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Críticas ordenadas por utilidad
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8,5
102.700
10
29 de diciembre de 2010
29 de diciembre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Golpe”, Robert Redford se encontraba otra vez en su medio. De nuevo la asociación Newman-Redford-Roy Hill reverdeció los laureles cosechados en su película anterior “Dos hombres y un destino” y el éxito de la fórmula allí empleada, aplicada ahora al mundo de las apuestas ilegales en los agitados años veinte, fue tal que la película obtuvo el premio de la academia de 1.973 “No tenía la menor idea del éxito que iba a lograr; lo único que sé es que me lo pasé muy bien haciéndola”, dijo Redford.
Hoy en día, su director, George Roy Hill, es un hombre olvidado por los cinéfilos, o casi. Tampoco es cuestión de convertir a cada director olvidado en un genio universal por el mero hecho de haber dirigido un par de películas maravillosas (en su caso, la otra sería la melancólica “Dos hombres y un destino”), pero no hay duda del inmenso talento narrativo de Hill, y de su pasión por contar historias más grandes que la vida, no olvidándose jamás del carácter mortal y a menudo miserable de sus personajes.
“El golpe” iba a ser un filme de timadores de bajo presupuesto, y su guionista, David S. Ward, tenía intención de dirigirla. Sin embargo, con un guión de tal perfección (basado muy libremente en la novela “The Big Con”, de David W. Maurer) era imposible pasar desapercibido para grandes nombres de la industria, y Hill se empeñó con el proyecto y la maquinaria de Hollywood (la única capaz de levantar algo tan hermoso) se puso en funcionamiento. Para algunos, iba a ser el reencuentro comercial de dos actores que ya habían triunfado en el mencionado western “Dos hombres y un destino”. El resto es leyenda.
Hoy en día, su director, George Roy Hill, es un hombre olvidado por los cinéfilos, o casi. Tampoco es cuestión de convertir a cada director olvidado en un genio universal por el mero hecho de haber dirigido un par de películas maravillosas (en su caso, la otra sería la melancólica “Dos hombres y un destino”), pero no hay duda del inmenso talento narrativo de Hill, y de su pasión por contar historias más grandes que la vida, no olvidándose jamás del carácter mortal y a menudo miserable de sus personajes.
“El golpe” iba a ser un filme de timadores de bajo presupuesto, y su guionista, David S. Ward, tenía intención de dirigirla. Sin embargo, con un guión de tal perfección (basado muy libremente en la novela “The Big Con”, de David W. Maurer) era imposible pasar desapercibido para grandes nombres de la industria, y Hill se empeñó con el proyecto y la maquinaria de Hollywood (la única capaz de levantar algo tan hermoso) se puso en funcionamiento. Para algunos, iba a ser el reencuentro comercial de dos actores que ya habían triunfado en el mencionado western “Dos hombres y un destino”. El resto es leyenda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El guión es de una perfección tan inusitada, que cuenta una mentira dentro de otra mentira, nos hace sentir privilegiados de conocer ambas mentiras, pero en el corazón de esa mentira reside otra (aunque no sería justo hablar de mentiras, quizá sí lo sería de falsas apariencias) que redondea de manera fabulosa la relación entre Gondorff y Hooker. En medio de todo ello, somos testigos de la fabricación de esa apariencia. Es extraordinario ver cómo se maquillan, cómo eligen la ropa, cómo construyen el decorado de la casa de apuestas. En realidad, es un falso “making of” de la película.
Los decorados y la dirección artística de Henry Bumstead y James W. Payne, así como el diseño de vestuario de la legendaria Edith Head, logran el milagro de crear un mundo ya desaparecido hasta el más nimio detalle, alcanzando así una hazaña mil veces alabada y que ha servido de referencia a tantos diseñadores. Decir que esta recreación de los años 30 es magistral sería faltar a la verdad: sencillamente es un prodigio de la imaginación, el trabajo y el talento. Tugurios, salones, hoteles, bares, hostales, calles, trenes, andenes, vehículos, despachos, casas de apuestas, trajes, abrigos, sombreros, iluminación. Una verdadero deleite.
El golpe, nuevamente con Newman, que obtuvo 5 Óscar y por la que Redford recibió su primera nominación, como actor principal.
Los decorados y la dirección artística de Henry Bumstead y James W. Payne, así como el diseño de vestuario de la legendaria Edith Head, logran el milagro de crear un mundo ya desaparecido hasta el más nimio detalle, alcanzando así una hazaña mil veces alabada y que ha servido de referencia a tantos diseñadores. Decir que esta recreación de los años 30 es magistral sería faltar a la verdad: sencillamente es un prodigio de la imaginación, el trabajo y el talento. Tugurios, salones, hoteles, bares, hostales, calles, trenes, andenes, vehículos, despachos, casas de apuestas, trajes, abrigos, sombreros, iluminación. Una verdadero deleite.
El golpe, nuevamente con Newman, que obtuvo 5 Óscar y por la que Redford recibió su primera nominación, como actor principal.
10
8 de diciembre de 2010
8 de diciembre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran pieza cinematográfica, todo ser humano que se haga llamar cinéfilo por ningún motivo puede perder de ver esta obra maestra. Considerada así sin disponer de grandes decorados, repartos extensos y repletos de nombres famosos, tampoco escenas de grandes masas. Personalmente me llama la atención los diálogos, sencillamente grandiosos y ni que hablar de las soberbias interpretaciones de absolutamente todo el reparto, la elección de los actores fue estupenda, no nos imaginamos a otros actores interpretando estos roles. Pero de este grupo de notables actores el que se lleva todos los pergaminos es Burl Yves donde cada salida en pantalla es soberbia. Elizabeth solo contaba con 26 años y ya era viuda. Aunque había dado muestras que se quería retirar, la trágica muerte de su esposo la animo a seguir trabajando. Donde lo primero que hizo fue concluir el interrumpido rodaje de “la gata….”, Richard Brooks la eligió a ella desechando por segunda vez consecutiva a Grace Kelly, Lana Turner, Vivien Leigh y Susan Hayward, siguiendo la recomendación del maestro Tennessee Williams la cual se refería de ella así:” Primero es una belleza, luego es una combinación de niña y prostituta. Tercero, quiere amar apasionadamente y ser amada. Y finalmente, oculta algo”. Pese a los difíciles malabares que tuvo que sortear la película por causa de la censura, esta fue un rotundo éxito de taquilla con seis nominaciones a los premios de la academia incluyendo el de mejor película, director, actor y actriz principal. Aun que no gano ningún premio; este film gano el mayor premio y es el recuerdo eterno de todos los amantes al buen cine.

7,1
14.969
9
30 de octubre de 2011
30 de octubre de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La metro mantuvo a Grace en estado de suspensión, del que solo salió cuando Hitchcock volvió a requerirla para participar en una película con Cary Grant para la Paramount. Atrapa aun ladrón, era una comedia romántica y de enredo centrada en las andanzas de un ladrón de guante blanco (Grant) y de una atractiva heredera de vacaciones en la Riviera francesa (Grace Kelly), que, lógicamente, se dejaba atrapar por el refinado escala-tejados. O al menos ésas eran las apariencias: la película contiene las escenas más eróticas que se haya rodado jamás a Grace, como aquella en la que decide seducir a Grant para que éste devuelva las joyas robadas a su madre, y le besa incansablemente mientras tras ellos el cielo se ilumina con fuegos artificiales. Dijo Hitchcock: “Fotografié a Grace impasible, fría, siempre de perfil, muy hermosa y muy glacial. Pero cuando circulaba por el pasillo del hotel y Grant la acompañaba hasta su cuarto, ¿Qué hace ella? Hunde directamente sus labios en los del hombre”.
En el cenit de su fama, Grace fue invitada al festival de Cannes, siendo ella una de las máximas atracciones. El editor de la revista Paris-Match decidió hacerle un reportaje gráfico; como Grace no era del tipo de las que basaban sus reportajes en enseñar las piernas, se pensó en inventar un encuentro en palacio entre la “primera dama” de Hollywood y el príncipe de Mónaco. Rainiero era uno de los solteros más apetecidos de la aristocracia europea, las fotos causaron alboroto pero no para ellos. Lo que nadie se esperaba sucedió: en las navidades de 1.955, Grace estaba en Filadelfia para celebrar las fiestas en familia, cuando se presentó el mismísimo príncipe Rainiero, que venía a “conocerla mejor”. En menos de tres días la pareja estaba “informalmente” comprometida. Se da comienzo al romance “el príncipe y la corista”, con el final que todos conocemos.
Que viva el buen cine
En el cenit de su fama, Grace fue invitada al festival de Cannes, siendo ella una de las máximas atracciones. El editor de la revista Paris-Match decidió hacerle un reportaje gráfico; como Grace no era del tipo de las que basaban sus reportajes en enseñar las piernas, se pensó en inventar un encuentro en palacio entre la “primera dama” de Hollywood y el príncipe de Mónaco. Rainiero era uno de los solteros más apetecidos de la aristocracia europea, las fotos causaron alboroto pero no para ellos. Lo que nadie se esperaba sucedió: en las navidades de 1.955, Grace estaba en Filadelfia para celebrar las fiestas en familia, cuando se presentó el mismísimo príncipe Rainiero, que venía a “conocerla mejor”. En menos de tres días la pareja estaba “informalmente” comprometida. Se da comienzo al romance “el príncipe y la corista”, con el final que todos conocemos.
Que viva el buen cine

7,2
9.615
9
3 de enero de 2011
3 de enero de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como director, Redford ya tiene una trayectoria importante, con películas que le valieron el reconocimiento de la crítica y del público. En 1980 se inicia como director con “Gente corriente”, que obtuvo muy buenas críticas y éxito de taquilla, y que le supuso el Óscar al mejor director. Consiguió otras tres nominaciones a los Óscar, dos como director y uno como mejor película.
Se trata de un retrato de familia auténtico, fiel y sin tapujos. Además, obtuvo la estatuilla como mejor película, mejor actor secundario para Timothy Hutton, (hijo del Hijo del actor Jim Hutton, quedó influido por la actividad profesional paterna, decidiendo convertirse en intérprete, logrando papeles en series y filmes de televisión. Su carrera artística despegó gracias a la llamada de Robert Redford que le contrató para la película “Gente corriente”. La Asociación de Críticos Cinematográficos de Los Ángeles le reconoció como el mejor actor de reparto del año. Poco después Timothy Hutton se alzó con el Óscar al mejor actor de reparto así como el Globo de Oro al mejor actor revelación).
Es un drama elegantemente contado, sinceramente puesto en escena por uno de los actores quizá menos valorados por la crítica internacional, cuando ciertamente, aunque no sea polifacético en sus papeles, Redford ha sido un sólido bastión de la interpretación cinematográfica de los últimos cuarenta años en Estados Unidos.
Con esta película Redford demostró también que, además, tenía la sensibilidad necesaria para contar historias que interesan a la sociedad de nuestros días, una tragedia de gente medianamente opulenta, poco corriente, en contra de lo que anuncia su título, un drama humano que navega en los turbulentos mares de la depresión, la culpa y el suicidio.
Que viva el buen cine.
Se trata de un retrato de familia auténtico, fiel y sin tapujos. Además, obtuvo la estatuilla como mejor película, mejor actor secundario para Timothy Hutton, (hijo del Hijo del actor Jim Hutton, quedó influido por la actividad profesional paterna, decidiendo convertirse en intérprete, logrando papeles en series y filmes de televisión. Su carrera artística despegó gracias a la llamada de Robert Redford que le contrató para la película “Gente corriente”. La Asociación de Críticos Cinematográficos de Los Ángeles le reconoció como el mejor actor de reparto del año. Poco después Timothy Hutton se alzó con el Óscar al mejor actor de reparto así como el Globo de Oro al mejor actor revelación).
Es un drama elegantemente contado, sinceramente puesto en escena por uno de los actores quizá menos valorados por la crítica internacional, cuando ciertamente, aunque no sea polifacético en sus papeles, Redford ha sido un sólido bastión de la interpretación cinematográfica de los últimos cuarenta años en Estados Unidos.
Con esta película Redford demostró también que, además, tenía la sensibilidad necesaria para contar historias que interesan a la sociedad de nuestros días, una tragedia de gente medianamente opulenta, poco corriente, en contra de lo que anuncia su título, un drama humano que navega en los turbulentos mares de la depresión, la culpa y el suicidio.
Que viva el buen cine.

7,4
65.000
10
3 de enero de 2011
3 de enero de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganadora de siete Oscar, entre ellos mejor película, mejor director (Sydney Pollack) y mejor guión adaptado, la cinta tuvo un enorme éxito de público y fue calificada de "obra maestra" y "joya inolvidable", convirtiéndose en un clásico del cine. Aunque también ha sido criticada por su carácter "excesivamente empalagoso" y "blando", especialmente al comparar la película con la biografía de Blixen, más centrada en la relación de la autora danesa con el pueblo Masái y la tierra africana que en su romance con el cazador Denys Finch Hatton.
Sin embargo, resulta innegable que la película es, cinematográficamente, una sucesión de aciertos en muchos aspectos.
Para empezar, la selección de los actores. Por un lado Meryl Streep, como una mujer de la alta sociedad danesa, quien manifestó que aprender el acento danés de Blixen fue uno de sus trabajos más complicados como actriz.
Streep da la réplica a un Robert Redford que borda los papeles de galán. Karen Blixen y Denys Finch Hatton son ya personajes icónicos cuyo estilo ha sido copiado en revistas, fotografía e imágenes de moda. Otro acierto es la cuidada fotografía de David Watkin, fácilmente reconocible, con imágenes llenas de luz del continente africano, que se han convertido en referente para todos los directores de fotografía.
La película es un símbolo para el continente negro, situó en el mapa del cine a este continente a través de imágenes poderosas, convirtiéndose en su mejor embajadora, al nivel de “Lost in Translation” para la ciudad de Tokio o “Lawrence de Arabia” para la región de Oriente Medio.
Varias secuencias han pasado a la historia, como el simbólico: lavado de pelo de Denys a Karen, con el agua enjabonada resbalando sobre el suelo, o los vuelos en avioneta disfrutando del paisaje africano.
La inolvidable banda sonora, que está en la mente incluso de aquellos que no han visto la película, es obra de John Barry, autor también de la música de “Danza con lobos”.
Puede que no sea su obra más compleja, pero la música orquestada parece fluir de las colinas africanas, dotando a las imágenes de un carácter poético que afecta al espectador.
Definitivamente una obra maestra contemporánea y que viva el buen cine.
Sin embargo, resulta innegable que la película es, cinematográficamente, una sucesión de aciertos en muchos aspectos.
Para empezar, la selección de los actores. Por un lado Meryl Streep, como una mujer de la alta sociedad danesa, quien manifestó que aprender el acento danés de Blixen fue uno de sus trabajos más complicados como actriz.
Streep da la réplica a un Robert Redford que borda los papeles de galán. Karen Blixen y Denys Finch Hatton son ya personajes icónicos cuyo estilo ha sido copiado en revistas, fotografía e imágenes de moda. Otro acierto es la cuidada fotografía de David Watkin, fácilmente reconocible, con imágenes llenas de luz del continente africano, que se han convertido en referente para todos los directores de fotografía.
La película es un símbolo para el continente negro, situó en el mapa del cine a este continente a través de imágenes poderosas, convirtiéndose en su mejor embajadora, al nivel de “Lost in Translation” para la ciudad de Tokio o “Lawrence de Arabia” para la región de Oriente Medio.
Varias secuencias han pasado a la historia, como el simbólico: lavado de pelo de Denys a Karen, con el agua enjabonada resbalando sobre el suelo, o los vuelos en avioneta disfrutando del paisaje africano.
La inolvidable banda sonora, que está en la mente incluso de aquellos que no han visto la película, es obra de John Barry, autor también de la música de “Danza con lobos”.
Puede que no sea su obra más compleja, pero la música orquestada parece fluir de las colinas africanas, dotando a las imágenes de un carácter poético que afecta al espectador.
Definitivamente una obra maestra contemporánea y que viva el buen cine.
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