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Críticas 78
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
6 de octubre de 2005
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se habla de lo personal y arriesgada que esta película. Bueno, vale, podría ser. Pero se nota que la sombra de Almodóvar es larga, muy larga. Ramón Salazar parece que pretende convertirse en el nuevo gurú del cine gay en España. Pero sus dos largometrajes dejan un panorama bastante desalentador. Hay que reconocer que "Hongos" tenía su gracia, y mucha (aunque casi toda se basaba en aprovechar a Mónica Cervera). Con "Piedras" llegó el descalabro. Una “película de mujeres”, donde los retratos no podían ser más estereotípicos y de la que muy poco se podía salvar de la quema.

"20 centímetros" mejora (algo nada complicado) el resultado de su predecesora, pero es una película, a todas luces, fallida. La película es un musical, eso vaya por delante. Parece que el malagueño siempre soñó con hacer uno. Pues bien, aparte de algún número musical medio salvable, la mayoría de ellos son bastante malos; cuando no, un absoluto despropósito (ese “Quiero ser santa”, esperpéntico). Por no hablar de lo poco que aportan al conjunto del filme, o de la inverosímil narcolepsia de la protagonista para explicar esos numeritos. Que está muy visto ya lo de soñar para evadirse del cruel mundo que te ha tocado vivir.

Ese cruel mundo lleno de miserias y personajes marginales es el que sí retrata con bastante más acierto Salazar. En ocasiones es capaz de arrancarnos una sonrisa, o de emocionarnos, o de engancharnos a sus historias, sus alegrías o sus miserias. En otros momentos se le va demasiado la mano, o es capaz de meternos historias tan previsibles como la del personaje de Rossy de Palma, un momento de guión tan visto, que no provoca ningún impacto.

Y es que para ser una referencia en el cine homosexual (o, simplemente, en el cine) no basta con querer serlo, y no basta con tratar los mismo temas que ya han tratado Fassbinder o Almodóvar. Hay que hacerlo bien. Esperemos que así sea alguna vez.
12 de febrero de 2006
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El otro lado de la cama" ha sido uno de los más sonados (y merecidos) éxitos del reciente cine español. Una divertidísima comedia, fresca, muy bien escrita, sabiamente dirigida, con unos números musicales algo torpes, pero no exentos de encanto...en fin, una de las mejores muestras de humor patrio que uno haya visto en el nuevo milenio.

El éxito de aquella, ha provocado esta secuela (igualmente exitosa) que no es capaz de mantener el nivel, aunque sí es capaz de hacer pasar un buen rato. Acusa el problema de toda segunda parte: el factor sorpresa ya se ha perdido. Cuando una la secuela se limita a copiar los planteamientos de su predecesora, se hace demasiado evidente lo innecesario de la propuesta. El guión sigue los mismos parámetros, los personajes masculinos siguen estando mucho mejor escritos que los femeninos (excepción hecha de Pilar Castro)... nada cambia. En cuanto a los números musicales, les falta el encanto que tenían los de la original. Y ese encanto se basaba en la falta de pretenciosidad, cosa que no ocurre aquí. La calidad es la misma, pero las intenciones, no. El resultado, mucho más ridículo.

Cierto es que la película tiene sus momentos hilarantes y sus gags afortunados; pero también es cierto que el guión, a nivel general, es mucho más flojo y con situaciones un tanto forzadas e inverosímiles.

En fin, una película prescindible (ya se hizo, y mucho mejor), que se salva por el buen hacer del equipo técnico y artístico que estás detrás, pero que ya podían aprovechar su talento en explorar nuevas ideas, en lugar de ir a por el dinero fácil.
6 de octubre de 2005
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Guédiguian es uno de esos directores que no ocultan sus inclinaciones políticas. Ni en su vida, ni en su cine. Como Ken Loach, presume de comunismo, y su cine es claramente militante, de izquierdas. El director marsellés lleva años rodando en su ciudad, siempre con el mismo equipo técnico y artístico, y siempre tocando los mismos temas (aunque con su posterior película, Presidente Miterrand, parece que inicia una nueva etapa en su carrera).

Aparte de su ideología, claramente visible en cada trabajo suyo, un tema que siempre ha tenido una vital importancia en su cine, es el amor. "Mi padre es ingeniero" es, básicamente, una historia de amor. Dos personas que se aman, a pesar de que las circunstancias vitales de cada uno, los hayan separado.

Se inicia la película con Natacha en una especie de estado de shock (que hasta el final no sabemos a qué es debido), y sin querer pronunciar una palabra. Este hecho provoca el reencuentro con Jérémie, su amor de toda la vida. A través de diversos flash-backs se nos muestra como era aquella relación de dos médicos comunistas convencidos. Ella decidió quedarse en su ciudad, y ayudar a los más cercanos. Él, pretendía llevar su ayuda a mayor escala.

En el momento en el que se encuentran, los dos están sufriendo una crisis. Se preguntan si merece o no la pena luchar por lo que siempre han luchado. La idea de ayudar a mejorar el mundo siempre es bonita, pero puede llegar a ser muy frustrante. El director, en medio de esta hermosa historia de amor, no deja de lado sus habituales temas; como el conflicto racial o la clase obrera.

Quizás haya temas que puedan sonar a ya vistos en su filmografía, pero a mí, en ningún momento, me pareció estar viendo más de lo mismo. Quizás, lo que menos gracia me hizo fue la utilización de la Pastoral, a la que Guédiguian quería darle un significado muy concreto, pero con la que no sintonicé en ningún momento del filme. Un filme, por otra parte, contado con enorme sensibilidad y llevado con exquisito gusto por el siempre interesante director francés
6 de octubre de 2005
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Garci sigue oliendo a rancio. "Ninette" es otra muestra más de lo que hace años viene siendo la carrera de este director. Una vez más, su película se encuadra en la posguerra española. Y una vez más, la visión del autor sobre esa época no puede ser más edulcorada e idealizada. Una vez más, reina ese ambiente de cartón-piedra, ese tono de falsedad y esa forzada teatralidad (en el peor sentido de la palabra).

Por fortuna, el guión que firman la habitual pareja Garci-Valcárcel (desde "Canción de cuna" colaboran ininterrumpidamente) no es original. Su mejor trabajo en los últimos diez años es "El Abuelo", gracias al texto de Pérez Galdós, y a un inmenso Fernán Gómez. Y es que con un texto ajeno, las obsesiones del realizador son mucho menos evidentes. Ahora son dos textos de Mihura, los que son adaptados en una sola película.

Un texto que, sin ser gran cosa, posee un cierto encanto y una nada despreciable comicidad. Si bien es cierto, que todo ello se va perdiendo y diluyendo a medida que transcurre el metraje. Y a darle lustre a ese texto colaboran especialmente un elenco de intérpretes en estado de gracia, especialmente unos secundarios excelentes (impagables Fernando Delgado y Enrique Villén). En cuanto a la pareja protagonista, el siempre eficiente Carlos Hipólito cumple a la perfección (aunque quizás no era un papel que se le ajustara totalmente) y sorprende Elsa Pataky. Cuesta trabajo entrar con ese acento francés, pero nos lo consigue hacer olvidar gracias a su sensualidad y a una comicidad encantadora. Ahora sí, los pocos momentos dramáticos que tiene su personaje, son para olvidar, y la actriz muestra en ellos todas las limitaciones que tiene.

Así que el gran mérito de Garci en esta ocasión ha sido conseguir esa sorprendente química entre Pataky e Hipólito, y rodearse de unos secundarios magníficos. El resto, a seguir anclado en el pasado y hacer películas viejas, o más bien, debería decir envejecidas.
17 de abril de 2007
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo me pregunto una cosa: ¿hay alguna ley, no escrita, que establezca como norma que las películas bélicas (o muchas de las películas con “pretensiones”) deben durar más de dos horas? Si es así, me callo. Si no, no logro comprender como “Banderas de nuestros padres” contiene 132 minutos. También reconozco, eso sí, que el género bélico me da mucha pereza. Entre mis motivaciones no se encuentra ver la recreación con todo tipo de detalles de tal o cual batalla. Para mí, el cine bélico sirve sólo cuando es profundamente antibelicista. Por eso mi película de cabecera de este género siempre será “Senderos de Gloria”, 86 minutos de alegato profundamente antibelicista, en los que Kubrick no se recrea innecesariamente en ningún momento.

Sí, que hay muchas películas antibelicistas que recrean con toda la crudeza posible momentos de la guerra (Coppola, Spielberg, Stone), y esa crudeza se supone que sirve para subrayar la denuncia. De acuerdo. Pero si observamos la última tendencia del cine bélico instaurada por Spielberg, parece que se ha convertido en una especie de competición por ver quien es capaz de retratar con mayor realismo, con mayor crudeza, y (todo sea dicho) con mayor espectacularidad, las sangrientas batallas. Y se crea un efecto contrario. La gente sale admirando al director por lo bien que ha sido capaz de rodar esas secuencias. Casi se podría decir que los espectadores disfrutan con ese maravilloso espectáculo visual. A mí, esta moda de meter la cámara en las entrañas de la batalla no me dice absolutamente nada. Es más de lo mismo.

No entiendo el sentido que tiene que Eastwood vuelva a hacer lo que ya hizo su amigo Spielberg, y tampoco sé con qué propósito, la verdad. Pero bueno, esta claro que quería hacer una película antibelicista. Y, sí, por supuesto que lo es.

Todo el interés de este trabajo está en los “héroes”que fabrica USA. La historia de esos muchachos elegidos héroes nacionales por puro azar, y sin que nada especial hicieran para ello. De hecho, Eastwood nos habla del sinsentido que supone el concepto de héroe en algo tan terrible como es una guerra. Ese tour de los elegidos representa perfectamente el absurdo al que puede llegar una confrontación bélica. Ahí es donde consigue el mayor efecto la película, donde se nos muestra algo novedoso, y donde el mensaje cala más profundamente.

Pero el problema es que la narración es sorprendentemente torpe. Llena de continuos flash-backs que rompen de manera sistemática el ritmo, una y otra vez. Y como digo, una duración a todas luces excesiva, que se deja sentir durante todo el metraje, pero que se hace especialmente tediosa en el último tramo.

Una valiosa película por su deconstrucción del concepto de héroe de guerra, pero que se pierde en una narrativa farragosa, y en el virtuosismo técnico de reconstrucción bélica.
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