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6,6
1.856
9
27 de diciembre de 2011
27 de diciembre de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres son las películas que hicieron juntos Doris Day, Rock Hudson y Tony Randall y las tres son comedias elegantes y, a la vez, desternillantes. Se sabía que Tony Randall era un gran cómico, se podía intuir esa misma bis cómica en la dulce Doris Day, pero es desde luego, Rock Hudson, el gran descubrimiento en este género de la comedia en el que demuestra que es, verdaderamente, no sólo capaz sino genial en sus composiciones cómicas.
"No me mandes flores" nos cuenta la historia de George Kimball, un hipocondriaco que, debido a una confusión telefónica, cree que le quedan sólo unas semanas de vida. Con su abogado y amigo Arnold elaboran una lista con los posibles nuevos maridos para la dulce esposa de George.
Película divertidísima llena de ritmo, acción y gags estupendos propios del slapstick mudo. Cuenta con un guión extraordinario y diálogos lúcidos y punzantes. Consigue que pasemos por los tres estadios de la alegría: sonrisa, risa y carcajada.
Jewison consigue, además, el "más difícil todavía". Si siempre se ha dicho que para directores y actores es mucho más difícil la comedia que el drama, obsérvese que en esta deliciosa comedia "negra" los actores y actrices -especialmente Rock Hudson y Tony Randall- han de caminar continuamente por el filo de la navaja. Abrumados por la fatal noticia deben conseguir nuestra complicidad y nuestras risas a base de gestos y miradas que sean los justos y adecuados, sin desmadrarse, sin caer en el histrionismo, sin desplazarnos abruptamente del fondo dramático de la situación. Y a fe que lo consiguen. Así que, sin ninguna duda, deberíamos aplaudir este "más difícil todavía".
"No me mandes flores" nos cuenta la historia de George Kimball, un hipocondriaco que, debido a una confusión telefónica, cree que le quedan sólo unas semanas de vida. Con su abogado y amigo Arnold elaboran una lista con los posibles nuevos maridos para la dulce esposa de George.
Película divertidísima llena de ritmo, acción y gags estupendos propios del slapstick mudo. Cuenta con un guión extraordinario y diálogos lúcidos y punzantes. Consigue que pasemos por los tres estadios de la alegría: sonrisa, risa y carcajada.
Jewison consigue, además, el "más difícil todavía". Si siempre se ha dicho que para directores y actores es mucho más difícil la comedia que el drama, obsérvese que en esta deliciosa comedia "negra" los actores y actrices -especialmente Rock Hudson y Tony Randall- han de caminar continuamente por el filo de la navaja. Abrumados por la fatal noticia deben conseguir nuestra complicidad y nuestras risas a base de gestos y miradas que sean los justos y adecuados, sin desmadrarse, sin caer en el histrionismo, sin desplazarnos abruptamente del fondo dramático de la situación. Y a fe que lo consiguen. Así que, sin ninguna duda, deberíamos aplaudir este "más difícil todavía".

5,9
104
7
27 de diciembre de 2011
27 de diciembre de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Ojo! mucho ojo con este director que no sale en los libros de cine y del que cada película suya supone un hallazgo extraordinario. No conviene olvidar que estamos ante el director de la maravillosa "Los Blanding ya tienen casa". Pero es que, en sus obras menores, como esta "El ángel negro" nos ofrece buen gusto, excelente dirección y no poco entretenimiento.
Daisy y Sam llevan una relación muy peculiar en la que ninguno de los dos se decide a hablar de matrimonio. Todo cambiará cuando Daisy conozca a Bill Pettigrew, un ingenuo y agradable soldado que se enamora locamente de ella.
Estamos ante una notable película llena de ingenio que sabe combinar comedia y melodrama con naturalidad y elegancia. Se trata, sobre todo, de una película llena de romanticismo. Romanticismo visual y romanticismo verbal. Ya lo dice Sam Bailey "Me enfrentaría a las bayonetas sólo por saber que tú me esperas". Aunque para personaje romántico, Bill Pettigrew. Lo es toda la película, pero el punto más álgido de ese romanticismo es su felicidad en la batalla, siempre con una sonrisa en su rostro.
Por si esto fuera poco, H.C. Potter da una lección en cuanto a la dirección de actores. Sullavan, Pidgeon y Stewart realizan interpretaciones de altísimo nivel.
Daisy y Sam llevan una relación muy peculiar en la que ninguno de los dos se decide a hablar de matrimonio. Todo cambiará cuando Daisy conozca a Bill Pettigrew, un ingenuo y agradable soldado que se enamora locamente de ella.
Estamos ante una notable película llena de ingenio que sabe combinar comedia y melodrama con naturalidad y elegancia. Se trata, sobre todo, de una película llena de romanticismo. Romanticismo visual y romanticismo verbal. Ya lo dice Sam Bailey "Me enfrentaría a las bayonetas sólo por saber que tú me esperas". Aunque para personaje romántico, Bill Pettigrew. Lo es toda la película, pero el punto más álgido de ese romanticismo es su felicidad en la batalla, siempre con una sonrisa en su rostro.
Por si esto fuera poco, H.C. Potter da una lección en cuanto a la dirección de actores. Sullavan, Pidgeon y Stewart realizan interpretaciones de altísimo nivel.
9
25 de febrero de 2011
25 de febrero de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espléndido western de Jacques Tourneur. El director de origen francés fue capaz de firmar obras excepcionales y de situarse, en ocasiones, a la altura de los más grandes. Lo consigue en esta brillante película de fotografía extraordinaria, complejos personajes y una impecable puesta en escena.
"Una pistola al amanecer" narra la historia de Owen Pentecost. Sureño, recién llegado a Denver, lo primero que hace es ganarle al cacique del pueblo su local de juego en una partida de cartas. A partir de ahí comenzarán sus disputas con el propio cacique, dos bellas mujeres, los mineros de la región y sus propios paisanos que pretenden que se una a la causa sudista ante el inminente estallido de la Guerra de Secesión.
Tourneur fundamenta la historia en el personaje de Owen Pentecost (gran interpretación de Robert Stack). Él, con su personalidad arrolladora y algo misteriosa, tendrá que pelear en varios frentes. Está acostumbrado a luchar solo, a vivir solo. No quiere 'pertenecer' a nada ni a nadie. Quiere sentirse siempre libre. Parece un tipo egoísta. Sin embargo, al contacto con la ternura y el amor, cuando descubre que hay personas que de veras lo quieren y lo aprecian, se sentirá aturdido y, por fin, tomará partido por algo. Lo que no sabemos es si, superado el aturdimiento, continuará su camino de soledad o comprenderá que también es importante y necesario amar y ser amado.
"Una pistola al amanecer" narra la historia de Owen Pentecost. Sureño, recién llegado a Denver, lo primero que hace es ganarle al cacique del pueblo su local de juego en una partida de cartas. A partir de ahí comenzarán sus disputas con el propio cacique, dos bellas mujeres, los mineros de la región y sus propios paisanos que pretenden que se una a la causa sudista ante el inminente estallido de la Guerra de Secesión.
Tourneur fundamenta la historia en el personaje de Owen Pentecost (gran interpretación de Robert Stack). Él, con su personalidad arrolladora y algo misteriosa, tendrá que pelear en varios frentes. Está acostumbrado a luchar solo, a vivir solo. No quiere 'pertenecer' a nada ni a nadie. Quiere sentirse siempre libre. Parece un tipo egoísta. Sin embargo, al contacto con la ternura y el amor, cuando descubre que hay personas que de veras lo quieren y lo aprecian, se sentirá aturdido y, por fin, tomará partido por algo. Lo que no sabemos es si, superado el aturdimiento, continuará su camino de soledad o comprenderá que también es importante y necesario amar y ser amado.

6,6
327
7
8 de abril de 2014
8 de abril de 2014
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un suburbio de New York una pandilla de jóvenes maleantes campa a sus anchas organizando peleas, molestando a los vecinos y desafiando constantemente a la autoridad. Su neurótico líder, Frank Dean, planea ahora el asesinato de un vecino.
Aprovechando el éxito de "Rebelde sin causa" (1955) de Nicholas Ray se rodaron en años posteriores unas cuantas películas de rebeldes y pandilleros juveniles deseosos de desafiar la autoridad establecida. Algunas de ellas, seguramente, no dieron la talla, ya se sabe que tras un gran éxito todos tratan de explotarlo importándoles muy poco la calidad del producto. No es el caso, ni mucho menos, de esta magnífica "Crimen en las calles" de Don Siegel.
Como suele ocurrir en el cine de este gran director, nos encontramos frente a una historia dura, dramática, sórdida, que Siegel narra admirablemente (en un escenario absolutamente teatral) de forma sobria, directa, punzante, haciendo sentir al espectador que camina siempre en el filo de la navaja. No hay concesiones para nosotros, y estamos expuestos sin piedad al arrebato histérico de Frank, al llanto apenas contenido de Angelo o a la desgarrada desesperación de su padre (¡qué secuencia tan magnífica la súplica de éste para que su hijo abandone el mal camino!). Por si esto fuera poco, la abnegación de la madre de Frank y la indefensa sensibilidad de Ritchie, el hermano pequeño, nos oprimen aún más el corazón, con lo que llegamos al final de la cinta, como vulgarmente se dice, hechos unos zorros.
En cuanto a las interpretaciones, decir que John Cassavetes se estrenaba en un papel protagónico y, es, a mi entender, el más flojo del reparto; no aparenta 18 años (tenía 27) e imita demasiado (y si no lo hace al espectador se lo parece) a Dean y Brando. Los demás actores y actrices bordan sus papeles, pero eso sí, Sal Mineo (Angelo), Will Kuluva (Mr. Gioia) y Peter J. Votrian (Ritchie), además de bordarlos, zarandean nuestro corazón hasta casi dejarnos sin aliento.
Aprovechando el éxito de "Rebelde sin causa" (1955) de Nicholas Ray se rodaron en años posteriores unas cuantas películas de rebeldes y pandilleros juveniles deseosos de desafiar la autoridad establecida. Algunas de ellas, seguramente, no dieron la talla, ya se sabe que tras un gran éxito todos tratan de explotarlo importándoles muy poco la calidad del producto. No es el caso, ni mucho menos, de esta magnífica "Crimen en las calles" de Don Siegel.
Como suele ocurrir en el cine de este gran director, nos encontramos frente a una historia dura, dramática, sórdida, que Siegel narra admirablemente (en un escenario absolutamente teatral) de forma sobria, directa, punzante, haciendo sentir al espectador que camina siempre en el filo de la navaja. No hay concesiones para nosotros, y estamos expuestos sin piedad al arrebato histérico de Frank, al llanto apenas contenido de Angelo o a la desgarrada desesperación de su padre (¡qué secuencia tan magnífica la súplica de éste para que su hijo abandone el mal camino!). Por si esto fuera poco, la abnegación de la madre de Frank y la indefensa sensibilidad de Ritchie, el hermano pequeño, nos oprimen aún más el corazón, con lo que llegamos al final de la cinta, como vulgarmente se dice, hechos unos zorros.
En cuanto a las interpretaciones, decir que John Cassavetes se estrenaba en un papel protagónico y, es, a mi entender, el más flojo del reparto; no aparenta 18 años (tenía 27) e imita demasiado (y si no lo hace al espectador se lo parece) a Dean y Brando. Los demás actores y actrices bordan sus papeles, pero eso sí, Sal Mineo (Angelo), Will Kuluva (Mr. Gioia) y Peter J. Votrian (Ritchie), además de bordarlos, zarandean nuestro corazón hasta casi dejarnos sin aliento.
20 de noviembre de 2012
20 de noviembre de 2012
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La torre de los ambiciosos" narra la disputa de dos hombres, ambos vicepresidentes de una empresa de fabricación de muebles, por llegar a la presidencia de la compañía tras haber sido asesinado el presidente de la misma.
De Robert Wise hablan poco los libros de cine -craso error- pues estamos ante un excelente director que nos regaló enormes películas en todos los géneros que abordó. Como muestra un botón: "The set up", "Marcado por el odio", "Quiero vivir", "West side story", "Sonrisas y lágrimas" o ese peliculón semidesconocido sobre la corrupción de toda una ciudad titulado "The captive city".
"La torre de los ambiciosos" no es sólo una espléndida película sino que se revela como un lucidísimo y vigente documento sobre como deberían ser las empresas y sus productos, anteponiendo siempre la calidad al dinero fácil. Justo lo contrario de hoy en día. Por eso McDonald (William Holden) se rebela. Él, a pesar de su importante cargo, está siempre en la fábrica de muebles, trabajando duro, manchándose, apreciando la calidad del producto bien acabado. Está 'donde se cuecen las cosas'. Está, sobre todo, en el 'alma' del negocio y, por lo tanto, en el alma de los trabajadores. Su antítesis Loren Shaw (Fredrich March) sólo sabe de números y dinero, bueno, y de sudores.
Wise, como si de un combate de boxeo se tratara, se pertrecha con un sólido guión y unos diálogos soberbios y mantiene un ritmo constante, de ganador a los puntos, durante once asaltos. Pero,¡ay amigos! en el décimosegundo, el supuesto perdedor acelera el ritmo y mete unas manos buenísimas que tumban al que se veía ganador. ¡Fantástico querido Wise! Fantástico por ver las cosas tan claras. Fantástico por mostrárnoslas y fantástico por reunir a un grupo de artistas extraordinarios que se esfuerzan al máximo en consolidar el mensaje con una fe y una credibilidad admirables.
De Robert Wise hablan poco los libros de cine -craso error- pues estamos ante un excelente director que nos regaló enormes películas en todos los géneros que abordó. Como muestra un botón: "The set up", "Marcado por el odio", "Quiero vivir", "West side story", "Sonrisas y lágrimas" o ese peliculón semidesconocido sobre la corrupción de toda una ciudad titulado "The captive city".
"La torre de los ambiciosos" no es sólo una espléndida película sino que se revela como un lucidísimo y vigente documento sobre como deberían ser las empresas y sus productos, anteponiendo siempre la calidad al dinero fácil. Justo lo contrario de hoy en día. Por eso McDonald (William Holden) se rebela. Él, a pesar de su importante cargo, está siempre en la fábrica de muebles, trabajando duro, manchándose, apreciando la calidad del producto bien acabado. Está 'donde se cuecen las cosas'. Está, sobre todo, en el 'alma' del negocio y, por lo tanto, en el alma de los trabajadores. Su antítesis Loren Shaw (Fredrich March) sólo sabe de números y dinero, bueno, y de sudores.
Wise, como si de un combate de boxeo se tratara, se pertrecha con un sólido guión y unos diálogos soberbios y mantiene un ritmo constante, de ganador a los puntos, durante once asaltos. Pero,¡ay amigos! en el décimosegundo, el supuesto perdedor acelera el ritmo y mete unas manos buenísimas que tumban al que se veía ganador. ¡Fantástico querido Wise! Fantástico por ver las cosas tan claras. Fantástico por mostrárnoslas y fantástico por reunir a un grupo de artistas extraordinarios que se esfuerzan al máximo en consolidar el mensaje con una fe y una credibilidad admirables.
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