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6,2
4.511
3
11 de junio de 2013
11 de junio de 2013
44 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi Primer mi geto de imbécil apenas tuvo tiempo de inmutarse cuando, tras el The End y unos breves instantes en los que me dije en falso "va, tú puedes, entiende algo", abrí google y busqué explicaciones. Las encontré y resolví que la historia que presuntamente encerraba la película y su narración se encontraban en niveles de la realidad que jamás llegarían a tocarse. Y yo solo podría quedarme con el segundo de esos elementos, que vedaba el entendimiento del primero a la mayoría de los mortales, como si el primero no fuese de por sí complicado.
Bien. Upstream Color no es precisamente una reconciliación con ese jardinero de margaritas que voluntaria o involuntariamente es Carruth. Sus hasta ahora dos obras, por efecto de la prensa, de las propias ínfulas del autor o de mi propio prejuicio, parecen aspirar a ser revolucionarias piezas de ciencia ficción donde la ciencia y la ficción alcanzan las máximas cotas imaginables. Tal idea, cierta o preconcebida, suena genial. Pero, ay, Shane, te gusta enrevesar. Hasta el vicio.
Upstream Color parece diferenciarse de la ópera prima del autor en cosas no poco notables. Fotográficamente deslumbra, y en lo argumental parece, si bien con un punto de partida (los minutos antes de empezar a perderte, vamos) igual de interesante, más emocionalmente potente (en tramos concretos más que en conjunto), más perturbadora y más próxima a cualquier drama humano que lo divisable en los mimbres del desbarre fisicocuántico de Primer. Hay un toque de evolución, un arrojo de exploración más allá de las fronteras del cine convencional, un desafío a lo imaginable cuyos méritos no se pueden negar.
Lo que tampoco se puede negar es una colleja a Carruth, por meter lo que quiera que sea su idea en un envoltorio narrativo tan puto, por decir algo. No creo que esta encriptación sistemática de la acción sea fruto de la ineptitud, y casi me duele más: la vaguedad, la dosis mínima (dudo que justa) de información y una imperdonable confusión entre la elipsis y el hachazo desmedido, son elementos probablemente usados con plena autoconsciencia. O sea que A) enmascaran cierta insostenibilidad del desarrollo de los hechos (insostenibilidad dentro de los márgenes de la ficción, claro) o B) Carruth es un listillo, un amante de los jeroglíficos autocomplacientes, excesivos, pedantes.
Y seré sincero: Primer parece tener una historia de complejidad aplastante, quizá inaccesible al pulso de cualquier narrador. Pero Upstream Color me pareció (por lo que entendí, que fue bastante más que en aquella) algo más sencilla, una historia que (y no hablo en absoluto de elementos que parecen más figurados que literales, véase la cama entre los cerdos) podría resultar fácil de comprender y a la que la comprensión quizá le daría enteros. Sin embargo, he aquí un artefacto por descifrar cuya pretendidísima condición de rompecabezas desmesurado me quita todas las ganas de hacerlo.
Me quedé con cara de imbécil, no lo dudo. Pero esta vez no abrí google.
Bien. Upstream Color no es precisamente una reconciliación con ese jardinero de margaritas que voluntaria o involuntariamente es Carruth. Sus hasta ahora dos obras, por efecto de la prensa, de las propias ínfulas del autor o de mi propio prejuicio, parecen aspirar a ser revolucionarias piezas de ciencia ficción donde la ciencia y la ficción alcanzan las máximas cotas imaginables. Tal idea, cierta o preconcebida, suena genial. Pero, ay, Shane, te gusta enrevesar. Hasta el vicio.
Upstream Color parece diferenciarse de la ópera prima del autor en cosas no poco notables. Fotográficamente deslumbra, y en lo argumental parece, si bien con un punto de partida (los minutos antes de empezar a perderte, vamos) igual de interesante, más emocionalmente potente (en tramos concretos más que en conjunto), más perturbadora y más próxima a cualquier drama humano que lo divisable en los mimbres del desbarre fisicocuántico de Primer. Hay un toque de evolución, un arrojo de exploración más allá de las fronteras del cine convencional, un desafío a lo imaginable cuyos méritos no se pueden negar.
Lo que tampoco se puede negar es una colleja a Carruth, por meter lo que quiera que sea su idea en un envoltorio narrativo tan puto, por decir algo. No creo que esta encriptación sistemática de la acción sea fruto de la ineptitud, y casi me duele más: la vaguedad, la dosis mínima (dudo que justa) de información y una imperdonable confusión entre la elipsis y el hachazo desmedido, son elementos probablemente usados con plena autoconsciencia. O sea que A) enmascaran cierta insostenibilidad del desarrollo de los hechos (insostenibilidad dentro de los márgenes de la ficción, claro) o B) Carruth es un listillo, un amante de los jeroglíficos autocomplacientes, excesivos, pedantes.
Y seré sincero: Primer parece tener una historia de complejidad aplastante, quizá inaccesible al pulso de cualquier narrador. Pero Upstream Color me pareció (por lo que entendí, que fue bastante más que en aquella) algo más sencilla, una historia que (y no hablo en absoluto de elementos que parecen más figurados que literales, véase la cama entre los cerdos) podría resultar fácil de comprender y a la que la comprensión quizá le daría enteros. Sin embargo, he aquí un artefacto por descifrar cuya pretendidísima condición de rompecabezas desmesurado me quita todas las ganas de hacerlo.
Me quedé con cara de imbécil, no lo dudo. Pero esta vez no abrí google.
14 de septiembre de 2009
14 de septiembre de 2009
38 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un obispo entra vestido de jardinero en una casa, y lo echan a patadas, mandándolo al infierno. Acto seguido vuelve vestido de obispo, y le invitan a pasar amablemente para, inmediatamente después, contratarlo como jardinero porque es lo que él desea.
Sobre lo que plantea esa escena, sabemos bastante. Apariencias y tal y cual. Cosas fácilmente criticables. Así pues, la sátira que compone Buñuel peca, por momentos, de ser simple. Criticar es muy fácil. Y por momentos da la sensación de que el espectáculo burlón que nos ofrece Buñuel es un tanto gratuito, en el sentido de que a este señor, me da a mí, le gustaba demasiado el polemizar.
Sí, los seis protagonistas son unos hijos de perra. Por un falso e hipócrita respeto se niegan a sentarse antes que el otro a la mesa, pero en el fondo sólo cenan juntos por conveniencia, se importan más bien poco y, a escondidas (o no tan escondidas), unos se tiran a las mujeres de los otros.
Vale, buen punto de partida. Con mucha miga. Pero por momentos la película flojea mucho.
Luego está el toque (muy) surrealista. La escena en la que el general se sienta esporádicamente junto al trío femenino para contarle su triste infancia es una sobrada (para quien no ande muy puesto en el vocabulario de las nuevas generaciones: inciso muy pero que muy absurdo, que sobra) digna de Padre de Familia.
Lo malo de jugar con el subconsciente es que, de entre tantas escenas "chungas", solo te acaban diciendo algo un par de ellas. El resto, te dejan o bien indiferente, o bien anonadado pero confuso, o bien te hacen reir. Porque, sinin duda, Buñuel tenía sentido del humor. Un sentido del humor inclasificable y muy peculiar.
Lo de introducir sueños que son una parida dentro de sueños que son una parida aun mayor y quedarse tan ancho solo puede ser obra de un genio bromista.
Sobre lo que plantea esa escena, sabemos bastante. Apariencias y tal y cual. Cosas fácilmente criticables. Así pues, la sátira que compone Buñuel peca, por momentos, de ser simple. Criticar es muy fácil. Y por momentos da la sensación de que el espectáculo burlón que nos ofrece Buñuel es un tanto gratuito, en el sentido de que a este señor, me da a mí, le gustaba demasiado el polemizar.
Sí, los seis protagonistas son unos hijos de perra. Por un falso e hipócrita respeto se niegan a sentarse antes que el otro a la mesa, pero en el fondo sólo cenan juntos por conveniencia, se importan más bien poco y, a escondidas (o no tan escondidas), unos se tiran a las mujeres de los otros.
Vale, buen punto de partida. Con mucha miga. Pero por momentos la película flojea mucho.
Luego está el toque (muy) surrealista. La escena en la que el general se sienta esporádicamente junto al trío femenino para contarle su triste infancia es una sobrada (para quien no ande muy puesto en el vocabulario de las nuevas generaciones: inciso muy pero que muy absurdo, que sobra) digna de Padre de Familia.
Lo malo de jugar con el subconsciente es que, de entre tantas escenas "chungas", solo te acaban diciendo algo un par de ellas. El resto, te dejan o bien indiferente, o bien anonadado pero confuso, o bien te hacen reir. Porque, sinin duda, Buñuel tenía sentido del humor. Un sentido del humor inclasificable y muy peculiar.
Lo de introducir sueños que son una parida dentro de sueños que son una parida aun mayor y quedarse tan ancho solo puede ser obra de un genio bromista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A destacar, como el momento que más me ha hecho reflexionar y que más me ha impactado, la escena en la que el sacerdote va a darle la confesión a un moribundo. Éste le confiesa que ha cometido un crimen, que mató a sus patrones hacía mucho tiempo. Los patrones resultan ser los padres del cura, cuyo asesinato estaba sin resolver hasta el momento.
El sacerdote, sorprendentemente, decide absolver al moribundo, porque es su oficio, su deber, lo que la sociedad espera de él. Pero antes de abandonar el lecho de muerte del asesino de sus padres, el cura coge una escopeta y se lo carga, porque es lo que le pide su instinto, su naturaleza humana, su visceral sed de venganza.
El sacerdote, sorprendentemente, decide absolver al moribundo, porque es su oficio, su deber, lo que la sociedad espera de él. Pero antes de abandonar el lecho de muerte del asesino de sus padres, el cura coge una escopeta y se lo carga, porque es lo que le pide su instinto, su naturaleza humana, su visceral sed de venganza.
Episodio

7,1
13.826
8
19 de noviembre de 2008
19 de noviembre de 2008
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Tienes un mal día? ¿Te aburres por las noches? ¿No soportas ver la misma cosa de siempre mientras cenas, ver algo que no te interesa y que tan sólo pones para acabar con el silencio que invade tu casa? ¿Odias la mierda televisiva? ¿Y las series de siempre que ves a trozos y que en el fondo te importan una mierda? ¿Tienes problemas de sueño? ¿Te dedicas a hacer zapping, y acabas sin ver nada concreto? He aquí la solución:
1. Hazte con este doble capítulo de CSI. No es demasiado difícil.
2. Tenlo a mano.
3. Cuando te apetezca, míralo.
*4. Si quieres, espera a que vuelvan a echarlo por ahí.
No te preocupes si crees que no te vas a enterar de nada porque no has visto nunca un capítulo de CSI entero, porque no te va a pasar. No te preocupes si temes que Tarantino ha creado un producto más, porque queda bien claro que el que estuvo tras las cámaras fue Quentin. No te preocupes si eres de los que no son capaces de despertarse cuando duermen 40 minutos menos de lo normal, puedes dividir el visionado de "Peligro Sepulcral" en dos noches, siempre y cuando no sucumbas a su historia y seas incapaz de apagar el DVD.
En fin, que si un día no sabes qué hacer o qué ver, esta es una de las múltiples opciones que pueden dar el resultado esperado. Tarantino imprime su sello en esta trepidante historia, mantiene el ritmo durante los 80 minutos (nada de 100) que dura, firma algunos momentos sobresalientes, pero también comete algún que otro error.
La presentación y el nudo son colosales, quizá en el desenlace y en los momentos previos, el nivel decaiga un poquito. Pero solo un poquito.
Recordemos que puede ser gratis, y mejor que el 90% del contenido de la tele pública (bienaventurados los que gocen de la de pago).
1. Hazte con este doble capítulo de CSI. No es demasiado difícil.
2. Tenlo a mano.
3. Cuando te apetezca, míralo.
*4. Si quieres, espera a que vuelvan a echarlo por ahí.
No te preocupes si crees que no te vas a enterar de nada porque no has visto nunca un capítulo de CSI entero, porque no te va a pasar. No te preocupes si temes que Tarantino ha creado un producto más, porque queda bien claro que el que estuvo tras las cámaras fue Quentin. No te preocupes si eres de los que no son capaces de despertarse cuando duermen 40 minutos menos de lo normal, puedes dividir el visionado de "Peligro Sepulcral" en dos noches, siempre y cuando no sucumbas a su historia y seas incapaz de apagar el DVD.
En fin, que si un día no sabes qué hacer o qué ver, esta es una de las múltiples opciones que pueden dar el resultado esperado. Tarantino imprime su sello en esta trepidante historia, mantiene el ritmo durante los 80 minutos (nada de 100) que dura, firma algunos momentos sobresalientes, pero también comete algún que otro error.
La presentación y el nudo son colosales, quizá en el desenlace y en los momentos previos, el nivel decaiga un poquito. Pero solo un poquito.
Recordemos que puede ser gratis, y mejor que el 90% del contenido de la tele pública (bienaventurados los que gocen de la de pago).
30 de octubre de 2009
30 de octubre de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la primera escena, rodada con un pulso... como decirlo... ¿Tarantiniano? Hasta la última, en la que de nuevo aparece la marca de la casa del afamado director ("soy un cabrón, pero no un puto cabrón"), de cuyo toque está impregnado cada fotograma de la cinta, Abierto hasta el amanecer derrocha frescura, amor por el cine y, ante todo, ganas de pasárselo bien.
El tándem Robert-Quentin, propenso al gamberrismo, firma un producto poco serio, pero no por ello exento de (mucha) calidad.
La primera mitad del filme es un auténtico prodigio, cuasiperfecta. Con un ritmo frenético, una técnica abrumadora, y una tensión narrativa brutal. Sobresaliente en dirección e historia.
Así, rozando la gloria, hasta que hacen su del todo inesperada aparición los elementos ficticios. Tras el cautivador baile de salma Hayek, a Tarantino se le va la olla y da una sorprendente vuelta de tuerca a su trama, y Robert, que está más loco que su guionista, rueda semejante cambio de rumbo sin pensárselo dos veces, de lujo.
Así pues, Abierto hasta el amanecer se convierte en un absurdo y delirante espectáculo, que a pesar de carecer por completo de sentido, es realmente delicioso. Un divertimiento genial. Las cotas de magistralidad alcanzadas durante la primera mitad no vuelven a alcanzarse, ni de coña, y la situación caótico-vampírica resulta ser un poco más floja y, debido a una mala dosificación (si es que hay de eso en esta película) de la incoherencia, pesada por momentos.
Pero, qué cojones, uno no puede sino quedar embobado ante tanta violencia, vísceras, carísmaticos personajes (Sex Machine, ídolo), tanto temazo en la banda sonora (ojo a la aparentemente anodina canción que suena durante la entrada en la taberna, "Angry Cockroaches") y ante el a ratos perfecto equilibrio entre lo ilógico, la acción, y la genialidad. Así que, claro, uno no puede evitar pensar, tras la última escena... QUÉ GRANDES.
El tándem Robert-Quentin, propenso al gamberrismo, firma un producto poco serio, pero no por ello exento de (mucha) calidad.
La primera mitad del filme es un auténtico prodigio, cuasiperfecta. Con un ritmo frenético, una técnica abrumadora, y una tensión narrativa brutal. Sobresaliente en dirección e historia.
Así, rozando la gloria, hasta que hacen su del todo inesperada aparición los elementos ficticios. Tras el cautivador baile de salma Hayek, a Tarantino se le va la olla y da una sorprendente vuelta de tuerca a su trama, y Robert, que está más loco que su guionista, rueda semejante cambio de rumbo sin pensárselo dos veces, de lujo.
Así pues, Abierto hasta el amanecer se convierte en un absurdo y delirante espectáculo, que a pesar de carecer por completo de sentido, es realmente delicioso. Un divertimiento genial. Las cotas de magistralidad alcanzadas durante la primera mitad no vuelven a alcanzarse, ni de coña, y la situación caótico-vampírica resulta ser un poco más floja y, debido a una mala dosificación (si es que hay de eso en esta película) de la incoherencia, pesada por momentos.
Pero, qué cojones, uno no puede sino quedar embobado ante tanta violencia, vísceras, carísmaticos personajes (Sex Machine, ídolo), tanto temazo en la banda sonora (ojo a la aparentemente anodina canción que suena durante la entrada en la taberna, "Angry Cockroaches") y ante el a ratos perfecto equilibrio entre lo ilógico, la acción, y la genialidad. Así que, claro, uno no puede evitar pensar, tras la última escena... QUÉ GRANDES.

6,4
10.500
9
19 de abril de 2009
19 de abril de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante todo, Al Límite no es una película demasiado realista. De ahí, quizá, su título. La situaciones se exageran al máximo. El humor negro y el surrealismo que bañan toda la cinta, le quitan una credibilidad que no necesita en absoluto.
¿Es Al Límite una película destinada a entretener o a hacer pasar mal al espectador? Pues de todo un poco. El entretenimiento está garantizado, pero Scorsese, mediante una soberbia dirección, consigue transmitirnos la angustia vital del personaje de Cage (perfectamente interpretado, pues Nicolas sólo necesitaba despeinarse un poco para parecer un hombre devorado por el sufrimiento), hasta el punto de que nosotros necesitemos tanto como él que se salve alguien.
A pesar de estar enfocado desde un punto de vista humorístico, el retrato del inframundo en el que viven todos los atendidos por la ambulancia de Frank es contundentísimo. Matrícula de honor para la banda sonora, y mención especial para el espectro de pintorescos personajes que hacen más grande el carisma de esta película.
Además, Scorsese no se corta un pelo, se la suda lo políticamente correcto, y narra su críptico relato sin tapujos.
En resumen, un producto tan disfrutable como sufrible, que derrocha grandes (sobre)dosis de buen cine. Hipnótica.
¿Es Al Límite una película destinada a entretener o a hacer pasar mal al espectador? Pues de todo un poco. El entretenimiento está garantizado, pero Scorsese, mediante una soberbia dirección, consigue transmitirnos la angustia vital del personaje de Cage (perfectamente interpretado, pues Nicolas sólo necesitaba despeinarse un poco para parecer un hombre devorado por el sufrimiento), hasta el punto de que nosotros necesitemos tanto como él que se salve alguien.
A pesar de estar enfocado desde un punto de vista humorístico, el retrato del inframundo en el que viven todos los atendidos por la ambulancia de Frank es contundentísimo. Matrícula de honor para la banda sonora, y mención especial para el espectro de pintorescos personajes que hacen más grande el carisma de esta película.
Además, Scorsese no se corta un pelo, se la suda lo políticamente correcto, y narra su críptico relato sin tapujos.
En resumen, un producto tan disfrutable como sufrible, que derrocha grandes (sobre)dosis de buen cine. Hipnótica.
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