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6,4
4.392
8
11 de junio de 2011
11 de junio de 2011
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues yo lo siento mucho, pero le planto un ocho, por muy malos decorados que tenga, por muy mala que sea la caracterización de ese 1908; y por muy cogido con pinzas que esté el guión: disfraces del protagonista que me recordaban al gran Mortadelo y malvados que cuentan sus planes justo cuando el héroe les espía.
Pero, ¿y qué? ¿Acaso importa? Claramente, no. Porque estamos hablando de artes marciales y estamos hablando de Bruce Lee. BRUCE LEE. Admito mi (probable) incapacidad para ser objetiva tratándose de este hombre, pero es que él basta y sobra para sustentar cualquier película. No es que sea un maestro en el combate, es que va más allá de eso: es la potencia de su físico, son sus movimientos, es su actitud de desafío, de rabia, de fuerza; es la personalidad arrolladora que arrolla y fascina al espectador, que no puede dejar de observarle en la pantalla una vez se prepara para la lucha.
Lucha, además, impecable. Nada de tirarse media hora dándose patadas y puñetazos ruidosos, a cual más rocambolesco y llamativo, mientras se rompe todo lo que hay en una habitación y se desplazan de un lado a otro. Nada de tonterías. Aquí los enfrentamientos son concisos, sobrios, donde los contrincantes se paran, se ponen en guardia, se miran, avanzan, se defienden... todo de forma realista y, precisamente por eso, verdaderamente espectacular. Si alguien es capaz de ver a Bruce Lee en acción y quedarse impasible, que por favor me lo diga
Además, también hay que reconocer que la película plantea una buena y entretenida historia, aunque simple en apariencia, que no decae ni llega a aburrir. Los dilemas morales son constantes e incluso el protagonista, Chen, tiene la suficiente profundidad psicológica como para que enganche e interese al espectador. A parte de que esa última toma de la película, esa última imagen de Bruce Lee, es soberbia y te deja (me deja) con el corazón en un puño.
Termino con una encarecida recomendación: si aún no conocéis su filmografía, no sé a qué esperáis. Totalmente recomendable. Diría más: imprescindible.
Pero, ¿y qué? ¿Acaso importa? Claramente, no. Porque estamos hablando de artes marciales y estamos hablando de Bruce Lee. BRUCE LEE. Admito mi (probable) incapacidad para ser objetiva tratándose de este hombre, pero es que él basta y sobra para sustentar cualquier película. No es que sea un maestro en el combate, es que va más allá de eso: es la potencia de su físico, son sus movimientos, es su actitud de desafío, de rabia, de fuerza; es la personalidad arrolladora que arrolla y fascina al espectador, que no puede dejar de observarle en la pantalla una vez se prepara para la lucha.
Lucha, además, impecable. Nada de tirarse media hora dándose patadas y puñetazos ruidosos, a cual más rocambolesco y llamativo, mientras se rompe todo lo que hay en una habitación y se desplazan de un lado a otro. Nada de tonterías. Aquí los enfrentamientos son concisos, sobrios, donde los contrincantes se paran, se ponen en guardia, se miran, avanzan, se defienden... todo de forma realista y, precisamente por eso, verdaderamente espectacular. Si alguien es capaz de ver a Bruce Lee en acción y quedarse impasible, que por favor me lo diga
Además, también hay que reconocer que la película plantea una buena y entretenida historia, aunque simple en apariencia, que no decae ni llega a aburrir. Los dilemas morales son constantes e incluso el protagonista, Chen, tiene la suficiente profundidad psicológica como para que enganche e interese al espectador. A parte de que esa última toma de la película, esa última imagen de Bruce Lee, es soberbia y te deja (me deja) con el corazón en un puño.
Termino con una encarecida recomendación: si aún no conocéis su filmografía, no sé a qué esperáis. Totalmente recomendable. Diría más: imprescindible.

3,9
4.565
6
1 de marzo de 2014
1 de marzo de 2014
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues qué bonita es «La tonta del bote». Sí, muy melodramática y muy radionovela, pero también muy emotiva, noble y, por supuesto, teatral en el buen sentido, algo comprensible puesto que se basa en una obra de teatro de Pilar Millán Astray.
A cada cual mejor del reparto coral, de esos de los de antes. Porque una película no puede ser la misma si en ella interviene el superclase Arturo Fernández, quien irremediablemente marcará la diferencia. Qué pedazo de actor, qué manera de hablar, de mirar, yo qué sé, de todo. Es normal que su Felipe traiga locas a las mujeres, porque desde luego que él lo vale, tan estupendo, listo, triunfador y gallardo. Un caballero español, para más señas madrileño, más chulo que nadie y con más humos «que el express». «Sí-pi». La otra que tal baila es una sensacional María Asquerino dando vida a una compleja doña Engrancia, que pese a todas sus equivocaciones y malas artes no llega a caerte antipática; hay algo muy humano y sincero en ella. La muy guasona Lina Morgan quizá sea la más flojita, pero igualmente se muestra entrañable e inolvidable gracias a una Susana que te roba el corazón. «Algo muy grande es lo que me hierve en el pecho...» Qué diálogos tan bien escritos, por cierto.
En definitiva, un cuento de superación, redención, bondad y amor que, si te descuidas, hasta te pondrá los ojillos acuosos. Para soñar un rato sin complejos.
A cada cual mejor del reparto coral, de esos de los de antes. Porque una película no puede ser la misma si en ella interviene el superclase Arturo Fernández, quien irremediablemente marcará la diferencia. Qué pedazo de actor, qué manera de hablar, de mirar, yo qué sé, de todo. Es normal que su Felipe traiga locas a las mujeres, porque desde luego que él lo vale, tan estupendo, listo, triunfador y gallardo. Un caballero español, para más señas madrileño, más chulo que nadie y con más humos «que el express». «Sí-pi». La otra que tal baila es una sensacional María Asquerino dando vida a una compleja doña Engrancia, que pese a todas sus equivocaciones y malas artes no llega a caerte antipática; hay algo muy humano y sincero en ella. La muy guasona Lina Morgan quizá sea la más flojita, pero igualmente se muestra entrañable e inolvidable gracias a una Susana que te roba el corazón. «Algo muy grande es lo que me hierve en el pecho...» Qué diálogos tan bien escritos, por cierto.
En definitiva, un cuento de superación, redención, bondad y amor que, si te descuidas, hasta te pondrá los ojillos acuosos. Para soñar un rato sin complejos.

5,2
627
8
11 de octubre de 2014
11 de octubre de 2014
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un clásico del cine religioso de nuestro país y, en mi opinión, uno de los mejores referentes a nivel internacional. Profundamente bella y elevada, «Fray Escoba» es una de esas películas con las que te sientes reconfortado al mismo tiempo que te sermonea desde una propuesta católica a reivindicar.
Esto del sermón, que puede sonar muy malo, es algo buenísimo: es la aspiración de que seamos siempre mejores de lo que somos, idea al parecer sencilla pero tan sublime y grandiosa que según una teoría personal mía es causa directa del desprecio que los seres humanos demostramos hacia la fe. Tener un Dios que te señala tus debilidades para que las enmiendes, que te empuja constantemente a llegar «hasta donde debes» y que te incita a amar sin condiciones ni limitaciones a todo el mundo, es para sentirse presionado. Por lo tanto, es mucho más fácil taparse los oídos y hacer lo que nos de la gana, además creyendo que lo sabemos todo y que somos lo bastante buenos y justos. Con «Fray Escoba» veremos que no es así.
Claro, a que a mi me cuesta comprender que a alguien, independientemente de creencias religiosas, no esté de acuerdo con el ideario moral y humanista que la obra refleja a través de la figura de Martín de Porras, cuyas dotes místicas y milagrosas sin duda han sido exacerbadas. No importa, es lo de menos. Aquí prima la nobleza del alma, la gloriosa humildad del Hombre, el sacrificio a los otros, el amor infinito, la bondad sin bobería y la inquebrantable esperanza en el mañana, en ese sol que ha de salir para disipar las tinieblas. Atención a los diálogos y observaciones de los personajes, porque absolutamente de todos ellos sacaremos una maravillosa enseñanza, para mi de lo más logrado del guión.
Reconozco que esta película me emociona demasiado y me hace llorar como una Magdalena. Sentida e inolvidable, acércate a ella sin prejuicios. De la escoba a la eternidad.
Esto del sermón, que puede sonar muy malo, es algo buenísimo: es la aspiración de que seamos siempre mejores de lo que somos, idea al parecer sencilla pero tan sublime y grandiosa que según una teoría personal mía es causa directa del desprecio que los seres humanos demostramos hacia la fe. Tener un Dios que te señala tus debilidades para que las enmiendes, que te empuja constantemente a llegar «hasta donde debes» y que te incita a amar sin condiciones ni limitaciones a todo el mundo, es para sentirse presionado. Por lo tanto, es mucho más fácil taparse los oídos y hacer lo que nos de la gana, además creyendo que lo sabemos todo y que somos lo bastante buenos y justos. Con «Fray Escoba» veremos que no es así.
Claro, a que a mi me cuesta comprender que a alguien, independientemente de creencias religiosas, no esté de acuerdo con el ideario moral y humanista que la obra refleja a través de la figura de Martín de Porras, cuyas dotes místicas y milagrosas sin duda han sido exacerbadas. No importa, es lo de menos. Aquí prima la nobleza del alma, la gloriosa humildad del Hombre, el sacrificio a los otros, el amor infinito, la bondad sin bobería y la inquebrantable esperanza en el mañana, en ese sol que ha de salir para disipar las tinieblas. Atención a los diálogos y observaciones de los personajes, porque absolutamente de todos ellos sacaremos una maravillosa enseñanza, para mi de lo más logrado del guión.
Reconozco que esta película me emociona demasiado y me hace llorar como una Magdalena. Sentida e inolvidable, acércate a ella sin prejuicios. De la escoba a la eternidad.

6,2
2.465
2
4 de marzo de 2016
4 de marzo de 2016
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo sé lo que le pasa a Harry Street. Si está tan quejumbroso no es por su pierna herida ni por sus frustraciones literarias. Desde el primer minuto se ve cuál es su verdadero problema: que echa de menos a Ava Gardner. Piénsalo fríamente: las desgracias de este hombre se reducen a que se ha hecho rico con sus libros y se ha ligado a unas señoras estupendas que están locas por él. Pobrecillo, ¿no?
Pues sí, porque enseguida Harry nos empieza a contar, en una de esas situaciones en las que todos le dejaríamos hablando solo de encontrarnos con él en medio de la sabana africana, o en cualquier otra parte, su pasado amoroso. Si por educación y lástima nos quedamos para escucharle, así como nos quedamos para ver la película, confirmamos que efectivamente el bueno de Harry no se ha olvidado de la Gardner, cosa que es lo más comprensible del mundo. Ava es mucha Ava. Es demasiada Ava. Su personaje de Cynthia Green entra en la categoría de mujer sin dignidad que ni protesta ni opina y que al parecer el simple hecho de que el hombre le permita estar a su lado es ya motivo para que pierda su identidad. En serio, Cynthia, ¿te has mirado al espejo? ¿Eres consciente de toda tu feminidad y del poder que eso conlleva como para que andes lamiéndole los zapatos al señor Street? No es que Harry se porte mal y pretenda humillarla, no: es la propia Cynthia la que se pliega a los deseos del otro en una demostración de lo que no debemos hacer bajo ningún concepto.
Así, entre libro y libro y entre mujer y mujer el escritor Harry Street comprenderá, aburriéndonos a los demás como ostras, que la vida después de Ava Gardner no tiene ningún sentido y que la caza no es más que un pobre sustituto para lo que realmente quiere y necesita. Sinceramente digo que tantas escenas de animales me cansan y que las tribulaciones existenciales de Harry me parecen exageradas y superficiales, así como la película en sí misma, y que las posibles ideas que se plantean sobre la literatura o el amor no se exploran con inteligencia.
La culpa es tuya, Ava: no se puede ser tan perfecta.
Pues sí, porque enseguida Harry nos empieza a contar, en una de esas situaciones en las que todos le dejaríamos hablando solo de encontrarnos con él en medio de la sabana africana, o en cualquier otra parte, su pasado amoroso. Si por educación y lástima nos quedamos para escucharle, así como nos quedamos para ver la película, confirmamos que efectivamente el bueno de Harry no se ha olvidado de la Gardner, cosa que es lo más comprensible del mundo. Ava es mucha Ava. Es demasiada Ava. Su personaje de Cynthia Green entra en la categoría de mujer sin dignidad que ni protesta ni opina y que al parecer el simple hecho de que el hombre le permita estar a su lado es ya motivo para que pierda su identidad. En serio, Cynthia, ¿te has mirado al espejo? ¿Eres consciente de toda tu feminidad y del poder que eso conlleva como para que andes lamiéndole los zapatos al señor Street? No es que Harry se porte mal y pretenda humillarla, no: es la propia Cynthia la que se pliega a los deseos del otro en una demostración de lo que no debemos hacer bajo ningún concepto.
Así, entre libro y libro y entre mujer y mujer el escritor Harry Street comprenderá, aburriéndonos a los demás como ostras, que la vida después de Ava Gardner no tiene ningún sentido y que la caza no es más que un pobre sustituto para lo que realmente quiere y necesita. Sinceramente digo que tantas escenas de animales me cansan y que las tribulaciones existenciales de Harry me parecen exageradas y superficiales, así como la película en sí misma, y que las posibles ideas que se plantean sobre la literatura o el amor no se exploran con inteligencia.
La culpa es tuya, Ava: no se puede ser tan perfecta.

6,3
5.564
7
23 de julio de 2011
23 de julio de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por siempre recordarás “El Ansia” una vez vista. Es inevitable. Aunque el argumento flojee; aunque la historia no tenga la belleza que podría haber tenido (muy engañoso el planteamiento inicial); aunque emplee de forma innecesaria la cámara lenta; aunque la trama sea, por momentos, liosa, y el final tan extraño que resulta casi imposible de entender... A pesar de todos su fallos, se recordará.
La recordaré por David Bowe con gafas de sol en medio de una discoteca, y por una bellísima Catherine Deneuve, elegante y con un punto de glam; buena y mala; espiritual y carnal al mismo tiempo. Y por todos los cigarrillos que se fuman. Si en el humo del tabaco, esta película no sería la misma. Vedla y lo entenderéis.
Por ese principio sin palabras, directo a la retina, donde explota la música, la imagen, la densidad de la sangre, la oscuridad de cuatro desconocidos en un apartamento. Imposible que hoy en día empezase así una película. Creatividad en estado puro.
La recordaré por esa casa de la familia Blaylock. Que casa, por favor. Que ventanales, que luz, que aire; que escaleras, que estatuas, que flores, que cama. Maravillosa. Y por la fantástica banda sonora, de principio a fin, combinando distintos géneros de manera magistral. Estupenda la que suena al principio de la película, y que se repite más tarde. Ritmo hecho por y para crear ambiente y atmósfera, objetivo que consigue ampliamente.
La recordaré por los flashbacks; porque un flashback tiene que ser así: onírico, complejo, que dure segundos y que tenga un verdadero significado. Para mi gusto, hubieran quedado mejor si los hubiera hecho más etéreos... pero, bueno, tal y como están, están bien.
Un siete para esta “El Ansia” de Tony Scott, por su originalidad, por su temática, por su atrevimiento, por su fotografía y por su búsqueda constante del esteticismo. Me sorprende que muchas críticas negativas se basen, precisamente, en esto último, como si el arte por el arte fuera motivo de crítica. Yo lo agradezco, y mucho. Ojalá se atrevieran (o se volviera a atraver el propio Tony Scott) a hacer alguna otra película de este estilo. Bastante recomendable, aunque no para todos los gustos.
La recordaré por David Bowe con gafas de sol en medio de una discoteca, y por una bellísima Catherine Deneuve, elegante y con un punto de glam; buena y mala; espiritual y carnal al mismo tiempo. Y por todos los cigarrillos que se fuman. Si en el humo del tabaco, esta película no sería la misma. Vedla y lo entenderéis.
Por ese principio sin palabras, directo a la retina, donde explota la música, la imagen, la densidad de la sangre, la oscuridad de cuatro desconocidos en un apartamento. Imposible que hoy en día empezase así una película. Creatividad en estado puro.
La recordaré por esa casa de la familia Blaylock. Que casa, por favor. Que ventanales, que luz, que aire; que escaleras, que estatuas, que flores, que cama. Maravillosa. Y por la fantástica banda sonora, de principio a fin, combinando distintos géneros de manera magistral. Estupenda la que suena al principio de la película, y que se repite más tarde. Ritmo hecho por y para crear ambiente y atmósfera, objetivo que consigue ampliamente.
La recordaré por los flashbacks; porque un flashback tiene que ser así: onírico, complejo, que dure segundos y que tenga un verdadero significado. Para mi gusto, hubieran quedado mejor si los hubiera hecho más etéreos... pero, bueno, tal y como están, están bien.
Un siete para esta “El Ansia” de Tony Scott, por su originalidad, por su temática, por su atrevimiento, por su fotografía y por su búsqueda constante del esteticismo. Me sorprende que muchas críticas negativas se basen, precisamente, en esto último, como si el arte por el arte fuera motivo de crítica. Yo lo agradezco, y mucho. Ojalá se atrevieran (o se volviera a atraver el propio Tony Scott) a hacer alguna otra película de este estilo. Bastante recomendable, aunque no para todos los gustos.
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