Excelente (e incomprensiblemente olvidada) película de Urbizu; entre sus mejores obras. Fiel reflejo de un mundo sórdido, pero existente, donde unos personajes muy bien retratados dan cuenta de una historia cómica, amorosa y emocionante. Diálogos muy acertados y escenas que uno podría visionar aisladamente una y otra vez y seguir disfrutando de ellas (especialmente si aparece el personaje de Sancho Gracia; un delirio cómico que no tiene desperdicio).

A los cinco minutos de película -qué triste- uno ya sabe que no va a encontrar absolutamente nada interesante en esta cinta llena de tópicos, con unos intentos (solo intentos) de gags que hemos visto cien mil veces y con unos personajes que no pueden ser más manidos y aburridos.
Ni tiene gracia alguna ni transmite absolutamente nada digno de encomio. Sólo diálogos soporíferos en el seno de una historia con un humor tan infantil que hay que tener una edad mental de menos tres para poder apreciar algo.

Escribir una reseña de esta maravilla del cine se hace algo difícil porque son muchas las ideas (todas buenas) que llegan a la cabeza y hay que hacer cierto esfuerzo por ordenarlas.

Podemos empezar por decir que es una película valiente y rompedora como pocas, lo que, sin duda, le costó ser en su día denostada por una prensa tan mojigata como corta de miras. El puritarismo de la época -siempre haciendo el mal- se cobró en esta película una pieza de caza mayor, lo que le costó a Michael Powell (uno de los grandes del cine británico) su prestigio y su carrera.

El cine posterior de suspense o el de terror le deben tributo a esta cinta sorprendente, atrevida, morbosa, que hubiera hecho las delicias tanto de los surrealistas como del expresionismo alemán.

Con una trama muy simple, casi naif, se logra (¡ahí está el genio!) una desasosegante narración y una sucesión de imágenes que embrujan, con escenas sublimes alrededor de un trauma infantil erótico-necrófilo que, en mi opinión, hubiera firmado con gusto el mismísimo Buñuel.

Los erotómanos darán palmas con las orejas.

Una película incomprensible; no por su trama (plana cual hoja de papel), sino porque es del todo incomprensible que director, productores y demás cooperadores necesarios hayan podido perpetrar semejante engendro. Incomprensible que hayan malgastado ingentes cantidades de dinero en esta enorme hez. Incomprensible que haya podido cautivar (siquiera un poquito) a algunos críticos. Incomprensible, en fin, que haya podido encontrar un hueco en las salas de exhibición. Con el pretexto de una historia que es una perfecta nadería, se nos ofrecen imágenes de un efectismo tramposo, mal hilvanadas y peor narradas.

Si las leyes británicas no castigan con penas de prisión estos casos (que deberían), al menos nos quedará el consuelo de que sus autores arderán en el infierno.

Muy por encima de otros títulos recientes del cine español de comedia con más fama (mejores galas pero peores cimientos), esta divertida película nos sorprende con un planteamiento original que gira sobre personajes hilarantes y situaciones grotescas pero reconocibles. Cínica y corrosiva y, sin embargo, ligera y sin pretensiones. Provoca risa y eso, comparada con otros éxitos recientes de la comedia española, ya es mucho.