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Críticas 603
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
5 de septiembre de 2012
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en una novela de James Dickey, que también se encarga del guión y de hacer un cameo, Defensa es una película producida y dirigida por John Boorman, director de renombre cuya filmografía solo de verla me da ganas de bostezar, lo que también tiene que ver en parte por mi ignorancia y las pocas ganas que me produce ver muchos de sus films. Sin embargo, Defensa, o Deliverance como también se la conoce, siempre me había producido cierta curiosidad, especialmente al ser un referente para muchos otros largometrajes que llegaron después de similares características, y que yo encuentro excelentes. En el reparto dos estrellas que vivían sus mejores momentos artísticos como Burt Reynolds y Jon Voight, acompañados de dos habituales secundarios como Ned Beaty y Ronny Cox.

Si uno ha visto mucho cine el argumento de Defensa no tiene porque resultarle muy original, cuatro tipos se van de excursión al bosque con intención de bajar en canoa unos rápidos. Lo que pasa es que la gente que reside en las cercanías, unos paletos borderline, no se toman de buen grado su presencia y les crea una serie de conflictos que pondrán en peligro sus vidas, por lo que a los cuatro protagonistas no les quedará más remedio que defenderse y tratar de sobrevivir.

La Presa, Depredador, El Desafío, Bosque de Sombras, Las Colinas Tienen Ojos, El Rey de la Montaña son solo algunas de las películas que beben claramente de la influencia de esta película, el problema para el que esto subscribe es que muchas de ellas han superado con creces lo expuesto en la obra de Boorman, si bien es cierto que muchas de ellas han tirado por el camino fácil queriendo hacer una propuesta más espectacular, hollywoodiense y en la mayoría de casos comercial. Defensa no, Defensa trata en todo momento de ser realista, verosímil, más centrada en los personajes que en los momentos de caza al hombre, que los hay, pero más bien pocos, además de que en este caso los protagonistas no solo han de sobrevivir a los lugareños, sino a la misma naturaleza.

Aunque al principio he comentado el poco interés que me provoca el cine de Boorman, realizador bastante casado con la naturaleza (Más Allá de Rangún, Excalibur, La Selva Esmeralda, incluso en El Exorcista 2 buscaba una excusa para meterse un viaje a África), me vuelvo al tema que me he desviado, pues Boorman destaca sobremanera en el retrato que hace tanto de los personajes como del entorno que les rodea, acertando en cada una de las escenas, sean las de tensión (la violación a uno de los protagonistas), las aventuras (el viaje en canoa) o las escenas violentas (la resolución a la misma violación). Su labor no pasó desapercibida para la Academia, que le nominó como mejor director en los Oscar que se celebraron en 1973, quedándose sin premio. Por cierto, la película contó con otras dos nominaciones que no ganó, el de mejor film y el de mejor montaje.

En el reparto cuatro actores que solo por hacer ellos mismos cada una de las escenas peligrosas que se ven en pantalla merecen todos los elogios posibles, aunque si alguno de ellos destaca es Burt Reynolds como carismático líder, a decir verdad, hasta el visionado de esta película no había encontrado motivo para destacar su labor en cualquier otro largometraje. Es acompañado por el Jon Voight de la época, en su cénit como intérprete, Ned Beaty en una clase de personaje que repetiría diversas veces a lo largo de su carrera (Superman), y Ronny Cox, al que cuesta reconocer si se le ha visto como villano en Desafío Total o Robocop, ambas de Verhoeven.

Un clásico que visto hoy día resulta algo gastado pues el tema se ha tocado en infinidad de ocasiones llegándose incluso a superar, aunque no hay que olvidar que este es su claro referente, una película que merece la fama que se ha ganado con el tiempo. Siendo sincero, yo prefiero una película de corte muy similar, casi calcado, como es La Presa de Walter Hill.
2 de febrero de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo haberlo escrito en alguna otra crítica, pero a Michael Crichton (1942-2008) se le recuerda por sus novelas (Parque Jurásico, Congo, Esfera, La Amenaza de Andrómeda) pero rara vez por su carrera como director de cine, con películas todas ellas que con el tiempo se han convertido en pequeñas joyas de culto. Almas de Metal (1973), Coma (1978) y Runaway (1984) lo son, así como El Primer Gran Asalto al Tren (1978), una adaptación que hizo de su propio libro. Protagonizan Sean Connery, Donald Sutherland y Lesley Anne Down.

Como hace prever el título, El Primer Gran Asalto al Tren va sobre el robo al mismo, el que tratan de cometer un par de pícaros (Connery y Sutherland) acompañados de una despampanante señorita (Down). ¿El robo? De los complicados, pues no solo han de entrar en el vagón y llevarse el cargamento, antes han de conseguir las cuatro llaves que abren sus cerraduras, cada una de ellas con diferente propietario.

Las películas de robos son bastante simples y siguen un esquema siempre similar; van de idear un plan y ejecutarlo. Que guste o no depende de cómo de complicado sea la audacia y cómo de original y vistoso sea el punto culminante del film, el hurto. El Primer Gran Asalto al Tren cumple con estas expectativas, el robo parece imposible y la manera de sustraer el botín está bien trabajada. Crichton además se toma todo el tiempo del mundo para desarrollarlo pues la totalidad de metraje es dedicado a conseguir la hazaña, sin siquiera subtramas.

Esta simpleza en sus intenciones hacen de El Primer Gran Asalto al Tren una diversión sin complicaciones, eficiente porque Crichton es tan bueno plasmando historias sobre el papel como sobre celuloide; aquí aporta lo que promete el título -que no es poco- pero en su contra tampoco mucho más, alguna situación cómica que cae en saco roto y un romance entre dos de los protagonistas que poco parece importar.

A destacar, en positivo la buena pareja protagonista, el porte de un Sean Connery que se la jugó en las escenas de riesgo a bordo de un tren, y un Donald Sutherland al que siempre se agradece ver en pantalla aunque en El Primer Gran Asalto al Tren no acaba de funcionar como contrapunto cómico de un Connery más serio.

En negativo, una escena, la del ajusticiamiento y asesinato a un compinche de los protagonistas que se va de la boca con la policía. Matarle desentona con la ligereza de la producción y quita simpatía a la pareja protagonista. No hubiera pasado nada si la hubieran dejado fuera del montaje final, o encontrado otra resolución no tan violenta.
1 de noviembre de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de extraterrestres siempre ha estado de moda desde las series B de los 50/60 en adelante; las pelis de colegas policías, las buddy cop movies, se pusieron de moda en la década de los ochenta. En este último subgénero pudieron verse la unión de policía blanco americano con todo aquello que a uno se le pase por la cabeza. Otro policía blanco americano, criminales, negros, rusos, japoneses, chinos, hermanos, niños, perros, actores, madres, jugadores de futbol americanos, detectives gays, taxistas, dinosaurios y obviamente también extraterrestres. Dos son las películas que unieron a un agente de la ley con un ser del espacio exterior, la interesante Hidden: Lo Oculto (1987) y la inferior Alien Nación (1988).

Se trata de una producción de Gale Anne Hurd (Aliens), dirigida por el poco trascendente Graham Baker (El Final de Damien), con un reparto con trío de buenos actores al frente: James Caan, Mandy Patinkin y Terence Stamp. No hay mucho intérprete más con frase en el film, tampoco hay tiempo casi para ello teniendo en cuenta los ochenta ligeros minutillos que dura.

En el futuro, en 1988 se trataba de el 1991 en el que sucede Alien Nación, nos invaden los extraterrestres. Su nave no puede volver a su planeta y se ven obligados a quedarse en la Tierra como refugiados -en plan Distrito 9 (2009)-. Con el tiempo se van integrando en la sociedad como uno más, siendo fácil encontrarles en cualquier ámbito y profesión. Dos policías (Caan y Patinkin), el primero racista (de extraterrestres), el segundo extraterrestre, son asignados como compañeros en un caso del que ni siquiera me acuerdo, pero queda claro que el malo es otro extraterrestre (Stamp).

Arma Letal + V (Los Visitantes) = Alien Nación. A esta operación podrían sumarse ideas de otras películas, la anterior Hidden, Enemigo Mío o En el Calor de la Noche -por el tema del racismo-. Alien Nación está por debajo de todas ellas; se conforma con ser una simple producción comercial con unos cuantos elementos que funcionaban bien entre el público de los ochenta. Mucho humor facilón siempre refiriéndose a la diferencia de culturas -los ET's se emborrachan con leche caducada, tienen los testículos en la zona pulmonar-, y unas escenas de acción que son tan televisivas que no sorprende que poco después llegara a la pequeña pantalla una serie basada en la película -aunque el tiroteo y posterior persecución inicial no está nada mal-.

Con facilidad lo mejor es el trío protagonista, aunque no se denota en sus interpretaciones un gran esfuerzo por resultar convincente. Como curiosidad, hay una reescritura en el borrador del guión por parte de James Cameron, tampoco nada improbable sabiendo que estuvo casado con la productora (Anne Hurd) entre el 85 y el 89.
5 de septiembre de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pasó por cines pero Phantasma 3: El Pasaje del Terror (1994) consiguió ser un éxito en formatos domésticos, aunque no lo suficiente para que la cuarta parte obtuviera un presupuesto digno por parte de alguna productora. Don Coscarelli, su creador, no se echo atrás y en 1998 presentó Phantasma 4: Apocalipsis -Oblivion en versión original-. Su presupuesto 650000 dólares, lejos de los 3 millones de Phantasma: El Regreso (1988) y de los 2'5 de la tercera parte -si bien dobla el del primer capítulo-.

El reparto es el mismo de siempre porque a estas alturas, tras tres partes a sus espaldas, es difícil introducir nuevos caracteres que lleven el peso de la película. Ellos son Reggie Bannister, Michael Baldwin, Angus Scrimm y Bill Thornbury. Esta vez Mike (Baldwin) y Reggie (Bannister) tienen la oportunidad de viajar al pasado y conocer al 'hombre alto' (Scrimm) antes de que se convirtiera en el ser indestructible que es. Su plan, matarle en el pasado para cambiar el presente.

Esta es la última película de Phantasma que veo y sobre la que escribo. Primero porque han pasado quince años desde la realización de esta última y ni los fans son muy numerosos, ni nadie parece estar interesado en poner dinero para continuar la saga. El otro motivo es lo mala que es Phantasma 4: Apocalipsis, un capítulo que deja un sabor de boca amargo para una saga que sin lograr brillantez, si ha ofrecido algo diferente en el saturado cine de horror. No recurre a los subgéneros de siempre, tampoco a sus clichés.

A falta de dinero tiramos por una vuelta a los orígenes decidió Coscarelli, más terror, creación de ambientes y momentos oníricos, y menos acción y situaciones cómicas. Como novedad rompemos el esquemático guión que se había convertido en un constante juego del gato y el ratón entre buenos y malos, y añadimos viajes en el tiempo y por fin, un origen sobre la procedencia del cansino hombre alto. Sobre el papel Phantasma 4: Apocalipsis es prometedora.

Pero no, es un esperpento fílmico. Una película que dura apenas ochenta minutos, y la mayoría de ellos son puro relleno, flashbacks de la primera parte y escenas descartadas que quedaron fuera de la misma porque no aportaban nada, metidas ahora con calzador en un guión que pretende ser un puente entre ambas películas, pero sin mucho sentido. Porque después de varias entregas y de recorrerse medio Estados Unidos ¿Es momento de ver cómo el hombre alto llega al pueblo de la primera parte? ¿Cómo atropella a un perro? ¿El último día feliz de los protagonistas? No.

No mejora la cosa con las escenas que suceden en tiempo real. Phantasma 4 tarda en arrancar, o mejor dicho, no arranca. Despierta del letargo solo en un par de set pieces, nada del otro mundo. Mejor una cutre escena de acción sin pasta para efectos especiales, que ver como Mike le roba un helado a Reggie en 1979, o ver los paseos por el desierto del Mike cuarentón en el presente, momentos que solo sirven para reírse del raccord de una saga que se supone sucede en un periodo de tiempo corto, pero en realidad se ha filmado en el transcurso de veinte años -el hombre alto ha envejecido mucho-.

Hablando de reír, y para acabar, esa es otra. Phantasma 4 deja de lado el sentido del humor, sin embargo sus deficiencias y alguna situación -Reggie disfrazándose de heladero- hacen de ella un blanco más fácil de las risas que cualquier película precedente.
30 de agosto de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Don Coscarelli debe gustarle el 'Do it Yourself' (Hágalo Usted Mismo), viendo los diferentes roles que ejerce en cada nueva película que realiza. Phantasma (1979) es el largometraje por el que se hizo conocido, un film de culto que él mismo financió con dinero de la familia, contando con amigos y actores no profesionales para interpretar. Coscarelli dirige, escribe, monta y fotografía, casi todos ellos apartados técnicos que repetiría en las tres secuelas que llegaron años después. Protagonizan Bill Thornbury, Michael Baldwin, Reggie Bannister y Angus Scrimm.

En un pequeño pueblo una serie de extrañas muertes empiezan a sucederse. El responsable parece ser 'el hombre alto' (Scrimm) -nombre por el que se conoce al personaje-, quien exhuma los cadáveres y los convierte en enanos que utiliza como esclavos. La familia Pearson y un amigo (Baldwin, Thornbury y Bannister) investigan los sucesos, relacionados con un mausoleo que es la base de operaciones de sobrenatural acontecimiento -entre muchos otros-.

Al igual que parte del cine de terror independiente que se practicaba en los setenta y ochenta -La Matanza de Texas (1974), Posesión Infernal (1981)- Phantasma tiene una carencia de medios que es suplida por altas dosis de imaginación. No hay que vender la moto, Phantasma no es una gran película, pero hay que atribuirles bastantes méritos, casi todos ellos los que hacen reconocible esta saga por el fan del género fantástico: el ambiente de pesadilla que acompaña las imágenes, la creación de algunos de los iconos del terror recientes -el hombre alto, las esferas asesinas que le acompañan, los enanos encapuchados- y alguna set piece elaborada -la que cierra la película, por decir una-.

Sus defectos, intrínsecos al dinero que disponían, malos actores -aunque Reggie Bannister rápido se gana la simpatía-, efectos especiales solo apañadetes, y un ritmo a trompicones, suma de momentos aburridos y contemplativos, con otros de mucho más interés, aquellos que han hecho del film de Coscarelli -y su labor- sea recordada más de treinta años después de su estreno.
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