Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de VictorRodrigo
<< 1 8 9 10 11 14 >>
Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de noviembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Me quedaré sola". Intentar sobrevivir en un contexto absolutamente en contra es una de las prisiones sociales más crudas y difíciles que puede afrontar una persona. Una madre soltera de 23 años lo tiene aún más complicado. Con las uñas y con los dientes, aguantando las lágrimas y el peso del mundo sobre los hombros, sale adelante como puede, con la carga que supone una situación similar. Esta es la carta de presentación de Sara Garrido, la protagonista de La hija de un ladrón, la ópera prima de la directora Belén Funes.

El personaje lo crea, le da vida y la deslumbra Greta Fernández, una de las actrices con más proyección del panorama estatal. Su papel es exquisito, con el reconocimiento merecido que le otorgó la Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián.

La historia de Sara se desarrolla en una zona indeterminada del Área Metropolitana de Barcelona. Rodeada de cemento, supervivientes, obstáculos y miradas vacías, lucha por salir adelante con un hijo que cuida como puede y en la búsqueda constante de trabajo para mantener pisos de protección social que se le escapan de las manos. Funes nos presenta a una mujer de 23 años que es hija de un delincuente que ha salido de la cárcel. Eduard Fernández encarna el papel del padre, un personaje que le sienta como un guante, ya que también es el padre real de la Greta. Su química traspasa la pantalla, con momentos de contención absoluta, nula relación y una carga de sentimientos reprimidos que se escapan como arrebatos de rabia y tristeza.

La mirada y los ojos de la Greta Fernández se comen la pantalla, representando el agotamiento absoluto que arrastra su personaje, una vida injusta, una vida que no le ayuda a sonreír. Su papel está interpretado con compleja sencillez, basada en gestos cotidianos, situaciones sin lugar glamour pero cargadas de dolor. "¿Cómo te definirías?", Preguntan. "No sé, como una persona normal".

Funes rinde homenaje a las mujeres normales, a las mujeres que sobreviven en una selva salvaje de cemento y asfalto. A madres, hermanas e hijas olvidadas, maltratadas. Los únicos momentos de estima y amor que recibe Sara son pequeños detalles, a veces contenidos, de demasiada poca duración. La falta de empatia, la necesidad de un abrazo, de no sentirse sola, es un nudo en el estómago y un ahogo en la garganta que deshaciéndola a medida que avanza el metraje. Àlex Monner se complementa muy bien con Fernández, en un papel mucho más secundario pero solvente, como el pequeño Tomás Martín, un descubrimiento deslumbrante.

La hija de un ladrón es una buena radiografía de las situaciones que viven miles de madres solteras, jóvenes en dificultades y en contextos cargados de sufrimiento. Es una carta de amor y homenaje a las hijas marcadas por sus padres, con la mínima esperanza siempre en la mano, que acaba desmenuzada por las mentiras, la frustración y la decepción. "Nadie va a quitarme esta pena", canta la trapera Albany, en la canción que acompaña la película. Es el mejor resumen que puede describir el personaje de Sara. Las lágrimas de la Greta Fernández, en unos ojos llenos de sentimiento, son un gran descubrimiento cinematográfico para una gran actriz. Y una gran película.
VictorRodrigo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
16 de mayo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La democracia es una broma griega". Esta cita adjudicada al rey Carlos I de Inglaterra y Escocia va como un guante para la nueva comedia francesa que llega este viernes a las salas de cine. "Necesitamos tu voto" se centra en dos campañas electorales: una de las primarias y otra presidencial en Francia, siguiendo las aventuras de Arnaud, un joven que no sabe muy bien cómo pero acaba aterrizando en el mundo de la política. Reinterpretando la frase del monarca inglés, la democracia es una broma griega interpretada por franceses.

En un tono despreocupado, la película crítica el circo político que se genera a raíz de las campañas electorales, en este caso en particular, en Francia. Sin embargo, se encontrarán fáciles símiles con la política española. Arnaud se ve absorbido por esta espiral de escenarios estrambóticos, extraños, de personajes sórdidos y con varias caras, facetas y personalidades.

En cierta medida, "Necesitamos tu voto" es el escaparate del cinismo y la hipocresía que rodea este submundo político que todos conocemos. Arnaud es absorbido, masticado y escupido en varias ocasiones por esta hidra llamada política que en varias ocasiones encarna el personaje de Alexandra Lamy, la directora de comunicación. Peca de tópicos en algunas ocasiones, el film no es profundo, pero sólo pretende ridiculizar el escenario a través de una comedia ácida.

El protagonista representa un papel diferente del ámbito político: sincero, ignorante, un pulpo en un garaje. Poco a poco, como una fruta que se pudre en un saco lleno de otras piezas podridas, Arnaud va cayendo en el juego, incómodo y adictivo. La película no es "Los idus de marzo" de George Clooney pero tampoco es una superficial y vacía comedia. Apunta más hacia la primera opción.

Lamy se zampa la pantalla con su carisma, jugando al contraste con la apariencia infantil, estúpida y casi insultante de Finnegan Oldfield, el actor protagonista, que juega muy bien en este papel. Necesitamos tu voto es una comedia entretenida, a veces un poco demasiado francesa para sentirnos plenamente interpelados, pero que seguro que generará muchas simpatías en la comparativa con la política española.
VictorRodrigo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
22 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las épocas siniestras y oscuras se repiten a lo largo de nuestra Edad Contemporánea. El ser humano se ha especializado en ejercer sus peores facultades por todo el mundo. El siglo XX fue una etapa dónde se derramó más sudor, sangre y lágrimas que carcajadas se provocaron. El rastro de dolor es inmenso, multidireccional y aún candente. Decenas de países salpicados, décadas borradas del recuerdo, multitudes manchadas de ollín y rostros desencajados por el sufrimiento. No hubo paz, no hubo descanso. Hilos que movieron continentes, mediocres que aplastaron héroes, millones que compraron almas y humanidades perdidas por un desagüe al que llamaron estabilidad mundial. Al Pacino, actuando como Satanás en The Devil’s Advocate (1997), nos lo recordó: “¿Quíen en su sano juicio podría negar que el siglo XX ha sido mío por completo?”

Estados Unidos de América fue el principal actor de esta película llamada siglo XX. Estuvo, literalmente, en todos los lados, al mismo tiempo. La “norteamericanización” global es un hecho consumado del cual hoy aún recogemos los frutos (bastante podridos, cabría decir) y nos dedicamos a digerirlos sin cuestionarnos absolutamente nada. Un pulpo con millones de tentáculos esparcidos por todo el globo terráqueo. El americano convencido, nacionalista de culto y ferviente devoto de su país, no tenía ningún problema de fronteras yankees para dentro. Pero hubo un tiempo donde la disidencia contra “el valor americano” se hizo insostenible, cruel y feudal. Bienvenidos a la guerra contra el terror. Bienvenidos a la guerra contra los rojos. Bienvenidos a la Guerra Fría.

Cuando Harry S. Truman ocupó el cargo de Presidente tras fallecer Roosevelt, el mundo contuvo la respiración. Los Aliados se disolvían a la vez que terminaba la guerra gracias al viraje supremacista que tomó el gobierno norteamericano: “los rojos son el enemigo”. No abandonarían esta política hasta el último día de Ronald Reagan. Unas cuatro décadas después.

La doctrina imperialista de la administración Truman, comandada por su gabinete y en particular por los tres Secretarios de Estado que tuvo (James Byrnes, George Marshall y Dean Acheson) se caracterizó por una intimidación constante a la URSS y a todo aquello que oliera a “stinky red commie“. Eisenhower le reemplazaría en su cometido en 1953 pero el bueno de Harry comenzó el apocalipsis. Nadie exhime a la Unión Soviética de su particular gestión del problema (a bandazos entre Stalin, Molotov, Krushev y Brezhnev) ni de su acumulación de territorios, recursos y bombas nucleares. Pero nuestra historia se enfoca hacia la injusticia del llamado “vencedor” de las principales guerras del Siglo XX.

El 29 de julio de 1946 se publicó un artículo en The Hollywood Reporter, escrito por su editor por aquel entonces, William Wilkerson. No había pasado ni un año que había terminado la 2a Guerra Mundial, con la capitulación del Japón a bordo del USS Missouri. Wilkerson tituló ese artículo “A Vote for Joe Stalin“. Un juego de palabras mediocramente ingenioso en el que expuso una lista de “supuestos” simpatizantes del comunismo que votarían por Iosef Stalin. Fue un texto escrito con inquina, buscando una señalización (que a día de hoy se sigue haciendo, pregunten en los medios españoles, por ejemplo) y reclamando un linchamiento público. Todos ellos, obviamente, trabajaban para la indústria del cine en Hollywood. Entre ellos estaba el protagonista de nuestra historia: Donald Trumbo.

Este artículo fue el preludio de uno de los períodos más oscuros de la cultura en el mundo occidental. El mezquino y mentiroso senador por Wisconsin, Joseph McCarthy, fue el adalid de la llamada Caza de Brujas, que hacía alusión a aquella persecución religiosa contra las mujeres de la Era Medieval. En el Congreso norteamericano estaba funcionando a toda máquina el Comité de Actividades Antiestadounidenses, estrenado en 1938.Tras ese artículo de Wilkerson, empezaron las citaciones ante el Comité de cineastas, guionistas, directores, músicos… Hollywood estaba en la diana, y a ésta la pintaron, obviamente, de color rojo.

Se les llamó Los Diez de Hollywood. Entre ellos estaba nuestro ya citado Trumbo y nueve más: Alvah Bessie, Herbert Bibeman, Lester Cole, Edward Dymytrik, Ring Lardner Jr, John Howard Lawson, Albert Maltz, Samuel Ornitz y Adrian Scott.

Los estudios cinematográficos les dieron la espalda y firmaron un manifiesto (la Declaración de Waldorf) dónde les expulsaban de todos los trabajos que estaban realizando, impidiéndoles volver a ser contratados para siempre. Ningún comunista o simpatizante volvería a trabajar para Hollywood. Así empezó la vergüenza.

Jay Roach llevó a la pantalla la historia de Trumbo y algunos de los Diez en el año 2015. Con la sorpresa de ser el director que nos trajo Austin Powers, Roach esbozó una oda a estos hombres que sufrieron un vapuleo histórico por una nación corrompida por su propia histeria. Bryan Cranston encarna a Trumbo en una actuación que le mereció la nominación al Óscar. Está realmente sensacional. Otros actores secundarios también perpetran sustanciales personajes, como Helen Mirren o mi adorado John Goodman. La primera encarna a Hedda Hopper, una actriz y columnista cinematográfica que formaba parte de esta jauria de buitres supremacistas de Hollywood. Se dedicó a vapulear a Trumbo y todo aquello que se acercara al color rojo. El segundo encarna a Frank King, un productor que dio cobijo a Trumbo para que escribiera auténtico cine de clase B con pseudónimos.

Dos nombres propios se colaron en mi retina, al lado del de Cranston, ante mi fascinación por sus actuaciones: Michael Stuhlbarg (cómo Edward G. Robinson) y Dean O’Gorman (cómo Kirk Douglas). El bonus track fue la caracterización de Otto Preminger, por parte de Christian Berkel, captando esa aura alemana aunque daba la sensación de ser más una sátira que una imitación. Aún así, las dos mujeres de la família Trumbo, son destacables al por mayor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
VictorRodrigo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
19 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero esta película me ha hecho sonreír, emocionarme, enfadarme.
Me ha recordado una infancia, lo privilegiados que somos.
El vaivén odioso que hemos soportado muchísimos en nuestra infancia, los ir y venir de una situación familiar. De ser desdichados en un ambiente privilegiado.
El sobrellevar las cosas, el dejar fluir, el obcecarse en cambiar el mundo.
En querer sentir.
En querer.

So let me go
I don't wanna be your hero
I don't wanna be a big man
I just wanna fight like everyone else

Richard Linklater, muchas gracias.
VictorRodrigo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
25 de noviembre de 2021
21 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disney vuelve a utilizar su fórmula mágica de animación empalagada de espíritu navideño y consigue una nueva película que será las delicias de todas las familias con pequeños en casa. Encanto es, simplemente, una pequeña maravilla que deja huella gracias al bondadoso mensaje envuelto de un homenaje a Colombia. La multinacional del entretenimiento decide apostar por un reparto de personajes femeninos y una nueva perspectiva que ventila la empresa de Mickey Mouse, cargada de clásicos con un marcado tono sexista. No es, ni mucho menos, el caso de Encanto.

El filme bebe, de forma lejana, de la obra "Cien años de Soledad", de Gabriel García Márquez, con un fuerte sentido de homenaje al país latinoamericano. Surgida de las mismas mentes que crearon Vaiana y Zootropolis, además de modernizar el sector de los "clásicos" de Walt Disney, la película es un musical lleno de luz y colores con un guión simple pero efectivo. No necesita más florituras. Es plenamente consciente de su proyección y sigue un camino intencionado a la hora de emocionar a niños como progenitores. No engaña a nadie: la película logra lo que pronostica.

En los musicales de Disney las letras originales suelen tener un peso gigantesco, pero a Encanto le ha faltado cierto tirón a la hora de conseguir canciones resolutivas. Sin embargo, la banda sonora es sólida en su conjunto, con varios temas que conseguirán llegar al alma de los espectadores. Su responsable, Liz-Manuel Miranda, es la estrella musical más codiciada de Hollywood, estrenando entre tres y cuatro películas por año. Su creatividad se nota en esta película, pero la gran magia es la animación cuidadosa, minorista, emotiva y muy bella. Incluso los tonos cromáticos de los personajes, lleno de referencias entre sí y sus personalidades, desprende el nivel de detalle que han elaborado en el filme.

Sin ningún tipo de expectativa y entendiendo los tonos clásicos de una película bajo el sello de Disney, el filme se convierte en un abrazo cálido y afectivo en tiempos convulsos y de sobreexposición a mensajes retorcidos. Heredera directa de Frozen, se convertirá en una gran referencia para las niñas y adolescentes de forma merecida, ya que no justifica sus protagonismos, sino que los potencia y eleva con grandes dosis de humor y calidez. Una apuesta segura por volver a las salas de cine durante las semanas navideñas con toda la familia.
VictorRodrigo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 8 9 10 11 14 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow