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Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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18 de junio de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Guerra mundial Z”, como muchas personas sabrán, es una película que se adscribe al subgénero “zombie”, estrenada en 2013 y famosa por estar protagonizada por un tal Brad Pitt. La cosa, sobre el papel, no tiene nada de especial: el bueno de Pitt es un exinvestigador de las Naciones Unidas que debe salvar a su familia -Y AL MUNDO- del apocalipsis zombie. Obviamente, así planteado no hay muchos incentivos que la diferencien de las miles de propuestas que hablan del despertar de los muertos; pero sí que existen muchos elementos que logran que se desmarque y se sienta distinta. Pero, os lo aseguro, eso no tiene por qué ser bueno…
La obra se basa en una novela de Max Brooks y, ¿sabéis qué? Esta novela está compuesta de ENTREVISTAS, y varios personajes van desarrollando la historia con sus declaraciones. Esto no se ha respetado en la adaptación y lo lamento mucho: habría sido muy interesante plantearla de este modo y, aunque no habría sido un taquillazo palomitero, sí que le habría permitido desmarcarse aún más de su competencia y enfocarse en las cuestiones temáticas de la novela, que son 100 veces más profundas que las del film.
Y es que ambas obras ponen el foco en la política y en la sociedad, y aunque IMAGINO que la novela lo consigue, la película se queda a medio gas. La poca trama que habla de relaciones internacionales, de gabinetes y de gente trajeada que hace cosas, se siente pobre y está tratada como un estorbo que la propia película prefiere que ignores. Es gracioso ver como introducen organizaciones como la ONU o la OMS, y países como Israel o las dos coreas, en una epidemia zombie; peeeero su tratamiento es tan superficial, basado únicamente en el diálogo, que es fácil obviarlos para centrarnos en lo más cuidado: las secuencias de acción.
Porque “Guerra Mundial Z” es una película de acción, con todo lo que ello implica. Olvidaos de tensión o de sustos, pues aquí hay persecuciones, tiroteos, gente que se muere, situaciones al limite, caos… son los momentos en los que la obra brilla y puede llegar a convencernos, aunque lo disparatado de ciertas secuencias -y lo LOQUÍSIMOS que están los infectados- impiden que lleguemos a tomárnoslas en serio. Aún así, son momentos entretenidos que nos dejan imágenes que YA se han introducido en el imaginario colectivo.
En cuestiones formales, hay más bien poco que decir. Aporta lo esperable de una producción de Hollywood protagonizada por uno de sus actores más queridos, ni más ni menos. Mucho CGI, mucho tono azulado/amarronado, mucha cámara en mano vertiginosa y mucho sonido frenético… la sensación de caos está bien recreada, pero TODO está tan regido por los cánones de este tipo de producciones que las imágenes pasarán por delante de nosotros sin pena ni gloria. Quizá haya que aplaudir cierta secuencia dominada por el color rojo, que se permite generar un ambiente distinto al del resto de la obra, pero no hace nada que no hayamos visto antes. Varias veces.
De Brad Pitt tampoco pienso hablar. Me cae bien, pero no lo suficiente. Ahora hablaré del desarrollo psicológico del personaje, pero de antemano debo señalar que no hace nada reseñable en toda la película, y que su interpretación es de lo más plano que existe. Un héroe de acción y punto. Me parece curioso que durante el comienzo de la obra se desmarque más como una persona inteligente -es investigador- que como un PUTO soldado, pero conforme avanza la trama va entrando en un rol chulo/guaperas/rambo y acaba por ser un protagonista genérico. Me hubiera gustado que tiraran de tópico y plantasen a un investigador más “nerd”, que tuviese que hacerse un hueco entre tanto soldado. Al menos de ese modo se habría creado una subtrama interesante y se podría haber desmarcado del todo.
JODER paremos, que ahora vengo duro. No sé ni como introducirlo… Lo peor de “Guerra Mundial Z” es que es una MACHISTADA. Imagino que han cogido la parte política de la obra y tal; PERO CLARO, a Brad Pitt también hay que darle trama, ¿no? Pues han hecho LO PEOR posible, y han decidido hacer una metáfora del HOMBRE DE LA CASA, siendo éste su rol en todo lo que no es huir de muertos. Fijaos que si sustituís “apocalipsis zombie” por “pandemia mundial” o por algo más mundano, las relaciones personales del personaje no varían. Voy a explicarlo, spoilers ligeros de una trama super vacía a partir de aquí.
Se me saltaron las alarmas cuando, antes de marcharse a la aventura, el bueno de Brad le dice a UN NIÑO sin mayor repercusión en la trama que “ahora él es el hombre de la casa”, como si su mujer no fuera suficiente para estar al cuidado de sus hijas. Segundos antes somos testigos del único conflicto psicológico del personaje: tiene que volver a trabajar con la ONU, lo que su mujer rechaza, pero si no lo hace su familia perderá su refugio. Los elementos son claros y se pueden extrapolar a multitud de historias: el padre de familia que debe volver a currar en su antiguo puesto -puesto que dejaría por algún motivo- para garantizar seguridad a su familia. De por sí es hiriente, pero la cosa alcanza niveles vergonzosos cuando su mujer, aburrida y preocupada por que no tiene nada que hacer, le llama en mal momento. Lo que en la vida real sería una reunión de trabajo, aquí se salda con varios muertos por mordidas; y todo por culpa de la parienta inoportuna que no puede aguantar sin hablar con su esposo. MAL.
Muchas personas quizá me digan “no es machista por que en Israel hay una soldado que blablabalab PERO a fin de cuentas esa soldado no tiene repercusión alguna, es salvada dos veces por EL HOMBRE y es lo más parecido a un tío con tetas que he visto nunca. Y voy a sudar de las connotaciones del conflicto político porque miedo me da… hacedme caso: “Guerra Mundial Z” es mejor verla a saltos, de secuencia de acción en secuencia de acción, y desechando todo lo que no sea Brad Pitt sufriendo por su vida.
28 de abril de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ánimo de hacer clasificación alguna, debo decir que “Be right back” es uno de mis capítulos favoritos de “Black Mirror”. Sirvió de apertura de la segunda temporada, y confirmó que Charlie Brooker aún tenía muchísimas cosas que decir tras el éxito de la primera. La gran pregunta es si este capítulo puede sostenerse tras todo lo que hemos visto: de ese 11 de Febrero de 2013 nos separan quince capítulos que, además, han decidido meterse de lleno en el terreno de lo social y dejarnos sensaciones muy potentes. La respuesta, de todos modos, es “sí”.
Para las personas de memoria volátil, diré que este es aquel capítulo en el que el marido de la protagonista fallece. No quiero ahondar mucho más pues quiénes lo hayan visto YA sabrán de cuál hablo y quiénes no, deberían descubrirlo solos. Como he dicho antes, Booker todavía no estaba -totalmente- enfadado con el mundo y prefería explorar individuos sin la necesidad de destrozarnos sin piedad. “Be right back” no nos crítica por el mal uso que hacemos de las nuevas tecnologías: “únicamente” nos golpea en la cara con la cruda realidad, para que no olvidemos que NO SOMOS dioses. Cuándo termino de ver este capítulo no tengo ganas de acabar con la estupidez de mi existencia. Todo un detalle por su parte.
Si nos ponemos pragmáticos, es importante señalar que hay un par de personajes que no pintan demasiado -y, a grandes rasgos, eso supone la mitad del reparto-. Por otro lado, la pareja protagonista, que es donde hay chicha, está representada a la perfección. No solo durante la primera parte son capaces de transmitirnos el cariño que se tienen, sino que conforme se va desarrollando la historia van evolucionando de una manera muy natural gracias, en parte, a un guion conciso a la par que coherente.
La dirección de Owen Harris, que repitió con el maravilloso “San Junipero”, sabe aportarle a la historia. Tiene un marcado tono independiente que resulta encantador, y le cede gran parte del protagonismo al trabajo actoral. Es cierto que puede pecar de impersonal, pero es en esa objetividad y en ese aire casi robótico dónde reside parte de su encanto. Por otro lado, la obra nos deja momentos que, sin ser impactantes por su contenido en un sentido estricto, gozan de una carga emocional altísima que conseguirá que nos impliquemos enormemente con lo que sucede. Concretamente, la construcción del clímax merece un gran aplauso, acelerando vertiginosamente el ritmo y la intensidad de la narración sin resultar forzado o artificial. De los mejores momentos de toda la serie.
“Be right back” es una muestra del potencial de Charlie Brooker, y esta afirmación va más allá de la propia ejecución del capítulo. Es muy comentado que la tecnología presentada en él ya se encuentra, con muchas comillas, disponible; remarcando el carácter premonitor del autor. Es lo bueno y lo malo de “Black Mirror”: que sirve de crítica, de moderadora y, al mismo tiempo, de escaparate.
18 de enero de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El juego de Gerald” es una película dirigida por Mike Flanagan y basada en una obra de Stephen King. Me voy a quitar la morralla lo antes posible: se trata de una obra muy competente, bien resuelta a nivel técnico y con una pareja protagonista convincente y muy bien dirigida. El “envoltorio” cumple a la perfección, y sabe usar recursos como la luz o el color para reforzar las situaciones que los personajes están viviendo. He querido notar el juego narrativo de omitir a la cámara lo que la protagonista no puede ver, pero como tampoco es algo que se quede muy marcado solo destacaré que, pese a la limitación con la que cuenta la propuesta, la variedad de planos y su montaje consiguen que nunca se haga repetitivo el visionado, mostrando una buena gestión por parte de Flanagan del espacio y de su propia creatividad. Pero ahora entremos en lo otro…

Uno de los puntos más cuestionables es cómo se ha enfocado el conflicto. En “El juego de Gerald”, el personaje principal se encuentra siempre acompañado de proyecciones mentales con las que dialoga, conformando una especie de conversación con ella misma y sus traumas. Otras películas con propuestas similares, como “127 horas” o “Buried”, no necesitan de este recurso y, desde mi punto de vista, no habría sido mala idea que esta cinta las imitara. Me extrañó mucho que, en una cinta sobre una mujer que se ha quedado atrapada en la soledad (remarco lo de “soledad”) de su casa de campo, apenas existan momentos de silencio o de introspección. Los personajes están hablando constantemente y, cuando paran, lo hacen porque están ocurriendo cosas y porque retomarán la conversación después. Es como si los creadores temieran que al espectador le dominara el aburrimiento o la desidia; pero, centrados en evitarlo, lo acaban provocando: en determinados momentos se hacía ligeramente pesada esta dinámica.

Decía una tal Chéjov que en una obra no se puede introducir un arma si esta no va a ser utilizada después. Normalmente, estas armas suelen ser ocultadas por el guionista, ya que suelen ser las causantes del giro final y conviene que se disuelvan en la memoria de los espectadores y que se olviden rápidamente, como información superficial. Un rifle en una pared, un comentario sobre una noticia que alguien ha leído, una actitud sospechosa por parte de un personaje secundario… bueno, pues en “El juego de Gerald”, hay un señor que introduce una pistola, sí, ¡pero el muy imbécil la deja en el maldito centro de la habitación! Y luego continúa dejando pistolas desperdigadas, pero cada vez que lo hace te grita a la cara: ¡Oye, fíjate en esto, que luego va a ser fundamental! La cinta está tan obsesionada por sorprender con sus revelaciones que acaba resultando casi paródica, como una especie de caricatura de este recurso. Además, no soy una de esas personas que han nacido con el don de la anticipación y detesto decir lo que voy a decir, pero tanta insistencia solo consigue que la película se vuelva previsible. Me sorprendió ver que gran parte de las cosas que ocurren durante el metraje las veía venir desde lejos, y las que no, lo hicieron sobre aspectos que ya llamaron mi atención cuando se presentaban.

Eso sí: se salva de la quema por no estar completamente sustentada sobre estos giros. Actúan más bien como golpes de efecto, ya que la historia tiene elementos suficientes como para ser disfrutable y a nivel narrativo logra transmitir sensación de tensión y de terror de un modo muy efectivo. El desarrollo de la protagonista está bien llevado, y se nota siempre muy coherente y con bastante sentido. Se busca tocar temas interesantes más allá de la idea principal de la película, como el temor a la muerte, la supervivencia, la locura, la realidad… por desgracia, estos temas no están del todo bien explotados y palidecen conforme avanza la historia, ofreciendo una conclusión muy ambigua. Una mayor profundización habría sido interesante.
17 de junio de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
En este complejo universo que es el cine, no existen “blancos” y “negros” absolutos. Esto es un topicazo que detesto, pero que en este caso es más cierto que nunca: existe una amplísima gama de grises, de matices y de contradicciones que, aunque parezcan incoherentes, tienen todo el sentido del mundo. Puedes detestar una película que te entretiene, odiar el personaje de un actor que amas, no creerte la iluminación de una escena rodada en exterior con luz natural… Y luego, puede que una película te guste, pero no. Sin más. PERO COMO está feo que un crítico de mierda juegue a esas ambigüedades, voy a tratar de justificar mi postura.
“An American Crime” es una película de 2007 dirigida por Tommy O’Haver y protagonizada por Catherine Keener y una jovencísima Ellen Page. La obra nos relata un caso real que aterrorizó los –difícilmente impresionables- Estados Unidos hace varios años: Gertrude Baniszewski torturó y mató a Sylvia Likens, una joven que se hospedaba en su casa durante una temporada. El caso fue SUPER truculento, pues dentro del término “tortura” se incluye todo tipo de maltrato físico, abusos sexuales, vejaciones, falta de aseo… Fue algo terrorífico en el que participó la familia de Gertrude y muchos jóvenes del vecindario. Y reitero que fue real.
La película busca retratarlo del modo más fiel posible, pero le cuesta. Leyendo los detalles que indica Wikipedia, -por suerte- nos ha llegado una versión light de la historia. Muchos de estos arreglos parecen responder a conveniencias del guion, para evitar introducir un exceso de elementos externos que excediera la complejidad de la trama; pero otros tantos parecen destinados a suavizar ciertos hechos y a aplicar cierto sentido a unos personajes tratados con cierto cariño, de personalidades bien definidas pese a su escaso recorrido psicológico. Pero sin lugar a dudas, a nivel de guion el mayor varapalo lo encontramos en una jugarreta final que está tan mal introducida y tiene tan poco sentido que te acabas preguntando por qué han decidido tomar ese camino.
La intencionalidad de esta obra no se centra en causar repulsa al espectador, y esto es llamativo por que habría sido sencillo tomar el camino del cine más gore, de obras como “Martyrs”. Aunque Sylvia se vio sometida a absolutas atrocidades, “An american crime” opta por un tono velado que, de cierta forma, mitiga el impacto y lo condiciona a otros elementos. Esta obra puede ser “disfrutada” por casi cualquier persona, y eso es bueno, peeeero yo habría agradecido un puntito más de crudeza para terminar de creer lo que ocurre y, dicho sea de paso, suplir ese tono extraño de telefilm que tiene la obra. En cualquier caso, la intencionalidad no es esa; y es que la película pone en entredicho la moral de la sociedad estadounidense de aquella época y le da un fuerte golpe al fanatismo religioso. E incluso a la religión, si nos ponemos…
Técnicamente, pese a contar con un trabajo de iluminación muy cumplidor, la obra pega un pinchazo considerable. La imagen parece de telefilm, casi grabada en los 90. Se nota que dónde más presupuesto se ha invertido ha sido en el reparto: Ellen Page -que por aquel entonces protagonizaba “Juno”-, Catherine Keener -maravillosa-, Evan Peters y, joder, James Franco -¿alguien me explica qué coño hacia con ese papel en esta producción mientras ese año estrenaba “Spiderman 3”?-. Un elenco cumplidor del que O’Haver se olvida para poner el foco en Page y Keener, que incluso sufren ciertos altibajos y se encuentran, en general, muy contenidas.
Pero, como decía al principio, esto del cine es incoherente, y eso tiene mucho que ver con el mayor problema de la obra. Y es que, aunque “An american crime” esté basada en un hecho real, NO me la creo. Se dice que muchas veces la realidad supera a la ficción, y no lo dudo, pero hay que cuidar cómo se traslada… En esta película muchos personajes parecen actuar por impulsos, siguiendo las conveniencias del guion, plantea salidas que cierra y no vuelve a tocar para evitarse desenlaces forzados y pasa por encima de cuestiones que habrían necesitado mayor justificación. Entiendo que todo aquello OCURRIÓ en la realidad, que su hermana no hizo nada, que los padres no conocieron nunca que estaba ocurriendo y que los vecinos se volvieron locos y ayudaron a una desalmada; pero visto en la obra nada de esto se encuentra respaldado, y se siente poco creíble. Que ironía, ¿no?
13 de febrero de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Soy muy defensor del cine sin pretensiones, de las películas de acción que te hablan con sinceridad y te dicen: “Hey, tío, yo solo estoy aquí para que desconectes de tu vida durante hora y media gracias a un conjunto de tipos pegándose”. El problema es que muchas veces sus creadores, viniéndose arriba, las rellenan de mensajes falsamente transcendentales, de clichés y tópicos fruto de la falta de imaginación y de un mal gusto estético muy acusado.

Sin embargo, hay unas pocas películas que son conscientes de los fallos del género y saben darles una vuelta para ofrecer un espectáculo consciente de sí mismo. “Kingsman: servicio secreto” era una de ellas, una parodia del agente secreto inglés muy orientada hacia el público más “millenial”, con los elementos suficientes como para gozar de entidad propia. Es cierto que contaba con cierto trasfondo, ligeramente forzado, pero no llegaba a estorbar y estaba tratado con algo de originalidad. La secuela es más de lo mismo.

Comenzamos con un Eggsy (Taron Egerton) al que las cosas le van bien hasta que toda su organización, los Kingsman, es destruida por la villana de la función. Los agentes ingleses deberán aliarse con sus compañeros americanos para hacer frente a una narcotraficante que pretende legalizar el comercio de substancias ilegales.
Me sorprendió que sus creadores se empeñaran en expandir su universo tan pronto. Es cierto que la primera obra ya era muy extensa, y que ya estaba basada en una novela gráfica, pero creo que les quedaban muchas cartas por mostrar y muchas cosas que mostrar antes de presentar una nueva división. Con la tontería, ni tan siquiera hemos visto a los Kingsman funcionar correctamente.

Por otro lado, resulta muy agradable ver a los Statesman. La obra vuelve a hacer gala de su buen gusto artístico, tanto en vestuario como en dirección de arte o escenografía, dejando de lado el toque británico y sustituyéndolo por un americanismo que cubre la estética texana más rural y la de los divertidos años 50. De fondo parece querer hablar del conflicto cultural entre estos países angloparlantes, pero este tema se queda en la superficie y no acaba siendo más que un par de chascarrillos.

Su discurso principal lo motiva la villana, una fantástica Jualianne Moore, y está centrado en las drogas recreativas y las cuestiones éticas que plantean. Parecía complicado olvidarse del peculiar antagonista de la primera entrega, pero Moore lo logra con un personaje muy bien definido, con unos intereses muy claros y un carisma envidiable. Y aunque es cierto que cuenta con algo menos de presencia y que quizá resulte reiterativo eso del “villano happy”, sus aspectos positivos brillan sobre los negativos. Su personaje nos acaba introduciendo en dilemas muy concretos y precisos que quizá pecan de superficiales y metidos con calzador; lo que no quita que su valentía a la hora de proponerlos y de sacar conclusiones resulte digna de aplauso.

El resto de personajes también cuenta con un ligero recorrido, incluso los más anecdóticos, lo que resulta de agradecer. Lamentablemente, sus arcos parecen muy desligados unos de otros –habría agradecido cierta unidad temática- y en conjunto lastran el de Eggsy, el personaje principal, que se siente vacío y prescindible: Toda la trama de su relación de pareja la eliminaba de cuajo. Aporta o aparta.

Me dejo para el final la dirección de Matthew Vaughn, ya que creo que cuenta con ciertos elementos que se pueden considerar “de autor”. Fiel a la filosofía de las secuelas, “Kingsman 2” ofrece unas escenas de acción tan peculiares como las de la primera entrega. Está guay pero, por desgracia, no aportan mucho más a la fórmula que ya presentó, dejando la sensación de copiar los combates anteriores. Se repite –de forma justificada, pero repetido igualmente- el combate contra pandilleros en el bar, el súper combate final recuerda enormemente a la espléndida secuencia de la iglesia… y noto cierta escasez. Es extraño que diga esto, pero me la suda el conflicto del protagonista cuándo debe ser infiel a su novia por la misión: lo que quiero es verle PEGAR TIROS.
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