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7,8
12.504
9
7 de julio de 2011
7 de julio de 2011
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que los intentos de concienciación ciudadana acerca de los peligros inherentes a la conducción por carretera se encuentran tan a la orden del día, y, más aún, tan común a voces de toda clase y condición resulta el afirmar que el cine español hará un largo tiempo nos dejó, resulta cuanto menos agradable, por no decir catártico, encontrar obras como la que nos ocupa, en que el buen hacer patrio conjugó sólidos ejercicios cinematográficos que, lejos de haber quedado desfasados, se reafirman como referentes no sólo de su época sino de toda una modalidad de arte para un país entero, en este caso el nuestro. Y, ciertamente, uno se enorgullece cuando alguna vez, aunque sean las menos, ve sus prejuicios y reticencias desmontados ante la evidente maestría de ciertos cineastas, a los que no duda en calificar de artistas, aunque sólo se disponga, como hoy, de un elemento a contrastar.
Así, "Muerte de un ciclista" adquiere un valor incalculable no sólo en términos estrictamente cinematográficos (evidentes), sino emocionales y también sociales, como fiel reflejo de su tiempo y el venidero. El trabajo de Bardem tras la cámara y el de su ayudante de fotografía, Alfredo Fraile, es absolutamente exquisito, de ahí que crea necesario mentar el nombre de tamaños maestros en su terreno, pues cada toma es un pequeño milagro (genial, a su vez, el uso de la iluminación). Por otro lado, el guión, firmado por el propio Bardem, si bien se puede tildar de discursivo en exceso en su parte final, me parece correctísimo, dando pie a situaciones muy logradas que el poderío visual comentado se encarga de elevar hasta casi el hipnotismo.
Con respecto a las interpretaciones nada que objetar, únicamente destacar por encima del resto a Carlos Casaravilla, espléndido en su rol de pícaro y risueño chantajista (qué miradas y sugerente cadencia en sus palabras, joder). Todos ellos, los actores, se encargarán de inmortalizar esta historia de bajas y primitivas pasiones; de miedos y pecados que se enredan en el alma; de dudas y descenso a los infiernos; de arrepentimientos y egoísmos sin vuelta de hoja; de plasmación de realidades que no entienden de épocas, de tan universales; de reflejo, en suma, del reverso más oscuro del ser humano: el acomodamiento y el velar por uno mismo, desoyendo al mundo y a los que te rodean. A través de la mirada irónica y tremendamente lúcida de la cámara de Bardem y el marco de la alta burguesía todo ello hace de "Muerte de un ciclista" una obra que golpea con fuerza inusitada y se agiganta en la memoria.
Una delicia.
Así, "Muerte de un ciclista" adquiere un valor incalculable no sólo en términos estrictamente cinematográficos (evidentes), sino emocionales y también sociales, como fiel reflejo de su tiempo y el venidero. El trabajo de Bardem tras la cámara y el de su ayudante de fotografía, Alfredo Fraile, es absolutamente exquisito, de ahí que crea necesario mentar el nombre de tamaños maestros en su terreno, pues cada toma es un pequeño milagro (genial, a su vez, el uso de la iluminación). Por otro lado, el guión, firmado por el propio Bardem, si bien se puede tildar de discursivo en exceso en su parte final, me parece correctísimo, dando pie a situaciones muy logradas que el poderío visual comentado se encarga de elevar hasta casi el hipnotismo.
Con respecto a las interpretaciones nada que objetar, únicamente destacar por encima del resto a Carlos Casaravilla, espléndido en su rol de pícaro y risueño chantajista (qué miradas y sugerente cadencia en sus palabras, joder). Todos ellos, los actores, se encargarán de inmortalizar esta historia de bajas y primitivas pasiones; de miedos y pecados que se enredan en el alma; de dudas y descenso a los infiernos; de arrepentimientos y egoísmos sin vuelta de hoja; de plasmación de realidades que no entienden de épocas, de tan universales; de reflejo, en suma, del reverso más oscuro del ser humano: el acomodamiento y el velar por uno mismo, desoyendo al mundo y a los que te rodean. A través de la mirada irónica y tremendamente lúcida de la cámara de Bardem y el marco de la alta burguesía todo ello hace de "Muerte de un ciclista" una obra que golpea con fuerza inusitada y se agiganta en la memoria.
Una delicia.
8 de marzo de 2014
8 de marzo de 2014
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Proyectada en la fase final del festival de cine de Murcia (IBAFF), y con una escasa distribución, de momento, a sus espaldas, Centro histórico se perfiló el pasado viernes como el plato fuerte que todos esperaban. Nada sorprendente, por otra parte, teniendo en cuenta los pesos pesados encargados de la dirección, todos ellos reputados directores con una amplia carrera y una visión muy personal y genuina del cine que, hermanados en un proyecto común (la promoción turística de la ciudad de Guimarães, “fundadora” de Portugal) acabaron por hacer lo que les vino en gana… para suerte de los espectadores ávidos de sensaciones diferentes. Dividida, pues, en cuatro actos bien diferenciados estilística y discursivamente, la obra, que fue definida como “bizarra” por el propio Pedro Costa, presente durante la presentación del filme, se antoja, sin embargo, como un todo cohesionado y perfectamente armónico, donde las diversas voces se complementan para elaborar una suerte de mosaico de una realidad histórica que trasciende los límites físicos de esa ciudad abocada a la extinción. Así, no estamos hablando de Guimarães únicamente, ya que la mirada de los realizadores aspira a ser universal en su aprehensión del eterno mal de siglo, reflexionando sobre el pasado, el presente y el futuro de todos nosotros en cuanto engranajes de la historia.
Pudiera pensarse en la icónica Manhattan, pero no. Aquí lo que interesa no es la exaltación desde el sentimiento; Centro histórico es mucho más oscura y desencantada, algo así como un viaje al fin de la ciudad, un regreso al “horror” de Joseph Conrad sin dejarse arrastrar, eso sí, por la locura (atentos a la escena del ascensor en la parte de Costa, que a mí personalmente me recuerda muchísimo a los compases finales de Apocalypse Now). En todo caso, no nos llevemos a engaño, la cinta no creo que pretenda sentar cátedra de ningún tipo. De hecho, el tono evita la solemnidad de baratillo para permitirse el lucimiento del humor, último reducto salvador ante una situación vital de asfixia que aliviar con el vitalismo derrotista del siempre contradictorio -y fiel a sus constantes- Kaurismaki o la mirada sarcástica que proporciona el paso de los años de Oliveira, quizá el más consciente de la inevitabilidad de sucumbir (sorprende, también, el parecido en intenciones con la reciente y muy destacable La gran belleza, de Paolo Sorrentino). Ambas historias abren y cierran la película, permitiendo la buena ventilación del bucle elegíaco en que se convierte el conjunto dedicado al hombre-máquina. En medio, la ya mencionada aportación de Costa: onírica, subyugante, sugerente, atmosférica y abierta a mil interpretaciones, pareciera el desfile militar de una conciencia de clase, sobre todo, aunque también cabe una visión más general.
Por último, nos queda hablar de la tercera historia, la dirigida por Víctor Erice, y que actúa como el elemento humanizador más tangible y emocional de la propuesta. Dicha historia girará en torno a una fotografía antigua de los trabajadores de una fábrica de la ciudad que fue, allá por los inicios del siglo XX, una de las más importantes del país. Esta fotografía la servirá al director para orquestar su particular réquiem por los que ya no están y apenas si se dieron cuenta de que existían mientras lo hicieron. Viene a la mente el ejercicio deconstructivo de Guerín y su Tren de sombras, con la que comparte algún punto en la geografía fantasmal de sus vaivenes. Ambos directores se valdrán del artificio artístico para alcanzar sus propósitos, consiguiendo de manera realmente paradójica una cercanía y un poder de convicción que te remueven, en este último caso al ritmo suave y triste de un acordeón con que llorar a lo pasado e introducir los muros que observan los turistas desde la tranquilidad de su autobús en el cierre que dirigirá Oliveira. Al final, queda la sensación de haber asistido a una muestra de cine insólito, combativo, genuino, inquieto y para nada condescendiente.
(crítica escrita para cinemaldito.com)
Pudiera pensarse en la icónica Manhattan, pero no. Aquí lo que interesa no es la exaltación desde el sentimiento; Centro histórico es mucho más oscura y desencantada, algo así como un viaje al fin de la ciudad, un regreso al “horror” de Joseph Conrad sin dejarse arrastrar, eso sí, por la locura (atentos a la escena del ascensor en la parte de Costa, que a mí personalmente me recuerda muchísimo a los compases finales de Apocalypse Now). En todo caso, no nos llevemos a engaño, la cinta no creo que pretenda sentar cátedra de ningún tipo. De hecho, el tono evita la solemnidad de baratillo para permitirse el lucimiento del humor, último reducto salvador ante una situación vital de asfixia que aliviar con el vitalismo derrotista del siempre contradictorio -y fiel a sus constantes- Kaurismaki o la mirada sarcástica que proporciona el paso de los años de Oliveira, quizá el más consciente de la inevitabilidad de sucumbir (sorprende, también, el parecido en intenciones con la reciente y muy destacable La gran belleza, de Paolo Sorrentino). Ambas historias abren y cierran la película, permitiendo la buena ventilación del bucle elegíaco en que se convierte el conjunto dedicado al hombre-máquina. En medio, la ya mencionada aportación de Costa: onírica, subyugante, sugerente, atmosférica y abierta a mil interpretaciones, pareciera el desfile militar de una conciencia de clase, sobre todo, aunque también cabe una visión más general.
Por último, nos queda hablar de la tercera historia, la dirigida por Víctor Erice, y que actúa como el elemento humanizador más tangible y emocional de la propuesta. Dicha historia girará en torno a una fotografía antigua de los trabajadores de una fábrica de la ciudad que fue, allá por los inicios del siglo XX, una de las más importantes del país. Esta fotografía la servirá al director para orquestar su particular réquiem por los que ya no están y apenas si se dieron cuenta de que existían mientras lo hicieron. Viene a la mente el ejercicio deconstructivo de Guerín y su Tren de sombras, con la que comparte algún punto en la geografía fantasmal de sus vaivenes. Ambos directores se valdrán del artificio artístico para alcanzar sus propósitos, consiguiendo de manera realmente paradójica una cercanía y un poder de convicción que te remueven, en este último caso al ritmo suave y triste de un acordeón con que llorar a lo pasado e introducir los muros que observan los turistas desde la tranquilidad de su autobús en el cierre que dirigirá Oliveira. Al final, queda la sensación de haber asistido a una muestra de cine insólito, combativo, genuino, inquieto y para nada condescendiente.
(crítica escrita para cinemaldito.com)

8,3
155.599
7
2 de diciembre de 2010
2 de diciembre de 2010
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si me preguntaran cuál fue la película que más me impactó en mi infancia sin duda respondería que ésta. Contaba yo 14 años más o menos cuando mi profesor de religión (el cual también me descubrió la maravillosa "La milla verde") decidió que sería una buena idea proyectar entre sus alumnos cierta obra acerca de lo que nos une y separa a los seres humanos. Valores como los de la amistad, la tolerancia, el respeto, la igualdad y el amor en su máxima expresión cobraron un sentido hasta entonces desconocido para mí y mis compañeros, pues siendo todos unos cabras locas, durante dos horas que se hicieron suspiros no recuerdo que nadie osara siquiera parpadear, no fuera a perderse algún momento clave. Si algo tiene esta cinta es que hipnotiza, desde luego.
Ahora, unos cuantos años después, mis percepciones no han cambiado; es más, American History X ha pasado a ser una de mis obras favoritas, no sólo como referencia antirracista (que es el tema que estructura toda la narración), sino como un ejemplo capital de buen cine. De ése que tan de uvas a peras nos visita y nos cautiva; del que embelesa y te hace preguntarte si lo que estás viendo no será una ventana a otra dimensión más asible de lo que uno hubiera imaginado. Si tal grado de credibilidad y naturalidad en la dirección y la actuación no será incluso algo que reprocharle, por poner el pabellón demasiado alto. Alabado sea Edward Norton, a propósito.
Lo cierto es que, en cualquier caso, y a pesar de que la obra no se posiciona, sino que expone -virtud de agradecer, pienso- y de que haya gente que le acuse su evidencia narrativa y sus licencias expositivas -cualquier película las tiene-, American History X es una cinta de obligado visionado y, por encima de todo, un ejemplo palpable de por qué el cine es y será por muchos años la rama más notoria y apreciable de lo que llamamos arte. O Arte, que también pudiera ser. Gracias, "Bombi", pues, por aguantarme y abrirme las puertas del cielo.
Ahora, unos cuantos años después, mis percepciones no han cambiado; es más, American History X ha pasado a ser una de mis obras favoritas, no sólo como referencia antirracista (que es el tema que estructura toda la narración), sino como un ejemplo capital de buen cine. De ése que tan de uvas a peras nos visita y nos cautiva; del que embelesa y te hace preguntarte si lo que estás viendo no será una ventana a otra dimensión más asible de lo que uno hubiera imaginado. Si tal grado de credibilidad y naturalidad en la dirección y la actuación no será incluso algo que reprocharle, por poner el pabellón demasiado alto. Alabado sea Edward Norton, a propósito.
Lo cierto es que, en cualquier caso, y a pesar de que la obra no se posiciona, sino que expone -virtud de agradecer, pienso- y de que haya gente que le acuse su evidencia narrativa y sus licencias expositivas -cualquier película las tiene-, American History X es una cinta de obligado visionado y, por encima de todo, un ejemplo palpable de por qué el cine es y será por muchos años la rama más notoria y apreciable de lo que llamamos arte. O Arte, que también pudiera ser. Gracias, "Bombi", pues, por aguantarme y abrirme las puertas del cielo.

6,7
34.907
7
12 de julio de 2011
12 de julio de 2011
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo ni idea de por qué vi esta película, supongo que porque la mayoría de veces tira más la malsana curiosidad que la aburrida lógica. El caso es que le tenía yo mucho asco a esta directora habiendo visto exclusivamente su aclamada y vapuleada, según el espectador, "Lost in translation". Me pareció un poquito trepa y pretenciosa ella (lo que hacen los prejuicios, oye). Así, cierto día se me ocurrió probar con su primer trabajo, el cual, debo reconocer aun así, me inspiraba unas ligeras buenas vibraciones (¿tendría la fama menos subida a la cabeza?). Hasta ayer pospuse el comprobarlo.
Ciertamente, "Las vírgenes suicidas" es una película algo irregular, de tono tirando a indefinido entre la fábula dramática y la comedia negra (yo me reí a gusto unas cuantas veces), pero me convenció, qué coño. La atmósfera que consigue crear su directora, tan peculiar, tan ensoñadora (aunque le falte algo de lírica), tan absorbente con tan escaso empleo de recursos me parece muy honesta y virtuosa en su simpleza, diríase cercana dentro de su notable extravagancia. Puede que sea de recibo el acusarle, como se le acusa, buscar constantemente la bonita estampa, a lo "anuncio de compresas" he leído por ahí, pero poco importa si uno consigue desprenderse de su yo más cuestionador y se deja seducir por esta historia atípica que, finalmente, podrá pecar de algo vacua, podría ser, mas que aquí hay cine es innegable. Ingenuo, liviano y desnudo (o de dudosa moraleja), pero cine. Y rodado con mucha clase.
PD. Kirsten Dunst adorable, claro. Como si eso no lo notara uno nada más verla.
Ciertamente, "Las vírgenes suicidas" es una película algo irregular, de tono tirando a indefinido entre la fábula dramática y la comedia negra (yo me reí a gusto unas cuantas veces), pero me convenció, qué coño. La atmósfera que consigue crear su directora, tan peculiar, tan ensoñadora (aunque le falte algo de lírica), tan absorbente con tan escaso empleo de recursos me parece muy honesta y virtuosa en su simpleza, diríase cercana dentro de su notable extravagancia. Puede que sea de recibo el acusarle, como se le acusa, buscar constantemente la bonita estampa, a lo "anuncio de compresas" he leído por ahí, pero poco importa si uno consigue desprenderse de su yo más cuestionador y se deja seducir por esta historia atípica que, finalmente, podrá pecar de algo vacua, podría ser, mas que aquí hay cine es innegable. Ingenuo, liviano y desnudo (o de dudosa moraleja), pero cine. Y rodado con mucha clase.
PD. Kirsten Dunst adorable, claro. Como si eso no lo notara uno nada más verla.

8,2
55.997
9
23 de diciembre de 2011
23 de diciembre de 2011
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya iba siendo hora, la verdad, de darle una oportunidad al tal Capra, ¿no? Ya iba siendo hora de poner a prueba mi hombría y mis conductos lagrimales, mi paciencia ante el melodrama y la manipulación fílmica más zafios -pudiera pensarse-. De hecho, observo con algo de asombro que la peli de marras, reveladora ya desde su título, es también bastante controvertida... pues vaya. En cualquier caso, me la suda totalmente el debate, yo vine aquí a dar las gracias, que es algo que se hace poco y conviene ejercitar de vez en cuando. Creo que la ocasión es propicia. Quizá me equivoque (ejemm, ¿validador/a?).
Total, que doy gracias, primeramente, por haber nacido y estar hoy aquí, escribiendo estas torpes líneas que ahora lees (daremos gracias de paso a cuantos profesores dedicaron tiempo y ganas para instruirlo a uno, a su manera; sin ellos sería menos yo, más insignificante).
Doy gracias, también, por ser de los que se conocen al dedillo los defectos (muchos y muy variados) pero nunca terminan de asombrarse. Es decir, doy gracias por el conocerse y el ir poco a poco perfilándose, esta vez a tu manera, mientras redescubres otras vías. Quién sabe si no las mismas disfrazadas con otros colores para gritar "sorpresa".
Doy gracias por tener un hogar y una referencia, sin importar adonde viaje ni cuán lejos esté. Doy gracias porque mis pasos no son siempre obtusos y le he pillado el ritmo al mundo, que podrá correr si así lo ve oportuno pero yo correré también detrás de él, lazo en mano, por si me encapricho de la luna o de algún planeta no muy grande, eso sí.
Doy gracias por tantos y tantos amigos como tengo dispersos por el pueblo, la ciudad, el país e incluso el globo. Sin vosotros vivir no sería tan ameno ni tan estimulante y aunque es cierto que no todos podemos ser almas gemelas y complementarnos totalmente o vernos tanto como nos gustaría os llevo siempre encima, como letra pequeña que estampar al final de los contratos: me fían tropecientos, mire usted, señor banquero... por ejemplo.
Doy gracias por ser de familia numerosa, porque si bien puede llegar a ser cargante de cojones al final es mucho más lo que se aprende que lo que se pierde (¿qué? ¿mejores juguetes? ¿aún más comodidades?). Doy gracias porque nunca nos faltó de nada y la jungla en que vivimos es así porque siempre fuimos animales: desde niños jugando a pelearnos.
Doy gracias porque, aunque es difícil, todavía se me permite tener algo de idealista y de ingenuo trasnochado u optimista. Doy gracias por ver la luz al final del túnel, más tarde o más temprano, cuando llueven las hostias y toca subir cuestas o bajarlas sin el casco. Doy gracias por conservar todos los dientes y por seguir una rutina de ejercicios: a mí los males.
(...)
Total, que doy gracias, primeramente, por haber nacido y estar hoy aquí, escribiendo estas torpes líneas que ahora lees (daremos gracias de paso a cuantos profesores dedicaron tiempo y ganas para instruirlo a uno, a su manera; sin ellos sería menos yo, más insignificante).
Doy gracias, también, por ser de los que se conocen al dedillo los defectos (muchos y muy variados) pero nunca terminan de asombrarse. Es decir, doy gracias por el conocerse y el ir poco a poco perfilándose, esta vez a tu manera, mientras redescubres otras vías. Quién sabe si no las mismas disfrazadas con otros colores para gritar "sorpresa".
Doy gracias por tener un hogar y una referencia, sin importar adonde viaje ni cuán lejos esté. Doy gracias porque mis pasos no son siempre obtusos y le he pillado el ritmo al mundo, que podrá correr si así lo ve oportuno pero yo correré también detrás de él, lazo en mano, por si me encapricho de la luna o de algún planeta no muy grande, eso sí.
Doy gracias por tantos y tantos amigos como tengo dispersos por el pueblo, la ciudad, el país e incluso el globo. Sin vosotros vivir no sería tan ameno ni tan estimulante y aunque es cierto que no todos podemos ser almas gemelas y complementarnos totalmente o vernos tanto como nos gustaría os llevo siempre encima, como letra pequeña que estampar al final de los contratos: me fían tropecientos, mire usted, señor banquero... por ejemplo.
Doy gracias por ser de familia numerosa, porque si bien puede llegar a ser cargante de cojones al final es mucho más lo que se aprende que lo que se pierde (¿qué? ¿mejores juguetes? ¿aún más comodidades?). Doy gracias porque nunca nos faltó de nada y la jungla en que vivimos es así porque siempre fuimos animales: desde niños jugando a pelearnos.
Doy gracias porque, aunque es difícil, todavía se me permite tener algo de idealista y de ingenuo trasnochado u optimista. Doy gracias por ver la luz al final del túnel, más tarde o más temprano, cuando llueven las hostias y toca subir cuestas o bajarlas sin el casco. Doy gracias por conservar todos los dientes y por seguir una rutina de ejercicios: a mí los males.
(...)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Doy gracias por haber descubierto el cine y por vivir, cada vez más, de él enamorado.
Doy gracias, qué coño, por el amor y por lo bello de vivir. Sí, otra vez. Y cuantas hagan falta, que nunca nadie ha muerto por exceso de melaza, coleguis, relajad el pulso y votad al alza. A veces viene bien olvidarse de lo chungo que está el mundo si así nos agenciamos unas alas.
Y a volar, cojones. Y a sonreír de oreja a oreja mientras vas comiéndote cristales. Que ya ves, si lo peor va a ser la falta de costumbre quién mejor que un ángel para darte unas lecciones. ¿Cómo? ¿Que no conoces ninguno? Mira bien, anda, mira mejor y con más ganas.
Mira qué bello es vivir. Otra vez. Y otra.
Mira qué ciego estabas. Y cuánta magia.
Mira qué obra maestra con tan pocas florituras.
Lo complicado se hace fácil y la vitalidad se te desborda de tan grande.
Recoge tus lágrimas -que las habrá, no me engañes- y abraza a la primera persona que pilles, no te cortes, coño, sé persona y comparte. Compártete siempre que puedas.
Y dile, a quien quiera que sostengas con tus manos en el aire, abrazado, no lo olvides, que muchas gracias. Por estar ahí. Por mantener, en pleno invierno, para ti su sangre bien templada. Para que no pases frío. Para que no te apartes.
Para que no te olvides, como es costumbre ya, de lo verdaderamente importante:
Ser tú, en ti y en otros, en todos, al margen de ti y los otros, del cosmos. Ser. Ni más, ni menos.
Y alegrarse---------->
Feliz Navidad, felices fiestas y feliz próximo año que ahora empieza, chavales.
Nos vemos al otro lado.
Doy gracias, qué coño, por el amor y por lo bello de vivir. Sí, otra vez. Y cuantas hagan falta, que nunca nadie ha muerto por exceso de melaza, coleguis, relajad el pulso y votad al alza. A veces viene bien olvidarse de lo chungo que está el mundo si así nos agenciamos unas alas.
Y a volar, cojones. Y a sonreír de oreja a oreja mientras vas comiéndote cristales. Que ya ves, si lo peor va a ser la falta de costumbre quién mejor que un ángel para darte unas lecciones. ¿Cómo? ¿Que no conoces ninguno? Mira bien, anda, mira mejor y con más ganas.
Mira qué bello es vivir. Otra vez. Y otra.
Mira qué ciego estabas. Y cuánta magia.
Mira qué obra maestra con tan pocas florituras.
Lo complicado se hace fácil y la vitalidad se te desborda de tan grande.
Recoge tus lágrimas -que las habrá, no me engañes- y abraza a la primera persona que pilles, no te cortes, coño, sé persona y comparte. Compártete siempre que puedas.
Y dile, a quien quiera que sostengas con tus manos en el aire, abrazado, no lo olvides, que muchas gracias. Por estar ahí. Por mantener, en pleno invierno, para ti su sangre bien templada. Para que no pases frío. Para que no te apartes.
Para que no te olvides, como es costumbre ya, de lo verdaderamente importante:
Ser tú, en ti y en otros, en todos, al margen de ti y los otros, del cosmos. Ser. Ni más, ni menos.
Y alegrarse---------->
Feliz Navidad, felices fiestas y feliz próximo año que ahora empieza, chavales.
Nos vemos al otro lado.
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