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Seychelles Seychelles · Coldwater
Críticas de TPA
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Críticas 57
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
16 de junio de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que el cine británico está echando una ojeada últimamente a los archivos históricos para leer algunas letras pequeñas, paréntesis y notas a pie de página que tendían a obviarse o pasaban desapercibidas. Resulta de ello un cambio ya no tanto del rigor, sino de la óptica con la que se enfocan algunas de las últimas producciones de época inglesas, en las que parece que los estrógenos van acomodándose, por fin, en sus correspondientes asientos. Hablo de un cine histórico y costumbrista que habla en clave femenina alejado de tabús, pudores y demás obstáculos para centrarse en realidades trascendentes o banales, pero en todo caso prácticamente inéditas. Hace algunas semanas podíamos verlo en la película de Rodrigo García, Albert Nobbs, o en las dos nuevas adaptaciones de las novelas de las hermanas Brönte, Jane Eyre (Cary Fukunaga, 2011) y Cumbres borrascosas (Andrea Arnold, 2011), y ahora lo vemos en la entretenida Hysteria, tercera incursión en dirección de Tanya Wexler que relata la invención del primer vibrador poniendo de manifiesto el sinsentido social que hasta mediados de siglo XX se vivía respecto a la sexualidad femenina. El orgasmo de ellas –llamado entonces paroxismo histérico–, el diagnóstico médico de la llamada Histeria y su consideración como enfermedad quedan perfectamente plasmados en el film, así como las particulares sesiones terapéuticas que se les practicaba a las señoras de finales de siglo dieciocho.

Wexler describe todo ello sin buscar nunca la senda de la controversia; el argumento es simpaticón y fácilmente digerible y el tratamiento de la sexualidad implícito, observándolo todo con el ojo en absoluto lujurioso de quien realiza una investigación científica. Lo que no puede evitar la directora, no obstante, es que todo el interés del film recaiga sobre su contexto social y sexual más que en la principal trama, que al fin y al cabo es la clásica historieta de amores improbables azucaradilla y conformista. Cumple ésta su función de pretexto mientras se gesta con solemnidad el que será uno de los más célebres juguetes sexuales, generando un curioso contraste entre lo inocente y lo rígido de la sociedad decimonónica. El guión de Stephen Dyer y Jonah Lisa Dyer sabe, en este sentido, extraer toda la comicidad de la situación sin perder la compostura ni sus motivaciones reivindicativas, en un efectivo ejercicio de cine ocioso con trasfondo.

Conducen el relato con solvencia Hugh Dancy, al que veíamos recientemente en Martha Marcy May Marlene (Sean Durkin, 2011) y que interpreta al ocurrente médico Joseph Mortimer, y la neoyorquina Maggie Gyllenhaal, que se encarga abanderar el movimiento feminista a lo largo del filme. Ambos representan el progresismo en una sociedad cerrada y ridícula que Wexler, desde la distancia, denuncia y caricaturiza.

Lo mejor: las agradables terapias contra la Histeria.

Lo peor: lo convencional de la trama principal.

[Tupeli.es]
TPA
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7
10 de junio de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parte Isabel de Ocampo de la premisa más realista para narrar un fenómeno pandémico, la trata de mujeres y la explotación sexual, que afecta especialmente a España y que se lleva por delante, sin piedad, a una ingente cantidad de personas a las que la vida sonreía poco y llegado el momento ya no hace más que mirar con desprecio. La desdicha y la crueldad humana no conocen límites, y De Ocampo no se anda por las ramas al reafirmarlo, retratando la desesperación de una de esas víctimas que es ficción pero es realidad. El engaño y consiguiente desengaño, la asfixia de quien sólo respira aire viciado y enfermizo, la progresiva pérdida de voluntad e identidad… De Ocampo lo describe todo con crudeza pero desde una óptica humanista; existen dosis de comprensión hacia todos los sujetos del relato aunque nunca pretende justificarlos.

La película se centra en una joven peruana, Evelyn, que abandona su país mediante una agencia que le tramita un visado a España, donde se supone que va a trabajar sirviendo cafés. Lógicamente no es así, y una vez llegada al país empieza el calvario que De Ocampo muestra y denuncia con una meritoria y personal fórmula, lejos de cualquier tentativa exploitation. Es en su vertiente más psicológica donde la película de la realizadora salmantina cobra fuerza, bien conducida además por una Cindy Díaz que debuta notablemente como protagonista con un papel difícil, solista de un tema afinado pero atípico, de tonos graves y acordes bruscos. La claustrofobia, la resistencia a la subyugación, a la pérdida de libertad… De Ocampo conjuga su guión con un interesante manejo de los recursos cinematográficos para jugar con lo sensorial, procurando que el espectador empatice al máximo con su protagonista sin recurrir en demasía a la sordidez visual.

En este sentido, Evelyn es un triunfo; la valentía y lenguaje directo de la directora y la acertada actuación de Díaz conectan con un público que siente lástima y miedo y rabia ante algo que trasciende lo cinematográfico. Ya lo hizo con su cortometraje Miente (2008), ganador de un Goya, y repite ahora con su primer largometraje, hablando de lo mismo con harta coherencia y sensibilidad. Y aunque se alarga un pelín demasiado y que no todas la actuaciones están al mismo nivel, Evelyn es un potente baño de realidad cinematográfica.

Lo mejor: su óptica femenina es tan visible como necesaria.

Lo peor: le sobra, quizás, un cuarto de hora de metraje.

[Tupeli.es]
TPA
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6
10 de junio de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En tiempos de crisis todo se tambalea, también lo hacen los valores y consciencias humanas, las creencias y hasta la estima al prójimo. Ni las insignias más portentosas parecen resistirse a este terremoto que todo lo tumba y, ahí es nada, también lo hace el país de l’amour. Memeces aparte, lo que sí es cierto es la curiosa y reciente inclinación del cine de romances y amoríos francés hacia las rupturas y las cornamentas, como lo demuestran algunas de las últimas producciones llegadas a nuestras salas desde el país de los croissants. Los infieles, 4 Lovers, Partir, Los seductores o la que hoy nos ocupa, El arte de amar, tienen en las infidelidades su principal bebedero, algo curioso que puede despertar algunas suspicacias.

Lo cierto es que no hay que ser demasiado despierto para sospechar o achacar, directamente, esta tendencia a las encuestas que colocan a Francia como uno de los países con mayor grado de insatisfacción sexual… Pero no seamos malpensados y vayamos al grano con la película sin sacar más conclusiones precipitadas. El arte de amar consiste de varias historias en relación al amor, al sexo, a la pareja y sí, a la infidelidad. Dichas historias se entrecruzan a lo largo del filme de forma sutil, escribiendo un discurso variopinto pero coral sobre estos temas con los que sus actores juegan, risueños de oreja a oreja. Así es, la de Emmanuel Mouret es una simpática aunque algo pija comedieta que se bebe como el ponche de una boda ajena: fácil. Nada trasciende pero tampoco molesta en este capítulo afrancesado de Mujeres desesperadas; su guion es suficientemente perspicaz y sus interpretaciones notables y llenas de caras conocidas. Junto con François Cluzet, que encabeza el elenco y es el atractivo principal después del éxito de Intocable, desfilan con gracia por la pantalla Frédérique Biel, Julie Depardieu o Gaspard Ulliel, entre otros, todos con fortuna. Mouret también interpreta y escribe, otorgando al film un lenguaje más personal que aunque nunca osa salirse de los esquemas, sí que deja marcado el territorio.

Poco más cabe añadir de El arte de amar. Si lo que buscan es la respuesta que parece sugerir su título, les anticipo que no la van a encontrar, pero si por el contrario no tienen más pretensiones que las de pasar un buen rato de cine ameno, distraído y con 0% de materia grasa, ésta es su película.

Lo mejor: es ligero como una pluma, para lo bueno y para lo malo.

Lo peor: tiene momentos francamente cursis.

[Tupeli.es]
TPA
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6
25 de mayo de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo que tenían que asumir los realizadores de Men in Black en esta tercera entrega de la curiosa saga inaugurada en 1997 por Barry Sonnenfeld era que un tercer capítulo de las aventuras de los hombres de negro carecería, casi seguro, de la originalidad y frescura de sus primeros pasos. El trabajo, entonces, consistiría más bien en consolidar a los dos protagonistas –siguen al pie del cañón Tommy Lee Jones y Will Smith– desprendiendo de ellos el ya muy manido estigma del mentor y el aprendiz que tan bien funcionaba en la primera película y otorgándoles un rol distinto, un dúo con más galones y veteranía. Y aunque este trabajo le correspondía también a Lowell Cunningham, autor de los cómics en los que se basa el film, lo cierto es que todo sigue pareciéndose mucho. Lee Jones sigue siendo un agente serio, cuadriculado y aleccionador y Smith sigue siendo un chavalín al que parece venirle todo de nuevo.

Así es que optando por la opción más conservadora y continuista, Sonnenfeld y compañía se vuelcan en la simplificada tarea de entretener sin más, algo que sí consiguen en casi todo el metraje gracias a sus malabares visuales y argumentales y la multitud de referencias y vaivenes temporales que los protagonistas sufren, trasladando el grueso de la acción a finales de los sesenta, esos años de alunizajes, hipismo y arte pop. Así es, las nuevas correrías de los hombres de negro amplían su campo de acción y ya no se limitan a cazar extraterrestres camuflados y resolver incidentes intergalácticos en el presente, también lo hacen en el pasado con un lozano Agente K tan serio como enamoradizo y un gracioso cóctel estético entre lo retro y lo ultramoderno, genuino de la saga. Lo mejor del film es sin duda eso, el juego de reubicaciones y nuevos contextos que dan pie a decorados kitsch, vestimentas a lo Hells Angels o ingeniosas alusiones a Neil Amstrong o Andy Warhol, todo ello con extraterrestres de por medio.

Sin embargo no hay mucho más que destacar de esta tercera parte, pues más allá de las formas, lo que cuenta es más bien típico: alien malvado y con delirios de grandeza busca venganza contra quien lo detuvo y encarceló y ahí están los hombres de negro para evitarlo… Sonnenfeld lo pinta todo sin salirse de la raya y colorea con las tonalidades que corresponden, renunciando a un resultado más fresco o atrevido y dejando la sensación de cine enlatado, correcto por la inercia de su premisa y poco más. Sea como sea el resultado no está nada mal; cinta de puro pasatiempo con chistes de desigual gracia (hay algunos francamente conseguidos, otros no tanto) y solvencia en el resto de aspectos, avalados por un equipo tan veterano o más que el que forman los agentes K y J, con Barry Sonnenfeld, Danny Elfman y su excelente banda sonora, Tommy Lee Jones y Will Smith, entre otros.

Lo mejor: Andy Warhol y el momento en The Factory.

Lo peor: el acomodado continuismo por el que se ha optado en saga con más posibilidades.

[Tupeli.es]
TPA
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9
18 de mayo de 2012
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Profesor Lazhar constata con suma efectividad la importancia de un aprendizaje simbiótico; hasta dónde puede llegar a ser positiva la reciprocidad en el constante proceso de formación, ya no en un marco escolar sino global. Philippe Falardeau parte de esta premisa y rueda un film tan terrenal por su historia y personajes como importante por la suma trascendencia e intemporalidad de su mensaje, más allá de cualquier contexto. Pero es que allí, en ese contexto, reside también buena parte de su lucidez: un profesor argelino que proviene de un país con graves problemáticas sociales desembarca en una clase, en Canadá, con unos conflictos de mucha menor escala aunque del mismo modo sintomáticos. El microclima que allí se genera, enrarecido al principio y canalizado poco a poco por el profesor y sus alumnos, es descrito de manera sensible y magistral, nunca exenta de rigor narrativo, implosionando al final con una escena tan sencilla como memorable.

Algo que posibilita este realismo, hilo conductor de una historia con honda carga emocional, es la espléndida dirección de actores, con Mohamed Fellag al frente y seguido de una veintena de niños de inaudito desparpajo y naturalismo. Impresiona la calidad del elenco como lo hace en definitiva la película, sin excesos ni trampas oportunistas. En este sentido, es inevitable no pensar en la interesante La Clase (Laurent Cantet, 2008), que exploraba con una fórmula similar los entresijos de la pedagogía, los incentivos, disyuntivas y dificultades de una profesión tan compleja como edificante. Sin embargo, así como la obra de Cantet era más bien fría y flirteaba con lo documental tanto como huía de cualquier sentimentalismo, la de Falardeau, en tanto que cine realista y desacomplejado, no teme a lo emotivo, intrínseco al fin y al cabo a la naturaleza humana.

Profesor Lazhar es, con todo, una obra de enorme relevancia por su capacidad de trascender más allá de lo académico, en todos los sentidos, hacia una percepción integral de la educación. Eso, junto al afinado trenzado argumental que Falardeau confecciona a los personajes y sus trances –y con permiso del escrito original de Évelyne de la Chenelière–, configuran una película de imprescindible visionado y profundo poso.

Lo mejor: por citar sólo una de sus virtudes, su sereno optimismo.

Lo peor: que se pueda considerar la hermana pequeña de La Clase, siendo más bien mayor.

[Tupeli.es]
TPA
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