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Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
16 de abril de 2010
62 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con paciencia y tiempo para ver muchas películas, puede advertirse quién es. Siempre la misma. Es la abuela de un niño que es compañero de colegio del hijo de Joan Crawford. Es la enfermera que se lleva una bandeja sin una línea de diálogo. Es la quinta viuda del primer banco de la iglesia empezando por la izquierda. Es la pesada tía Sally a la que el guionista hace esperar en el vestíbulo toda la película. Es la mujer del minero tan poco importante que ni siquiera muere en el derrumbamiento.

La encontramos en la Revolución Francesa, la mujer que grita “¡Muerte!” cuando María Antonieta sube a la guillotina. En México nunca llega a enterarse de que su hija ha sido seducida por El Zorro. Luego la tenemos de cocinera preguntando si el señor se quedará a cenar sin sospechar que el señor tiene previsto asesinar a Lincoln esa noche. Y allí está, en el Mississippi, agitando su paraguas ante la partida del vapor en el que se escapa Huckleberry Finn.

En 1943 va a parar a Praga, atendiendo a la protagonista en su comercio de comestibles. Después de eso debería haber aparecido de matrona en un pequeño pueblo de Kentucky, pero es retenida en Praga. Los nazis, que han invadido el país, la llaman y la interrogan: la resistencia ha matado a Heydrich y se sospecha que el responsable pudo haber pasado delante de su tienda.

La película es “Los verdugos también mueren”, una gran cinta antinazi que Fritz Lang hizo con un productor independiente para poder rodarla como si no hubiesen pasado los años desde “M” (de hecho es la película americana de Lang con un estilo más cercano a “M”). Está llena de vibrantes discursos, secuencias brillantísimas, emociones legítimas.

Con todo y a pesar de que sólo tiene cuatro brevísimas escenas, la tendera, que ya tiene nombre y se llama Sra. Dvorak, se apodera de la película. A la Sra. Dvorak – a la enfermera anónima, a la quinta viuda del primer banco, a la madre de la posadera- por una vez le cae encima la arbitraria brutalidad de los criminales y ni hace discursos, ni escupe a sus verdugos: se limita a padecer la tortura y a dejarse llevar por su instinto de ser humano. Se limita, en suma, a ser una persona corriente. Sin saberlo, ha encontrado una receta infalible para derrotar a los invasores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
IMDb proporciona el nombre. La viuda, la abuela, la cocinera, la señora anónima, la enfermera, la Sra. Dvorak es Sarah Padden. 200 películas y jamás nos enteramos de que existía hasta que tuvo un mal día en Praga de la mano de Fritz Lang. He enviado a la wikipedia la siguiente propuesta de modificación en la entrada de “Fritz Lang” para ser tenida en cuenta a partir de 2043:

“Fritz Lang fue un director de cine expresionista alemán. Se le recuerda por haber participado como director y guionista en “Los verdugos también mueren” (1943), film de la actriz Sarah Padden (link) en la que interpreta a la Sra. Dvorak (link), una de sus más intensas actuaciones cinematográficas. Otras obras de Lang son Metrópolis, M y La mujer del cuadro.”

Al elegir a la reina de la clase yo jamás votaba a la más guapa.
29 de octubre de 2009
54 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo está en "América, América". Por qué es necesaria la ilusión y por qué hay que asumir el desencanto. Por qué hay que buscarle un sentido al dolor y por qué hay que evitarlo aún entregando nuestra dignidad a cambio. Por qué hay que caminar, caminar y caminar y por qué hay que parar. Por qué no podemos confiar en los seres humanos y por qué no nos queda otro remedio que hacerlo. Por qué es necesario equivocarse. Por qué la sabiduría no te la da el conocimiento sino la constante renuncia. Por qué hay que vivir a toda costa.

Todo lo que Elia Kazan puede decir de sí mismo está aquí. Por qué haber sido griego en Turquía explica todo pero no justifica nada. Por qué fue revolucionario y por qué fue reaccionario. Por qué fue un luchador, un cruzado, un soñador, un rastreador de la verdad. Y por qué cuando llegó el tiempo de los canallas se convirtió en uno de ellos. En "América, América" está todo.

Por qué, en resumen, Elia Kazan fue cineasta. "América, América" es la razón.
10 de julio de 2009
51 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Predestinación jansenista contra Racionalismo pascaliano en tres actos. Pocas veces he visto en la pantalla un discurso tan espléndidamente construido: se niega a sí mismo con un humor nada pedante.

El acto central de la comedia, la cena en casa de Maud, es verdaderamente magistral: cómo se va desenvolviendo un encuentro humano en su decisiva cotidianidad. Somos espectadores del tiempo, que se construye a sí mismo, marca el devenir de los personajes y a la vez los hace sus víctimas.

El ritmo; asombra que la belleza de esta secuencia de tres personajes que apenas se mueven esté precisamente en su movimiento; quizás porque el estilo narrativo consigue definitivamente suprimir la narración, y la imagen se hace palabra y a la inversa: puede decirse que el diálogo –recalco, el diálogo, no el guión- se compone de líneas, miradas en plano y miradas fuera de plano. Y uno no puede sino dejarse fascinar por esa maravillosa red tejida en tiempo real, metáfora de la situación de los dos protagonistas, incapaces de realizar un sencillo acto de elección. El trampantojo dialéctico en este caso –la conversación trata justamente sobre el libre albedrío- no es artificioso, es mucho más inteligente que en otras películas de Rohmer y casa perfectamente con el entorno humano en que lo sitúa; Mi noche con Maud es, por vocación y también por necesidad, un juego, pero no un juguete.

Dos reparos de cierta importancia
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Por un lado, los actos primero y tercero desmerecen del segundo, que ha sido realmente el objeto de mi comentario. No es que me parezcan inferiores –son necesarios para la comprensión de los personajes y de la trama y, además, contienen buen cine- sencillamente los juzgo de excesiva duración. "Mi noche con Maud" es una "nouvelle" cinematográfica que exigía un prólogo, un epílogo y poco más. Sin embargo, la tendencia de Rohmer a divagar sobre cualquier cosa se hace más acusada aquí, en contraste con la ajustadísima secuencia de la cena: es cierto que, paradójicamente, en ella los personajes no hacen más que divagar, pero cada frase, cada mirada, cada movimiento tiene tal poder de sugestión indirecta que no hay lugar alguno para lo residual.

Y, por otro lado, con su perfección falsamente minimalista, el segundo acto de Mi noche con Maud contiene, en un estado embrionario que se va desplegando ante nuestros ojos hasta fructificar por completo, todo el ideario artístico de Rohmer, no importa que la duración sea de apenas cuarenta minutos. Lo malo de Mi noche con Maud es que convierte en inútil a la mayor parte de la filmografía de Rohmer.
20 de noviembre de 2011
65 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy más cerca de Servadac y Txarly que de Chago.

Al dirigir “Un Dios salvaje” hay un riesgo genérico y dos específicos. El genérico es el mismo de todas las obras teatrales, hacer olvidar al espectador que está viendo teatro.

Los tres espacios que se salen del escenario central nos son mostrados siempre de la misma manera: la cámara los descubre siguiendo a uno o varios personajes. Es una forma hábil de conservar la unidad y a la vez evitar la sensación demasiado teatral que da un “mutis”. Por otra parte Polanski no se obsesiona con sacar la cámara de ese salón, por ejemplo cada vez que se cita un acontecimiento externo o se habla por teléfono, algo que paradójicamente también daría la misma impresión de teatro filmado. Cito a Hitchcock, a propósito de “Crimen perfecto”:

“Sostengo una teoría sobre los films basados en obras de teatro, que incluso aplicaba en tiempos del cine mudo. Muchos cineastas toman una obra de teatro y dicen: "Voy a hacer con esto un film" e inmediatamente se dedican por lo que llaman el "desarrollo", que consiste en destruir la unidad de lugar, saliendo del decorado. (…) olvidan de esta manera que la cualidad fundamental de la obra reside en su concentración. (…)El film que se obtiene de esta manera dura generalmente el tiempo de la comedia más el de algunos rollos que no tiene ningún interés y que se han añadido artificialmente.”

Y, desde luego rueda magníficamente, imponiendo un dinamismo nada estridente, repitiendo planos sólo cuando tiene un significado cinematográfico y mostrando las cuatro paredes con naturalidad. El texto apuesta por la claustrofobia pero la planificación hace que la película respire.

Los riesgos específicos son:
- Ser capaz de controlar el progresivo giro de tono que da la historia
- Contestar a la pregunta que se hace el espectador durante toda la función: ¿Por qué diablos no se van los invitados si tanto lo desean?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo primero lo salva Polanski muy al estilo Polanski, con extrema elegancia, filmando exactamente igual cuando la película es una absurda comedia cotidiana que cuando se convierte en una comedia del absurdo cotidiano. El registro interpretativo cambia, sobre todo de las actrices, e inevitablemente se tambalea pero al cabo se mantiene firme, victorioso y, sobre todo, unitario.

Los personajes esconden un “yo” auténtico que va desvelándose paulatinamente e imponiéndose sobre su “yo” aparente. Polanski obra con extrema habilidad, jugando, como hace siempre, con ventaja. Superpone ambos caracteres desde la primera escena, muestra en la interpretación de los actores cómo los personajes navegan entre la necesidad de la apariencia y el impulso por rebelarse contra ella. Así, el personaje de Jodie Foster es una pedante insufrible desde la imagen inicial, catamos la impostura de Kate Winslet sin esfuerzo, Christopher Waltz es odioso nada más aparecer y de John C. Reilly percibimos claramente su patetismo claudicante. Son personas a las que se les ve el fondo pero, y aquí creo que está el acierto de Polanski, no lo bastante como para no recibirlos con amabilidad en nuestro salón.

En cuanto al segundo riesgo, Polanski no contesta a la pregunta. No sabemos realmente por qué los invitados no se largan sin más, y la obra queda inconclusa. Al renunciar a una interpretación superrealista, al estilo de Buñuel, Polanski nos escamotea impunemente una pieza del rompecabezas y se queda tan pancho. Eso también es muy Polanski.
21 de abril de 2013
56 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Sofia Coppola tiene la culpa de ser Sofia Coppola es algo que no discutiré. Que Bill Murray suele ser una mala elección me parece evidente. Que Scarlett Johansson no da para mucho más, es cuestión de opiniones, aunque yo lo suscribo.

Sin embargo en esta película se reivindica al mal viajero y eso me gusta. No me parece pedante ni pretencioso lo que se ve en ella, ni tampoco irrespetuoso. Lo pedante es intentar colar citas de Mishima en una entrevista en la tele japonesa. Lo pretencioso es leer haikus en el hotel de cinco estrellas, en vez de aburrirse, que es lo único que se hace en un hotel. Lo irrespetuoso es comentar el inmenso respeto que se tiene a una civilización milenaria y la pena que nos da la invasión cultural que ha sufrido; como si una estancia de unas horas nos convirtiera en forenses especialistas.

Cada vez que sale el inefable bohemio de salón distinguiendo entre un turista y un viajero, me escondo debajo de la mesa camilla. En otro país sólo puede usted ser tres cosas: un asimilado - si se queda en él-, un conquistador -como Alejandro o MacArthur- o un turista. Hay quien es turista a pesar de residir toda su vida en un país, eso es algo muy inglés. Pero no se engañen, no hay más.

El viaje auténtico, y eso parece decir esta película, lo proporciona el contacto con las personas, aquí y en Tokio. Piensen en los viajes que han hecho en su vida y quizás me den la razón: lo importante es con quién y no adónde.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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No es una historia de amor, de ahí que el final resulte como de otra película, aunque sea bonito. Por mi parte les daré mi visión, nada más.

Hay dos personajes que, debido a un extraño desplazamiento físico que les proporciona tiempo innecesario para hacerlo, se ven obligados a observar sus vidas. Cuando esto sucede, lo anecdótico se vuelve insólito y la cercanía la proporciona afinidades con personas en la misma situación. Y ya está. La película se resume en una frase y de ninguna manera pienso que pretenda dictar un ensayo sobre el vacío existencial.

Y me gusta cómo dirige Sofia Coppola, lo confieso, como puedo confesar que me gusta comer caracoles.
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