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Críticas 88
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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15 de enero de 2013 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo imposible fue el gran fenómeno cinematográfico del 2012. La película que logró batir récords, que arrastro un descomunal número de espectadores a las salas de cine donde se proyectaba, que contó con una espectacular y agresiva campaña de marketing y de la que, obviamente, todo el mundo hablaba y opinaba. Además, por increíble que pueda parecer, se trata de una super producción española, rodada en inglés y protagonizada por grandes estrellas de Hollywood, basada en un hecho real que en 2004 impactó al mundo entero. Se trata de una cinta de catástrofes, es cierto, pero que pretende ir mucho más allá, tocando temas como los de la supervivencia, la superación personal, el compañerismo, la generosidad, la ayuda anónima en un momento de necesidad y, ante todo, de la unidad familiar por encima de todas las cosas. Y todos estos elementos lo que hacían preguntarme una y otra vez era: ¿que demonios hago yo viendo esta cosa?

La película está protagonizada por una familia formada por un matrimonio y sus tres hijos (todos ellos muy monos y de anuncio de kinder bueno) que se pillan unas vacaciones de Navidad en Tailandia, que eso de la nieve y el frío está muy bien, pero que casi mejor celebrar la llegada de Papa Noel refrescándose las pantorrillas en la playa. Pero la llegada de un demoledor tsunami arrasará con todo lo que encuentre a su paso y obligará a la familia protagonista a luchar por su propia supervivencia. Para quien no pueda llegar hasta el final de la peli, comido por los nervios y la tensión, para saber si lograrán sobrevivir, que se limite a ver el cartel.

Peli dirigida por Juan Antonio Bayona, realizador tan efectivo como facilón, lo que le permite, sin lugar a dudas, conectar con un gran número de espectadores. Y de qué manera. Si con su anterior trabajo, El orfanato, plagaba la trama de referencias al género del terror, con Lo imposible ha pretendido fabricar (este adjetivo no resulta nada gratuito) el drama de todos los dramas. Los protas de la peli son Naomi Watts (nominada al Oscar) y Ewan McGregor, aunque la auténtica estrella de la cinta termina siendo el hijo mayor del matrimonio, interpretado por Tom Holland. Y para quien todavía dude de que, efectivamente, se trata de una cinta española, decir que también interviene la actriz Marta Etura. Tiene una frase.

La brutal campaña de marqueting de Mediaset ha hecho mucho bien a la película, logrando que se llenaran las salas de cine, pero a la vez ha provocado que cuando el espectador ve la película se dé cuenta de que las imágenes más espectaculares ya se las han ofrecido en los innumerables tráilers que le han pasado de forma machacona por televisión, con lo que se pierde cierto punto de impacto. Además, Clint Eastwood ya había rodado una espectacular secuencia sobre el mismo tsunami que arrasó el Sureste asiático en 2004 en Mas allá de la vida. A pesar de todo esto el apartado técnico de la cinta resulta muy espectacular y la secuencia inicial, cuando el tsunami golpea la costa, resulta absolutamente creíble i sobrecogedora. Por lo demás la trama de la película tampoco es que dé mucho más de sí. Después de la gran ola la familia se separa y deberán volver a encontrarse entre la desolación causada por el tsunami. Por cierto, que bueno ese gag en medio de todo el drama que es la secuencia a cámara lenta en la que vemos emerger el brazo de Naomi Watts de dentro del agua mientras suena la música de la serie “Perdidos”. Porque eso era un gag, ¿no?

Una cosa es querer tocar la fibra del espectador y otra muy distinta es querer golpearla con una enorme viga de metal candente. Existe una sutil diferencia que no acabo de tener muy claro si los responsables del film han sabido valorar. Además hay que tener en cuenta que la película es tramposa hasta límites insospechados para lograr arrancar la lágrima del espectador, plagada de momentos tiernos, melodramáticos y empalagosos hasta decir basta (ese niño que ayuda a un guiri a encontrar a sus familiares, ese hombre que presta un móvil ha pesar de que le queda muy poca batería, esa Geraldine Chaplin que aparece de la nada en medio de la noche para pegarle la chapa a uno de los niños sobre nosequé de las estrellas y ya no vuelve a aparecer más...). No puedo evitar indignarme sobremanera ante todos estos momentos que son continuos en el film. A todo esto cabe añadir una banda sonora que ayuda de lo lindo a manipular y un sinfín de coincidencias, casualidades y encuentros sorprendentes que lo único que consiguen es que de este “basado en hechos reales” solo nos creamos el tsunami.

www.quesitorosa.com
14 de julio de 2012 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el panorama del humor actual, Sacha Baron Cohen, se ha erigido como una rara avis dentro del grupo, debido a su altísimo nivel de incorrección política. A ello debe su fama el actor y guionista inglés, a lo que ha contribuido, en gran parte, el gran número de polémicas que siempre han rodeado al personaje. Y es que ya sea en sus películas o en sus shows televisivos, Sacha Baron Cohen parece no haber dejado a nadie indiferente, dividiendo a la audiencia entre sus seguidores, que se parten la caja con sus desternillantes burradas, y sus detractores, que suelen escandalizarse ante la falta de tacto y lo grosero de sus productos. Independientemente del resultado final de sus trabajos, algunos más acertados que otros, siempre me he sentido más próximo al primer grupo.

El dictador termina resultando ser un compendio de distintos tipos de humor: desde la sátira política descarnada e incisiva; pasando por el humor más tonto (el típico gag de un señor con un tablón de madera que empieza a dar golpes a la gente que le rodea sin aparentemente darse cuenta de nada de lo que sucede podría tener cabida en este film, aunque probablemente la trama se las hubiera ingeniado para que el tipo llevara el pito colgando); el humor negro (llegando a negrísimo en más de una ocasión); el chiste fácil y, por supuesto, el clásico e infalible “caca, culo, pedo, pis”. Y todo ello lo logra colocando el acento en todos aquellos temas que más sensibilidades pueden herir: la religión, la diferencia de clases, la diferencia de géneros, el terrorismo, la homosexualidad, la pedofilia e, incluso, las enfermedades. ¡Menudo tipo este Sacha! Ay que ver.

El dictador es una cinta tan divertida como escatológica, con gags de nivel, un montón de situaciones grotescas y que resulta sumamente tonta la mayor parte de su metraje. El punto de partida no resulta nada del otro mundo: lo del extranjero acaudalado que debe empezar de cero en Nueva York, nos puede recordar a El príncipe de Zamunda; y el hecho de que durante su desaparición lo sustituyan por un doble, nos suena a El gran dictador. Pero aunque la historia nos resulte típica y gastada, no es más que un pretexto para desplegar todo el arsenal habitual de mal gusto propio de Sacha Baron Cohen. Y es un amplio arsenal, créanme. A pesar de eso, su protagonista ha conseguido contener mínimamente sus ganas de provocar al personal para darle forma de trama coherente al producto, consiguiendo mayor cohesión y regularidad que en su anterior film, Brüno. Los grandes inconvenientes que, no obstante, debe afrontar la cinta son el hecho de que lo tonto gusta, pero a la larga cansa (por suerte la peli no llega a la hora y media) y que los mejores gags ya aparecían en el trailer con lo que, debido a las ganas de vender el film, se pierde gran parte del factor sorpresa.
12 de enero de 2012 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si existe un género en el que el director Kevin Smith, se ha sentido cómodo, en la gran mayoría de sus variables, a lo largo de su (alarmantemente decreciente) carrera, éste ha sido el de la comedia. Ya sea con la comedia indie (Clerks), la comedia adolescente (Mallrats), la comedia romántica (Una chica de Jersey), la comedia de sal gruesa (Jay y Bob el silencioso contraatacan) e incluso las buddie movies (Vaya par de polis). Es por eso por lo que ahora sorprende tanto el giro radical de 180 grados que ha realizado el director de Nueva Jersey con su nuevo trabajo, Red State, en el que se pasa, sin ningún tipo de contemplaciones, al thriller más puro, permitiéndose incluso algún pequeño guiño hacia el terror psicológico. Hay que reconocer, no obstante, que también tiene tiempo para introducir algún gag de auténtico humor negro marca de la casa. Está claro que, viendo como iba recientemente su trayectoria, cualquier cambio, en principio, debería ser bien recibido.

En la peli, tres adolescentes con las hormonas al rojo vivo responden a un anuncio de contactos en un periódico local publicado por una mujer madura para mantener sexo ocasional. Este punto de arranque, que podría parecer sacado de una nueva entrega de American Pie, se tornará en una auténtica pesadilla para los tres chicos cuando se den cuenta de que todo ha sido una trampa y que han caído presa de un reducido grupo extremista religioso/sectario, formado por varias familias cuyos componentes (abuelos, padres e hijos, algunos de ellos menores) acuden a la misa impartida por un peculiar pastor, cuyo colofón será el de ajusticiar a los tres pecadores.

La película es muy poco propia de Kevin Smith pero, a la vez, y aunque resulte contradictorio, termina siendo muy suya. Y lo es porque cuando realmente la película baja de intensidad es, precisamente, cuando el film queda reducido a una reiterativa ensalada de tiros. Y es que al principio de que empiecen a aparecer armas a troche y moche uno, como espectador, no puede evitar fliparse un poco y pensar: la que se va a liar aquí. Pero el director no logra mantener la tensión del momento y la película va languideciendo mientras, de fondo, se oyen las balas y la película parece dejar escapar el magnífico punto de partida que había significado su arranque inicial. Pero por el contrario, cuando la película nos regala sus mejores momentos es cuando, simplemente, sus protagonistas se ponen a hablar. Algo que Kevin Smith ya ha demostrado que se le puede dar rematadamente bien. Por ejemplo, el protagonista se suelta un monólogo de cuarto de hora frente la pantalla que es como para enmarcar y, por supuesto, hay momentos en el que los personajes mantienen diálogos francamente ocurrentes. Cómo el diálogo final del film que, después de toda la tensión acumulada de la película, logró arrancar sonoras carcajadas de la gran mayoría del auditorio del Festival de Sitges.
19 de octubre de 2012 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues todo parece apuntar que, a sus setenta y siete años de edad, a Woody Allen la idea de la jubilación no es algo que vaya mucho con él. Así pues, en lugar de tomarse su profesión de una forma más relajada, el director sigue con su infatigable ritmo y nos sigue ofreciendo una película por año. Además, sigue con su tour por Europa (en plan gira musical de viejos rockeros) y después de filmar en Londres, Barcelona y París, en esta ocasión la acción se centrará en la ciudad de Roma, que se convertirá en el escenario ideal para las cuatro historias que contiene el film. Lo curioso del caso es que, teniendo en cuenta el título de la cinta, A roma con amor, lo cierto es que a pesar de que las cuatro historias del film, aisladas entre sí, tratan sobre temas de amoríos varios, solo una de ellas se puede entender propiamente como una historia sobre el amor, dejando las otras tres a temas más banales y cercanas al humor absurdo ya visto en los relatos del propio director. Supondremos, pues, que el “amor” a que se refiere el título debe ser entendido como aquel hacia la propia capital italiana, y así todos contentos. ¿O no?

En la primera de las historias encontramos a un veterano matrimonio americano que viaja hasta Roma para conocer al autóctono prometido de su hija y, ya de paso, a su variopinta familia (lógicamente el choque de culturas está asegurado y la historia terminará desembocando en una anécdota de lo más surrealista). En la segunda, unos recién casados de viaje a la capital italiana se perderán por sus calles incapaces de encontrase de nuevo (este tramo de la cinta tiene un punto más de comedia de situación y sainete, con la entrada en escena de personajes del calibre de prostitutas, miembros de la jet set y estrellas del cine italiano). En la tercera, la más cercana al amor del que habla el título, una joven pareja de americanos que viven en Roma recibirán la visita de una sensual amiga que provocará estragos en su relación (la más interesante de las cuatro historias, con celos amoríos y una especie de espíritu de un arquitecto que se irá apareciendo y aconsejando, de manera independiente, a los diferentes personajes). La cuarta, y última de las historias, nos presenta a un típico y tópico italiano de clase media, sin ningún tipo de peculiaridad destacable que, de la noche a la mañana, se convertirá en “famoso” y será perseguido por la prensa e invitado a todo tipo de eventos de postín (la parte más satírica y mordaz de la película que, no obstante, nos recuerda poderosamente a uno de los cuentos del veterano escritor japonés Yasutaka Tsutsui, titulado “Rumores sobre mi”).

Woody Allen escribe, dirige y también protagoniza (aparece en la primera de las historias mencionadas) una película que, en cierto modo, parece un compendio de cuentos cortos que el genio de Manhattan se hubiera ido encontrando mientras hacia limpieza en alguno de esos cajones en los que se guardan ideas inacabadas y proyectos que jamás se han llegado a realizar. Pero que, con el escenario adecuado (y la ciudad eterna es un escenario más que molón y si no que se lo hubieran preguntado a Gregory Peck y Audrey Hepburn) se recuperan, se hacen encajar como si se tratara de piezas de un puzzle y se sirven aderezados con un sinfín de tópicos locales (algo que el espectador ya empieza a percibir cuando, nada más arrancar la película, empiezan a sonar los primeros acordes de la canción “Volare” de Domenico Modugno).

La película empieza muy potente, con puntos de partida divertidos y coloristas en todas sus historias, aunque al poco ya se empieza a comprobar que algunas no dan para más. La más floja es la de los recién casados, que, a parte del hecho de no tener demasiado sentido, actúa como una especie de agujero temporal dentro del global de la cinta y mientras las otras tres avanzan a un ritmo parecido, ésta siempre progresa mucho más lenta. Además en algunas historias las situaciones están excesivamente forzadas, como la protagonizada por Jesse Eisenberg y Ellen Page, del estilo: va a venir a pasar unos días con nosotros una amiga mía que es muy sensual, muy ardiente, puro fuego, todos los tíos se enamoran de ella, que por cierto, a todo esto, que cuando llegue os voy a dejar todo un día a solas para que le enseñes la ciudad eterna y sus rincones más románticos y eso y al día siguiente os dejo la noche para vosotros dos solos y os tomáis unos vinos y os hacéis unas risas, a ver que pasa...

No nos encontramos frente a una de las grandes películas de Woody Allen. De hecho, ni siquiera nos encontramos frente a una gran película. Pero esto tampoco debería ser entendido como un problema porque, al fin y al cabo, un divertimento del genio de Manhattan acostumbra a ser bastante superior a la gran mayoría de importantes títulos de otros directores. Pero el desgaste en el cine de Allen es más que evidente. Las cuatro historias son bastante irregulares y mientras algunas son suficientemente interesantes, otras se quedan en una mera anécdota, una especie de chiste alargado para su inclusión en el film. A roma con amor es un entretenimiento menor, pasable en general, pero que no evita que sigamos añorando un Allen de tiempos mejores. Por descontado cuenta con alguna buena broma, algunos diálogos ingeniosos y algún toque de humor absurdo y tirando a surrealista (quizás más propios de sus relatos que de su cine), pero el gran problema es que en ningún momento logra calar en el espectador.

www.quesitorosa.com
31 de agosto de 2012 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cosa está clara: las cintas rodadas con el llamado efecto “cámara en mano” están de moda. Lo que se pretende es dar mayor verisimilitud a lo que se está contando en pantalla y lograr que el espectador entre más dentro de la historia. Además, rebajan substancialmente los costes de producción, lo cual siempre ayuda. La mayoría de los géneros ya se han rendido al fenómeno: la ciencia ficción (Distrito 9), el cine de catástrofes (Monstruoso), la comedia gamberra (Project X); pero si existe un género que le ha sacado gran partido, este ha sido el terror (El proyecto de la Bruja de Blair, [Rec], Paranormal activity, entre muchas otras). Ahora le toca el turno a un nuevo género, habitualmente más asociado a las superproducciones y a los presupuestos desorbitados: el de los superhéroes.

La película pretende responder la habitual duda existencial que toda persona de bien se ha planteado alguna vez en su tierna adolescencia: ¿que haría yo si tuviera superpoderes? Si ustedes no se han planteado esta pregunta jamás, lamentablemente debo advertirles de que no merecen mi respeto. Hay que tener en cuenta de que no estamos hablando de un tipo cachas, de mentón prominente y pelazo brillante, enfundado en un traje ajustado que saque a relucir todos los recovecos de su bien perfilado cuerpo, mientras ondea su capa al viento y planea un brillante y eficaz plan para lograr vencer al supervillano de turno con aviesas intenciones para conquistar el mundo. Aquí no encontrarán nada de todo eso: ni tipos cachas, ni mallas, ni capas, ni siquiera supervillanos. Aquí únicamente encontrarán a tres adolescentes explorando las posibilidades reales de su cuerpo. Lo típico de los adolescentes, pero con superpoderes.

El hecho de estar rodada con el sistema “cámara en mano” resulta ser un punto a favor en algunos momentos del film, pero también acaba resultando ser un lastre en otras secuencias que resultan forzadas y no acaban teniendo demasiado sentido (cabe decir que la peli está grabada con varias cámaras: la del protagonista, las de video vigilancia de establecimientos, las del ayuntamiento, la de otros personajes con cámara...). Lo cierto es que viendo las secuencias de los jóvenes grabando sus proezas superheróicas, cámara en mano, no pude evitar recordar el vídeo domèstico que graba la animadora de la serie "Héroes" luciendo sus poderes. ¿Será ese el auténtico origen del film?

La trama es un claro crescendo a lo largo de la hora y media que dura la cinta. Empieza ofreciéndonos la posibilidad de conocer a los protagonistas antes de que obtengan los superpoderes, para que conozcamos sus personalidades. Después de que los personajes protagonistas obtengan los poderes la cosa se va animando, aunque reconozco que hubo algunos momentos a lo largo del film que se me hicieron un poco pesados, y no podía acabar de sacarme de encima la sensación de que no estaban sacando todo el partido posible a la historia. Como suele suceder en este tipo de productos las cosas se van a ir complicando a pasos agigantados (todo poder conlleva una gran responsabilidad) y la historia termina desembocando en una fantástica secuencia final que, esta vez, si logra exprimir al máximo el potencial de la trama.
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