Tan obsesionada por desvincularse de los thrillers convencionales, que termina siendo una extraña experiencia en la que, sorprendentemente, consigue enganchar al espectador a su absurda historia.

Aunque sea la propia película la que se encargue de dejar claro que no es otra cosa más que un cuento, es inevitable quedarse con la sensación de que, después de tanta parafernalia, habría sido conveniente un final algo menos infantil. Pero con esta magnífica animación de la que hace gala, todo se le permite.

Puede que para la gran parte del público, la combinación de historias plurales "buenrollistas" (a pesar del vocabulario de Raúl Arévalo y de la profesión de Clara Lago) con un aspecto técnico cuidado sea bastante efectista, pero para mí -y lo siento mucho-, Daniel Sánchez Arévalo no me convence absolutamente nada (por mucho que lo intente una y otra vez con todas esas cancioncitas).

Llevar al extremo los estereotipos entre distintas comunidades autónomas -País Vasco y Andalucía- consigue risas por doquier (¡anda que no nos gusta éso en este país!), pero es inevitable echar en falta un poco de mala idea en sus formas, para conseguir ser algo más que la útima comedia romántica de moda con reparto solvente.

Si a David Lynch le aplaudimos los mayores sin sentidos de la historia del cine, ¿por qué Zack Snyder tenía que ser menos y no iba a poder presentar una exagerada, enrevesada, inverosímil (y cualquier otro adjetivo que se nos pueda ocurrir) película, con tufo a hipnótico videojuego pornogafico? Y ello por mucho que en sus casi dos horas de metraje no podamos dejar de pensar en un "¡pero qué mierda es ésto!"