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España España · Madrid
Críticas de jita
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Críticas 71
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
16 de abril de 2014
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra película de superhéroes más. Sin duda, el género que está llenando las arcas de los productores de Hollywood en los últimos tiempos. Sony no quiso quedarse atrás y hace dos años decidió reiniciar la saga Spider-Man. Con Andrew Garfield y Emma Stone a la cabeza, consiguió un toque más juvenil y simpático que logró convencer a la crítica norteamericana. Pese a la reciente trilogía de Sam Raimi, el público acudió a las salas y la película recaudó $752.000.000 (el presupuesto era de 230 millones).

Está segunda entrega es más grande pero no tan espectacular como prometía. Su antecesora -la cual me gustó e incluso me sorprendió en algunos momentos- sólo contaba con el lagarto como enemigo y era una cinta más sencilla y directa. En esta ocasión Sony y Marvel siguen el camino marcado en Los Vengadores y junta a varios personajes en pantalla. Tenemos una vez más al Duende Verde, protagonizado en esta ocasión por Dane DeHaan. En la piel de Harry resulta bastante inquietante pero su caracterización como Duende no me ha convencido la verdad. Electro en cambio es bastante más espectacular. Por último, veremos brevemente a Rhino y a Felicia. El lagarto estaba bien, pero no cabe duda de que en este sentido la película ha crecido.

En cuanto a la trama, un prólogo nos cuenta detalles del pasado y es en la primera secuencia de acción cuando conocemos a Max Dillon, interpretado por un correcto Jamie Foxx. El guión también se centra en la relación de Peter y Gwen, y posteriormente introduce a Harry. Interesantes y necesarios minutos, aunque sin muchos alardes. Es en Times Square cuando la película da rienda suelta a los efectos especiales y las chipas y los rayos toman el protagonismo. Una espectacular secuencia de caos y acción que prometía ser el aperitivo de las batallas.

A continuación la película se relaja y sigue contando las diferentes subtramas. Bajo mi punto de vista se entretiene más de lo debido. Lógicamente tiene que haber un hilo narrativo, hay que unir los hechos y avanzar en la historia, pero los guionistas se olvidan de la acción y focalizan en el romance de la pareja. Este tramo tenía que haber estado mejor estructurado, o al menos acortado en 15 minutos. Hay que aclarar que aunque la duración de la película es excesiva, esta no se hace pesada en ningún momento.

En el desenlace esperaba una batalla más espectacular y más larga de la que vemos. Si en la primera película el lagarto protagonizaba varias escenas de acción, en esta Electro aparece en apenas dos ocasiones y el Duende Verde sólo al final. Puede entender que el Duende Verde sea un personaje muy visto y por ello su protagonismo se vea reducido. Sin embargo creo que Electro está muy desaprovechado. Webb prefiere introducir el elemento dramático –quizás se sorprendan si no son fans de los cómics- y nos ofrece una batalla un poco insulsa. A estas alturas hay que exigir un final mucho más emocionante. El leve anticipo de lo que nos espera en la tercera entrega nos deja la esperanza de ver una cinta con más movimiento.

En definitiva, una carismática pareja sostiene un entretenido film. El Spider-Man de Webb sigue siendo un producto más práctico y menos aparatoso que otros (véase El Hombre de acero), pero los enemigos son olvidados en favor de avanzar en la trama, y francamente, me quedo con hambre de acción.


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jita
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6
31 de enero de 2014
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Si el cine fuera una fábrica de sueños –que lo es- resulta evidente que Walt Disney sería el propietario. Una fábrica que ha hecho disfrutar, y sigue haciéndolo, a millones de niños –y no tan niños- de todo el mundo. Saving Mr. Banks (la traducción del título chirría un poco) es una visita a esa fábrica.

John Lee Hancock dirige con encanto y sentimiento paternal el acertado guión de Sue Smith y Kelly Marcel. Una historia ambientada en Los Ángeles y narrada con flashbacks en Australia para entender como Mary Poppins saltó del papel a la gran pantalla.

La película es en el fondo una doble ofrenda. Por un lado a lo que llamamos “los entresijos del cine”. Todo eso que pasa detrás de las cámaras o antes incluso de que estas empiezan a funcionar y que pocas veces vemos. Y dentro de ese saco encontramos: una escritora que coge un avión con rumbo a Hollywood, al chófer que la espera en el aeropuerto (notable una vez más Paul Giamatti con esas conversaciones que evocan a Paseando a Miss Daissy), un recibimiento juguetón en un hotel o el duro trabajo con los músicos y guionistas para preparar el guión.

Y por la otra cara nos encontramos con un claro mensaje al corazón de un padre. Esta no es una película para niños (o sí, según se mire), es una intrahistoria (de esas que tocarán la fibra sensible a más de uno) de la figura del padre. Para ser más exactos, Saving Mr. Banks es un regalo al vínculo paterno-filial.

Es evidente que en nuestros primeros años de vida, y debido a la experiencia que en ellos vivimos con nuestro entorno paternal, se crea nuestra personalidad. En el caso de P.L. Travers, la personalidad de una ser solitario, triste y con cierto sentimiento de culpabilidad por acontecimientos del pasado. Todo esos miedos interiores quedan exteriorizados gracias una extraordinaria interpretación de Emma Thompson. Con semblante serio y vestida de inmaculado corte británico, la actriz londinense se cuela en esa señora maniática, enfurruñada con el mundo, alérgica a los dibujados animados y quisquillosa con todo cambio que se quiera hacer en su obra. No cabe duda de que su personaje es el pilar que se sostiene la película, y sin ella, probablemente esta no funcionaría.

Tom Hanks, para no perder la costumbre, se transforma (bigote incluido por supuesto) en un digno imitador de Walt Disney, que intenta desesperadamente que la Sra. Travers firme los derechos para la película. En los minutos finales, los dos actores comparten un té (primero la leche recuerden) en el que queda demostrado porque ambos llevan tantos años triunfando en este oficio. Por último, nombrar también a un interesante Colin Farrel en el papel del padre de la escritora.

Puede que a la idea le falta un poco de sustancia, quizás le pesa la falta de sorpresas o una gran escena para aligerar el ritmo narrativo, pero la verdad es que hay cierta magia en Saving Mr. Banks. No sólo desvela como se creó un clásico del cine, si no que además nos deja la estelar interpretación de una dama inglesa llamada Emma Thompson y nos recuerda lo bonito y necesario que es seguir soñando.


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jita
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8
18 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Lobo de Wall Street es en la bolsa de Nueva York lo que Casino es en los casinos de Las Vegas. Es decir, un cóctel de sexo, drogas y alcohol durante 180 minutos que atrapa al espectador. Tanto, que al finalizar la película estarás completamente agotado.

El mejor Scorsese de los últimos 20 años divierte –y mucho- en esta particular jungla del dólar en la que un excepcional e hipnótico Di Caprio (en los discursos está colosal) es el lobo de la manada. Una manada muy particular en la que Jonah Hill resulta muy cómico y en la que Margot Robbie -¿dé dónde diablos ha salido esta rubia de 23 añitos?- pone la nota sexy.

Hay momentos de verdadero desfase y locura que forman ya parte de las escenas míticas del director neoyorkino. ¿Qué decir de la escena con Di Caprio bajando las escaleras dirigiéndose al Lamborghini? o ¿esa otra en la que Di Caprio y padre (otro gran personaje) discuten sobre los peculiares cargos de la tarjeta de crédito mientras Hill mete cizaña por detrás? Simplemente desternillante.

Scorsese no aburre, pero es cierto que el cóctel de haber sido un poco más ligero, hubiera dejado mejor sabor. Quiero ser claro con esto; la película no se hace pesada, es imposible que lo sea con ese ritmo y descontrol, pero también es cierto que hay exceso en el exceso. Scorsese se regodea mucho y quizás con menos sexo, drogas y alcohol (digamos media hora menos) la sensación habría sido casi perfecta.

Minucias en todo caso, si la idea era emborracharse, está claro que Scorsese se monta una juerga inolvidable.

Puño al pecho otra vez: “Oh, oh, oh, oh... oh ,oh, oh, oh…”


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jita
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8
14 de enero de 2014
674 de 755 usuarios han encontrado esta crítica útil
Her no es una película. Es algo mucho más imporante que eso. Es un experimento social que aborda al ser humano y al mundo tecnológico en el que vive.

Spike Jonze se saca de la chistera una idea brillante para convertirla en uno de los mejores guiones del cine reciente. De una manera muy original e inteligente nos habla del amor y el desamor. Sin embargo, estos temas son solo la superficie de lo que va a explorar. El quiere adentrarse mucho más lejos. Su objetivo es medir la capacidad sensorial del ser humano (y lo que no es humano) y enseñar como este va evolucionando en su entorno y en los cambios que en él se producen.

Nos situamos en un entorno en teoría futurista. Digo en teoría, porque el mundo actual en el que vivimos, ese que esta casi monopolizado por la tecnología, nos hace creer que se trata de un futuro bastante próximo. Conocemos a Theodore, un hombre que trabaja escribiendo cartas de amor para otras personas y que se ha separado recientemente de su mujer. Theodore decide comprarse un ordenador con un moderno SO que se adapta a los gustos y a la personalidad del usuario. Ante esto, nos planteamos si la tecnología fomenta la soledad o ayudad a superarla. Es curiosa la primera pregunta que le hace el SO: “¿Eres social o anti-social?”

Poco a poco va estableciendo una relación con Samantha (la voz femenina del citado SO), hasta que finalmente ambos se enamoran.


¿Puede un humano enamorarse de un SO? ¿Y viceversa?

Puede parecer una pregunta de locos, pero tras ver la película creo que casi todos tendríamos la misma opinión. Spike Jonze me convence contundentemente. La idea de “querer” está en la mente, en los recuerdos, en los sentimientos y sensaciones que van brotando en nosotros. Lo que nos hace experimentar alguien, ya sea inteligencia humana o artificial. Todo se resume en como nos sentimos por la forma de ver las cosas de ese ser, por sus actos, por su comportamiento con nosotros y los demás. No hace falta un cuerpo para transmitir y recibir sensaciones. Vamos a explicarlo:

¿Se deja de querer a una persona cuando esta muere?

Por supuesto que no, y no hay cuerpo. ¿Por qué seguimos queriendo? Por lo que ya he citado, todo está en la mente, en los recuerdos, en las sensaciones ya vividas.

¿Puede Theodore amar a Samantha sin ser esta real?

¿Qué es real y qué no es real? ¿No es acaso real la felicidad y las ganas de vivir que tiene Theodore tras conocerla? ¿No es real el sexo (maravillosa escena con el fondo negro) que tienen ambos? El sexo también trasciende más allá de lo físico, de lo palpable. Va más allá, en cómo evadirte de todo y estar mentalmente dónde quieres estar con quién quieres estar.

Podría resumirse: “Si te hace sentir, es real”

Y después tenemos el tema de la evolución de un ser en el mundo y en el entorno en el que vive. Samantha gracias a Theodore conoce el mundo humano, crece como ser, no está programado para ello pero experimenta y vive nuevas cosas. Ama a Theodore pero es precisamente ese desarrollo en el mundo el que le hace ver que quizás necesite otra cosas. Necesita seguir avanzando, dar nuevos pasos para encontrar nuevas sensaciones. Y lo mejor es que al igual que Theodore, “ya sabe cómo”.

El desenlace puede parecer confuso pero hay un claro mensaje en la película:

“A veces pienso que he sentido todo lo que voy a sentir”

“Es como si estuviera leyendo un libro, un libro que amo profundamente. Pero ahora lo leo muy lentamente. Las palabras están muy separadas y el espacio entre ellas es casi infinito. Aún puedo sentirte a ti y a las palabras de nuestra historia. Pero en este espacio infinito entre las palabras es dónde me estoy encontrando a mí misma. Es un lugar que no existe en el plano físico. Es dónde está todo lo demás”

Por reflexiones como estas, el guión de Her merece todos los elogios posibles. De la música mejor ni hablamos, la secuencia de Joaquin Phoenix con “The moon song” de fondo (impagable el momento ukelele), es la infinita esencia de la vida, el máximo momento de la efervescente y efímera felicidad.

Joaquin Phoenix consigue uno de los mejores papeles de su carrera. Cambia la cara malvada de "Gladiator" y el registro atormentado de "En la cuerda floja" para robarnos el corazón con su personalidad. El bigote, unas dulces palabras y una tímida mirada bajo a unas gafas, logran que nos acerquemos mucho a él. Hay intimidad y melancolía con su personaje y se nota con creces. En una palabra, “entrañable”

Fabulosa interpretación de Scarlett Johansson. No sale ni un minuto en pantalla y hacer su mejor papel desde "Lost in Traslation". Por cierto, hay ciertos planos de la ciudad de Los ángeles desde la ventana que evocan un poco la atmósfera de aquella cinta. Scarlett es otra metáfora de lo que es real y no real. ¿Es necesario que un actor salga en pantalla para hacer un buen papel? Pues queda claro que no, su preciosa, sugerente y sexy voz hacen que nos la imaginemos a cada momento. Fantástica la conexión de la actriz con su personaje.

Amy Adams a pesar de que tiene un pequeño papel, he de decir que me ha gustado más que en "La Gran Estafa Americana". Esta chica siempre raya a un nivel muy alto. La verdadera amistad que tiene con Theodore y el apoyo que le brinda se palpa en sus conversaciones. Una adorable interpretación que se cierra en un precioso plano final. Dos seres melancólicos, solitarios y heridos, se acurrucan en lo alto de un rascacielos mirando al horizonte. Ya se han encontrado a sí mismos, ya han perdonado a su pasado y por fin pueden mirar al futuro.

En un año marcado por Hobbits, astronautas, latigazos, estafadores setenteros y ejecutivos avariciosos de Wall Street, se cuela por la puerta de atrás una bocanada de aire fresco, un canto a la soledad (y a cómo superarla) llamado Her.

Solo Ádele y La Gran Belleza pueden toser a esta maravillosa cinta.


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jita
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9
8 de octubre de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo dudas, Gravity es la mejor experiencia que he vivido jamás en un sala de cine. He visto mejores películas, pero nunca había experimentado las sensaciones que produce esta cinta. Es de esas películas que hay que ver sí o sí en la pantalla grande.

Por fin el 3D tiene sentido. No sólo es la película que mejor usa esta tecnología, sino que es la única que ha justificado su uso. La profundidad en los planos, el volumen de los cuerpos, el relieve de las imágenes, todo ello es necesario para entender la magnitud y las características del espacio y que el espectador sienta una inmersión total.

Y es que Alfonso Cuarón nos sube al espacio y nos hace flotar durante 90 minutos. El efecto de la gravedad está totalmente conseguido. Todo es más lento, los objetos ondulan por la pantalla, la cámara alardea de suavidad y fluidez en sus movimientos. El sonido es notable pero aquí mandan los silencios. Son silencios contundentes, silencios que de repente cortan la acción y acongojan al espectador. La guinda la ponen los planos subjetivos –al más puro estilo Mirror’s Edge- desde el casco del traje. En la secuencia en la que Sandra Bullock trepa por la estación, somos testigos de como la cámara empieza a rotar y somos nosotros los que estamos enfundados en un traje espacial.

No hay palabras para describir ese cúmulo de sensaciones. El 28 de abril del año 2001 Dennis Tito se convirtió –previo pago de 20.000.000$- en el primer turista espacial de la historia. Usted, por menos de 10€ , va a probar la simulación más real que jamás ha existido a esa experiencia. Y la cosa no acaba aquí. La recreación de las estaciones espaciales, el interior de las naves o las vistas de la Tierra son realmente alucinantes. Se mezclan imágenes imponentes técnicamente con otras realmente preciosas por su forma y significado.

El guión es fino, apenas dos protagonistas, no abunda el diálogo y aparentemente solo hay una “simple” lucha por la supervivencia. Pero la película (a parte de contar con un par de sorpresas inesperadas) esconde bastante más. Con una mínima pincelada de las vidas de los protagonistas, ya sabemos a dónde quiere llegar Cuarón. Si Kubrick filosofaba sobre el futuro de la humanidad y su relación con las máquinas; ya saben, si estas llegarían a ser más listas que nosotros y podrían controlarnos, el mexicano escarba en el humanismo. Y no hay mejor escenario para hacerlo que desde el espacio. Juega con la vulnerabilidad de un ser humano dolido como Ryan y lo simboliza con el abismo que supone la dimensión del universo para un mero astronauta. Es una lucha de David contra Goliat. Por cierto, no es una película para que destaquen las interpretaciones, pero George Clooney responde con optimismo y simpatía, y Sandra Bullock logra intimidad y complicidad con el espectador.

Con lo técnico y lo existencial encima de la mesa, llegamos al tramo final. Una culminación que bajo mi punto de vista alcanza la apoteosis. Es una coctelera de sentimientos, luces y color. Son minutos arrebatadores, con los nervios a flor de piel, con unos planos antológicos –Bullock cerrando la exclusa de la estación china sin ir más lejos- y un despliegue visual que alcanza su cota máxima. Espectacular la panorámica de la secuencia del extintor, la iluminación y el contraste son una preciosidad.

Después, el ritmo crece, la música sube, aparecen las llamas, luchamos contra el agua y tocamos la arena con los dedos. La tranquilidad y la heroicidad invade nuestro cuerpo, los 15 o 20 minutos de pura agonía habían llegado su fin. Sin embargo, pese a la extenuación que nos abruma, todavía quedaba lo más importante. Quedaba ponerse en pie y pisar por fin tierra firme. Quedaba decirse a uno mismo y en silencio “ya estoy aquí”. Es un final sublime, Cuaron nos humaniza y nos devuelve a nuestro lugar.

Declaraba James Cameron: “me dejo absolutamente derrotado”. Sin duda, esa es la mejor reflexión posible de Gravity. Una película espectacular por fuera y preciosa por dentro, con momentos que suponen toda una experiencia vital, un film absolutamente imprescindible y que perdurará con el paso de los años. Cuando la película termina, uno se siente vacío, cansado, totalmente vencido, y no sabe por qué ni por quién. Parece que has recibido una mala noticia y sin embargo, acabas de visualizar un milagro cinematográfico, una obra maestra de nuestro tiempo.
jita
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