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España España · O Carballiño
Críticas de odaesu
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Críticas 66
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
27 de septiembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Deep Blue Sea es una película ensimismada en su belleza. Fría como un témpano, hermosa e inalcanzable, y por ello más hermosa si cabe. Pensada al milímetro, estudiada una y otra vez, es un puzle en el que todas las piezas son perfectas y sin embargo no consiguen cuadrar entre sí, porque aunque cada secuencia es redonda en sí misma, el conjunto es todo menos redondo. Y así volvem¬os al inicio, The Deep Blue Sea es una película gélida hablando de pasiones desbordantes. Y por ello la nave no acaba de ir del todo bien, la madera que arde en la caldera está mojada y la chimenea echa un humo que se expanda por todo el film.
Rachel Weisz interpreta a una mujer condenada a ser infeliz, un arquetipo cinematográfico que ha dado un gran número de obras maestras cinematográficas: desde A Streetcar Named Desire (Kazan, 1951) hasta Revolutionary Road (Mendes, 2008). Y aquí también funciona la fórmula, en la hermosa e impoluta piel de Weisz, con esa mirada al borde de la demencia, ¿cómo no creértela? Hermosamente encerrada en su campana de cristal. Y todo lo que toca lo enfanga, tiene un hombre que la quiere y otro que no sabe como quererla y a los dos los hace sufrir, los enreda en su trampa. Les miente, porque a ninguno de los dos les dijo previamente que era incapaz de ser feliz, que por mucho que lo intentaran nunca lograrían hacerla feliz, que ella no había nacido para eso. Sufrir era su combustible, su forma de vida, su destino.¬
Terence Davies brilla en la construcción visual del film pero fracasa en la narrativa, la forma en que te cuenta la historia resulta más interesante que la propia historia. Es un pequeño fracaso como narrador y una pequeña victoria como esteta, como poeta visual. Y a pesar de todos sus defectos, siempre nos quedará el placer de ver a Rachel Weisz inmolándose ante nuestros ojos, mientras su delicada belleza se desintegra. Una destrucción calculada y hermosamente filmada.
odaesu
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9
4 de enero de 2011
256 de 296 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero. No me abandones. Segundo. Si me abandonas vuelve a mí. Tercero y último. A pesar de todo el dolor te querré siempre.
En Never let me go, Mark Romanek nos muestra un pasado-futuro, una realidad histórica alternativa, dónde la ciencia y la medicina evolucionaron a ritmos agigantados después de la II Guerra Mundial, y dónde la moralidad quedó sepultada por el instinto natural de supervivencia. En este mundo todo es lo que parece. No hay trampas. No hay salidas. Es la dura realidad chocando contra nuestros más altos ideales, contra aquellas cosas en las que todos confiamos creer, hoy y mañana.
La película adquiere la forma de un corazón dolido, justo antes del final de su camino, justo antes de cambiar de recipiente, y deshacerse de eso a lo que aún llamamos sentimientos. Y que tenemos todos. Todos. A pesar de la forma cuadriculada que quieren imponer a nuestros cerebros. Podremos perder nuestra voluntad, ser siervos, pero nunca dejaremos de amar, y de querer ser amados.
Por encima de todas estas cosas, del debate “ética contra ciencia”, del autoritarismo, de la dominación y adormilamiento de las masas, del escaso dolor que parece generar en el individuo la colectivización de la culpabilidad, todos ellos temas temiblemente desarrollados por los totalitarismos del siglo XX (desde el nazismo hasta el stalinismo), por encima de todas ellas, esta película cuenta con un alma descarnada. Porque sí, todos tenemos alma también. Una alma coartada que vemos a través de las miradas tristes, melancólicas, apagadas, de unos personajes derrotados sin luchar, interpretados magistralmente por Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley. Sin ellos, sin sus gestos cansados, sin sus voces rotas, esta película no podría haber sido posible. Tampoco sin la maravillosa música de Rachel Portman o la apagada fotografía de Adam Kimmel. Forma y fondo al servicio de unas ideas concebidas por el escritor Kazuo Ishiguro, y plasmadas por el guionista Alex Garland y el director Mark Romanek.
Never let me go es, en definitiva, un caballo que no puede correr, un toro que solo sirve para procrear, una bestia dominada, con una vida programada antes ya de nacer. Never let me go es lo que sus personajes le hacen ser. Y a lo mejor nosotros también somos así. Es tan pesimista el mensaje, el texto y el subtexto de esta película, tan retorcidos los sentimientos que produce en el espectador, y tan auténticos, que tiene que haber algo de verdad en todo ello, algo de presente en este alternativo pasado futurista. Algo de nosotros. Algo de amor y de dolor. Algo de realidad.
odaesu
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10
30 de agosto de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford cogió el material con el que se hacen los sueños y a partir de ahí creó y finiquitó el western. Primero lo llevó por caminos de polvo y piedras, después atravesó valles desoladores mientras la estela de los caballos (y los caballeros) pintaba curvas sinuosas, y finalmente lo montó en un ferrocarril rumbo a la historia.

“Usted sólo conoce la ciudad desde que la cruzó el tren, era muy diferente entonces, muy diferente señor Scott, muy diferente”. El cine era muy diferente también, con sus limitaciones y sus anhelos, con sus posibilidades inexploradas y sus formas prematuramente viciadas. Sí, el cine era muy joven.

“Lo hacemos muy a gusto por el hombre que mató a Liberty Valance”. Entre sombras alargadas y soplos de luz en un mar de oscuridad nos movemos al lado de personajes disociados en dos, un periodista alcohólico, un idealista encumbrado por lo que aborrece, un perdedor que hace lo que considera correcto aunque eso implique sacrificar su propia felicidad, un comisario cobarde, una mujer valiente que persigue lo inalcanzable mientras intenta retener con sus manos lo presente… Nos movemos a una velocidad constante entre cactus floreados y familias de rancheros, temerosas de Dios pero también del diablo. Nos movemos porque John Ford nos acompaña plano a plano, nos guía a través de un montaje indeleble, nos enseña un mundo que ha huido pero que se parece al nuestro. La esencia de la humanidad sigue siendo la misma. Seguimos creyendo en la idea de sacrificio, aunque parezca que la hayamos olvidado. Seguimos permitiendo que prospere el mal en el mundo, aunque digamos que defendemos la justicia. Seguimos teniendo ideales y bondad en nuestros corazones, aunque el mundo nos empuje día a día al ostracismo.

Sí, seguimos anhelando ser libres. El sueño de John Ford ha atravesado decenas de generaciones hasta nuestros días. Como un rayo iluminando la negrura del desierto. “En el Oeste cuando la leyenda supera a la verdad publicamos la leyenda”.
odaesu
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Treme (Serie de TV)
Serie
Estados Unidos2010
8,1
8.975
David Simon (Creador), Eric Overmyer (Creador) ...
10
25 de agosto de 2010
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La única palabra que aparece nítidamente en mi cabeza cuando pienso en Treme es en plural: sentimientos. Quizás por contraste con la primera serie que creó David Simon para HBO, The Wire, una crónica letal sobre el devenir de la sociedad occidental en general, y del de una ciudad como Baltimore en particular. Drogas, política, corrupción, todo con un tono hiperrealista, cortante, que no concedía ningún tipo de tregua y que tampoco pretendía despertar sentimientos en el respetable, solo hacerlo pensar. En este sentido Treme es la evolución natural de las premisas primigenias del universo de Simon. Treme es todo lo que era The Wire (pausada, reflexiva, compleja, inteligente) pero además es profundamente emotiva. A uno le destroza el alma ver el día a día, la lucha por la supervivencia, de un grupo de perdedores con el agua al cuello en una ciudad derrotada, que no muerta, Nueva Orleans, o lo que de ella queda 4 meses después del huracán Katrina. Y de esta forma emprendemos un viaje acompañando a diversos personajes que se entrecruzan en la ciudad de la música americana y los carnavales eternos, un viaje lleno de tristeza pero también de esperanza, un viaje desolador y optimista entre las ruinas y el comienzo de la reconstrucción física de una ciudad con el alma rota que se sigue amando a sí misma, a su historia y a su leyenda, a su pasado pero también a su futuro. Una ciudad que se niega a morir, habitada por unos ciudadanos que luchan todos los días por salir adelante mientras conservan las esencias de lo que un día fueron, que a pesar de toda la fatalidad que se les vino encima, de la incompetencia de los políticos, de la diáspora a la que se vieron sometidos, siguen bailando, cantando, comiendo, tocando y por supuesto celebrando el Mardi Gras. Treme es una obra maestra, infalible, perfecta en todos los apartados, con mención especial para sus actores.
odaesu
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8
21 de julio de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es la libertad? ¿Cómo podemos alcanzarla? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por obtenerla? Todo esto gira en forma de espiral sobra la volcánica isla de Stromboli y sobre la cabeza de Karin, una mujer que huyendo de un campo de refugiados se fue a encerrar en un remoto pueblo alejado de la civilización tal como ella la conocía. Persiguiendo la libertad queda atrapada física y emocionalmente entre un hombre al que repudia y una sociedad que la teme. Emparedad en una visión tradicional de la vida, anquilosada en el pasado, que niega a las mujeres su legítimo derecho a ser dueñas de sus propias vidas.

El director Roberto Rossellini construye un calvario, un camino hacia la nada existencial lleno de pesares y sobresaltos. El personaje de una magnética Ingrid Bergman se adentra en solitario en un viaje a los entresijos de la mente humana, pasando por la negación de sus problemas, el intento de adaptación a su nuevo entorno, la lucha contra el mismo, la huida y finalmente la resignación. Termina por aceptar el devenir de un destino caprichoso y entregándose finalmente a la idea de Dios como a la que aferrarse, como representación de que todos los sacrificios serán recompensados.

Se acaba imponiendo así, el sacrificio ligado al amor sobre las ansias de libertad. Todo ser humano aspira a ser libre algún día, sin embargo ninguno lo es. Como miembros de una comunidad, las decisiones que tomamos se ven condicionadas por nuestro entorno, y por las consecuencias que tendrán sobre el mismo.

Al bajar desde la cúpula de los ideales al día a día terrenal, la libertad torna inalcanzable entendida en su grado máximo al verse sometida por condicionantes externos. Por encima de la libertad situamos a la felicidad, y ningún ser humano es feliz en la soledad absoluta y permanente, único estado vital donde la libertad deja de estar constreñida por tipo social, moral o religioso.

Este caldo de cultivo se vuelve más complejo cuando en la ecuación se introduce el tema de la maternidad y todas las responsabilidades que esta acarrea. La mujer se desdobla en dos para siempre, asume un contrato no escrito de unión eterna entre ella y su hijo. Por muchas vueltas que dé la vida, y por mucho sufrimiento que esta nos produzca, la sangre siempre pesará más que el agua.
odaesu
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