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Críticas ordenadas por utilidad
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7,1
41.285
4
1 de febrero de 2017
1 de febrero de 2017
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nocturnal animals es una historia de asuntos pendientes que torturan a la protagonista, quien recibe la novela de su ex marido, titulada como el film en referencia al insomnio que sufre el personaje de Amy Adams. Mientras la mujer progresa en su lectura, el rencor de su exmarido surge de las páginas, impidiendo que ésta pegue ojo, La causa principal, los reflejos de sí misma que el autor confiere tanto a víctimas como a verdugos en su obra. La historia dentro de la historia narra el asalto de unos sureños al coche de una familia en pleno desierto y la posterior venganza del padre, Jake Gyllenhaal, doble papel junto con el de autor de la novela.
Pese a que sobre el papel parece una buena idea, en pantalla resulta desastrosa. Ninguna de las líneas narrativas se desarrolla como debería. La novela podría haber supuesto un neo-western defendible, pero el director se empeña en ralentizar su ritmo: la escena del asalto, siempre en el mismo escenario, resulta interminable y apenas agobia. Ford parece querer igualar la angustia de Funny games impidiendo que la acción entorpezca una situación tensa, pero no funciona en absoluto. Aaron Taylor Johnson no transmite ninguna inquietud como para preocuparnos por su sadismo, en parte porque ser actor metodista no implica necesariamente una buena actuación.
Además, mientras que la novela avanza bruscamente en el tiempo, en la trama principal los flashbacks se suceden. Y cuando volvemos el presente, el desarrollo se limita a un desfile de secundarios desaprovechados: Andrea Riseborough, Michael Sheen, Laura Linney, Jena Malone...todos ellos con dos minutos de aparición y dos frases como media. Las tres líneas temporales se entremezclan sin sentido alguno sin que apenas ocurra nada reseñable más allá de la actuación de un magnífico Michael Shannon.
Nocturnal animals pretendía tejer una telaraña de tramas que atrapasen al espectador, pero para ello se necesitaría un montaje mucho más elaborado y un guión con más sustancia. Da la impresión que la película no es más que una introducción demasiado alargada que no continúa.
Pese a que sobre el papel parece una buena idea, en pantalla resulta desastrosa. Ninguna de las líneas narrativas se desarrolla como debería. La novela podría haber supuesto un neo-western defendible, pero el director se empeña en ralentizar su ritmo: la escena del asalto, siempre en el mismo escenario, resulta interminable y apenas agobia. Ford parece querer igualar la angustia de Funny games impidiendo que la acción entorpezca una situación tensa, pero no funciona en absoluto. Aaron Taylor Johnson no transmite ninguna inquietud como para preocuparnos por su sadismo, en parte porque ser actor metodista no implica necesariamente una buena actuación.
Además, mientras que la novela avanza bruscamente en el tiempo, en la trama principal los flashbacks se suceden. Y cuando volvemos el presente, el desarrollo se limita a un desfile de secundarios desaprovechados: Andrea Riseborough, Michael Sheen, Laura Linney, Jena Malone...todos ellos con dos minutos de aparición y dos frases como media. Las tres líneas temporales se entremezclan sin sentido alguno sin que apenas ocurra nada reseñable más allá de la actuación de un magnífico Michael Shannon.
Nocturnal animals pretendía tejer una telaraña de tramas que atrapasen al espectador, pero para ello se necesitaría un montaje mucho más elaborado y un guión con más sustancia. Da la impresión que la película no es más que una introducción demasiado alargada que no continúa.

6,4
6.825
8
23 de septiembre de 2018
23 de septiembre de 2018
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Schrader demuestra con First reformed su genio creativo una vez más. Siendo el guionista de Taxi driver, creó de uno de los personajes atormentados más icónicos de la historia del cine. Una losa demasiado grande para que el gran público se interesase por el resto de su filmografía como director, relegada a un grupo reducido pero fiel de seguidores. Cineasta de técnica irreprochable y con mayores inquietudes artísticas de lo que las distribuidoras pueden llegar a soportar, su obra se ha visto en infinidad de ocasiones relegada a pocas salas de cine. Escandaloso es el hecho que esta película en concreto, estrenada en la Mostra del año pasado, pese a un grueso de críticas entusiastas en los EE.UU, haya sido relegada a un estreno en DVD en Francia. Seguramente un sujeto peliagudo y una trama tan polémica hayan provocado que ningún distribuidor se atreviera a apostar ella.
Es imposible como espectador ver First reformed desenvolverse poco a poco ante nuestros ojos sin pensar en Los comulgantes de Bergman. Ambas obras guardan un enorme parecido. En el clásico sueco, un pastor protestante se veía sacudido por el temor al holocausto nuclear de uno de sus fieles. En la libre adaptación de Schrader, el temor tiene su origen en la catástrofe ecologista próxima, consecuencia de la superpoblación global. En ambos casos los eventos que rodean a las confidencias de los creyentes al protagonista, desembocan en una lucha interna cuyas consecuencias se convierten en el peso de ambas películas. Pero allí donde la obra maestra de Bergman se limitaba más a un conflicto introspectivo, Schrader expande el tormento de su protagonista transformándolo en amenaza colectiva, exactamente lo mismo que hizo con la figura de Travis en Taxi driver: el tormento individual como creación de terroristas en potencia.
First reformed es una olla a presión que se va calentando hasta que rompe a hervir. La austeridad y la frialdad de una puesta en escena estudiada al detalle van fraguando un clima desasosegante que Schrader sabe mantener. El formato de 35mm hace de cada encuadre una foto perfecta; la ausencia de banda sonora remarca la tensión en los momentos más inquietantes; estos son el descubrimiento en la nieve o la escena final antes de la misa. Aparte, los escasos momentos que cuentan con unas notas musicales, sorprenden por su contundencia: hay un cóctel peligroso que se prepara en primer plano que inquieta por su contenido y ya a otro nivel tenemos la escena más importante de la película, la de la meditación.
Es imposible como espectador ver First reformed desenvolverse poco a poco ante nuestros ojos sin pensar en Los comulgantes de Bergman. Ambas obras guardan un enorme parecido. En el clásico sueco, un pastor protestante se veía sacudido por el temor al holocausto nuclear de uno de sus fieles. En la libre adaptación de Schrader, el temor tiene su origen en la catástrofe ecologista próxima, consecuencia de la superpoblación global. En ambos casos los eventos que rodean a las confidencias de los creyentes al protagonista, desembocan en una lucha interna cuyas consecuencias se convierten en el peso de ambas películas. Pero allí donde la obra maestra de Bergman se limitaba más a un conflicto introspectivo, Schrader expande el tormento de su protagonista transformándolo en amenaza colectiva, exactamente lo mismo que hizo con la figura de Travis en Taxi driver: el tormento individual como creación de terroristas en potencia.
First reformed es una olla a presión que se va calentando hasta que rompe a hervir. La austeridad y la frialdad de una puesta en escena estudiada al detalle van fraguando un clima desasosegante que Schrader sabe mantener. El formato de 35mm hace de cada encuadre una foto perfecta; la ausencia de banda sonora remarca la tensión en los momentos más inquietantes; estos son el descubrimiento en la nieve o la escena final antes de la misa. Aparte, los escasos momentos que cuentan con unas notas musicales, sorprenden por su contundencia: hay un cóctel peligroso que se prepara en primer plano que inquieta por su contenido y ya a otro nivel tenemos la escena más importante de la película, la de la meditación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El papel de Amanda Seyfried sirve como contrapunto del sufrimiento que va invadiendo al pastor. La feligresa que logra intimar con el protagonista parece ser la cura del dolor de éste, y el momento en que el contacto físico entre ambos aflora, la escena vira bruscamente al polo opuesto, pulverizando cualquier expectativa junto con los límites que hasta entonces la propia película había construido. Pasamos de lo que se nos anuncia como una escena romántica de alta tensión sexual a un pasaje onírico de enorme impacto político: un viaje astral que comienza con una levitación y que recorre paisajes arrasados por la acción del hombre. Un prodigio cinematográfico, tanto técnico como simbólico, a la altura de la bomba atómica de Twin Peaks. Tras esta revelación, el pastor pasa a la acción.
Es una de las imágenes más potentes que podrían ser inventadas en la situación actual de Occidente: un pastor protestante con un chaleco de explosivos. Vivimos en un tiempo en el que hemos sido testigos de cómo cualquier ciudadano puede convertirse en terrorista de la noche a la mañana, al igual que Travis Bickle. Schrader aborda este horrible fenómeno social de la manera más osada posible: desde la comprensión. Una figura con la que empatizamos, el hombre religioso que ha de hacer frente a la pérdida de su hijo, y una causa a la que es fácil adherirse, el ecologismo. Dos factores que se van aproximando a lo largo de toda la película y con los que nos vamos identificando hasta que de manera insospechada una posible masacre de inocentes hace irrupción dejándonos tan atónitos como desolados. Schrader ha demostrado una vez más cómo las guerras personales y la marginalidad pueden desencadenar una formas insólitas de violencia. Lo hace sin miedo a las polémicas ni a los escándalos que los últimos quince minutos de películas puedan suscitar y pone sobre la mesa una pregunta crucial para llegar a comprender algún día el origen de las últimas olas de violencia insana: ¿Cómo ha sido esto posible?
hommecinema.blogspot.fr
Es una de las imágenes más potentes que podrían ser inventadas en la situación actual de Occidente: un pastor protestante con un chaleco de explosivos. Vivimos en un tiempo en el que hemos sido testigos de cómo cualquier ciudadano puede convertirse en terrorista de la noche a la mañana, al igual que Travis Bickle. Schrader aborda este horrible fenómeno social de la manera más osada posible: desde la comprensión. Una figura con la que empatizamos, el hombre religioso que ha de hacer frente a la pérdida de su hijo, y una causa a la que es fácil adherirse, el ecologismo. Dos factores que se van aproximando a lo largo de toda la película y con los que nos vamos identificando hasta que de manera insospechada una posible masacre de inocentes hace irrupción dejándonos tan atónitos como desolados. Schrader ha demostrado una vez más cómo las guerras personales y la marginalidad pueden desencadenar una formas insólitas de violencia. Lo hace sin miedo a las polémicas ni a los escándalos que los últimos quince minutos de películas puedan suscitar y pone sobre la mesa una pregunta crucial para llegar a comprender algún día el origen de las últimas olas de violencia insana: ¿Cómo ha sido esto posible?
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6,2
982
7
31 de julio de 2018
31 de julio de 2018
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué hacer las cosas fáciles pudiendo complicarlas? Dupieux parece seguir esta premisa para lo que se anuncia como una comedia bastante simple: un interrogatorio a un sospechoso en comisaría, teniendo la película lugar exclusivamente en el edificio. Nos esperamos por la estética del póster una parodia del género policiaco francés de los ochenta, pero Au poste! se revela como algo mucho más complicado que lo que podamos captar a simple vista. No sólo es un homenaje a los humoristas excéntricos más celebrados de lo absurdo y del surrealismo, sino que su estructura es un engranaje mecánico en el que cada nuevo elemento amplía los límites de su propia narración.
Desde un delirante prólogo que juega con la banda sonora de los créditos, pasamos de una escena improbable enmedio del campo a la radio del comisario, de igual manera que en El fantasma de la libertad de Buñuel pasábamos de los fusilamientos del 3 de mayo narrados por una mujer, a un parque en el que ésta resultaba ser una asistenta leyendo los Episodios nacionales de Galdós. Dupieux no da tregua desde la primera escena, presentándonos los personajes principales casi sin introducción alguna, estando los dos protagonistas ya en el lugar en el que desarrollará toda la película. Un tipo aparentemente inocente complicará su testimonio a medida que situaciones inverosímiles acontezcan ante sus propios ojos mientras intenta convencer al inspector de un relato igualmente disparatado.
En el primer segmento de la película, aún en la comisaría, el humor de frases repetidas y de elementos extraños que son tratados con total normalidad, como el policía tuerto sin cuenca orbitaria, recuerdan a los Monty Python. Cuando pensamos saber por dónde va a continuar la película, de repente, un hecho tan inesperado como absurdo provoca una nueva subtrama. Aunque el asunto en cuestión hubiera tenido una fácil solución, parte de la gracia de la comedia de enredo es precisamente, complicar las cosas porque sí.
Desde un delirante prólogo que juega con la banda sonora de los créditos, pasamos de una escena improbable enmedio del campo a la radio del comisario, de igual manera que en El fantasma de la libertad de Buñuel pasábamos de los fusilamientos del 3 de mayo narrados por una mujer, a un parque en el que ésta resultaba ser una asistenta leyendo los Episodios nacionales de Galdós. Dupieux no da tregua desde la primera escena, presentándonos los personajes principales casi sin introducción alguna, estando los dos protagonistas ya en el lugar en el que desarrollará toda la película. Un tipo aparentemente inocente complicará su testimonio a medida que situaciones inverosímiles acontezcan ante sus propios ojos mientras intenta convencer al inspector de un relato igualmente disparatado.
En el primer segmento de la película, aún en la comisaría, el humor de frases repetidas y de elementos extraños que son tratados con total normalidad, como el policía tuerto sin cuenca orbitaria, recuerdan a los Monty Python. Cuando pensamos saber por dónde va a continuar la película, de repente, un hecho tan inesperado como absurdo provoca una nueva subtrama. Aunque el asunto en cuestión hubiera tenido una fácil solución, parte de la gracia de la comedia de enredo es precisamente, complicar las cosas porque sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Podemos escudarnos en el pánico o en la idiotez de los personajes para ello, pero dado que sin complicaciones la mayor parte de las veces no hay película alguna, aceptamos el infortunio y el agobio del personaje con una sonrisa en los labios. Un armario de conserje, presente de ahora en adelante en innumerables planos, nos recordará un secreto a punto de ser descubierto, creando el mayor absurdo de la situación de la misma forma que el baúl de La soga se convertía en la intriga del relato de Hitchcock.
Dupieux vuelve a jugar al despiste y cuando parece que el armario se convertirá en el hilo narrativo principal, de pronto nos vemos atrapados en una sucesión de flashbacks que narran, uno a uno, las veces que el sospechoso tomó el ascensor. Espacios diáfanos en unos decorados retrofuturistas, personajes en silencio y elementos que se repiten, como la vecina que abre la puerta, fórmula que Jacques Tati convirtió en su mayor expresión en su escasa, pero preciosa filmografía. Y el más difícil todavía, en esta serie de flashbacks personajes del presente se inmiscuyen dinamitando los límites de las líneas temporales y la cuarta pared con el público de manera formidable como tan sólo Charlie Kauffman ha logrado hacerlo en estos últimos años
Como colofón, cuando parece que el desenlace va a tener lugar, un giro narrativo en homenaje, Buñuel otra vez, a El discreto encanto de la burguesía, nos prolonga una recta final de manera inesperada, para, de pronto, volver a situarnos en la casilla de salida justo antes que los créditos aparezcan. Un broche final delirante que arranca carcajadas. Cada elemento de Dupieux funciona y crea una paradoja tan atípica como su humor: cuanto más simple, más complicado y a la vez, más simple.
hommecinema.blogspot.fr
Dupieux vuelve a jugar al despiste y cuando parece que el armario se convertirá en el hilo narrativo principal, de pronto nos vemos atrapados en una sucesión de flashbacks que narran, uno a uno, las veces que el sospechoso tomó el ascensor. Espacios diáfanos en unos decorados retrofuturistas, personajes en silencio y elementos que se repiten, como la vecina que abre la puerta, fórmula que Jacques Tati convirtió en su mayor expresión en su escasa, pero preciosa filmografía. Y el más difícil todavía, en esta serie de flashbacks personajes del presente se inmiscuyen dinamitando los límites de las líneas temporales y la cuarta pared con el público de manera formidable como tan sólo Charlie Kauffman ha logrado hacerlo en estos últimos años
Como colofón, cuando parece que el desenlace va a tener lugar, un giro narrativo en homenaje, Buñuel otra vez, a El discreto encanto de la burguesía, nos prolonga una recta final de manera inesperada, para, de pronto, volver a situarnos en la casilla de salida justo antes que los créditos aparezcan. Un broche final delirante que arranca carcajadas. Cada elemento de Dupieux funciona y crea una paradoja tan atípica como su humor: cuanto más simple, más complicado y a la vez, más simple.
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5,4
1.920
9
6 de noviembre de 2017
6 de noviembre de 2017
21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que se anunciase su inclusión en la Quincena de Directores de Cannes, Un sol interior se intuía como una obra menor de Claire Denis, que presentará High life el año que viene. Esta supuesta transición serviría únicamente como lucimiento de Juliette Binoche en una comedia ligera antes del próximo lanzamiento de la directora ¡Qué placer ver florecer en la pantalla una propuesta tan sencilla que ni de lejos cumple las bajas expectativas que se nos han creado! Denis deja aparcada la crudeza y la marginalidad que caracteriza su cine para centrarse en una figura femenina más convencional, y por tanto, no habíamos podido reencontrar en el cine desde las mejores obras de Eric Rohmer.
Binoche encarna a una mujer que se adentra en su madurez entregada al cien por cien en la búsqueda del amor. Desde la preciosa escena de cama inicial comprendemos que para ella la felicidad llega a través del sacrificio y del esfuerzo, sea cierto o no, como bien demuestra que renuncie al orgasmo por compartir el placer del momento. Se trata de alguien que no se permite dejar cabos sueltos ni escapársele el mínimo detalle que pueda estropear una relación o su felicidad. La esperanza de no renunciar a ser feliz, aunque a veces el empecinamiento nos lleve a tomar malas decisiones que hacen que perdamos el norte.
Un banquero tirano, un actor de teatro egocéntrico y autocompasivo, un exmarido irreconocible, un hombre tan humilde como considerado, un misterioso caballero que no se permite arruinar una amistad... La película consiste en las sucesivas conquistas que la protagonista va dejando atrás por no encontrar la satisfacción que busca ¿Cómo empatizar entonces con este personaje tan estereotipado de parisina bourgeoise-bohème con una ceguera que la impide alcanzar su objetivo hasta el punto de rechazar a un amante por la manipulación de sus allegados? Sin duda alguna, esto se consigue a través de la sinceridad del texto. Denis suprime todo artificio en el estilo para que captemos la transparencia de la heroína en pantalla. Un personaje tan complejo en pensamientos como simple en sentimientos. Una honestidad tan impactante, tan evidente, que es imposible no emocionarse en esta caótica odisea del día a día, o de noche a noche.
Binoche encarna a una mujer que se adentra en su madurez entregada al cien por cien en la búsqueda del amor. Desde la preciosa escena de cama inicial comprendemos que para ella la felicidad llega a través del sacrificio y del esfuerzo, sea cierto o no, como bien demuestra que renuncie al orgasmo por compartir el placer del momento. Se trata de alguien que no se permite dejar cabos sueltos ni escapársele el mínimo detalle que pueda estropear una relación o su felicidad. La esperanza de no renunciar a ser feliz, aunque a veces el empecinamiento nos lleve a tomar malas decisiones que hacen que perdamos el norte.
Un banquero tirano, un actor de teatro egocéntrico y autocompasivo, un exmarido irreconocible, un hombre tan humilde como considerado, un misterioso caballero que no se permite arruinar una amistad... La película consiste en las sucesivas conquistas que la protagonista va dejando atrás por no encontrar la satisfacción que busca ¿Cómo empatizar entonces con este personaje tan estereotipado de parisina bourgeoise-bohème con una ceguera que la impide alcanzar su objetivo hasta el punto de rechazar a un amante por la manipulación de sus allegados? Sin duda alguna, esto se consigue a través de la sinceridad del texto. Denis suprime todo artificio en el estilo para que captemos la transparencia de la heroína en pantalla. Un personaje tan complejo en pensamientos como simple en sentimientos. Una honestidad tan impactante, tan evidente, que es imposible no emocionarse en esta caótica odisea del día a día, o de noche a noche.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Volviendo a Rohmer, Marie Rivière en El rayo verde encarnaba un perfil a priori antipático que sin embargo lograba que empatizásemos con esa mujer desolada por la incompresión del resto, hasta que finalmente el último rayo del sol, verde esperanza, lograría gestar un acercamiento. El personaje de Binoche, al contrario, intentará crear ese sol interior por ella misma aunque la vía no parezca la más adecuada. Magistral esa escena final con el vidente que le dice las pautas a seguir durante varios minutos cuando ya los créditos aparecen en pantalla. Nosotros como espectadores ya hemos perdido la esperanza, ya vemos los nombres de los actores, el equipo técnico, los guionistas y la directora desfilar, despidiéndose del público. La historia se ha terminado para todos, excepto para Binoche, que sigue iluminando la pantalla con su sonrisa, con sus ojos que iluminan la sala, aún aferrada a la esperanza, sin desistir, sin pensar en la derrota, sin aceptar la oscuridad.
hommecinema.blogspot.fr
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6,2
1.225
8
24 de agosto de 2021
24 de agosto de 2021
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
He tenido que rescribir, que volver a empezar varias veces el mismo texto acerca de Al abordaje por temor de no ser capaz de captar las particularidades del fascinante universo que Brac ha logrado componer. A simple vista, la película podría parecer una comedieta veraniega, ligera, sin demasiada sustancia. Craso error. Es un microcosmos en el que todo evento de aparencia banal, inocente o ingenua mira directamente a la cara de la Francia actual, a los asuntos sociales de actualidad que, si bien suponen barreras entre las personas en nuestra vida cotidiana, durante las vacaciones forman un elemento más de las relaciones humanas.
Félix, enfermero del extrarradio parisino, conoce a Alma en una fiesta en los muelles del Sena, pasan la noche juntos y cuando ella se va de vacaciones con su familia al sur, él decide seguirla sin pensárselo dos veces acompañado de su amigo Chérif, estudiante que trabaja en un supermercado. Tras mentir en su perfil de Blablacar, haciéndose pasar por dos chicas blancas, conocen a Édouard, niño mimado que ha tomado prestado el coche a su madre mientras ésta pasa el tiempo relajándose en su casa, junto a la piscina. Al llegar a su destino, varios personajes entran en escena: Martin, socorrista bon-vivant que viaja por el mundo; Stéphane, monitor de campamento nihilista; Lucie, hermana de Alma y Hélène, madre joven en bancarrota y en plena separación. Lo que en un principio parecía la típica historia de chico conoce chica pronto derivará hacia la comedia de enredos con situaciones que logran arrancarnos la sonrisa.
Conviene intentar averiguar qué hace de la ligereza de Al abordaje algo tan especial, por qué se trata de una comedia tan disfrutable, por qué logra emocionarnos. Por supuesto es innegable que Guillaume Brac es un cineasta con un estilo muy particular cuya dirección logra acercarnos a una juventud realista, verosímil, identificable. No es sorpresa ninguna la gran influencia de Éric Rohmer en su filmografía. Contes de juillet era un díptico de ficción fuertemente inspirado en El rayo verde, y, al igual que su antecesor, Brac logra sumergirnos en los dilemas, pasiones y agonías de un grupo de veinteañeros. Es un cine moderno sin necesidad de romper códigos, fresco sin tener que deslumbrar al espectador con virguerías e irreverente sin necesidad de caer en la provocación.
Michel Chion, crítico de cine, escribía acerca de Pauline en la playa que Rohmer había conseguido firmar una obra acerca de la esencia humana. Es decir, todos los personajes de la película, solteros o divorciados, se encontraban de vacaciones. Cuando las relaciones amorosas o carnales comenzaban a establecerse, ninguna causa externa influía en estos vínculos. En un remoto pueblo costero donde somos anónimos, ni el trabajo, ni las facturas, ni el alquiler, ni los vecinos, amigos, familiares, ni los cónyuges o hijos pueden suponer un problema para que sigamos nuestros propios instintos o deseos. Pauline en la playa era una cápsula aislada donde en su interior, el único motor de cada personaje era su propia esencia, el ser. Jamás la circunstancia.
En Al abordaje el sentimiento de burbuja también es perceptible, como casi todas las comedias evocadoras del género estival, de alegría bajo el sol que nos hace pensar en las vacaciones, en los recuerdos de juventud. Sin embargo, si bien no son mencionados de manera explícita, todos los atenuantes de la Francia del nuevo siglo están presentes en esa cápsula. El racismo al que Félix y Chérif hacen frente en su día a día. Los privilegios de clase de Édouard y Martin. La ideología conservadora de Lucie. La precariedad de Hélène. Problemas sociales de rabiosa actualidad que Brac va introduciendo paulatinamente, con sutilidad para no forzar o enturbiar el relato. Ese ingrediente que se añade a la mezcla y que logra disolverse hasta obtener una masa homogénea, sólida. Brac logra crear un oasis en el que las diferencias conviven en igualdad de condiciones ante el deseo. Poco importan el dinero o el color de la piel para salir victorioso, o derrotado, en el juego del amor veraniego.
Brac retrata de forma fidedigna las vacaciones como aquello que realmente es: libertad. Nos despegamos de todo lo que nos separa para establecer vínculos ante la adversidad -una avería del coche, unas cortinas que sirven como saco de dormir- pero también ante el placer y la curiosidad: la brisa de la montaña tras una subida en bici, el barranquismo, un espectáculo de niños, el karaoke... Quién lo iba a decir, hay incluso quien está dispuesto a limpiar váteres, lejos de una vida entre algodones, para poder prolongar al máximo ese paréntesis.
hommecinema.blogspot.com
Félix, enfermero del extrarradio parisino, conoce a Alma en una fiesta en los muelles del Sena, pasan la noche juntos y cuando ella se va de vacaciones con su familia al sur, él decide seguirla sin pensárselo dos veces acompañado de su amigo Chérif, estudiante que trabaja en un supermercado. Tras mentir en su perfil de Blablacar, haciéndose pasar por dos chicas blancas, conocen a Édouard, niño mimado que ha tomado prestado el coche a su madre mientras ésta pasa el tiempo relajándose en su casa, junto a la piscina. Al llegar a su destino, varios personajes entran en escena: Martin, socorrista bon-vivant que viaja por el mundo; Stéphane, monitor de campamento nihilista; Lucie, hermana de Alma y Hélène, madre joven en bancarrota y en plena separación. Lo que en un principio parecía la típica historia de chico conoce chica pronto derivará hacia la comedia de enredos con situaciones que logran arrancarnos la sonrisa.
Conviene intentar averiguar qué hace de la ligereza de Al abordaje algo tan especial, por qué se trata de una comedia tan disfrutable, por qué logra emocionarnos. Por supuesto es innegable que Guillaume Brac es un cineasta con un estilo muy particular cuya dirección logra acercarnos a una juventud realista, verosímil, identificable. No es sorpresa ninguna la gran influencia de Éric Rohmer en su filmografía. Contes de juillet era un díptico de ficción fuertemente inspirado en El rayo verde, y, al igual que su antecesor, Brac logra sumergirnos en los dilemas, pasiones y agonías de un grupo de veinteañeros. Es un cine moderno sin necesidad de romper códigos, fresco sin tener que deslumbrar al espectador con virguerías e irreverente sin necesidad de caer en la provocación.
Michel Chion, crítico de cine, escribía acerca de Pauline en la playa que Rohmer había conseguido firmar una obra acerca de la esencia humana. Es decir, todos los personajes de la película, solteros o divorciados, se encontraban de vacaciones. Cuando las relaciones amorosas o carnales comenzaban a establecerse, ninguna causa externa influía en estos vínculos. En un remoto pueblo costero donde somos anónimos, ni el trabajo, ni las facturas, ni el alquiler, ni los vecinos, amigos, familiares, ni los cónyuges o hijos pueden suponer un problema para que sigamos nuestros propios instintos o deseos. Pauline en la playa era una cápsula aislada donde en su interior, el único motor de cada personaje era su propia esencia, el ser. Jamás la circunstancia.
En Al abordaje el sentimiento de burbuja también es perceptible, como casi todas las comedias evocadoras del género estival, de alegría bajo el sol que nos hace pensar en las vacaciones, en los recuerdos de juventud. Sin embargo, si bien no son mencionados de manera explícita, todos los atenuantes de la Francia del nuevo siglo están presentes en esa cápsula. El racismo al que Félix y Chérif hacen frente en su día a día. Los privilegios de clase de Édouard y Martin. La ideología conservadora de Lucie. La precariedad de Hélène. Problemas sociales de rabiosa actualidad que Brac va introduciendo paulatinamente, con sutilidad para no forzar o enturbiar el relato. Ese ingrediente que se añade a la mezcla y que logra disolverse hasta obtener una masa homogénea, sólida. Brac logra crear un oasis en el que las diferencias conviven en igualdad de condiciones ante el deseo. Poco importan el dinero o el color de la piel para salir victorioso, o derrotado, en el juego del amor veraniego.
Brac retrata de forma fidedigna las vacaciones como aquello que realmente es: libertad. Nos despegamos de todo lo que nos separa para establecer vínculos ante la adversidad -una avería del coche, unas cortinas que sirven como saco de dormir- pero también ante el placer y la curiosidad: la brisa de la montaña tras una subida en bici, el barranquismo, un espectáculo de niños, el karaoke... Quién lo iba a decir, hay incluso quien está dispuesto a limpiar váteres, lejos de una vida entre algodones, para poder prolongar al máximo ese paréntesis.
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