El pasado mes de enero, en referencia a 'Pathaan', decía que este tipo de películas se definían de forma muy sencilla con una simple pregunta: ¿Merece la pena pagar por verlas en una sala de cine? Si te gustan las de acción, la respuesta, rotunda, es que si. Este tipo de blockbusters son los que, precisamente, deberían de definir la llamada "experiencia cinematográfica" en una sala de cine; al menos, como una "experiencia social colectiva" similar a las que se pueden experimentar en un concierto o en un campo de fútbol.

Hay dos maneras de encararlo, una vez, como occidental, se ha entrado en la sala a ver una película como 'Jawan': Mirar o vivirlo. Con ambas uno acaba agotado, como con tantas otras cosas que tanto nos gustan. No dejan de ser casi tres machaconas horas de caos narrativo y problemas de indios que a decir verdad, la película no hace mucho porque nos importen; porque a decir verdad, no es que se trate ni trate de ser una gran película que nunca es ni será. Se trata, sobre todo, de espectáculo, desvergüenza y desparpajo.

Poco importa que lo que pase o deje de pasar nos importe o lo entendamos más bien poco: 'Jawan' es cine de acción comercial con una clara denominación de origen. Una especie de 'Fast & Furious' atropellado y dirigido por Zack Snyder sumamente efectista y estético. Una colección de bonitas postales que construyen lo que más que una historia son una suma deshilvanada de momentos. Hasta el punto que podríamos hacer una novela gráfica con sus mejores fotogramas. E incluso funcionaría mucho mejor que como película.

Y puede que también como espectáculo, quien sabe.

En realidad no deja ser en gran medida igual el cine de gran presupuesto norteamericano, tirando a conservador y de clara vocación y servidumbre popular donde hay más ruido y tiros que refinamiento y guión. 'Jawan' es un blockbuster al servicio de la acción descocada y desmesurada en busca no ya el más difícil todavía, sino ser lo más molón posible. Todo ello con un toque para los occidentales -de momento- muy exótico que ayuda, y mucho, a digerir lo que en Hollywood a menudo parecen hacer ya con poca pasión o implicación.

De momento. Porque 'Jawan' mola, pero no está tan lograda como la citada 'Pathaan', y es posible que de ser la novena o décima entrega estaríamos un poco hartos, como lo estamos sin ir más lejos de la franquicia de 'Fast & Furious' (o de Zack Snyder y sus fans). Es cierto que Shah Rukh Khan parece moverse mejor que Vin Diesel, pero eso no siempre será suficiente; sobre todo ahora que Bollywood, la igual que Hollywood desde hace eones, ya no hace películas sólo para sí mismos. En cualquier caso, hoy aún es hoy y no mañana.

Sí, merece la pena.

La tercera (o quinta) entrega de la franquicia cumple lo que promete: Tiros, mamporros y efectos especiales a mansalva. No sé hasta qué punto es mejor que las dos películas anteriores, las cuáles recuerdo haber visto pero de las que apenas me acuerdo de algo, pero lo que hace lo hace de una manera lo suficientemente solvente y divertida como para merecer pagar el precio de una entrada incluso llegado el caso en festivo, que en resumen es lo que cuenta.

Y lo que ha hecho de Salman Khan la estrella internacional que es, para quien no tenga el gusto una suerte de Dwayne Johnson indio que aquí se viste del Tom Cruise de la saga 'Misión: Imposible'. Sin jugarse la vida, sin tampoco la perfección a la que la ha llevado Christopher McQuarrie, pero (casi) con el mismo sentido del espectáculo, del entretenimiento y del ritmo. Cosa rara, una (super)producción india a la que no le pesan sus dos horas y pico de duración.

Pero así es, haciendo de 'Tiger 3' un enérgico y decidido espectáculo cinematográfico tan disfrutable como lo fuera a principios de año el 'Pathaan' de un Shah Rukh Khan que, por descontado, ahora le devuelve el favor a Tiger. Porque así son las cosas, y así es este tipo de cine nacionalpopulismo, si alguien le quiere llamar así, en el que el prota sale caminando y por la puerta principal sin apenas un rasguño como si fuera el Jack Slater de Arnold Schwarzenegger...

... si este supiera (o se atreviera a) bailar y cantar.

Y me voy a quedar tan pancho. 'Alimañas' es una especie de versión más teatral y de andar por casa de 'La comunidad' de Álex de la Iglesia que conserva su mala leche. Dada la presencia delante y detrás de la cámara de Jordi Sánchez podría mencionar 'Aquí no hay quien viva', 'La que se avecina' o como se llame ahora. Pero no: Ambas son demasiado blanduchas para lo que proponen Sánchez y su socio Pep Anton Gómez.

La verdad, desconozco los antecedentes de dicha pareja creativa. Al igual que a Leo Harlem, a Sánchez le reconozco como el chiste recurrente de un sólo registro que por más que insista, no pierde vigencia a poco que las circunstancias le acompañen. Como Carlos Areces, Silvia Abril, Loles León o Carmina Barrios: Puro costumbrismo reincidente que puede llegar a cansar, tanto como puede ser condenadamente divertido.

Y 'Alimañas', dignísima heredera de 'La comunidad', lo es a menudo. Y con creces. Un placer castizo que ofrece aquello que promete: Un divertimento malicioso que se asienta y crece con el paso de los minutos, funcionando como una obra de teatro filmada con extrema solvencia, un gran aprovechamiento de los intérpretes y sobre todo, un gran sentido de la escena. ¿Suficiente como para que veamos una 'Alimaña2'? Quien sabe...

La asociación fue instantánea en mi cabeza, y de aquí no me bajo ni a tiros: Una suerte de 'Gangs of London' ambientado en el mundo de John Wick. Al igual que sucedía con al menos la primera temporada de aquella, lo que de primeras nos atrae de 'The Continental: Del universo de John Wick' son los tiros y las hostias, si bien a la hora de la verdad ni son el único recurso ni tampoco la serie se abandona a ellos... por más que cuando la violencia en cualquiera de sus formas y expresiones hace acto de presencia, lo haga como es debido: De manera contundente.

Puede que a menudo de manera demasiado breve y concisa, pero siempre de manera contundente y respetable.

Sirva que no llevamos ni cinco minutos y ya nos ha quedado claro el parentesco con el primo de Zumosol. Cinco minutos y ya estamos dentro, aunque no vaya a ser todo el rato así de intenso. Ojalá, pero no todo puede ser tiquitaca, y sus responsables se toman la molestia de dotar de sentido y sensibilidad a sus tres episodios de noventa minutos con una historia que no inventa la pólvora, pero que ayuda a que sus protagonistas la usen cuando la ocasión lo requiere; especialmente, durante los últimos sesenta minutos de su tercer y no necesariamente último episodio.

Y es que al fin y al cabo, hasta los acontecimientos del primer 'John Wick' aún queda un largo trecho de posibilidades.

Es uno de sus peros, como el de muchas de las precuelas: Aunque sus protagonistas puedan no saberlo, nosotros como espectadores sí sabemos de antemano hacia donde conduce todo. Aunque no es tanto saberlo, como que la producción de turno no se las ingenie para jugar con ello. 'The Continental' no sólo no lo hace, sino que además su trazado argumental tampoco sorprende al no romper una inercia que se desarrolla más o menos sobre lo previsto y esperable. Esto es, todo lo que no sea Winston (y Mel Gibson con su presencia) es tan relevante como prescindible.

Y allí donde unos pueden ver una historia que contar, otros pueden ver sólo metraje que con algo hay que rellenar.

Ni si, ni no: Ni la saga destaca por su historia, ni tampoco hacían falta cuatro películas que hemos disfrutado enormemente para contar, ¿el qué? Vaya por delante: Aunque menos 'The Continental' también se disfruta, por más que podrían haber sido tres episodios de sesenta minutos y no presente ningún nuevo personaje relevante. No que al menos sobreviva al final. Un final que podría serlo como podría no serlo, el eterno debate de cuando nos da por ponernos exquisitos y buscarle las cosquillas a aquello que satisface nuestras fantasías más criminales.

Vamos, hablar por hablar. Palabrería barata que nos aleja de lo verdaderamente importante: Guns, lots of guns.

Y a esto venimos, y esto es lo que queremos. Y 'The Continental' cumple, tanto por sí misma como una elegante, sumamente respetable y a ratos contundente serie de acción como a su vez un derivado menor, que nadie había pedido y que no aporta gran cosa a la franquicia pero que ni molesta, ni tampoco está de más. Que nos quiten lo bailado. O las balas disparadas, siendo que al igual que sucedía con al menos la primera temporada de la algo superior 'Gangs of London', todo se reduce a lo mismo: Para qué hablarlo si podemos resolverlo a hostias. Y de eso va servida.

Ojalá hubiera visto 'Nadie te salvará' sin saber absolutamente nada de ella. Y ojalá Disney hubiera tenido la decencia de haberla estrenado en salas de cine.

Lo uno no quita lo otro, y 'Nadie te salvará' es el placer que sugiere una premisa de lo más estimulante con la que, y esto es lo más importante, su máximo responsable creativo, el guionista y director Brian Duffield, sabe qué hacer. Una premisa que va evolucionando y volviéndose cada vez más intrigante de manera muy hábil e incluso sorpresiva, y que en cierta manera reinventa las 'Señales' de M. Night Shyamalan con una sensibilidad fantástica y dramática muy próxima a la de Jordan Peele. En cierta... y atmosférica manera.

Y puede que esté ya contando demasiado pues, como insinuaba al principio, cuanto menos se sepa de 'Nadie te salvará' mejor. Ojalá una de esas proyecciones como la de 'It Follows' en el Festival de Sitges de la que no sabía nada cuando se apagaron las luces, siendo la del tal Brian Duffield una posible revelación como la de David Robert Mitchell en 2014. Un notable guión impulsado por unas intenciones muy estimulantes respaldado por una no menos notable y elegante dirección, aún con un sprint final algo trastabillado.

Por si fuera poco, además cuenta con el imponente protagonismo de Kaitlyn Dever, joven actriz que por presencia y poderío multifacético recuerda a Saoirse Ronan. Dever asume todo el protagonismo con un estoicismo y fiereza silente con marchamo a icónico clásico de culto inmediato. Lo que ya es 'Nadie te salvará', una estupenda, deliciosa e irresistible experiencia a mitad de camino entre el fantástico, el terror, la introspección juguetona y el cine de la Amblin de los 80 que se convertirá, al tiempo, en una de las grandes revelaciones de 2023.

Por derecho propio.

Pd. En cuanto termina, Disney+ te recomienda a continuación 'Barbarian'. No está para nada mal jugado.