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7
8 de enero de 2014
8 de enero de 2014
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es ningún secreto que la mayoría de las series de TV modernas de calidad sean norteamericanas, bien de la HBO, bien de alguno de sus serios rivales como AMC o Showtime. Sin embargo hay algunas excepciones, como por ejemplo las series escandinavas del género negro/thriller/policíaco, que curiosamente tiene también remakes americanos muy buenos (Forbrydelsen y The Killing, Bron/Broen y The Bridge,...).
Una de estas notables excepciones son las series británicas, en las que destacan sobre todos las miniseries: historias cerradas, no demasiado largas, que se desarrollan en pocos episodios: Sherlock, In The Flesh, Black Mirror, Dead Set,...
Utopía es una de estas miniseries británicas. Un thriller conspiranoico, oscuro, negro, violento, friki, y muy absorbente. No es una serie perfecta, pero es muy interesanta, curiosa... y engancha.
Existe un cómic de culto, titulado “Los Experimentos Utopia”, dibujado hace años por paciente de esquizofrenia paranoide ingresado en un psiquiátrico, que anteriormente fue un importante científico. El científico loco, antes de suicidarse, contó en el cómic la historia de un científico que pactaba con el diablo (que aparecía con forma de conejo gigante) a cambio de conocimiento, peor al perecer lo que contaba realmente era su propia historia y los experimentos secretos de algún tipo de conspiración a nivel mundial. O eso es lo que creen los fans del cómic.
Pero existe una segunda parte de este cómic, no editado, todavía un manuscrito único en cuyas páginas se esconde un terrible secreto, y en el que el autor desvelaba la identidad real de uno de sus misteriosos personajes: el señor Conejo. La serie sigue las peripecias de un grupo de frikis, fans del Utopía original que se conocen a través de Internet, cuando se enteran de la existencia del manuscrito de la segunda parte.
Así tenemos a Ian, un anodino informático aficionado a los cómics que trabaja para una multinacional y que aún vive con su madre. A Becky una universitaria estudiante de medicina que padece una enfermedad degenerativa incurable y hereditaria y que quiere hacer una tesis doctoral sobre Utopía y las teorías de la conspiración. A Wilson, un friki de internet obsesionado con la supervivencia, la privacidad y las teorías de la conspiración (la enfermedad de las vacas locas fue provocada, el tsunami del sudeste asiático fue el resultado de la prueba de un arma norteamericana,...) que pasa su tiempo hackeando servidores y bases de datos para tratar de borrar todo rastro suyo en la red. Y a Grant, un niño de once años un poco problemático, hijo de madre soltera y proveniente de un hogar pobre.
Hay un par de matones siniestros, con pinta de ser un poco retrasados, y con una misteriosa bolsa de plástico amarilla en la que guardan su “instrumental”, que van siguiendo la pista de esa segunda parte del comic y de todos los que lo buscan o han tenido relación con él. Y que intentan averiguar el paradero de la misteriosa Jessica Hyde.
Y también hay un alto funcionario del Ministerio de Sanidad Británico, mano derecha del ministro, que está siendo extorsionado y chantajeado: casado con una mujer que se está sometiendo a tratamientos de fertilidad para tratar de tener un hijo, se ve con un prostituta rusa a la que, irónicamente, ha dejado embaraza.
Los chantajistas son una compañía farmacéutica que lo presiona para que el Ministro firme un contrato de compra millonario de una vacuna contra un supuesto brote potencialmente letal de la gripa (conocido como gripe rusa), aunque el ministro no lo considera más que un bluff.
Esta es una serie salvaje, alucinada y alucinante por momentos, con un estilo rompedor y fresco que recuerda a veces a Black Mirror, pero que es más cruda. Tiene un dominio magistral del ritmo y de la velocidad a la hora de darle información al espectador: cuando crees que ya sabes de lo que va te enteras de que sólo tienes conocimiento de una porción de la trama. Luego hay más. Es tremendamente violenta, más de lo que parece, pero con una violencia seca, no efectista, poco tarantiniana.
Destacan, y mucho, la música (las sintonía es “caricaturesca”, -no se me ocurre otra palabra para describirla- como si se tratara de traducir a música un cartoon) y sobre todo el aspecto visual, muy cuidado y estudiado, con planos panorámicos y encuadres poco convencionales y con los colores muy saturados, tanto en exteriores como en interiores, con una gama cromática muy viva: rojos muy rojos, verdes muy verdes, azules muy azules... No en vano la serie gira sobre un cómic, una novela gráfica, porque el tono es como si tratara de llevar a imágenes de TV dibujos de cómic en cuatricromía.
La elección de los actores también me parece muy buena, con esos friáis que tiene el punto el punto justo de frikismo y el punto justo de normalidad para hacerlos verosímiles.
O los personajes de Arby (con un aspecto que es una mezcla de maniaco asesino y de retrasado) y de Jessica Hyde, con ese físico tan peculiar.
O esos malos, retratados con pinta de siniestros, de corporativos, en una habitación tétrica, con las paredes recubiertas de madera oscura de nogal. Mención especial merecen los niños actores. Normalmente en las series o películas son lo que más flojean, no te los acabas de creer. Aquí no es así, están más que correctos.
En fin, si no la habéis visto, os recomiendo que invirtáis seis horas de vuestra vida en ella, porque merece la pena.
Si te interesa y quieres leer más, pásate por: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es
Una de estas notables excepciones son las series británicas, en las que destacan sobre todos las miniseries: historias cerradas, no demasiado largas, que se desarrollan en pocos episodios: Sherlock, In The Flesh, Black Mirror, Dead Set,...
Utopía es una de estas miniseries británicas. Un thriller conspiranoico, oscuro, negro, violento, friki, y muy absorbente. No es una serie perfecta, pero es muy interesanta, curiosa... y engancha.
Existe un cómic de culto, titulado “Los Experimentos Utopia”, dibujado hace años por paciente de esquizofrenia paranoide ingresado en un psiquiátrico, que anteriormente fue un importante científico. El científico loco, antes de suicidarse, contó en el cómic la historia de un científico que pactaba con el diablo (que aparecía con forma de conejo gigante) a cambio de conocimiento, peor al perecer lo que contaba realmente era su propia historia y los experimentos secretos de algún tipo de conspiración a nivel mundial. O eso es lo que creen los fans del cómic.
Pero existe una segunda parte de este cómic, no editado, todavía un manuscrito único en cuyas páginas se esconde un terrible secreto, y en el que el autor desvelaba la identidad real de uno de sus misteriosos personajes: el señor Conejo. La serie sigue las peripecias de un grupo de frikis, fans del Utopía original que se conocen a través de Internet, cuando se enteran de la existencia del manuscrito de la segunda parte.
Así tenemos a Ian, un anodino informático aficionado a los cómics que trabaja para una multinacional y que aún vive con su madre. A Becky una universitaria estudiante de medicina que padece una enfermedad degenerativa incurable y hereditaria y que quiere hacer una tesis doctoral sobre Utopía y las teorías de la conspiración. A Wilson, un friki de internet obsesionado con la supervivencia, la privacidad y las teorías de la conspiración (la enfermedad de las vacas locas fue provocada, el tsunami del sudeste asiático fue el resultado de la prueba de un arma norteamericana,...) que pasa su tiempo hackeando servidores y bases de datos para tratar de borrar todo rastro suyo en la red. Y a Grant, un niño de once años un poco problemático, hijo de madre soltera y proveniente de un hogar pobre.
Hay un par de matones siniestros, con pinta de ser un poco retrasados, y con una misteriosa bolsa de plástico amarilla en la que guardan su “instrumental”, que van siguiendo la pista de esa segunda parte del comic y de todos los que lo buscan o han tenido relación con él. Y que intentan averiguar el paradero de la misteriosa Jessica Hyde.
Y también hay un alto funcionario del Ministerio de Sanidad Británico, mano derecha del ministro, que está siendo extorsionado y chantajeado: casado con una mujer que se está sometiendo a tratamientos de fertilidad para tratar de tener un hijo, se ve con un prostituta rusa a la que, irónicamente, ha dejado embaraza.
Los chantajistas son una compañía farmacéutica que lo presiona para que el Ministro firme un contrato de compra millonario de una vacuna contra un supuesto brote potencialmente letal de la gripa (conocido como gripe rusa), aunque el ministro no lo considera más que un bluff.
Esta es una serie salvaje, alucinada y alucinante por momentos, con un estilo rompedor y fresco que recuerda a veces a Black Mirror, pero que es más cruda. Tiene un dominio magistral del ritmo y de la velocidad a la hora de darle información al espectador: cuando crees que ya sabes de lo que va te enteras de que sólo tienes conocimiento de una porción de la trama. Luego hay más. Es tremendamente violenta, más de lo que parece, pero con una violencia seca, no efectista, poco tarantiniana.
Destacan, y mucho, la música (las sintonía es “caricaturesca”, -no se me ocurre otra palabra para describirla- como si se tratara de traducir a música un cartoon) y sobre todo el aspecto visual, muy cuidado y estudiado, con planos panorámicos y encuadres poco convencionales y con los colores muy saturados, tanto en exteriores como en interiores, con una gama cromática muy viva: rojos muy rojos, verdes muy verdes, azules muy azules... No en vano la serie gira sobre un cómic, una novela gráfica, porque el tono es como si tratara de llevar a imágenes de TV dibujos de cómic en cuatricromía.
La elección de los actores también me parece muy buena, con esos friáis que tiene el punto el punto justo de frikismo y el punto justo de normalidad para hacerlos verosímiles.
O los personajes de Arby (con un aspecto que es una mezcla de maniaco asesino y de retrasado) y de Jessica Hyde, con ese físico tan peculiar.
O esos malos, retratados con pinta de siniestros, de corporativos, en una habitación tétrica, con las paredes recubiertas de madera oscura de nogal. Mención especial merecen los niños actores. Normalmente en las series o películas son lo que más flojean, no te los acabas de creer. Aquí no es así, están más que correctos.
En fin, si no la habéis visto, os recomiendo que invirtáis seis horas de vuestra vida en ella, porque merece la pena.
Si te interesa y quieres leer más, pásate por: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es
10
26 de agosto de 2012
26 de agosto de 2012
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede darse un 10 a una serie de TV. Si consideramos que 10 es la perfección, la respuesta sería que seguramente no. Una serie es algo muy largo y mientras que en una película de dos horas si que es posible que todo sea “perfecto” en una serie con decenas de episodios, seguro que hay algún bajón, alguno que no es tan bueno...
Hasta hace cosa de 10 o 15 años, las series de TV, por muy buenas que fueran, eran las hermanitas pobras compradas con el cine. Eso comenzó a cambiar con la HBO, a las que se sumaron otras también de TV por cable. The Wire es una de las primeras (aunque no la primera) y una de las mejores.
En principio es una serie sobre policías y traficantes de drogas, pero aquí acaba todo parecido con lo habitual. Los personajes tienen todos los matices y contradicciones imaginables, y no pueden estar más lejos de los héroes y del prototipo de villano clásico: esto no es Miami Vice.
Los policías de The Wire no son los típicos buenos de película, abnegados y heroicos servidores públicos sin ningún defecto, aquí son tipos normales y corrientes, los hay corruptos, los hay perezosos que no tiene un especial amor por el trabajo que hacen y a los que no les importa que los casos se solucionen rápidamente, los hay quemados por la burocracia del sistema, tienen problemas personales, los hay alcohólicos,… en este sentido recuerdan un poco a los policías de una serie muy anterior, la magnífica Canción triste de Hill Street.
Y los delincuentes de The Wire no son los típicos malos malísimos, tontos por definición. Los hay con dudas morales, los hay con un código moral propio, los hay que estudian en la universidad, y si, también los hay delincuentes violentos y sin escrúpulos.
La serie se desarrolla en los barrios bajos de Baltimore, donde un la policía lucha, mas bien rutinaria y cansinamente, contra el trapicheo de droga que llevan a cabo las bandas de negros de los projects (las viviendas de protección oficial de renta baja, que son el estercolero de la ciudad y que ellos mismos llama The Hole). El policía protagonista Jimmy McNulty, no está todavía quemado y es un tipo con iniciativa; de hecho para sus compañeros y jefes (que se refieren a él como “el jodido McNulty” -”fucking McNulty”) es lo que oficialmente se denomina un tocapelotas, vamos una verdadera mosca cojonera, incómodo para los jefes cuando se le mete una idea en la cabeza. Tampoco creáis que es un tipo perfecto: separado, con dos hijos casi un alcohólico, incapaz de mantener una relación…
Debido a su insistencia, y a que le cae en gracia a un juez, logra autorización para montar una operación de vigilancia policial, de ahí el título de la serie, que se podría traducir como “La escucha” o “el pinchazo telefónico”, porque viene de “tap wire”.
Pero sus jefes no pueden estar más en contra, supone más trabajo que hacer, mas recursos que dedicar, y todo para algo que probablemente no llegue a nada, así que, aunque tienen que obedecer al juez, le dan lo peor de lo peor: un local abandonado en un sótano y los policías que encuentran entre la morralla del cuerpo: reclutas recién salidos de la academia con un conocido historial de incompetencia, policías violentos con el gatillo fácil, una detective lesbiana, un policía mayor que en lo único que parece interesado es en hacer muebles de casa de muñecas para después venderlos,…
Sin embargo, con estos mimbres para el cesto, McNulty es capaz de sacar de cada uno lo mejor, pues poco a poco cada uno de los miembros del equipo empieza a revelar que tiene cualidades, quizás no valgan todos para todos, pero cada uno tiene alguna aptitud aprovechable y en lo que es bueno. Y empieza a obtener resultados, para sorpresa y desagrado de sus jefes…
Durante los sesenta episodios de una hora de duración que tiene la serie no sólo se tratan los temas de la investigación policial, los yonquis confidentes de la policía, las escuchas, las bandas y el trapicheo de drogas, ese es el núcleo, pero a partir de la primera temporada, se introducen más temas.
Por ejemplo en la segunda (la más aislada del resto de la seria) se pone el énfasis en cómo llega el suministro de drogas a las bandas y por donde entran las drogas, el contrabando, las mujeres,…: el puerto de Baltimore.
En la tercera temporada, sin abandonar el tema de las drogas se pone el acento en la política y en los trapicheos entre políticos, jefes de policía, al alcalde.
En la cuarta temporada se tratan los orígenes de las bandas, es decir como niños pequeños de los barrios pobres acaban convirtiéndose en pandilleros y traficantes, así que se critica al sistema educativo y gran parte de la acción tiene lugar en una escuela pública.
Y la quinta temporada introduce una crítica a los medios de comunicación, y particularmente en la prensa escrita, mientras se sigue tratando el tema de las guerras entre bandas.
De hecho una de las cosas que hace de The Wire una serie “difícil” y no apta para todos los espectadores es el ritmo y la manera de tratar los casos: cada caso que se investiga dura toda una temporada de 10 o 12 capítulos. Es decir, esto no es como una serie “normal” en la que en cada episodio se plantea un caso, se investiga y se resuelve, o mucho menos como C.S.I., en el que en un mismo episodio se plantean y resuelven 2 o 3 casos a la ve. No esto va mucho más lento…
Además la nómina de personajes no para de crecer, cada vez hay más y más, y para empeorar las cosas, los personajes de las bandas tienen todos apodos. Hay cerca de 100 personajes importantes a lo largo de la serie, en los distintos ámbitos: la policía, las bandas, los políticos, la escuela, los narcotraficantes,… lo cual los hace casi imposibles de seguir. Mención especial merecen los diálogos, brillantes y llenos de humor negro, que merecen ser escuchados en versión original, sobre todo los de los pandilleros negros de las calles para apreciar esa forma gangsta de hablar tan particular que tienen.
(sigo sin desvelar nada)
Hasta hace cosa de 10 o 15 años, las series de TV, por muy buenas que fueran, eran las hermanitas pobras compradas con el cine. Eso comenzó a cambiar con la HBO, a las que se sumaron otras también de TV por cable. The Wire es una de las primeras (aunque no la primera) y una de las mejores.
En principio es una serie sobre policías y traficantes de drogas, pero aquí acaba todo parecido con lo habitual. Los personajes tienen todos los matices y contradicciones imaginables, y no pueden estar más lejos de los héroes y del prototipo de villano clásico: esto no es Miami Vice.
Los policías de The Wire no son los típicos buenos de película, abnegados y heroicos servidores públicos sin ningún defecto, aquí son tipos normales y corrientes, los hay corruptos, los hay perezosos que no tiene un especial amor por el trabajo que hacen y a los que no les importa que los casos se solucionen rápidamente, los hay quemados por la burocracia del sistema, tienen problemas personales, los hay alcohólicos,… en este sentido recuerdan un poco a los policías de una serie muy anterior, la magnífica Canción triste de Hill Street.
Y los delincuentes de The Wire no son los típicos malos malísimos, tontos por definición. Los hay con dudas morales, los hay con un código moral propio, los hay que estudian en la universidad, y si, también los hay delincuentes violentos y sin escrúpulos.
La serie se desarrolla en los barrios bajos de Baltimore, donde un la policía lucha, mas bien rutinaria y cansinamente, contra el trapicheo de droga que llevan a cabo las bandas de negros de los projects (las viviendas de protección oficial de renta baja, que son el estercolero de la ciudad y que ellos mismos llama The Hole). El policía protagonista Jimmy McNulty, no está todavía quemado y es un tipo con iniciativa; de hecho para sus compañeros y jefes (que se refieren a él como “el jodido McNulty” -”fucking McNulty”) es lo que oficialmente se denomina un tocapelotas, vamos una verdadera mosca cojonera, incómodo para los jefes cuando se le mete una idea en la cabeza. Tampoco creáis que es un tipo perfecto: separado, con dos hijos casi un alcohólico, incapaz de mantener una relación…
Debido a su insistencia, y a que le cae en gracia a un juez, logra autorización para montar una operación de vigilancia policial, de ahí el título de la serie, que se podría traducir como “La escucha” o “el pinchazo telefónico”, porque viene de “tap wire”.
Pero sus jefes no pueden estar más en contra, supone más trabajo que hacer, mas recursos que dedicar, y todo para algo que probablemente no llegue a nada, así que, aunque tienen que obedecer al juez, le dan lo peor de lo peor: un local abandonado en un sótano y los policías que encuentran entre la morralla del cuerpo: reclutas recién salidos de la academia con un conocido historial de incompetencia, policías violentos con el gatillo fácil, una detective lesbiana, un policía mayor que en lo único que parece interesado es en hacer muebles de casa de muñecas para después venderlos,…
Sin embargo, con estos mimbres para el cesto, McNulty es capaz de sacar de cada uno lo mejor, pues poco a poco cada uno de los miembros del equipo empieza a revelar que tiene cualidades, quizás no valgan todos para todos, pero cada uno tiene alguna aptitud aprovechable y en lo que es bueno. Y empieza a obtener resultados, para sorpresa y desagrado de sus jefes…
Durante los sesenta episodios de una hora de duración que tiene la serie no sólo se tratan los temas de la investigación policial, los yonquis confidentes de la policía, las escuchas, las bandas y el trapicheo de drogas, ese es el núcleo, pero a partir de la primera temporada, se introducen más temas.
Por ejemplo en la segunda (la más aislada del resto de la seria) se pone el énfasis en cómo llega el suministro de drogas a las bandas y por donde entran las drogas, el contrabando, las mujeres,…: el puerto de Baltimore.
En la tercera temporada, sin abandonar el tema de las drogas se pone el acento en la política y en los trapicheos entre políticos, jefes de policía, al alcalde.
En la cuarta temporada se tratan los orígenes de las bandas, es decir como niños pequeños de los barrios pobres acaban convirtiéndose en pandilleros y traficantes, así que se critica al sistema educativo y gran parte de la acción tiene lugar en una escuela pública.
Y la quinta temporada introduce una crítica a los medios de comunicación, y particularmente en la prensa escrita, mientras se sigue tratando el tema de las guerras entre bandas.
De hecho una de las cosas que hace de The Wire una serie “difícil” y no apta para todos los espectadores es el ritmo y la manera de tratar los casos: cada caso que se investiga dura toda una temporada de 10 o 12 capítulos. Es decir, esto no es como una serie “normal” en la que en cada episodio se plantea un caso, se investiga y se resuelve, o mucho menos como C.S.I., en el que en un mismo episodio se plantean y resuelven 2 o 3 casos a la ve. No esto va mucho más lento…
Además la nómina de personajes no para de crecer, cada vez hay más y más, y para empeorar las cosas, los personajes de las bandas tienen todos apodos. Hay cerca de 100 personajes importantes a lo largo de la serie, en los distintos ámbitos: la policía, las bandas, los políticos, la escuela, los narcotraficantes,… lo cual los hace casi imposibles de seguir. Mención especial merecen los diálogos, brillantes y llenos de humor negro, que merecen ser escuchados en versión original, sobre todo los de los pandilleros negros de las calles para apreciar esa forma gangsta de hablar tan particular que tienen.
(sigo sin desvelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Además de esa lentitud engañosa en la que parece que no pasa nada, la trama es sorprendentemente complicada, y funciona de manera precisa como un reloj: cosas (o personajes) aparentemente sin importancia que ocurren en un episodio, pueden ser importantes para acontecimientos de episodios (o temporadas posteriores).
Todo esto hace que no sea una serie fácil: no entra inmediatamente, pero si se tiene paciencia, y se le dan unos cuantos (bastantes) episodios de margen de confianza, acaba enganchando y revela su genialidad: es una serie de televisión que tiene la calidad de las mejores películas de cine, y que es mucho mejor que la mayoría del cine que se hace hoy en día.
En definitiva, quizás The Wire no sea la mejor serie de TV de la historia, pero se le aproxima bastante, así que si alguna merece un 10, una de ellas es esta, seguro.
Más en:
http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2012/08/the-wire-las-series-de-tv-alcanzan-al.html
Todo esto hace que no sea una serie fácil: no entra inmediatamente, pero si se tiene paciencia, y se le dan unos cuantos (bastantes) episodios de margen de confianza, acaba enganchando y revela su genialidad: es una serie de televisión que tiene la calidad de las mejores películas de cine, y que es mucho mejor que la mayoría del cine que se hace hoy en día.
En definitiva, quizás The Wire no sea la mejor serie de TV de la historia, pero se le aproxima bastante, así que si alguna merece un 10, una de ellas es esta, seguro.
Más en:
http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2012/08/the-wire-las-series-de-tv-alcanzan-al.html

6,6
27.459
7
12 de noviembre de 2016
12 de noviembre de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo haces una película para contar una historia que dura poco más de tres minutos y de la que todo el mundo conoce el final?
Así a primera vista, difícil. Bueno, difícil sin que resulte aburrida o pesada. Normalmente las películas de catástrofes, sobre todo estas superproducciones de los años 70 (con un enorme presupuesto y un bastantes cameos pequeñitos de estrellas conocidas pero un poco venidas a menos), ya sabéis, tipo terremoto bestial, accidente en un aeropuerto o fuego en un rascacielos, lo que hacían era dedicar más de la primera hora de la película a irte presentando un montón de personajes normalitos que luego iban a sufrir (y muchos de ellos morir) en la catástrofe. Y luego en la segunda mitad de la película era donde echaban el resto con los efectos especiales (filmando llamas, olas gigantescas, o grietas abriéndose en la tierra) mientras los personajes iban muriendo (algunos heroicamente, otros no tanto) y el héroe o los héroes sobreviviendo y salvando gente.
Y claro, así salían las películas que salían.
El bueno de Clint Eastwood ha optado por otro camino, y la verdad es que ha acertado. El tipo lo ha clavado.
Y eso que aparentemente no era nada fácil. La historia la conoce todo el mundo, todo el mundo sabe como acabó: hace unos años (en enero de 2009 creo) un avión con los motores estropeados, en lugar de estrellarse, logra hacer un aterrizaje de emergencia –bueno un amerizaje- en el río Hudson, en medio de Nueva York.
Encima se salvaron todos, de los 155 ocupantes del avión (entre pasaje y tripulación), no murió nadie. Buena noticia sin duda, pero a la hora de hacer una película digamos que te quita bastantes posibilidades “dramáticas”.
Y para colmo, desde que el avión despega hasta que empiezan a tener problemas no pasan más que unos minutos, pocos. Desde entonces hasta que logran amerizar, ni cuatro (208 segundos en total)... Y el rescate completo no llegó a la media hora (24 minutos según parece). Vamos que en total menos de una hora de “chicha” para llevar a la pantalla.
Y como no hay realmente “accidente”, poco tienes para lucirte con los efectos especiales. Bueno, la verdad es que en esto Eastwood le saca todo el partido que puede (las escenas –pocas- del avión planeando y amerizando están muy bien hechas) y hace un poquito de trampa (repeticiones, pesadillas,...) pero se le perdonan.
El caso es que la mejor decisión que toma el guionista para contar esta historia es centrarse no en el accidente, sino en la investigación posterior. Si amigos, porque aunque al incidente se lo conoció como “El milagro del Hudson” y el capitán del avión es recordado como un héroe, también hubo investigación.
Y esto da la oportunidad de centrarse en el personaje del capitán Chesley Sullenberger, al que todos llaman Sully, de retratar su personalidad, y sus dudas; las que llega a tener pese a lo claro que lo tiene todo al principio. Y además te da la oportunidad de metere un poco de intriga en la trama... (la mezquindad de la compañía aérea, de las compañías de seguros,...)
Lo cierto es que todo el peso de la película lo lleva Tom Hanks. Es el prototipo de héroe perfecto. Noble, valiente, seguro, experimentado, que nunca pierde la calma y no para de preocuparse de sus pasajeros,... No es que los demás estén mal (también hay alguna pequeña historia cortita de algún pasajero, para humanizarlos y que sepamos de ellos un poco y no sean meros figurantes), ni siquiera el copiloto o las azafatas. Es que Tom Hanks se los come en pantalla.
Por cierto, durante los títulos de crédito aparecen escenas con los protagonistas reales (capitán, copiloto y pasajeros) y la verdad es que han logrado darles un parecido bastante más que razonable, eso si, a costa de encanecer y envejecer al bueno de Tom Hanks. Aquí os dejo una foto para que comparéis.
El caso es que eso de empezar la historia por el final (y de hecho de terminarla también), le permite a Eastwood hacer un largometraje de duración normal sin que resulte pesado. Meter sus momentos heroicos donde hay que meterlos, su suspense donde debe estar, y contar en flashback el accidente y el rescate... incluso hacerlo varias veces, o desde varios puntos de vista.
El resultado final es una buena película, muy buena de hecho. Entretenida, emocionante, que no aburre... No se acerca a las grandes obras maestras de Eastwood tipo Grand Torino, Sin Perdón o Million Dollar Baby, pero la verdad es que está mejor que las últimas como J.Edgar, El Francotirador, Jersey Boys o incluso Invictus. En definitiva, muy recomendable.
Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2016/11/sully-155-mi-numero-es-155.html
Así a primera vista, difícil. Bueno, difícil sin que resulte aburrida o pesada. Normalmente las películas de catástrofes, sobre todo estas superproducciones de los años 70 (con un enorme presupuesto y un bastantes cameos pequeñitos de estrellas conocidas pero un poco venidas a menos), ya sabéis, tipo terremoto bestial, accidente en un aeropuerto o fuego en un rascacielos, lo que hacían era dedicar más de la primera hora de la película a irte presentando un montón de personajes normalitos que luego iban a sufrir (y muchos de ellos morir) en la catástrofe. Y luego en la segunda mitad de la película era donde echaban el resto con los efectos especiales (filmando llamas, olas gigantescas, o grietas abriéndose en la tierra) mientras los personajes iban muriendo (algunos heroicamente, otros no tanto) y el héroe o los héroes sobreviviendo y salvando gente.
Y claro, así salían las películas que salían.
El bueno de Clint Eastwood ha optado por otro camino, y la verdad es que ha acertado. El tipo lo ha clavado.
Y eso que aparentemente no era nada fácil. La historia la conoce todo el mundo, todo el mundo sabe como acabó: hace unos años (en enero de 2009 creo) un avión con los motores estropeados, en lugar de estrellarse, logra hacer un aterrizaje de emergencia –bueno un amerizaje- en el río Hudson, en medio de Nueva York.
Encima se salvaron todos, de los 155 ocupantes del avión (entre pasaje y tripulación), no murió nadie. Buena noticia sin duda, pero a la hora de hacer una película digamos que te quita bastantes posibilidades “dramáticas”.
Y para colmo, desde que el avión despega hasta que empiezan a tener problemas no pasan más que unos minutos, pocos. Desde entonces hasta que logran amerizar, ni cuatro (208 segundos en total)... Y el rescate completo no llegó a la media hora (24 minutos según parece). Vamos que en total menos de una hora de “chicha” para llevar a la pantalla.
Y como no hay realmente “accidente”, poco tienes para lucirte con los efectos especiales. Bueno, la verdad es que en esto Eastwood le saca todo el partido que puede (las escenas –pocas- del avión planeando y amerizando están muy bien hechas) y hace un poquito de trampa (repeticiones, pesadillas,...) pero se le perdonan.
El caso es que la mejor decisión que toma el guionista para contar esta historia es centrarse no en el accidente, sino en la investigación posterior. Si amigos, porque aunque al incidente se lo conoció como “El milagro del Hudson” y el capitán del avión es recordado como un héroe, también hubo investigación.
Y esto da la oportunidad de centrarse en el personaje del capitán Chesley Sullenberger, al que todos llaman Sully, de retratar su personalidad, y sus dudas; las que llega a tener pese a lo claro que lo tiene todo al principio. Y además te da la oportunidad de metere un poco de intriga en la trama... (la mezquindad de la compañía aérea, de las compañías de seguros,...)
Lo cierto es que todo el peso de la película lo lleva Tom Hanks. Es el prototipo de héroe perfecto. Noble, valiente, seguro, experimentado, que nunca pierde la calma y no para de preocuparse de sus pasajeros,... No es que los demás estén mal (también hay alguna pequeña historia cortita de algún pasajero, para humanizarlos y que sepamos de ellos un poco y no sean meros figurantes), ni siquiera el copiloto o las azafatas. Es que Tom Hanks se los come en pantalla.
Por cierto, durante los títulos de crédito aparecen escenas con los protagonistas reales (capitán, copiloto y pasajeros) y la verdad es que han logrado darles un parecido bastante más que razonable, eso si, a costa de encanecer y envejecer al bueno de Tom Hanks. Aquí os dejo una foto para que comparéis.
El caso es que eso de empezar la historia por el final (y de hecho de terminarla también), le permite a Eastwood hacer un largometraje de duración normal sin que resulte pesado. Meter sus momentos heroicos donde hay que meterlos, su suspense donde debe estar, y contar en flashback el accidente y el rescate... incluso hacerlo varias veces, o desde varios puntos de vista.
El resultado final es una buena película, muy buena de hecho. Entretenida, emocionante, que no aburre... No se acerca a las grandes obras maestras de Eastwood tipo Grand Torino, Sin Perdón o Million Dollar Baby, pero la verdad es que está mejor que las últimas como J.Edgar, El Francotirador, Jersey Boys o incluso Invictus. En definitiva, muy recomendable.
Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2016/11/sully-155-mi-numero-es-155.html
8
28 de mayo de 2016
28 de mayo de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Martin Scorsese se le da bien hacer películas de gagnsters, de mafiosos, esto es un hecho. Cuando se ha apartado de este tipo de historias la verdad es que el resultado ha sido desigual y no siempre satisfactorio. Ya en el mundo de las series tiene alguna incursión de este tipo, como por ejemplo la magnífica Boardwalk Empire.
Pero que el hombre se metiera en una serie (de ficción) sobre la época gloriosa de la música Rock podría parecer que –a priori-, no era exactamente lo suyo. Pero por otro lado resulta que Scorsese es un enamorado de la música y ha dirigido varios documentales (no siempre demasiado conocidos o reconocidos) sobre el blues, el rock, etc.
Y encima, en Vynil también está metido como co-creador nada menos que Mick Jagger... así que ¿de verdad te vas a perder una serie así? En mi caso la respuesta evidente era “no”.
Como en otras ocasionas Scorsese se reserva el papel de creador, productor,... y director del episodio piloto. Y resulta que el piloto es como una película de Scorsese, y no de las malas. Digo como una película y lo digo literalmente: el episodio piloto es excesivo, ruidoso, impresionante, y está al nivel de bastantes películas del director. Un largísimo capitulo, de casi dos horas, que es una película en si misma, y que sirve para presentar los personajes y establecer las reglas, como un prólogo para el resto de la serie, en la que la música está sonando continuamente y la historia avanza acelerada, como el protagonista de la misma: Richie Finestra.
Decía al principio que a Scorsese lo que se le da realmente bien son las películas de gangsters, y Vynil en el fondo no es más que eso, pero ambientada en el mundillo de la música rock y en la época cumbre de la misma: a principios de los 70.
Pero más allá del episodio piloto, la serie no decae, sino que toma vida propia y es capaz de sostenerse e ir creciendo durante los otros nueve episodios que forman la primera temporada. En la serie están muy bien retratados los movimientos musicales que se estaban dando por aquella época, algunos que el visionario Richie logra ver y anticipar (por ejemplo el nacimiento del punk, que por aquella época ya empezaba a dar señales de vida antes de su eclosión a nivel popular dos o tres años después), y otros que no (por ejemplo el nacimiento de la música disco, música bailable para negros que acabaría arrasando también entre los blancos, cuando lo que en aquella época imperaba como música bailable para negros era el funk).
A este respecto hay diálogos muy buenos, como cuando Richie entra en la oficina y está sonando un disco de ABBA (recordad que estamos sólo en el 73) y mientras todos se burlan (“¿Pero que mariconada es esto?”, “¡Esto es música de chicas!”,...) Richie vaticina: “¿No lo veis? Música pegadiza, estribillos tarareables,... Estos tíos van a llenar estadios....”.
O por ejemplo el diálogo en el que la nueva encargada de la imagen del sello, una fotógrafa que se encargará de modernizar el logotipo y las portadas, trata de explicar porqué ellos están anticuados poniendo fotos de los grupos en las portadas y toma como ejemplo el Dark Side of the Moon de los Pink Floyd (recién salido por aquella época): “¿Veis?, este disco está sonando en todas partes y lo único que hay es un dibujo en la portada. Pink Floyd es un concepto, es algo más que una banda ¿dónde están las fotos de la banda?”.
Y junto con ese estilo mafioso en el fondo de la historia, a lo largo de la serie van desfilando y apareciendo todos los que fueron (y eran en aquella época) alguien en el mundo del rock: los todopoderosos Led Zeppelin, Alice Cooper, David Bowie, Lou Reed, Andy Warhol, los New York Dolls,... incluso un decrépito Elvis Presley.
Bobby Cannavele, que ya había trabajado con Scorsese interpretando al psicópata Gyp Rosetti en Boardwalk Empire, es el elegido como protagonista para interpretar a Richie Finestra, y la verdad es que lo hace muy bien en el papel de acelerado medio-ejecutivo medio mafiosillo que siempre está al borde del abismo, a punto de perder a su familia, a sus hijos, su compañía de discos...
De hecho la trama hace gala del conocido slogan: sexo, drogas y rock & roll, y no sólo por los músicos: Richie, sus socios, sus empleados,... quien más quien menos en la serie usa y abusa de las tres cosas a raudales, música por negocios, coca por diversión y sexo por ambas cosas... (al fin y al cabo es una manera de pagar ciertos favores... a la crítica, a los DJ’s de las radios, a los artistas más rentables...)
No da una visión precisamente modélica del mundillo de las compañías de discos: métodos mafiosos con los Dj’s, engaños a los músicos a los que trataban de exprimir hasta el último céntimo,... en fin, quizás no estuvo muy alejado de la realidad.
No se cuanto de la experiencia personal de Mick Jagger (uno de los co-creadores) hay en la serie y cuanto es invención. Lo que si está presente de Jagger es su hijo: James Jagger, que aquí interpreta a un joven prometedor e inconformista músico inglés (la verdad es que el acento no lo puede disimular) expatriado en los Estados Unidos al frente de una banda de proto-punk formada por músicos como él: jóvenes, inexpertos, pero con mucha rabia y ganas de provocar. Poca técnica pero mucho carisma. Una de las principales tramas de la serie trata precisamente del descubrimiento de esta banda por la compañía y de cómo intentan convertirlos en los nuevos talentos del sello, al tiempo que los tratan de “domar” sin quitarles su frescura. La verdad es que el hijo de Jagger no lo hace del todo mal.
En fin, una serie notable: si te gusta Scorsese, tienes que verla. Si te gusta el rock, tienes que verla, y ya si te gustan ambas cosas... pues eso.
Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2016/05/vynil-sexo-drogas-y-rocknroll.html
Pero que el hombre se metiera en una serie (de ficción) sobre la época gloriosa de la música Rock podría parecer que –a priori-, no era exactamente lo suyo. Pero por otro lado resulta que Scorsese es un enamorado de la música y ha dirigido varios documentales (no siempre demasiado conocidos o reconocidos) sobre el blues, el rock, etc.
Y encima, en Vynil también está metido como co-creador nada menos que Mick Jagger... así que ¿de verdad te vas a perder una serie así? En mi caso la respuesta evidente era “no”.
Como en otras ocasionas Scorsese se reserva el papel de creador, productor,... y director del episodio piloto. Y resulta que el piloto es como una película de Scorsese, y no de las malas. Digo como una película y lo digo literalmente: el episodio piloto es excesivo, ruidoso, impresionante, y está al nivel de bastantes películas del director. Un largísimo capitulo, de casi dos horas, que es una película en si misma, y que sirve para presentar los personajes y establecer las reglas, como un prólogo para el resto de la serie, en la que la música está sonando continuamente y la historia avanza acelerada, como el protagonista de la misma: Richie Finestra.
Decía al principio que a Scorsese lo que se le da realmente bien son las películas de gangsters, y Vynil en el fondo no es más que eso, pero ambientada en el mundillo de la música rock y en la época cumbre de la misma: a principios de los 70.
Pero más allá del episodio piloto, la serie no decae, sino que toma vida propia y es capaz de sostenerse e ir creciendo durante los otros nueve episodios que forman la primera temporada. En la serie están muy bien retratados los movimientos musicales que se estaban dando por aquella época, algunos que el visionario Richie logra ver y anticipar (por ejemplo el nacimiento del punk, que por aquella época ya empezaba a dar señales de vida antes de su eclosión a nivel popular dos o tres años después), y otros que no (por ejemplo el nacimiento de la música disco, música bailable para negros que acabaría arrasando también entre los blancos, cuando lo que en aquella época imperaba como música bailable para negros era el funk).
A este respecto hay diálogos muy buenos, como cuando Richie entra en la oficina y está sonando un disco de ABBA (recordad que estamos sólo en el 73) y mientras todos se burlan (“¿Pero que mariconada es esto?”, “¡Esto es música de chicas!”,...) Richie vaticina: “¿No lo veis? Música pegadiza, estribillos tarareables,... Estos tíos van a llenar estadios....”.
O por ejemplo el diálogo en el que la nueva encargada de la imagen del sello, una fotógrafa que se encargará de modernizar el logotipo y las portadas, trata de explicar porqué ellos están anticuados poniendo fotos de los grupos en las portadas y toma como ejemplo el Dark Side of the Moon de los Pink Floyd (recién salido por aquella época): “¿Veis?, este disco está sonando en todas partes y lo único que hay es un dibujo en la portada. Pink Floyd es un concepto, es algo más que una banda ¿dónde están las fotos de la banda?”.
Y junto con ese estilo mafioso en el fondo de la historia, a lo largo de la serie van desfilando y apareciendo todos los que fueron (y eran en aquella época) alguien en el mundo del rock: los todopoderosos Led Zeppelin, Alice Cooper, David Bowie, Lou Reed, Andy Warhol, los New York Dolls,... incluso un decrépito Elvis Presley.
Bobby Cannavele, que ya había trabajado con Scorsese interpretando al psicópata Gyp Rosetti en Boardwalk Empire, es el elegido como protagonista para interpretar a Richie Finestra, y la verdad es que lo hace muy bien en el papel de acelerado medio-ejecutivo medio mafiosillo que siempre está al borde del abismo, a punto de perder a su familia, a sus hijos, su compañía de discos...
De hecho la trama hace gala del conocido slogan: sexo, drogas y rock & roll, y no sólo por los músicos: Richie, sus socios, sus empleados,... quien más quien menos en la serie usa y abusa de las tres cosas a raudales, música por negocios, coca por diversión y sexo por ambas cosas... (al fin y al cabo es una manera de pagar ciertos favores... a la crítica, a los DJ’s de las radios, a los artistas más rentables...)
No da una visión precisamente modélica del mundillo de las compañías de discos: métodos mafiosos con los Dj’s, engaños a los músicos a los que trataban de exprimir hasta el último céntimo,... en fin, quizás no estuvo muy alejado de la realidad.
No se cuanto de la experiencia personal de Mick Jagger (uno de los co-creadores) hay en la serie y cuanto es invención. Lo que si está presente de Jagger es su hijo: James Jagger, que aquí interpreta a un joven prometedor e inconformista músico inglés (la verdad es que el acento no lo puede disimular) expatriado en los Estados Unidos al frente de una banda de proto-punk formada por músicos como él: jóvenes, inexpertos, pero con mucha rabia y ganas de provocar. Poca técnica pero mucho carisma. Una de las principales tramas de la serie trata precisamente del descubrimiento de esta banda por la compañía y de cómo intentan convertirlos en los nuevos talentos del sello, al tiempo que los tratan de “domar” sin quitarles su frescura. La verdad es que el hijo de Jagger no lo hace del todo mal.
En fin, una serie notable: si te gusta Scorsese, tienes que verla. Si te gusta el rock, tienes que verla, y ya si te gustan ambas cosas... pues eso.
Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2016/05/vynil-sexo-drogas-y-rocknroll.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Estamos en 1973. Richie, italiano (¿os suena?), junto con un par de colegas judíos, tiene una exitosa compañía de discos. Exitosa en apariencia, porque por debajo del lujo, del glamour, de tener un jet privado para ellos,... lo que hay es una compañía en otros tiempos exitosa, pero que ahora está de capa caída. Una compañía que se mantiene a duras penas gracias a prácticas digamos “poco limpias” (contratos draconianos a los artistas, sobornos a los DJ’s de las emisoras de radio para que pongan sus discos, falseamiento de los números de ventas de discos,...).
Así que ahora que la apariencia sigue siendo buena, aunque el interior esté podrido, ha llegado el momento de vender la compañía, colocársela a los alemanes de la Deutsche Grammophon, antes de que se den cuenta, y de paso embolsarse unos millones. Pero...
Siempre hay un pero. En este caso, dos... Uno es que el acelerado Richie tiene una visión: reinventar su compañía, la que el creó, hacerla renacer de sus cenizas y darle otro rumbo, más innovador, más radical. En el fondo a Richie lo que le gusta es este mundillo.El otro tiene más que ver con el tema de las “pelis de gangsters”, y no lo revelo porque sería hacer un spoiler enorme. De hecho es el tema conductor del primer episodio, el piloto.
Respecto a lo primero, Richie frustra la operación venta, sin contar con sus socios judíos y con el consiguiente mosqueo, y se lanza a innovar, a renovar su compañía.
Así que ahora que la apariencia sigue siendo buena, aunque el interior esté podrido, ha llegado el momento de vender la compañía, colocársela a los alemanes de la Deutsche Grammophon, antes de que se den cuenta, y de paso embolsarse unos millones. Pero...
Siempre hay un pero. En este caso, dos... Uno es que el acelerado Richie tiene una visión: reinventar su compañía, la que el creó, hacerla renacer de sus cenizas y darle otro rumbo, más innovador, más radical. En el fondo a Richie lo que le gusta es este mundillo.El otro tiene más que ver con el tema de las “pelis de gangsters”, y no lo revelo porque sería hacer un spoiler enorme. De hecho es el tema conductor del primer episodio, el piloto.
Respecto a lo primero, Richie frustra la operación venta, sin contar con sus socios judíos y con el consiguiente mosqueo, y se lanza a innovar, a renovar su compañía.
5
30 de junio de 2015
30 de junio de 2015
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En lugar de decantarse por una serie claramente de género (fantástico, thriller, terror, ciencia ficción,...), los creador es de Manhattan han apostado por otra vía, la que podríamos llamar “drama de época”. No quiero decir que sea una serie biográfica, o histórica, o ambientada en la era victoriana,... No, no es eso. Por “drama de época” me estoy refiriendo a series ambientadas en un momento histórico del pasado más o menos reciente, a veces incluso un pasado que algunos espectadores pueden haber vivido.
Son series como Halt & Catch Fire, Mad Men, Masters of Sex,... en las que se apuesta por una buena ambientación.
El título viene del Proyecto Manhattan, que fue como el gobierno norteamericano denominó a proyecto ultrasecreto para desarrollar la bomba atómica. Aunque se repartió por varias ubicaciones (reactores para fabricar plutonio y uranio, plantas industriales para enriquecerlo, emplazamientos para laboratorios,...) la principal fue probablemente aquella en la que se centra la serie: Los Álamos, una ciudad efímera levantada en medio del desierto en el norte del estado de Nuevo México, donde se situaron los laboratorios de ingeniería destinados a construir físicamente la bomba.
La verdad es que es ganas de crearse problemas decidirse por hacer una serie que cuenta una historia que sabemos como acaba: obviamente lo lograron, consiguieron fabricar la bomba. El merito está en contar como lo hicieron sin aburrir porque sabemos que finalmente lo hicieron.
La premisa central se basa en mostrar una carrera: Los americanos desarrollaron dos diseños diferentes de la bomba atómica. El primero (el que dio como resultado la bomba de Hiroshima) se conocía como thin man
El segundo, que dio lugar a la bomba de Nagasaki y a la bomba de prueba que se detonó en Alamogordo, se llamaba fat man y era una bomba de implosión.
En la serie se muestra la carrera entre los dos equipos, y la rivalidad entre ellos, sobre todo entre sus respectivos jefes: Akley, que dirigía el equipo de thin man, y frank winter, que dirigía el de fat man.
Mientras que el primero era el plan A, el ojito derecho de Oppenheimer, el director del proyecto, el segundo era sólo el plan de reserva, el “por si acaso”, un proyecto en el que pocos creían salvo el propio Winter y los que trabajaban con él.
Las comparaciones con Creadores de sombras son casi inevitables, pero los parecidos son completamente superficiales y mínimos. Son historias completamente distintas. En aquella película Oppenheimer era el protagonista, el científico jefe, brillante, pero también joven que era mangoneado casi a su antojo por Leslie Groves, el general al mando militar del proyecto. En esta serie Oppenheimer es un personaje lejano –casi no aparece- el jefe supremo al que todos respetan y –casi- todos temen.
Aquí lo que se relata es la rivalidad entre Akley y Winter, junto con las dificultades que va teniendo el proyecto y que por momentos parecen inclinar la balanza de un diseño hacia el otro.
Sin embargo lo más interesante de la serie no es esto. Lo más interesante es el contexto. Por un lado tenemos a las familias de los científicos, a los que estos han arrastrado con ellos hacia su trabajo en el desierto y que viven inconscientes de lo que sus maridos o sus padres hacen: no solo para el resto del mundo fuera del laboratorio era un tema secreto, también para los propios habitantes de Los Álamos.
Y por otro tenemos a los militares. Desde los soldaditos de a pie (que tampoco saben que se cuece exactamente allí, y que poco a poco te das cuenta de que no están tanto para proteger a ese grupo de empollones, sino para controlarlos y vigilarlos) hasta los de inteligencia, que buscan espías donde los hay y donde no los hay.
Sin embargo, con estos ingredientes la serie dista mucho de ser buena. Le falta chispa para enganchar. Y eso que hay subtramas muy interesantes con las que podían haberlo logrado... pero están desaprovechadas.
Por ejemplo las familias. Mientras que la mayoría de las familias de los científicos del proyecto no son científicos ni tienen formación científica, la mujer de Frank Winter, si. Es botánica, y como se aburre empieza a estudiar las extrañas mutaciones de la flora local, o por qué su colonia de abejas que usa para polinizar mueren sistemáticamente.
O también el tema del espionaje y la paranoia de los militares al respecto: científicos con ascendencia oriental que venden patentes secretas porque tiene problemas financieros, o científicos de ascendencia judía con familiares en la Europa oriental a los que quieren sacar de allí, del frente oriental de la guerra, para lo cual necesitan de los rusos.
Y no solo es paranoia contra los espías del exterior: el ejército impuso una estricta política de compartimentación que impedía que un equipo usara información del otro, así que acceder a documentos del otro equipo o compartirlos podía meterte en serios problemas.
Pero no, lamentablemente ni el tema principal (la rivalidad entre ambos hombres) ni los secundarios logren que la serie remonte. Se empieza a ver con agrado, pero el ritmo es demasiado lento, no aprovecha las subtramas, y acaba aburriendo por momentos. Probablemente hubiese ganado mucho si contra la historia completa (hasta el final del desarrollo de la bomba) durante los 13 episodios de la primera temporada. Pero como en tantas otras ocasiones han preferido alargar y alargar, y la primera temporada queda inconclusa, a la espera de una segunda (que se estrena este 2015) y probablemente otras sucesivas, hasta que loa audiencia se canse y la cancelen sin acabar la historia: el defecto de siempre.
Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2015/06/manhattan-no-es-precisamente-una-bomba.html
Son series como Halt & Catch Fire, Mad Men, Masters of Sex,... en las que se apuesta por una buena ambientación.
El título viene del Proyecto Manhattan, que fue como el gobierno norteamericano denominó a proyecto ultrasecreto para desarrollar la bomba atómica. Aunque se repartió por varias ubicaciones (reactores para fabricar plutonio y uranio, plantas industriales para enriquecerlo, emplazamientos para laboratorios,...) la principal fue probablemente aquella en la que se centra la serie: Los Álamos, una ciudad efímera levantada en medio del desierto en el norte del estado de Nuevo México, donde se situaron los laboratorios de ingeniería destinados a construir físicamente la bomba.
La verdad es que es ganas de crearse problemas decidirse por hacer una serie que cuenta una historia que sabemos como acaba: obviamente lo lograron, consiguieron fabricar la bomba. El merito está en contar como lo hicieron sin aburrir porque sabemos que finalmente lo hicieron.
La premisa central se basa en mostrar una carrera: Los americanos desarrollaron dos diseños diferentes de la bomba atómica. El primero (el que dio como resultado la bomba de Hiroshima) se conocía como thin man
El segundo, que dio lugar a la bomba de Nagasaki y a la bomba de prueba que se detonó en Alamogordo, se llamaba fat man y era una bomba de implosión.
En la serie se muestra la carrera entre los dos equipos, y la rivalidad entre ellos, sobre todo entre sus respectivos jefes: Akley, que dirigía el equipo de thin man, y frank winter, que dirigía el de fat man.
Mientras que el primero era el plan A, el ojito derecho de Oppenheimer, el director del proyecto, el segundo era sólo el plan de reserva, el “por si acaso”, un proyecto en el que pocos creían salvo el propio Winter y los que trabajaban con él.
Las comparaciones con Creadores de sombras son casi inevitables, pero los parecidos son completamente superficiales y mínimos. Son historias completamente distintas. En aquella película Oppenheimer era el protagonista, el científico jefe, brillante, pero también joven que era mangoneado casi a su antojo por Leslie Groves, el general al mando militar del proyecto. En esta serie Oppenheimer es un personaje lejano –casi no aparece- el jefe supremo al que todos respetan y –casi- todos temen.
Aquí lo que se relata es la rivalidad entre Akley y Winter, junto con las dificultades que va teniendo el proyecto y que por momentos parecen inclinar la balanza de un diseño hacia el otro.
Sin embargo lo más interesante de la serie no es esto. Lo más interesante es el contexto. Por un lado tenemos a las familias de los científicos, a los que estos han arrastrado con ellos hacia su trabajo en el desierto y que viven inconscientes de lo que sus maridos o sus padres hacen: no solo para el resto del mundo fuera del laboratorio era un tema secreto, también para los propios habitantes de Los Álamos.
Y por otro tenemos a los militares. Desde los soldaditos de a pie (que tampoco saben que se cuece exactamente allí, y que poco a poco te das cuenta de que no están tanto para proteger a ese grupo de empollones, sino para controlarlos y vigilarlos) hasta los de inteligencia, que buscan espías donde los hay y donde no los hay.
Sin embargo, con estos ingredientes la serie dista mucho de ser buena. Le falta chispa para enganchar. Y eso que hay subtramas muy interesantes con las que podían haberlo logrado... pero están desaprovechadas.
Por ejemplo las familias. Mientras que la mayoría de las familias de los científicos del proyecto no son científicos ni tienen formación científica, la mujer de Frank Winter, si. Es botánica, y como se aburre empieza a estudiar las extrañas mutaciones de la flora local, o por qué su colonia de abejas que usa para polinizar mueren sistemáticamente.
O también el tema del espionaje y la paranoia de los militares al respecto: científicos con ascendencia oriental que venden patentes secretas porque tiene problemas financieros, o científicos de ascendencia judía con familiares en la Europa oriental a los que quieren sacar de allí, del frente oriental de la guerra, para lo cual necesitan de los rusos.
Y no solo es paranoia contra los espías del exterior: el ejército impuso una estricta política de compartimentación que impedía que un equipo usara información del otro, así que acceder a documentos del otro equipo o compartirlos podía meterte en serios problemas.
Pero no, lamentablemente ni el tema principal (la rivalidad entre ambos hombres) ni los secundarios logren que la serie remonte. Se empieza a ver con agrado, pero el ritmo es demasiado lento, no aprovecha las subtramas, y acaba aburriendo por momentos. Probablemente hubiese ganado mucho si contra la historia completa (hasta el final del desarrollo de la bomba) durante los 13 episodios de la primera temporada. Pero como en tantas otras ocasiones han preferido alargar y alargar, y la primera temporada queda inconclusa, a la espera de una segunda (que se estrena este 2015) y probablemente otras sucesivas, hasta que loa audiencia se canse y la cancelen sin acabar la historia: el defecto de siempre.
Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2015/06/manhattan-no-es-precisamente-una-bomba.html
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