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7,4
2.064
8
7 de marzo de 2014
7 de marzo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque este faraón nunca existió, por la numeración y por la amenaza asiria, se puede llegar a la conclusión de que el Egipto representado es el decadente del Tercer Periodo Intermedio, que abarca, más o menos, el primer tercio del primer milenio a. de C. (grosso modo, del -1.000 al -650). Pasados los esplendores del Imperio Nuevo, en el que Egipto alcanzó su mayor expansión territorial, todavía le quedaba por delante un milenio de historia que se caracterizó por la decadencia y las dominaciones extranjeras.
El joven e inexperto faraón quiere revivir tiempos mejores para los egipcios, pero se enfrenta a las inercias de la casta sacerdotal (un oligopolio como cualquier otro), que es la que, de facto, detenta el poder. Su rebelión y sus conspiraciones tienen escasas posibilidades ante los omnímodos recursos de sus oponentes.
La situación podría equipararse con la de esos países de la Europa del este que, tras la IIGM quedarón bajo la influencia de la URSS. Sujetos a directrices impuestas desde fuera, sus gobiernos eran títeres y cualquier intento por cambiar este statu quo era violentamente reprimido. En estas circunstancias, las críticas hacia este estado de cosas que puediera hacer un país como Polonia, tuvieron que ser muy sesgadas. Más que nada, por sortear la censura y las más que probables represalias.
Aparte de esa denuncia, la película tambien atesora una gran calidad estética. La movilidad de la cámara, el uso narrativo del punto de vista, la belleza de los encuadres, la vistosa dirección artística son sus bazas principales. Un hermoso espectáculo visual, muy alejado del canon hollywoodiense, que denuncia el apego del poder al dogma y al inmovilismo. Elocuentísimo plano final.
El joven e inexperto faraón quiere revivir tiempos mejores para los egipcios, pero se enfrenta a las inercias de la casta sacerdotal (un oligopolio como cualquier otro), que es la que, de facto, detenta el poder. Su rebelión y sus conspiraciones tienen escasas posibilidades ante los omnímodos recursos de sus oponentes.
La situación podría equipararse con la de esos países de la Europa del este que, tras la IIGM quedarón bajo la influencia de la URSS. Sujetos a directrices impuestas desde fuera, sus gobiernos eran títeres y cualquier intento por cambiar este statu quo era violentamente reprimido. En estas circunstancias, las críticas hacia este estado de cosas que puediera hacer un país como Polonia, tuvieron que ser muy sesgadas. Más que nada, por sortear la censura y las más que probables represalias.
Aparte de esa denuncia, la película tambien atesora una gran calidad estética. La movilidad de la cámara, el uso narrativo del punto de vista, la belleza de los encuadres, la vistosa dirección artística son sus bazas principales. Un hermoso espectáculo visual, muy alejado del canon hollywoodiense, que denuncia el apego del poder al dogma y al inmovilismo. Elocuentísimo plano final.

6,4
1.655
4
4 de marzo de 2014
4 de marzo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El plan de vacaciones en Kenia de Teresa era más excitante que el de su hermana Anna-Maria: quedarse en casa, en la tradicionalmente católica Austria, para hacer proselitismo de la religión católica de puerta en puerta. Y no le ha ido mal, pues ha conseguido colarse en unas cuantas casas. Yo, aquí, los únicos que conozco que hagan proselitismo religioso de puerta en puerta son los testigos de Jehová y los mormones, y jamás han atravesado mi umbral. Será que en Austria la gente es más abierta y receptiva. Creo que la cruzada de Anna-Maria, en la católica España, estaría condenada al fracaso. No le abriría la puerta ni Dios.
Seidl no nos ofrece un retrato de la fe, sino una grotesca caricatura que me ha hecho mucha gracia hasta que me ha aburrido. Anna-Maria no es una creyente. No practica la cristiana enseñanza de amar al prójimo, aunque sea tu marido. Su fe es un irreflexivo precipitado de fórmulas e idolatría. Es una persona trastornada, de esas que no pueden sentirse a gusto si no están alienadas. Y, para eso, vale cualquier religión.
Otra cosa. Lo del catolicismo de Anna-Maria debe ser cosa reciente, porque está casada con un musulmán. ¿Por qué rito se casarían? Podía empezar a hacer proselitismo religioso sin salir de casa y lograr la conversión de un infiel. ¿La secuencia del patético intento de violación tendrá alguna lectura simbólica?
Una propuesta. creo que interesante, para el señor Seidl, sobre la fe: ¿qué puede llevar a unos inmigrantes de segunda generación en un país europeo a convertirse al Islam y a alistarse como muyahidines? A poder ser, que le de el mismo toque de comedia bufa que a esta.
Seidl no nos ofrece un retrato de la fe, sino una grotesca caricatura que me ha hecho mucha gracia hasta que me ha aburrido. Anna-Maria no es una creyente. No practica la cristiana enseñanza de amar al prójimo, aunque sea tu marido. Su fe es un irreflexivo precipitado de fórmulas e idolatría. Es una persona trastornada, de esas que no pueden sentirse a gusto si no están alienadas. Y, para eso, vale cualquier religión.
Otra cosa. Lo del catolicismo de Anna-Maria debe ser cosa reciente, porque está casada con un musulmán. ¿Por qué rito se casarían? Podía empezar a hacer proselitismo religioso sin salir de casa y lograr la conversión de un infiel. ¿La secuencia del patético intento de violación tendrá alguna lectura simbólica?
Una propuesta. creo que interesante, para el señor Seidl, sobre la fe: ¿qué puede llevar a unos inmigrantes de segunda generación en un país europeo a convertirse al Islam y a alistarse como muyahidines? A poder ser, que le de el mismo toque de comedia bufa que a esta.
4 de septiembre de 2013
4 de septiembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No le acabo de encontrar interés al personaje ni gracia a su peripecia. Ni siquiera una conexión lógica a los dos tiempos en los que se desarrolla la historia. Uno llega a la conclusión de que el presidente de la República Francesa es como una especie de monarca absoluto, rodeado de un nutrido séquito atento a satisfacer sus más nimios caprichos. Por eso, la levísima trama adquiere la condición de inocua intriga palaciega. Una fruslería.
Además, me produce rechazo la elevación de la gastronomía a la categoría de bella arte. Me fastidia tanta exquisitez. Y si la cocina que practica esta señora es sencilla, no quiero pensar como puede ser una cocina elaborada. Tampoco se saca partido a los enfrentamientos de la protagonista con el jefe de la cocina principal ni con la burocracia.
Pero lo peor es el tramo que se desarrolla en la Antártida. No sé qué pinta el equipo de televisión australiano. El homenaje de despedida que le tributan sus compañeros de la base científica produce auténtico bochorno. Esta parte es completamente prescindible.
No es la primera película del señor Vincent que se estrena en España. Yo, en su momento, ví en cine "La discreta", con la que aprendí que los lunares postizos que se pegaban en la cara los aristócratas franceses del siglo XVIII recibían una denominación dependiendo del lugar del rostro en el que se colocasen. La "discreta" era un lunar junto a la boca. Sin ser gran cosa, creo que esta película me dejó mejor sabor de boca.
Además, me produce rechazo la elevación de la gastronomía a la categoría de bella arte. Me fastidia tanta exquisitez. Y si la cocina que practica esta señora es sencilla, no quiero pensar como puede ser una cocina elaborada. Tampoco se saca partido a los enfrentamientos de la protagonista con el jefe de la cocina principal ni con la burocracia.
Pero lo peor es el tramo que se desarrolla en la Antártida. No sé qué pinta el equipo de televisión australiano. El homenaje de despedida que le tributan sus compañeros de la base científica produce auténtico bochorno. Esta parte es completamente prescindible.
No es la primera película del señor Vincent que se estrena en España. Yo, en su momento, ví en cine "La discreta", con la que aprendí que los lunares postizos que se pegaban en la cara los aristócratas franceses del siglo XVIII recibían una denominación dependiendo del lugar del rostro en el que se colocasen. La "discreta" era un lunar junto a la boca. Sin ser gran cosa, creo que esta película me dejó mejor sabor de boca.

7,4
2.621
8
14 de septiembre de 2022
14 de septiembre de 2022
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rosellini estructura su visión de la liberación de Italia de la ocupación alemana por los ejércitos aliados como un Vía Crucis que recorre el país de sur a norte deteniéndose en seis estaciones. En la primera, con el ejército americano recien desembarcado en Sicilia, vemos como un primer intento de confraternizar, a pesar de la barrera del idioma, de un soldado americano con una joven local se salda en martirio
.
La segunda estación se desarrolla en un Nápoles recién liberado y pululante de gente en busca de la supervivencia. Un niño de la calle sirve de cicerone en medio de este caos a un soldado americano, negro, borracho y con tendencia a meterse en problemas. El soldado pierde las botas y para recuperarlas, ya sobrio, retiene al chaval y le obliga a llevarle donde las esconde. Entonces ve en que condiciones de miseria subsisten tras una guerra los más pobres de una ciudad donde la pobreza era endémica desde antes del conflicto.
Roma es el escenario de la tercera estación y la acción comienza seis meses después de la liberación, cuando el entusiasmo inicial ya ha sido enfriado por la dureza de la subsistencia y la confraternización con los nuevos ocupantes se ha convertido en un toma y daca. La historia es suavemente dramática y deja el regusto amargo de la pérdida de la inocencia.
En Florencia asistimos a la lucha calle por calle por el control de la ciudad entre los ocupantes, asistidos por los últimos francotiradores fascistas, y los partisanos. Seguimos a dos personajes que se arriesgan a atravesarse entre los fuegos cruzados para llegar a calles aún no liberadas. Lo hacen por motivos sentimentales, pero el clímax dramático se alcanza poco ante de finalizar la historia.
La quinta estación, que se desarrolla en un convento franciscano aislado en una región montañosa, es la que menos me ha gustado. Los piadosos frailes se sienten muy conturbados cuando descubren que, de los tres capellanes americanos que acogen entre sus muros, uno es protestante y otro es judío. Su reacción supone para el capellán católico una lección de humildad, pero yo lo veo como una pueril demostración de soberbia, algo así como decir: “Dios está de nuestra parte y vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para que no vayáis de cabeza al infierno”.
Y la sexta estación, en el delta del Po, se inicia con un patético plano en el que vemos un cadáver arrastrado por la corriente del río. Es un partisano represaliado con un cartel que informa de su condición para escarmiento. En un último esfuerzo por expulsar a los ocupantes, los partisanos colaboran estrechamente con el ejército americano, pero tras una fallida escaramuza contra los alemanes, los italianos capturados tendrán un destino mucho más cruel que el de sus camaradas americanos.
.
La segunda estación se desarrolla en un Nápoles recién liberado y pululante de gente en busca de la supervivencia. Un niño de la calle sirve de cicerone en medio de este caos a un soldado americano, negro, borracho y con tendencia a meterse en problemas. El soldado pierde las botas y para recuperarlas, ya sobrio, retiene al chaval y le obliga a llevarle donde las esconde. Entonces ve en que condiciones de miseria subsisten tras una guerra los más pobres de una ciudad donde la pobreza era endémica desde antes del conflicto.
Roma es el escenario de la tercera estación y la acción comienza seis meses después de la liberación, cuando el entusiasmo inicial ya ha sido enfriado por la dureza de la subsistencia y la confraternización con los nuevos ocupantes se ha convertido en un toma y daca. La historia es suavemente dramática y deja el regusto amargo de la pérdida de la inocencia.
En Florencia asistimos a la lucha calle por calle por el control de la ciudad entre los ocupantes, asistidos por los últimos francotiradores fascistas, y los partisanos. Seguimos a dos personajes que se arriesgan a atravesarse entre los fuegos cruzados para llegar a calles aún no liberadas. Lo hacen por motivos sentimentales, pero el clímax dramático se alcanza poco ante de finalizar la historia.
La quinta estación, que se desarrolla en un convento franciscano aislado en una región montañosa, es la que menos me ha gustado. Los piadosos frailes se sienten muy conturbados cuando descubren que, de los tres capellanes americanos que acogen entre sus muros, uno es protestante y otro es judío. Su reacción supone para el capellán católico una lección de humildad, pero yo lo veo como una pueril demostración de soberbia, algo así como decir: “Dios está de nuestra parte y vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para que no vayáis de cabeza al infierno”.
Y la sexta estación, en el delta del Po, se inicia con un patético plano en el que vemos un cadáver arrastrado por la corriente del río. Es un partisano represaliado con un cartel que informa de su condición para escarmiento. En un último esfuerzo por expulsar a los ocupantes, los partisanos colaboran estrechamente con el ejército americano, pero tras una fallida escaramuza contra los alemanes, los italianos capturados tendrán un destino mucho más cruel que el de sus camaradas americanos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Rosellini concluye su Vía Crucis con una escena de martirio que, gracias a la desnudez de su estilo, nos propina una sacudida emocional de irresistible intensidad. La contundencia dramática de esta estación es la que condiciona el estado de ánimo del espectador al final de la película. Italia acaba de ser liberada de sus ocupantes, pero no hay demasiados motivos para el júbilo en una película tan pegada a los hechos.
7
8 de marzo de 2017
8 de marzo de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los sesenta fueron una década de grandes cambios y el más relevante fue el de la liberación femenina. Una de las críticas que me precede la califica de coyuntural en sus aspectos formales, pero también lo es en su fondo. Su protagonista ha caído en la trampa del amor, que se resolvía en matrimonio y que la relegaba a la función de "ama de casa", renunciando a su autonomía. Mary se debate en esa trampa y sólo consigue dañarse más, hasta que toma una decisión definitiva. Porque el amor no es suficiente.
Seguimos este proceso de degradación de la convivencia a través de pertinentes flashbacks, con una estructura temporal muy usual en aquellos años y que volverá a repetir en la impactante "Buscando al Sr. Goodbar", que dá un paso más adelante en la misma temática de liberación femenina. Aquella se resolvía en un final un tanto moralizante, pero esta se queda en un final "abierto", otra moda de la época. Extraordinarias actrices.
Seguimos este proceso de degradación de la convivencia a través de pertinentes flashbacks, con una estructura temporal muy usual en aquellos años y que volverá a repetir en la impactante "Buscando al Sr. Goodbar", que dá un paso más adelante en la misma temática de liberación femenina. Aquella se resolvía en un final un tanto moralizante, pero esta se queda en un final "abierto", otra moda de la época. Extraordinarias actrices.
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