascara, como sí hacen muchas obras presuntamente objetivas o neutrales. Es particularmente interesante -y en mi opinión bastante atinado- todo lo que se comenta acerca de los comienzos de la Guerra Fría, mostrándose eficazmente cómo se fraguó la desconfianza entre EEUU y la URSS, desconfianza convenientemente alimentada desde algunos sectores políticos y económicos, y que Stone contrasta con la postura de Henry Wallace, una de las escasas figuras históricas que merecen su aprecio. También muy destacables son los capítulos dedicados al Vietnam, tema que desde siempre ha apasionado a Stone, como lo demuestran las películas que ha dedicado al conflicto y al trauma que generó en la sociedad estadounidense.

Se ha criticado que Stone presenta al bloque comunista con excesiva complacencia o tibieza, y que evita resaltar los abusos o atrocidades del mismo; a este respecto, creo que lo que el director intenta es comprender o contextualizar la política y las decisiones del bloque del este bajo una perspectiva más desapasionada. Evidentemente Stalin fue un asesino de masas y un dictador terrible, pero su maldad no basta para explicar la política soviética de posguerra, más aún si contraponemos esa maldad con una supuesta bondad por parte del bloque occidental, que no dudó en pervertir sus principios democráticos en Grecia, o más adelante en múltiples países latinoamericanos. En conjunto, la postura de Stone viene a ser la de un antiimperialista desde dentro del imperio.

Lo que yo si encuentro criticable de la serie es su carácter parcial, pues en realidad nos propone una historia de la política exterior estadounidense, desdeñándose en exceso los cambios internos de la sociedad, que aunque menos atractivos de contar, son los que mayor peso tienen en la evolución de las civilizaciones. Asimismo, los últimos capítulos, dada su actualidad, tienen más de resumen periodístico-político que de análisis histórico, para el que siempre resulta aconsejable cierta distancia.

Formalmente se trata de una obra eficaz y coherente que persigue la fluidez, evitando con tal fin recurrir a entrevistas, los siempre tan temidos "bustos parlantes" (aunque a veces sean recomendables). La recopilación de imágenes de archivo, verdaderamente notable, mezcla a la perfección con una hábil selección de planos y secuencias cinematográficos, que tienen la virtud de subrayar los acontecimientos descritos, al tiempo que suponen una reivindicación del cine como medio para el conocimiento histórico, circunstancia esta que ya por si sola justifica el visionado de la serie.
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