Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Quatermain80
<< 1 5 6 7 10 82 >>
Críticas 406
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
15 de febrero de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película eficaz y francamente entretenida que tal vez tiende a ser subestimada por la escasa originalidad de su argumento central, que nos propone una historia en la que una atractiva heredera es perseguida por su reciente esposo, que ansía quedarse con su fábrica, crímenes mediante.

A diferencia de otras películas precedentes de similar trama, como podrían ser “Sospecha”, de Hitchcock, o las dos versiones de “Gaslight” (Dickinson y Cukor), en el presente filme en seguida conocemos las intenciones de Selden, por lo que en vez de privilegiarse la intriga o la ambigüedad –que sí estaban presentes en los títulos antes mencionados- se opta por dar más importancia al drama, centrándose en la angustia de Deborah, y al thriller, cuyas señas de identidad se hacen evidentes tanto al principio como al final de la cinta. Si el enfoque melodramático funciona, ello se debe principalmente a la excelente interpretación de Ida Lupino, actriz experta en este tipo de papeles que bordean la fina línea entre el drama y el género negro, y en los que casi nunca tiene suerte con los hombres, al menos en sus primeras opciones. La intérprete logra transmitir en todo momento la angustia e inquietud que convienen a su personaje, encarnación del bien amenazado. Como era de esperar, dada la época, la desvalida protagonista precisa de un “salvador”, y ése es Keith, noble y bienintencionado, interpretado por un correcto Duff. A la pareja de buenos se opone otra de villanos, con un frío e impasible Selden (tal vez demasiado impasiblemente encarnado por McNally), y una suerte de mujer fatal (más bien mala a secas, aceptablemente interpretada por la debutante Peggy Dow).

La estructura narrativa es convencional salvo por el comienzo, con una secuencia inicial que se nos muestra durante los títulos de crédito y que da paso a un flashback introducido por la voz en off de la protagonista, consiguiendo, cuando menos, cierto impacto en el espectador, si bien no del todo bien aprovechado después. Correctamente realizada, con escaso protagonismo de la música y poco afán de lucimiento formal, destacaría la secuencia en la que Deborah y Keith se ven envueltos en una enorme fiesta en un hotel en el que se celebra una convención. Es un acertado y divertido contrapunto a la inquietud y angustia que predominan en la película, y que reaparecen precisamente a continuación, con la secuencia de la escalera (introducida con un característico pero bello plano cenital). En cuanto al tramo final, se caracteriza por retomar la tensión inicial adoptando soluciones propias del thriller y del género negro, como las secuencias ambientadas en la fábrica (se hicieron muy frecuentes en películas de género a raíz de su acertada utilización en el clásico “White Heat”, de Raoul Walsh), en las que la fotografía juega dramáticamente con el claroscuro.

En conjunto, y más allá de sus lugares comunes y de alguna que otra inconsistencia, una buena película que no defrauda las expectativas de los aficionados a estos géneros.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
1 de febrero de 2015
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película cierra toda una estupenda etapa en la filmografía del realizador británico Basil Dearden, al que ya he tenido la ocasión de disfrutar previamente en títulos como “El Faro Azul”, “Barrio peligroso”, “Sapphire” (“Un crimen al atardecer”) o “Víctima”. Todos estos filmes se caracterizan por abordar, de manera más o menos directa, problemas sociales del Reino Unido de finales de los 50 y principios de los 60, ya sea la juventud desarraigada y lindante con lo criminal de los barrios obreros, el racismo o la proscripción legal de la homosexualidad.

En el presente caso, de nuevo se aborda un tema nada fácil y no resuelto por la legislación británica de la época, como es el límite de las atribuciones que los padres pueden arrogarse para con sus hijos. La muerte de una pequeña, provocada por la negativa de su padre a permitir una transfusión de sangre a causa de sus creencias religiosas, permite poner de relieve de forma rotunda y eficaz el alcance del dilema. ¿Hasta qué punto puede un padre, en función de sus creencias, de su conciencia, permitir, aunque sea por omisión, la muerte de un niño? ¿Hasta dónde puede intervenir el estado en las creencias individuales de los ciudadanos sin caer en el abuso? Este es el tema de fondo de la película, aunque esté planteada como un juicio, a raíz de la denuncia por homicidio que interpone el médico a cargo del caso contra John Harris, padre de la pequeña Ruth. Por tanto, aunque en el juicio se dirima la inocencia o culpabilidad de Harris, lo que de verdad importa es lo arriba apuntado, y así lo demuestra una breve secuencia, en la que el juez que preside el tribunal, durante un receso, expresa la postura de realizador y guionistas.

Es de alabar la exquisita elegancia con la que la película aborda a los personajes; en vez de caer en un retrato de trazo grueso y pintar a Harris como un fanático, el guión nos lo muestra como un buen hombre, convencido de que lo que ha hecho –más bien lo que ha dejado que ocurra- era lo correcto, en función de sus creencias. Este tratamiento introduce además otro aspecto interesante, concerniente al relativismo cultural, pues ¿cabe siempre respetar las ideas del otro sólo por el hecho de que en su grupo o sociedad sean comúnmente admitidas y practicadas en conciencia? Por muy respetuoso que uno quiera ser, hay actitudes, tradiciones y comportamientos que son inherentemente injustos o abusivos, y la circunstancia de que estén justificados por ser expresión de una identidad cultural no los hace más dignos de respeto. Precisamente será la toma de conciencia en torno a este problema la que motive una acertada evolución en Harris, personaje bien complementado por el de su esposa, atrapada entre la lealtad y amor que siente hacia su marido y sus sentimientos personales. Igualmente, el tratamiento de los restantes personajes es siempre rico, matizado, construyendo así una verdadera reflexión sobre el tema, y no un mero espectáculo de “buenos y malos”.

Adaptación de una obra teatral, el filme huye del clásico encorsetamiento que el medio original hubiera proporcionado de haberse desarrollado casi todo el metraje en el tribunal; sabiamente, el realizador demora la entrada en la sala, reduciendo e interrumpiendo la duración de las sesiones, evitando así hacerse pesado. La realización es, como siempre en Dearden, clásica y convencional (tal vez la única película con aspectos formales más personales sea la citada “Sapphire”), privilegiando la inteligibilidad de la historia y el realismo de personajes y situaciones. Las interpretaciones son notables, transmitiendo eficazmente las dudas, convicciones y actitudes de los personajes; destacan Janet Munro, como madre de la niña, y el siempre eficaz Mc Goohan, interpretando al doctor, si bien el papel con más jugo recae en un correcto Michael Craig.

Una película que invita a reflexionar, y que como todas las que he mencionado anteriormente, hacen urgente y necesaria la revalorización de este director británico, tan poco conocido.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
18 de enero de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de la trilogía que Magni dedicó al Risorgimento italiano, que él ambientó siempre en su Roma natal, centrándose en los movimientos populares contrarios al poder, que en el caso de la mencionada ciudad estaba en manos del Papa.

La trama de la película, que cuenta una acción frustrada por parte de dos revolucionarios carbonarios en 1825, sirve al realizador, quien también escribe el guión, para reflexionar en torno al despotismo del poder y las complejidades y dificultades de los movimientos revolucionarios. Con relación a esto último centra su interés en la incomprensión que los revolucionarios “profesionales” pueden esperar de un pueblo aún no maduro para cuestionar los cimientos de la sociedad. Así, el intento estéril de los dos carbonarios parece condenado a pasar sin pena ni gloria, pero paradójicamente, será la excesiva reacción del poder la que les engrandezca a ellos y a su causa, como muy bien intuye el personaje más interesante del filme, ese ambiguo zapatero que es Cornacchia.

Magni utiliza hábilmente a sus personajes para encarnar las distintas posturas que le interesa plantear, si bien alcanza resultados dispares en ese empeño, pues mientras que con algunos logra su objetivo (Cornacchia, el Cardenal Rivarola, los dos carbonarios), con otros no me lo parece tanto (Giuditta o el fraile). De los cinco primeros cabe identificar a Cornacchia con el posibilismo, el cálculo y la maniobra al servicio de la revolución, y de ahí que sea el personaje más atractivo, pues no sabemos si pensar de él que es un inteligente estratega o un simple cobarde y cínico. Rivarola representa el poder, y como tal nos es mostrado bajo una apariencia afable, pero tras ella anida una frialdad y un despotismo absolutos. Por su parte, los dos carbonarios son los héroes necesarios; creen firmemente en aquello que defienden, son los personajes más honestos, y de ahí que sean los únicos que merezcan el amor de Giuditta.

Como será habitual en otras películas de Magni, la historia está a medio camino entre el drama y la comedia, contando con buenos diálogos, algunos extraordinarios, tanto por su pertinencia como por su tono irónico, aunque no alcancen el nivel de la que será su siguiente película sobre el tema, “En nombre del Papa rey”. De hecho, creo que este título es aún un intento por lograr un equilibrio adecuado entre todos esos elementos (el drama, la historia, la comedia, las relaciones con la época en que fue filmada la película, etc.), y de ahí que en ocasiones algunos fragmentos de la película resulten más flojos.

Por lo demás, las interpretaciones de todo el reparto son notables, si bien destaca el que sería el actor predilecto de Magni, un Nino Manfredi que está estupendo como Cornacchia, bien secundado por Tognazzi como Rivarola y por Sordi, encarnando al tenaz y excesivo fraile. El resto cumple sin mayor problema, y de Cardinale no puedo decir mucho, pues es de esas actrices que le aturden a uno por completo. La realización no destaca extraordinariamente, siendo convencional, pero debe reconocerse el cuidado con que se han escogido localizaciones y decorados, así como lo adecuado del vestuario.

Una buena película, preludio de otra aún mejor, y que puede y debe entenderse en relación con la situación social de Italia a caballo entre las décadas de los sesenta y los setenta.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
30 de diciembre de 2014
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apasionado e idealista alegato a favor de la prensa libre e independiente, esta película fue uno de los mayores fracasos comerciales de Fuller, quien no sólo la escribió y realizó –cosa habitual en su filmografía- sino que también la produjo.

Fuller siempre se ha caracterizado por la originalidad con la que se aproxima a los temas y argumentos de sus películas, incluso cuando estas se inscriben en los parámetros característicos de los géneros cinematográficos; así, sus filmes del oeste, al igual que los policiacos o bélicos presentan particularidades, ya sea en el tratamiento argumental o en la realización, que revelan la original personalidad del director.

En el presente caso Fuller aborda un tema muy sentido por él, ya que en su juventud fue reportero, circunstancia que inmediatamente se plasma en su conocimiento del medio y en el amor que siente por la profesión, cuando esta es ejercida desde la honestidad. Retrotrayéndose al pasado, a los años ochenta del siglo XIX, momento en el que comienza a desarrollarse el periodismo de masas, aborda la historia de la creación de un nuevo diario, “The Globe”, que rivaliza con el estatus reinante en Park Row, representado por el diario “The Star”. Esta contraposición se revela en el carácter idealista y emprendedor de quienes fundan el nuevo diario, empezando por su editor, que contrasta con la imagen que se nos ofrece del “Star”, que encarna el establishment, esto es, la concepción del periodismo como un negocio al servicio de los grandes poderes e intereses, siendo su propietaria reflejo de esta concepción. Mientras que el primero, Mitchell, dirige el diario con criterios periodísticos, la segunda, Hackett, lo hace siguiendo pautas empresariales, incluso cuando desata una auténtica guerra contra su advenedizo competidor.

La película cuenta con un buen guión, que en todo momento enfatiza eficazmente los dos modelos periodísticos y editoriales referidos, y que de paso hace una loa a los profesionales, a los auténticos periodistas y reporteros, que con su trabajo entusiasta e independiente son retratados como la más sólida base del periodismo. Por el contrario, algunas de las soluciones argumentales no parecen tan acertadas, pues la relación entre Mitchell y Hackett, aunque propicia buenos diálogos, resulta un tanto inverosímil, y la desaparición de un importante personaje, parece poco explicada. Por lo que respecta a los diálogos cabe decir que son muy brillantes, especialmente en el primer tramo de la película, rebosando humor e ironía, y que además permiten que el espectador conozca bien las motivaciones de los personajes principales, en general bien interpretados, aunque yo prefiera en este caso la labor de los secundarios a la de los protagonistas.

Algunos de los principales rasgos de originalidad del filme se encuentran en su realización; a destacar esos prolongados y magistrales planos secuencia ambientados en la barra del bar, que sirven para presentar a todos los personajes, y también los travellings filmados con grúa a lo largo de Park Row, llenos de dinamismo y con una perfecta puesta en escena.

Obra personalísima de su autor, merece la pena dedicarle atención en espera de que su idealismo, por ingenuo que pueda parecer, nos recuerde el importante papel de la prensa y de los periodistas, especialmente en estos días en los que las noticias parecen subordinarse o ser meros pies de página de los anuncios publicitarios.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
14 de diciembre de 2014
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la primera que veo de la etapa británica –y por tanto inicial- de la filmografía de J. Lee Thompson, realizador que nunca me ha seducido demasiado, más allá de dos buenos trabajos (sin exagerar) en sus archiconocidas “Los cañones de Navarone” y “El cabo del miedo”. El resto de sus filmes estadounidenses me parece bastante mediocre y convencional, especialmente sus últimas realizaciones, con Charles Bronson en plan justiciero, Magnum 45 en ristre.

Afortunadamente, la presente película posee bastante interés y me parece competentemente realizada, si bien cabe señalar que no es demasiado original, pues ya en 1952 Charles Crichton (director de excelentes comedias, como "Clamor de indignación", “Apuros de un pequeño tren”, “Oro en Barras” o de la muy conocida y menos antigua “Un pez llamado Wanda”), había abordado un argumento muy similar en “Hunted”. Como en este último título, y al igual que en otros posteriores (rápidamente viene a la cabeza “Un mundo perfecto”, de Eastwood), el núcleo argumental es la relación de lealtad que se establece entre un criminal y –en este caso- una niña, que mantendrá su fidelidad hasta el final.

Resulta interesante la ambigüedad que se desprende del tratamiento de la situación narrada y de los personajes principales, pues el guión se empeña en mostrarnos a estos últimos bajo una óptica positiva, disculpando al asesino y a su pequeña “cómplice”. En el caso del primero nos es retratado como víctima de una “mala mujer”, que con su desprecio provoca un “arrebato”, mientras que en relación con la niña se enfatizan su lealtad y cariño, justificando en cierto modo las constantes mentiras –algunas de ellas bastante miserables- que cuenta. Esta equívoca moral queda muy bien reflejada en la conversación que mantienen los dos protagonistas en el desván de la Iglesia, verdaderamente clave, pues en ella se establece ese lazo, al tiempo que se justifica argumentalmente. En contraste, los demás personajes son tratados con mayor dureza, ya se trate de la víctima (esa “mala mujer”…), su amante (hipócrita y cobarde) u otros secundarios (la tía de la niña no parece ocuparse demasiado de ella ni de nada que no sea su negocio; proliferan los personajes que mienten, ocultan o revelan cosas por dinero, etc.). Incluso la ley, aquí encarnada por un superintendente de policía, es retratada con poco afecto, o en cualquier caso mucho menos que el que recibe la pareja protagonista.

Rodada en Gales, la película transmite eficazmente el ambiente portuario de Cardiff, con el trasiego de barcos y marineros, y retrata con similar acierto la vida ajetreada de las típicas casas de pisos de alquiler que tan frecuentemente aparecen en las películas británicas de la época. Destacan, por su utilidad narrativa y buen hacer cinematográfico, las secuencias rodadas en torno a la escalera de la casa, que sirve así de eje para acontecimientos y personajes. Igualmente acertado es el tramo rodado en el mar, que aporta emoción y algo de suspense a la historia. Añadamos al conjunto una buena fotografía, de tendencia contrastada, y el muy loable trabajo de los intérpretes, con Bucholz y los dos Mills (padre e hija) a la cabeza, y no nos queda sino constatar que la película está francamente bien.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 5 6 7 10 82 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow