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Críticas ordenadas por utilidad
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5
3 de agosto de 2012
3 de agosto de 2012
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1921 se rueda la primera versión de “Los cuatro jinetes de la apocalipsis”, una obra publicada en 1916, encargada de alguna forma por Poincaré y marcada por las tendencias ideológicas de Blasco Ibáñez. El libro fue calificado como el más vendido después de la Biblia y este éxito motivó su adaptación al cine mudo bajo la dirección de Rex Ingram. Tanto el libro como la película reflejaban una historia enmarcada en la primera guerra mundial y en el entretenimiento que la dio vida.
En el 1928 muere Blasco Ibáñez. En 1962 Minelli dirige una nueva versión de la obra. Se habla de una adaptación, pero en realidad hay una enorme traslación de las circunstancias en que se desarrolla la historia, hasta el punto de transformar la misma y hacerla distinta. Aparecen el nazismo, Hitler, Chamberlain, la ocupación de París, la resistencia; todo inexistente en la guerra del 14. La historia de un joven millonario y superficial que termina colaborando con la resistencia y termina sacrificándose en un raid aéreo aliado sustituye a la del joven que se alista como soldado en la guerra y muere en el frente.
La película añade a la traición de la obra original interminables defectos. Todo tiene un aire de falsedad. Comenzando con la relación sentimental que trata de ser su eje y concluyendo con la artificiosidad de las relaciones familiares. Quizá lo que más se respeta de la obra de Blasco Ibáñez es el maniqueísmo de los personajes: los malos son muy malos y los buenos, muy buenos; pero eso fue un defecto, no una virtud de la novela.
La actuación de los actores tampoco es algo a destacar, incluso Lee. J. Cobb hace el ridículo. La música de André Previn es excesiva y llega a molestar en determinados pasajes en su pretensión de protagonismo.
En el 1928 muere Blasco Ibáñez. En 1962 Minelli dirige una nueva versión de la obra. Se habla de una adaptación, pero en realidad hay una enorme traslación de las circunstancias en que se desarrolla la historia, hasta el punto de transformar la misma y hacerla distinta. Aparecen el nazismo, Hitler, Chamberlain, la ocupación de París, la resistencia; todo inexistente en la guerra del 14. La historia de un joven millonario y superficial que termina colaborando con la resistencia y termina sacrificándose en un raid aéreo aliado sustituye a la del joven que se alista como soldado en la guerra y muere en el frente.
La película añade a la traición de la obra original interminables defectos. Todo tiene un aire de falsedad. Comenzando con la relación sentimental que trata de ser su eje y concluyendo con la artificiosidad de las relaciones familiares. Quizá lo que más se respeta de la obra de Blasco Ibáñez es el maniqueísmo de los personajes: los malos son muy malos y los buenos, muy buenos; pero eso fue un defecto, no una virtud de la novela.
La actuación de los actores tampoco es algo a destacar, incluso Lee. J. Cobb hace el ridículo. La música de André Previn es excesiva y llega a molestar en determinados pasajes en su pretensión de protagonismo.

7,2
168.292
2
21 de abril de 2010
21 de abril de 2010
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la mala –o buena- costumbre de ver las películas con retraso respecto su estreno. Se las ve de forma más independiente, aunque casi siempre se termina viéndolas como sobrevaloradas o infravaloradas en el momento de su estreno, despojadas de todo lo que rodea éste y puede influir en su visionado, como publicidades subliminales, influencias mediáticas o tensiones sociales.
Así he visto Avatar: sin gafas, plana, como una simple película. El impacto de la nueva técnica de 3D debe ser impresionante para que Avatar merezca tantos elogios. Vista así, a pelo, como una película cualquiera, solo sugiere una palabra: mediocridad en medio de un lujo de medios.
Pensar en que esta nueva técnica va a suponer una revolución me recuerda otros estrenos pasados, como el lejano del Museo de cera hace unos cincuenta años, y tantos años. O sea, un dejà vu cualquiera. ¿Alguien se imagina alguna de las grandes películas rodadas con esta novedad? ¿Alguien imagina una gran película en el futuro que se base en efectos 3D?
Y vista plana, la película es bastante infumable. Repetitiva con tanto bicho. Irreal, más allá de la fantasía. Teñida de ecologismo barato, maniqueísmo, ingenuísmo y buenísmo. Carente de originalidad, porque no hace sino tomar cosas de todo.
Hagan la prueba: visiónenla como simple película. O sea: en 2D, que es el medio en que siempre se ha movido el cine, y en el que seguirá moviéndose durante años. Porque cuando llegue el 3D nacerá con una naturalidad carente de exhibicionismos y fundamentalmente en las casas y las televisiones
Menos mal que la Academia no se desorienta fácilmente.
Así he visto Avatar: sin gafas, plana, como una simple película. El impacto de la nueva técnica de 3D debe ser impresionante para que Avatar merezca tantos elogios. Vista así, a pelo, como una película cualquiera, solo sugiere una palabra: mediocridad en medio de un lujo de medios.
Pensar en que esta nueva técnica va a suponer una revolución me recuerda otros estrenos pasados, como el lejano del Museo de cera hace unos cincuenta años, y tantos años. O sea, un dejà vu cualquiera. ¿Alguien se imagina alguna de las grandes películas rodadas con esta novedad? ¿Alguien imagina una gran película en el futuro que se base en efectos 3D?
Y vista plana, la película es bastante infumable. Repetitiva con tanto bicho. Irreal, más allá de la fantasía. Teñida de ecologismo barato, maniqueísmo, ingenuísmo y buenísmo. Carente de originalidad, porque no hace sino tomar cosas de todo.
Hagan la prueba: visiónenla como simple película. O sea: en 2D, que es el medio en que siempre se ha movido el cine, y en el que seguirá moviéndose durante años. Porque cuando llegue el 3D nacerá con una naturalidad carente de exhibicionismos y fundamentalmente en las casas y las televisiones
Menos mal que la Academia no se desorienta fácilmente.
Miniserie

6,7
426
8
4 de abril de 2016
4 de abril de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El centenario de la primera guerra mundial ha desatado el lógico aluvión de libros, estudios, películas y series sobre la misma. Y nos ha dejado esta miniserie realizada por la BBC y en la que, como era lógico y de esperar, se presta una especial atención a la visión británica del desencadenamiento del conflicto. Se trata, en definitiva, una miniserie producida por una entidad británica y dirigida a un público británico en primer término. No es, por tanto, criticable, que el guion se centre especialmente en las dudas del gobierno del Gobierno de la Gran Bretaña en aquellos momentos y sus pretensiones de lograr una paz estable. Y, al referirse a la actuación de ese gobierno, no ahorra claras críticas a algunas de sus actuaciones.
El mayor reproche que se puede hacer a la película (o miniserie) es su especial densidad que la hace, en términos coloquiales, demasiado espesa. Concentrar en hora y media lo que sucedió esos 37 días en los medios gubernamentales europeos era poco menos que imposible, aun con esa reducción al mundo británico ya indicada.
La ambientación es buena y, en términos generales, se proporciona al espectador una visión general de lo que condujo a la guerra, pero con una clara y obligada simplificación de las actitudes de determinados países y gobernantes. No lo es tanto en el caso de loso británicos, bando en el que se apuntan las discrepancias que existieron, sobre todo, entre Herbert Asquith, Lloyd George o Edward Grey.
En suma, la película cumple con su misión de referirse a esos 37 días, simplemente. Ni puede extenderse a explicar por qué Europa era entonces una olla a presión que tenía que estallar antes o después, ni puede pisar la espantosa realidad de la guerra con sus frentes estables, ni referirse a la radical transformación de Europa que llevó consigo, ni explicar como se logró una auténtica globalización de la guerra. Son solo 37 días de maniobras, presiones, amenazas y dudas de lo que nos habla.
Todo en general es correcto en la película sin destacar especialmente en nada. La ambientación y algunos momentos de los actores sí que pueden destacarse, no obstante.
El mayor reproche que se puede hacer a la película (o miniserie) es su especial densidad que la hace, en términos coloquiales, demasiado espesa. Concentrar en hora y media lo que sucedió esos 37 días en los medios gubernamentales europeos era poco menos que imposible, aun con esa reducción al mundo británico ya indicada.
La ambientación es buena y, en términos generales, se proporciona al espectador una visión general de lo que condujo a la guerra, pero con una clara y obligada simplificación de las actitudes de determinados países y gobernantes. No lo es tanto en el caso de loso británicos, bando en el que se apuntan las discrepancias que existieron, sobre todo, entre Herbert Asquith, Lloyd George o Edward Grey.
En suma, la película cumple con su misión de referirse a esos 37 días, simplemente. Ni puede extenderse a explicar por qué Europa era entonces una olla a presión que tenía que estallar antes o después, ni puede pisar la espantosa realidad de la guerra con sus frentes estables, ni referirse a la radical transformación de Europa que llevó consigo, ni explicar como se logró una auténtica globalización de la guerra. Son solo 37 días de maniobras, presiones, amenazas y dudas de lo que nos habla.
Todo en general es correcto en la película sin destacar especialmente en nada. La ambientación y algunos momentos de los actores sí que pueden destacarse, no obstante.
29 de agosto de 2013
29 de agosto de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realidad es que nada más comenzar a ver la película a uno se le cae el alma a los pies. Al parecer priva en estos momentos lo que simplemente es inverosimilitud. La imaginación y la fantasía quedaron atrás hace tiempo.
Recuerdo bien la serie de TV Misión imposible. Comenzó a emitirse en 1966 y pertenecía género de espionaje. Duró siete temporadas y semanalmente ofrecía un buen entretenimiento de algo menos de una hora. Los protagonistas formaban un equipo de 5 personas que ponían en práctica ingeniosos planes de infiltración con la ayuda de algunos adelantos técnicos para la época.
De la televisión saltó al cine. En la primera de las películas, en 1996, conservó bastante correctamente el espíritu de la serie. Después fue apartándose de él lamentablemente, introduciendo elementos propios de las películas de acción. Conserva únicamente en esta cuarta película una pasajera referencia a la inconfundible música de Lalo Schifrin. La película se permite incluso reírse de su origen: los episodios de la serie se iniciaban con una grabación en magnetófono que, al final, anunciaba que el mensaje se destruiría automáticamente. Y así sucedía, emitiendo algo de humo. Pues bien, ese pasaje se incluye en la primera parte de la película y el artilugio no se destruye automáticamente, sino que el inefable Tom Cruise tiene que darle un golpazo.
Se afirma unánimemente que es una película de acción. Éste es un género perfectamente definido por Vincent Pinel. Surgió como tal género en la década de los 80. Como dice este crítico, la película de acción “encadena sin interrupción escenas de acción hipertrofiadas” y añade que se trata “de no permitir ver y pensar”. El guion no importa. Aunque destaca que se trata de películas cuidadosamente preparadas y promocionadas para dirigirse a un público previamente seleccionado. La cosa es evidente.
Pero Protocolo Fantasma añade habilidosamente algo importante a la película de acción: el suspense que provoca en el espectador una sensación de angustia o ansiedad, ya que se le anticipa un daño o un peligro próximo a acontecer. Probablemente eso es lo que permite que la película sea considerada como entretenida pese a su parcelación en varios escenarios y problemas y a su duración de más de dos horas. Habilidosamente el guion introduce ese suspense en la última parte de la película, aunque sea utilizando el manoseado recurso de la cuenta atrás, y tras esa angustia, incorpora con descaro música de violines, exaltaciones del espíritu de grupo, confesiones y conciliaciones y hasta una tímida sorpresa de índole familiar. Marketing y manipulación no faltan, desde luego, a la película.
Los actores no necesitan esforzase mucho, más allá de las “golpisas” y las “balaceas” como se decía en los doblajes que, desde fuera de España, nos permitieron ver la serie, cosa que aún agradecemos. Tom Cruise con más de un cuarto de siglo en cada pierna sale más tieso que un ocho de atropellos, caídas y aplastamientos. O sea, algo así como una tomadura de pelo.
Las películas Esteso, Ozores y Landa entretenían también a muchos ¿o no? ¿Y por eso había que ponerlas por las nubes? Pues no: eran películas simplonas como ésta, para entretener. Como ésta y además sin disfrazarse de ovejita.
En fin: al palomitero le gustan las películas de acción. Le entretienen: la acción y las palomitas.
Recuerdo bien la serie de TV Misión imposible. Comenzó a emitirse en 1966 y pertenecía género de espionaje. Duró siete temporadas y semanalmente ofrecía un buen entretenimiento de algo menos de una hora. Los protagonistas formaban un equipo de 5 personas que ponían en práctica ingeniosos planes de infiltración con la ayuda de algunos adelantos técnicos para la época.
De la televisión saltó al cine. En la primera de las películas, en 1996, conservó bastante correctamente el espíritu de la serie. Después fue apartándose de él lamentablemente, introduciendo elementos propios de las películas de acción. Conserva únicamente en esta cuarta película una pasajera referencia a la inconfundible música de Lalo Schifrin. La película se permite incluso reírse de su origen: los episodios de la serie se iniciaban con una grabación en magnetófono que, al final, anunciaba que el mensaje se destruiría automáticamente. Y así sucedía, emitiendo algo de humo. Pues bien, ese pasaje se incluye en la primera parte de la película y el artilugio no se destruye automáticamente, sino que el inefable Tom Cruise tiene que darle un golpazo.
Se afirma unánimemente que es una película de acción. Éste es un género perfectamente definido por Vincent Pinel. Surgió como tal género en la década de los 80. Como dice este crítico, la película de acción “encadena sin interrupción escenas de acción hipertrofiadas” y añade que se trata “de no permitir ver y pensar”. El guion no importa. Aunque destaca que se trata de películas cuidadosamente preparadas y promocionadas para dirigirse a un público previamente seleccionado. La cosa es evidente.
Pero Protocolo Fantasma añade habilidosamente algo importante a la película de acción: el suspense que provoca en el espectador una sensación de angustia o ansiedad, ya que se le anticipa un daño o un peligro próximo a acontecer. Probablemente eso es lo que permite que la película sea considerada como entretenida pese a su parcelación en varios escenarios y problemas y a su duración de más de dos horas. Habilidosamente el guion introduce ese suspense en la última parte de la película, aunque sea utilizando el manoseado recurso de la cuenta atrás, y tras esa angustia, incorpora con descaro música de violines, exaltaciones del espíritu de grupo, confesiones y conciliaciones y hasta una tímida sorpresa de índole familiar. Marketing y manipulación no faltan, desde luego, a la película.
Los actores no necesitan esforzase mucho, más allá de las “golpisas” y las “balaceas” como se decía en los doblajes que, desde fuera de España, nos permitieron ver la serie, cosa que aún agradecemos. Tom Cruise con más de un cuarto de siglo en cada pierna sale más tieso que un ocho de atropellos, caídas y aplastamientos. O sea, algo así como una tomadura de pelo.
Las películas Esteso, Ozores y Landa entretenían también a muchos ¿o no? ¿Y por eso había que ponerlas por las nubes? Pues no: eran películas simplonas como ésta, para entretener. Como ésta y además sin disfrazarse de ovejita.
En fin: al palomitero le gustan las películas de acción. Le entretienen: la acción y las palomitas.

7,4
22.711
9
8 de mayo de 2013
8 de mayo de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se han comentado tantas cosas de esta película que no hace falta insistir en ellas. No me refiero, claro, a las personas que simplemente se han aburrido o no han valorado la película. Ellas probablemente tienen su propio problema. Lo muestra quizá las expresiones negativas y ordinarias con que adornan su rechazo. Algo que debiera contener la propia FilmAffinity: ¿Es necesario, por ejemplo, utilizar cada dos por tres el término “puta” como calificativo? ¿No hay otras palabras que puedan sustituirla sin perder fuerza?
Para los que no disfrutan de esta película debe de recordarse la profunda diferencia que separa la noción de lentitud y morosidad. Es como si en una obra musical se criticasen los “Lentos” y los “Adagios” por el simple hecho de ser lentos. La morosidad, en la mayor parte de las ocasiones, es el asiento de una especial belleza, ajena a la brillantez. Por otra parte parece excesivo hablar de lentitud en una historia que incluye el derrumbamiento y al muerte de un individuo.
La película cuenta con el apoyo de la música de Mahler (las otras son circunstanciales). Pero hay otros momentos en que se prescinde la música y esta se sustituye por los rumores de conversaciones en los hoteles y la playa, tan importantes como la propia música.
Se quejan de los diálogos escasos. Olvidando las películas en que las palabras son sustituidas por saltos increíbles y fantasiosos. Estamos ante un drama interior y personal. No basta la referencia a la homosexualidad; la película deja constancia del comportamiento heterosexual previo del protagonista. Se trata de algo más profundo, pero igualmente fuerte. En cualquier caso, un drama. Sorprende que muchas personas no vean nada de eso. Precisan gritos.
Entre la acusación de tanta lentitud y tan escaso diálogo, lógicamente se iba a potenciar la extraordinaria interpretación de Dick Bogarde, un actor que nunca me había gustado. El silencio es suplido por mínimos gestos.
Discúlpenme: debo ser snob, gafaplastas, pedante y todas esas otras cosas que dedican algunos a los que nos gusta esa película. Pero a mí me gusta.
Como me disgusta que FilmAffinity consienta en las críticas esos calificativos, normalmente gratuitos.
Para los que no disfrutan de esta película debe de recordarse la profunda diferencia que separa la noción de lentitud y morosidad. Es como si en una obra musical se criticasen los “Lentos” y los “Adagios” por el simple hecho de ser lentos. La morosidad, en la mayor parte de las ocasiones, es el asiento de una especial belleza, ajena a la brillantez. Por otra parte parece excesivo hablar de lentitud en una historia que incluye el derrumbamiento y al muerte de un individuo.
La película cuenta con el apoyo de la música de Mahler (las otras son circunstanciales). Pero hay otros momentos en que se prescinde la música y esta se sustituye por los rumores de conversaciones en los hoteles y la playa, tan importantes como la propia música.
Se quejan de los diálogos escasos. Olvidando las películas en que las palabras son sustituidas por saltos increíbles y fantasiosos. Estamos ante un drama interior y personal. No basta la referencia a la homosexualidad; la película deja constancia del comportamiento heterosexual previo del protagonista. Se trata de algo más profundo, pero igualmente fuerte. En cualquier caso, un drama. Sorprende que muchas personas no vean nada de eso. Precisan gritos.
Entre la acusación de tanta lentitud y tan escaso diálogo, lógicamente se iba a potenciar la extraordinaria interpretación de Dick Bogarde, un actor que nunca me había gustado. El silencio es suplido por mínimos gestos.
Discúlpenme: debo ser snob, gafaplastas, pedante y todas esas otras cosas que dedican algunos a los que nos gusta esa película. Pero a mí me gusta.
Como me disgusta que FilmAffinity consienta en las críticas esos calificativos, normalmente gratuitos.
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