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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de julio de 2015 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo adaptar adecuadamente una novela al cine? Es una de las cuestiones más complejas que aborda el séptimo arte. Y no cabe una única respuesta. Muchas veces sucede que nos decepcionamos ante una película basada en un libro que nos gusta. “No reproduce fielmente la novela, no me imaginaba los personajes así, ese no el final del libro”… Son algunas de las cosas que podemos decir. No considero que la adaptación fiel sea el (único) camino para solventar esta situación. Más bien se podría señalar que una adaptación debe respetar el espíritu de la novela, su discurso y su carga significativa. A partir de ahí, cualquier fórmula puede ser adecuada.

De hecho, una película puede ofrecer otras perspectivas diferentes a la novela. ¿Por qué no? Si entendemos el cine, como la literatura, como una trabajo autoral, es obligado que el creador deje su sello. Es él el que debe decidir qué puntos resalta más o que aspectos potencia. Lo que está claro es que son dos lenguajes diferentes y cada uno tiene que aprovechar sus armas. En El Gatopardo hay una escena al final de la película en la que Fabrizio observa un cuadro en la biblioteca donde se desarrolla el baile. En la novela, ese momento no tiene tanta importancia. Pero Visconti aprovecha el poder de las imágenes y el silencio para contarnos lo mismo. Es la muerte que se acerca, el personaje que reflexiona con melancolía, ironía y terror sobre el final de camino, sobre la última parada del ser humano. Eso es cine, y un libro no puede jugar con esas armas.

En El Gatopardo de Lampedusa la muerte de Fabrizio se narra con todo lujo de detalles. En la cinta Visconti se prefigura de forma muy sutil ese instante. No nos los muestra, lo sugiere. Ya sabemos cómo va acabar. Los ojos emocionados de Fabrizio nos lo dicen todo. De hecho, toda la escena del baile expresa la situación en la que se encuentra el personaje. Un hombre, entre dos mundos, entre dos clases. Una, la burguesía, que irrumpe con fuerza y que toma posiciones y otra, la nobleza, que resiste amparada en la tradición. La aristocracia atávica y la burguesía voraz.

Fabrizio ya no se siente a gusto entre los suyos, pero son los suyos. Pertenece a ese universo afectado, altivo y decadente. Es como él. Fabrizio lo percibe, percibe la decadencia que amenaza su estirpe, él es pura decadencia, un ser que ha tenido que tragarse su orgullo para seguir adelante, que ha visto como “la revolución sube la escalera vestida de frac”. Y ha tenido que recibirla, darle la mano, y entregarle a su adorado sobrino. Porque todo tiene cambiar para que todo siga igual. Todo sigue igual, sí, pero ya no es lo mismo. Nunca lo fue. Desde hace 2000 años en que Sicilia se convirtió en colonia. “¿Sabes por qué no vamos a cambiar? ¿Sabes por qué no vamos a oír los cantos de sirena del progreso? Porque somos dioses, el orgullo del siciliano es mayor que su miseria. Todo cambia, todo sigue igual.

(...)

¿Es una buena adaptación? No sé, muchos lectores no entienden por qué se cercena el final de la novela. A mi modo de ver el final está en la escena de la biblioteca. Una película no debe contentarse con reproducir en imágenes un libro. Para eso ya tenemos el libro y nuestra imaginación. Una película debe poseer el espíritu de la novela y ofrecer nuevas perspectivas. El Gatopardo de Visconti lo logra. No es perfecta, las largas escenas de batallas que Lampedusa pasa por alto, son innecesarias también en la película. A muchos espectadores les gustan los tiros y las muchedumbres corriendo de un lado para otro. Pero son detalles menores. Nos quedamos con los parlamentos del protagonista, los paseos de Angelica y Tancredi por los salones del palacio y, sobre todo, con los ojos de Burt Lancaster asistiendo, emocionados, a su final.

por david rubio - las mejores películas de la historia en alucine.es
11 de enero de 2014 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

¿Qué le pasa al primer tercio de Sobran las palabras? ¿Qué es ese montaje? ¿Solo lo hemos notado nosotros? ¿Quién ganará el Mundial? El juego de planos de esta primera fase de la cinta es irritante, por lo torpe y antinatural. Da la sensación de que la directora, Nicole Holofcener, quería correr y presentarnos lo más rápido posible la relación de su pareja protagonista, pero algo extraño sucede con el montaje que le da un matiz artificioso al inicio de Enough Said.

Al margen de este detalle, los personajes resultan un tanto antipáticos y vulgares en su presentación. Eva (Louis-Dreyfus) es la clásica madre divorciada cool y vivaracha. Sus primeros encuentros con Albert (Gandolfini) transcurren entre chascarrillos de mediana edad y algunas sutilezas sexuales de sitcom. Y nos aburrimos. Hasta que Eva, ya en la cama con Albert, dice la primera frase sincera de toda la película. “Dios, estoy cansada de ser graciosa”.

Así es, los inicios de una relación están llenos de gracias forzadas y una vez que uno puede dejar de intentar ser divertido, la cosa empieza a funcionar. Como la película. Sobran las palabras es una comedia romántica sin pretensiones de cierto aroma independiente que disfrutarán, especialmente, espectadores que compartan algo con sus protagonistas. A medida que los vamos conociendo mejor, empiezan a despertar cierta simpatía. Salen a relucir algunos de sus particularidades y miedos y dejamos de verlos como meros clichés indies.

El guión se apoya, no obstante, en una premisa bastante inverosímil que ya irán descubriendo los espectadores… Pero cabe decir que el comportamiento de la protagonista es bastante ilógico una vez que se da cuenta de la coincidencia. (Eso no puede salir bien, Eva). La directora ( y guionista) se apoya también en el miedo a la soledad como pilar de la historia. Jóvenes que hace dos días eran niños y ahora se van para no volver. “Habrá que buscarse aficiones…”.

Los mejores instantes de Sobran las palabras llegan cuando se combina cierto drama con algunos golpes de humor. Julia Louis-Dreyfus domina la comedia con oficio, y a pesar de su tendencia a la sobreactuación, canaliza bien su personaje hasta lograr que compartamos algunos de sus temores. Y Gandolfini aporta un poco de sobriedad entre tanto gesto de su compañera. El resultado, al final, es una buena combinación. Mención aparta merecen las tres chicas jóvenes de la película. Todas ellas bastante atinadas y naturales en sus papeles.

Sobran las palabras nos gana in extremis, pero nos gana. Acompañamos con tristeza a Eva al aeropuerto y nos sentamos en el asiento del copiloto cuando observa desde la distancia la casa de Gandolfini. El final, por supuesto, no podía ser otro, pero Holofcener lo resuelve con mesura. El único momento en el que por fin, en Sobran las palabras, no hay palabras.

Lo Mejor: la segunda fase de la película. Cumple bastante bien como comedia romántica de aroma indie.

Lo Peor: El montaje y los diálogos de la primera parte. No aporta nada al género, aunque tampoco era su intención.

[crítica publicada en alucine.es]
25 de abril de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando estás deseando que una película termine, no es buena señal. Divergente tiene algunos momentos entretenidos, pero globalmente es mediocre. Tampoco esperábamos mucho de la adaptación de la novela homónima de Veronica Roth, que al parecer es la primera parte de una trilogía, no faltaba más.

(...)

Teniendo en cuenta que está esencialmente dirigida al público más joven, suponemos que Divergente reflexiona sobre las dificultades que tiene el ser humano para reivindicar su identidad y personalidad en una sociedad uniforme y estructurada en clases. Y para desempeñar un rol social para el que no estaba, en principio, encaminado. Resumiendo, en la vida tienes dos opciones: encajar o no, pertenecer a la manada o ir por libre. Ambas opciones tienen sus pros y sus contras. También ofrece una visión sobre la emancipación familiar, con los conflictos que de ella deriva.

Beatrice toma una decisión y debe asumir sus responsabilidades. En principio lucha por encajar en su nueva facción. Se esfuerza en la interminable primera parte de la película por superar las pruebas pertinentes para convertirse en un miembro válido de la sociedad. Pero cuando lo consigue se da cuenta de que tal vez su esfuerzo no haya merecido tanto la pena.

Divergente no es la peor película de ciencia ficción de los últimos años. Está bastante bien rodada y tiene algunas escenas de acción de nivel, pero su trama es vulgar, su trasfondo no da para mucho y su pareja protagonista no convence. El caso de Shailene Woodley es singular. No sabemos si en otras películas está mejor, pero en Divergente es sosa, tirando a rancia. Hilando fino, creemos que es una actriz con la que el público femenino joven puede empatizar. Pero le falta encanto. Lo mismo cabe decir de Theo Jones. No hay ninguna química entre la pareja protagonista, parecen hermanos… Y así no se puede. Por su parte, la presencia de Kate Winslet es testimonial.

Divergente tiene sus momentos ridículos, como casi cualquier cinta juvenil actual. La actitud de los policías del futuro, los osados, es un poco absurda. Saltan, brincan y dan vueltas al aire. Y van de negro. La controversia entre Erudición y Abnegación queda sin definir, mientras el guión dedica casi dos tercios de metraje a las pruebas que tiene que pasar Tris para enrolarse en su nueva facción. Y al final, un poco de Blade Runner…

Pero claro, ya se está trabajando en las secuelas de Divergente: Insurgent, Allegiant Part I, Allegiant Part II. Para los que hayáis disfrutado de Divergente, estáis de suerte. Hasta 3 pelis nuevas se avecinan. Para los que no, tenéis tiempo para preguntaros: ¿Por qué?

Lo Mejor: Que Tris deja de pasar pruebas. Alguna secuencia de acción. El final no está mal.

Lo Peor: La pareja protagonista. Previsible. Un poco ridícula en algunos momentos. Larga. Kate Winslet no se desnuda.

[crítica publicada en alucine.es]
28 de diciembre de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si se quiere disfrutar de Al encuentro de Mr Banks hay que ir a la sala de cine con buenas intenciones y dejarse engañar un poco. Si acudimos con el ceño fruncido y con pocas ganas de emocionarnos, es mejor pasar. Esta película es puro Disney: todos los personajes tienen un gran corazón, aunque sean cascarrabias, alcohólicos o antisemitas.

Dicen que Walt Disney se repetía el siguiente discurso al levantarse de la cama: "Soy un líder, un pionero, soy uno de los grandes hombres de mi tiempo. Muchas más personas en el mundo conocen mi nombre que el de Jesucristo. He creado un universo. Mi fama sobrevivirá al tiempo". Alrededor del creador del imperio Disney siempre han circulado muchos rumores, unos más infundados que otros. No obstante, no parece que fuese un ejemplo en muchas de sus facetas. Pero quien esté libre de pecado, etc.

(...)

En nuestro caso, ni siquiera hemos visto Mary Poppins ni leído sus libros. Tampoco nos hemos sentido nunca demasiado cercanos al mundo Disney. Ni cuando éramos niños. Por lo tanto, llegamos a esta película sin ninguna predisposición emocional. Y una vez vista, podemos afirmar que nos hemos dejado engañar un poco…

Al encuentro de Mr. Banks tiene un aroma a clásico bienintencionado que se disfruta con facilidad. A ello ayuda un guión que no esconde en ningún momento sus objetivos: quiere emocionarnos, hacernos soñar y repescar ese niño que, dicen, todos llevamos dentro. (Por cierto, una de las guionistas de esta película se encarga de Cincuenta Sombras de Grey). Es una película honesta que desde el inicio muestra sus cartas. Si quieres entrar en ella, sabes que tienes que dejar a un lado los ceños fruncidos y olvidarte que la vida siempre tiene dos caras. Aquí, solo veremos una. La amable. La del Disney creador de un imperio que hizo soñar a millones de niños y adultos. O algo.

La película gira en torno a un recurso trilladísimo en el cine familiar: el corazón herido de una persona cascarrabias que esconde un pasado triste deberá ser ablandado por toda una corte de personajes bienintencionados. Aquí el cascarrabias es P.L. Travers, una escritora célebre por ser la creadora de Mary Poppins cuyas finanzas flaquean a principios de los 60 y da una oportunidad a Walt Disney para trasladar su personaje al cine.

El chófer, el abogado, los guionistas, los músicos, las secretarias, y el presidente del imperio Disney dedicarán todo el metraje a ablandar y redimir el corazón de Miss Travers. El recurso narrativo es tan insistente que asfixia la película. Este es el aspecto más negativo de Esperando a Mr. Banks.

No obstante, la cinta consigue algunos de sus objetivos. Y aunque no somos nada aficionados al uso de flashbacks en el cine, la infancia de la protagonista, gestionada narrativamente de forma certera, es la mejor parte de la historia a nuestro juicio. Esperando a Mr. Banks gana empaque a través de esta historia paralela y se nos hace más llevadero el cansino proceso de ablandamiento y camelo al que nos hemos referido más arriba.

Nos gusta el cine dentro cine, sí. Y esta película tiene mucho eso. Muchos críticos señalan esta parte como la más positiva de la película pero a nosotros nos resulta demasiado artificiosa, aunque esté basada en una historia verídica.

El trío de actores principales cumple con sus respectivos papeles. Emma Thompson está notable como P.L. Travers, Tom Hanks tira de oficio y ofrece algunos golpes de humor y un borracho soñador es un personaje que le viene como anillo al dedo a Colin Farrel.

Esperando a Mr. Banks requiere un importante esfuerzo del espectador, el esfuerzo de no esforzarse. Simplemente dejarse llevar. Y luego, probablemente, olvidar.

Lo Mejor: Aroma a buen clásico familiar. La historia de P.L. Travers niña en Australia.

Lo Peor: Exceso sentimental. El recurso narrativo de cascarrabias en proceso de ablandamiento emocional llega a irritar.

[crítica extraída de alucine.es]
4 de marzo de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Según ha confesado Kherici en alguna entrevista ella misma vivió una situación parecida cuando aterrizó en Túnez para pasar unos días. El choque cultural la impresionó. Y su padre tampoco se siente muy orgulloso de su trabajo como actriz… Ahí nace París a toda costa, sustituyendo Túnez por Marruecos.

“La vida me enseña que lo real es mejor que lo falso y lo artificial“, ha dicho Reem Kherici en su paso por España para promocionar la peli. Pues querida Reem, París a toda costa no es vida… Es una adaptación de esa saga de películas tipo Bienvenidos al Sur (o al Norte) y de otras más clásicas. La idea es la misma: una persona cosmopolita se ve obligada a regañadientes a pasar una temporada en un “infierno”… El final con moraleja de estas historias ya lo conocemos. Nada nuevo bajo el sol de Marrakech.

París a toda costa, no obstante, incluye un leve mensaje social. Maya es una parisina que no quiere saber nada de sus raíces culturales, que vive solo para su trabajo. Ni siquiera pisa los suburbios por miedo a encontrarse con inmigrantes… Inmigrantes como ella, pero con menos dinero. Menos fashion. Gracias a su deportación Maya se reencontrará con su cultura…

Kherici demuestra con este guión dominar los parámetros del cine comercial. París a toda costa incorpora bastantes momentos de humor: la pareja amiga de Maya, las superficiales diseñadoras del estudio, la vida en Marruecos, el taxista… Y luego, el drama ligero: la relación de la protagonista con su familia y los dolorosos recuerdos… Pero Kherici no muestra ninguna ambición. Sus referencias son obvias. Maya es un personaje de Sexo en Nueva York. Y las situaciones humorísticas están tomadas de aquí y de allá. No hay ni un solo elemento original en París a toda costa.

La corta duración de la película tampoco ayuda, hasta el punto de que el conflicto se solventa de un plumazo de forma un tanto absurda. Pero no vamos a pedir peras al olmo… Las intenciones de Reem Kherici eran claras: una comedia ligera de tintes sociales con moraleja. Y ya.

Lo mejor: El taxista. Reem Kherici es… magnética.

Lo peor: Ligerísima. Olvidable.

[crítica publicada en alucine.es]
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