Mekas nos hace partícipes con su peculiar estilo de registro de imágenes, de un viaje de regreso a Europa, como el mismo lo dijera "no hago películas, junto secuencias y las comparto con amigos", de este modo logra registrar lugares arraigados en la memoria de una manera muy íntima, sensorial y poética, capturando la intensidad de los momentos, con una narración muy puntual pero efectiva.

Al igual que su compatriota Haneke, Seidl se centra en la exploración de la condición humana en todas sus formas, desde la belleza hasta la fealdad, en "Paradise", Seidl nos muestra un mundo de turistas que buscan escapar de sus vidas monótonas y encontrar retazos de felicidad en un paraíso artificial.
Sin embargo, a medida que la película avanza, se revela este paraíso es en realidad un infierno de desesperanza y descomposición, Seidl no tiene miedo de mostrar la crudeza y fealdad de la vida, nos muestra escenas de sexo explícito, violencia y decadencia, pero siempre con un propósito y una intención clara, no busca shocks o sensacionalismo, sino que busca mostrar el lado más lúgubre de la sociedad.

El ritmo lento y el manejo de la cámara nos hace adentrarnos en estas historias dentro  de una "sociedad del bienestar"austriaca con personajes que viven en una apatía social, miseria humana de primer mundo en bonitos condominios, Seidl nos vomita una feroz crítica social de decadencia y descomposición social.

Vi esta película y siempre la relacioné con las ideas de Camus, ya que él argumenta que la vida no tiene un sentido inherente u objetivo, el ser humano es el que debe crear su propio sentido y propósito, en "Ikiru" el personaje Kanji Watanabe, se enfrenta a una crisis existencial similar, después de descubrir que tiene cáncer terminal, se da cuenta de que su vida ha sido vacía y sin propósito y que ha pasado 30 años trabajando en una oficina gubernamental sin hacer nada que tenga un impacto real en el mundo, la búsqueda de Watanabe por encontrar un sentido y propósito en su vida es similar a la búsqueda del sentido que describe Camus.
Sin embargo, mientras que Camus argumenta que el absurdo es una condición fundamental de la existencia humana, "Ikiru" sugiere que el sentido y el propósito pueden ser encontrados a través de la conexión con los demás y la búsqueda de la autenticidad.

El cine de Ezequiel Acuña te hace adentrarte en historias donde los protagonistas son adolescentes, pero no del tipo de películas hollywoodenses donde el estereotipo son muchachos felices con todo la vertiginosidad que trae dicha etapa de la vida, Acuña nos muestra adolescentes que van perdidos, con cierto hastío y apatía de la vida, seres desangelados carentes de sonrisas, pero no por esto uno infiere que los muchachos no buscan sentirse bien o buscar emociones, de hecho el protagonista Nico se enamora y va armando un tipo de vínculo cada vez más íntimo con Luchi, interpretada por una bárbara Manuela Martelli, la película se deja ver muy bien a pesar de sus tiempos distendidos y del aire apático que revelan los protagonistas, quizás falto armar mejor el personaje del hermano mayor que en la historia no aporta mucho, mención honrosa para Santi , personaje a cargo de Santiago Pedrero que al igual que en la primera entrega de Acuña (Nadar Solo, 2003) sirve de perfecto nexo para entender la propuesta de ese arquetipo de adolescente.