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España España · L'Olleria ( Valencia )
Críticas de Grijander
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Críticas 1.060
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
19 de septiembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suspiria es uno de los mayores clásicos del cine de terror de todos los tiempos. Un cuendo de hadas para adultos con el suficiente gore como para ser prohibida en multitud de países y con la suficiente calidad como para ser considerada, a día de hoy, la única película de gore que puede etiquetarse como obra de arte.

Dario Argento, el maestro, dirige Suspiria. Argento quería una película inquietante, que no dejase indiferente a nadie: una historia donde las víctimas fuesen niños. No se le permitió. ¿Qué hizo? Tirar de puertas pequeñas. Renunció a los niños, pero no al hecho de crear el efecto de que todo resultaba infantil, casi "disneyano", dotando de un plus de mal rollo a una película en la que la estética, cercana al expresionismo alemán, mantiene al espectador tan desubicado durante todo el rato que nunca llegamos a saber qué es lo que nos da tan mala espina cuando, a priori, en pantalla no está sucediendo nada. Los vivos colores, obra y gracia del technicolor que se usó para imprimir la película unidos a los tonos vivos que se obtenían de pasar los focos a través de sábanas coloreadas, dan a Suspiria la apariencia de algo en lo que nuestro "yo" infantil tiene mucho que ver, lo que hace que la veamos con otros ojos. La historia, pensada y guionizada por el propio Argento y por su entonces esposa Daría Nicolodi, empieza de una forma apabullante para después relajarse y dejar que el espectador se asiente antes de dar el segundo y definitivo acelerón, consiguiendo tres actos de desigual duración pero de igual relevancia. El gore es una verdadera maravilla y la violencia física y mental golpea con dureza a quien asiste a un espectáculo tan tremendo como valiente para su época. La banda sonora ayuda también a dejar salir al niño que llevamos dentro para comprobar cómo se acojona vivo al darse cuenta, sin que nada esté sucediendo, de que algo va muy, muy mal.

Jessica Harper protagoniza la película y fue elegida porque a Argento le recordaba a Blancanieves, lo que encajaba con su idea de hacer un cuento de terror para adultos. La actriz cumple, a pesar de ciertas debilidades, con su trabajo de ser el vehículo que nos lleva a través de esa academia maldita. Joan Bennett hace una labor estremecedora, poniendo los pelos de punta con cada aparición. Flavio Bucci, en su papel de pianista invidente, está muy notable. Stefania Casini acompaña durante un buen rato a la protagonista y acepta su rol complementario de ésta con la suficiente calidad como par servir de masilla. La aparición de Miguel Bosé es algo que me gustaría mencionar, sin entrar a valorar lo bien o lo mal que lo hace. Bueno, vale, lo hace de pena.

Resumiendo: iluminación viva y opresiva al mismo tiempo, grandes decorados con capacidad para producir claustrofobia, inquietante banda sonora con toques infantiles y mucha sangre, esos son los elementos de Suspiria, una película que es 90% expresionismo alemán y que su director, Dario Argento, consiguió hacer tal y como quería. Suspiria es una maravillosa obra de arte del cine de terror y una de las más influyentes obras del género en su edad adulta.
Grijander
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3
19 de septiembre de 2015
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Descent es una de las películas de terror más aclamadas por la crítica en los últimos años. Un ejercicio de ruido, sudor, sangre y estridencias que pretende convertirse en un producto sufrido. Para mí, está muy lejos de conseguirlo

Neil Marshall escribe y dirige The Descent. La historia nos presenta a un grupo de amigas que se van por ahí a explorar una cueva con el telón de fondo que supone la dramática historia de una de ellas, que perdió a su marido y a su hija hace cosa de un año en un peciliar accidente. El principio de la historia tiene la tensión propia de las cuevas, esos pasos estrechos y esa luz que brilla por su ausencia y que se convierte en un personaje más del relato. Sin embargo, los primeros 30 minutos, que son de largo los mejores, se van consumiendo bajo el peso de que no suceda nada más allá de lo básico y a partir de ahí, Marshall se inventa un par de movimientos que consiguen aumentar la tensión el espectador. Todo bien. El problema viene cuando el director y guionista cree que necesita algo más y se saca de la manga a la familia de Golum y se pone a perseguir a las chicas. No es un mal paso, no tiene por qué ser malo, lo que sí es malo es que Marshall meta la pata al pensar que, para acojonar, no hay nada como ser estridente. Gritos de las protagonistas a pleno pulmon, chillidos de los bichos, conversaciones que parecen estar llevándose a cabo mediante megáfonos... Todo duele en los oídos. Es muy lamentable que una historia que puede basarse en la angustia de una cueva y en aprovechar los cambios en los personajes quede reducida a una colección de gritos, a cuál más molesto, en la que los bicharracos no inquietan tanto como en un principio lo había hecho algo tan básico como la luz de una antorcha.

Shauna Macdonald protagoniza la película, aunque se reparte bastante la pantalla con Natalie Mendoza. La primera cumple bastante bien a pesar de ciertas muecas, pero la segunda es un verdadero desastre desde que la cámara la enfoca por primera vez, sobreactuando de una manera que resulta hiriente para el espectador. El reparto lo completan Alex Reid, Nora-Jane Noone, Saskia Mulder y MyAnna Buring con cuatro interpretaciones excesivamente maniatadas por la poca habilidad de Neil Marshall para dar algo de vida a sus personajes.

Resumiendo: The Descent es una película floja, un ejercicio de tensión fallido y una historia sin chispa. El guion de Neil Marshall es flojo, pero la dirección lo es todavía más, demostrando que los cambios que están metidos en calzador en la historia, están ahí porque, a la hora de contarla, su director necesita llenar con fantasía la única realidad: su falta de ideas.
Grijander
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8
14 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hard Candy es una de las películas más inquietantes de la primera década del siglo XXI. Una historia definida en Japón como la de "Caperucita atrapa al lobo feroz" que tiene en su propuesta una auténtica mina de oro y en sus trabajadores, verdaderos explotadores. Para bien, claro.

David Slade dirige la película y desde el primer momento supo qué película quería hacer. Quería que la expresión de los personajes quedara patente y para ello se sirvió de aumentos del brillo de la luz en el set de rodaje que fueron luego manipulados en posproducción, como también se moldearon después los efectos de color que denotan en cada momento el sentir de los personajes. El guion de Brian Nelson es la idea extendida del productor David Higgins, quien en cierto momento se preguntó qué pasaría si, entre dos personajes a priori predecibles, descubrieras que la situación es la contraria a la que esperas. Brian Nelson desarrolla bien la idea y da a los diálogos una verdad apabullante que va carcomiendo a los dos "luchadores" poco a poco, aunque haciendo mella en uno más que en otro. Eso lo recoge David Slade y lo convierte en un combate de pesos pesados en el que la aplastante lógica se manifiesta a través de la locura más sólida que uno pueda imaginar. De ahí nacen grandes escenas en las que las pulsaciones del espectador van a todo gas mientras uno de los personajes, dentro de su lógica y fría locura, echa el ancla de vez en cuando para dejar más clara, si cabe, su postura. Todo eso antes de volver a arrancar a lo bestia.

La pareja protagonista no podría haber sido mejor. Ellen Page hace un trabajo brutal, completísimo, lleno de pequeños detalles que dan forma física a la mente de su personaje y que hacen que ese físico, en apariencia frágil, se torne robusto ante la inapelable verdad que se desprende de su actitud totalmente enajenada. En la otra parte del ring, normalmente contra las cuerdas aunque con algunos asaltos ganados, encontramos a Patrick Wilson que ejerce un contrapeso que lleva el equilibrio (o desequilibrio) perfecto a una película que vive tanto de su idea y del gran trabajo tras las cámaras como del hecho fundamental de que su pareja principal esté a un nivel perfecto, sin fisuras, cumpliendo todos y cada uno de los requisitos, por pequeños que sean, y aportando además un plus de calidad que podría haberse perdido bajo el peso del gran trabajo de Slade en caso de un mal casting.

Resumiendo: Hard Candy es una película recomendable al 100%. Es uno de esos títulos que deberían figurar en todas las estanterías, sobre todo si lo que buscamos es un exponente del thriller psicológico violento encerrado en cuatro paredes. Hard Candy y la primera Funny Games de Haneke, la buena, la de 1997.
Grijander
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4
13 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poltergeist es el remake de aquel clásico de terror dirigido por Tobe Hooper allá por 1982. Ha llovido desde entonces y el género de terror ha ido tomando su propio camino, con lo que este remake se toma las licencias propias de "su edad".

Gil Kenan dirige Poltergeist y lo hace con mejores intenciones que maneras. El director londinense, que ya demostró en Monster House y en City of Ember que tiene estilo, se queda a medias en Poltergeist. Su trabajo cumple a la perfección los patrones del cine de terror moderno sin faltar al respeto al clásico al que está "revistiendo", pero nos deja, en esta ocasión, su trabajo más pobre en lo referente a la calidad pura y dura. El terror se moderniza visualmente, pero el concepto no lo hace y el resultado queda entre dos aguas, acercándose a un peligroso mundo en el que nada funciona como se pretende. A nivel narrativo, y pese a un muy buen inicio, la película no acaba de encontrar un ritmo con el que se sienta cómoda y parece ir dando acelerones como un conductor novato, metiendo mucha caña en algunos momentos y dejando otros rellenos de paja inservible. Lo que sí me gustaría destacar es la fantástica calidad visual de la película, más allá de lo acertado o desacertado de los planos, con una iluminación fabuloso y una combinación de colores muy bien elegida.

Kennedi Clements es la nueva "niña de Poltergeist" y a pesar de que su aspecto físico es un buen punto de partida para hacer memorable al personaje, la jovencísima actriz no hace un trabajo tan bueno como cabría esperar. Sam Rockwell no acaba de encajarme mucho en papeles de este tinte (memorable su "Billy el Niño" en La milla verde) pero, a pesar de eso, aquí no me desagrada su labor. Rosemarie DeWitt siempre está ahí pero nunca acaba de estar, resultando indiferente a los ojos del público debido al concepto de su personaje, algo que ella no subsana con su interpretación. El pequeño Kyle Catlett es seguramente el que mejor está en todo el reparto, que se cierra, en su página principal, con la labor mediocre de Saxon Sharbino. Jared Harris y Jane Adams completan las caras más visibles con dos trabajos aceptables y sin grandes alardes.

Resumiendo: Poltergeist es un remake, claro, pero supone el fiel retrato de lo que tanto se intenta hoy en día: coger un clásico, vestirlo con ropa actual, cambiar partes de su personalidad para modernizarlo y venderlo como homenaje con sello del nuevo autor. El caso es que, como la mayoría de películas que viven dentro de este "género", fracasa.
Grijander
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7
12 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinister es un thriller de terror que mezcla subgéneros como el de las casas encantadas, el de los niños inquietantes y el del metraje encontrado. Con un argumento que se mueve entre El misterio de Salem's Lot y Terror en Amityville, la historia es lo bastante interesante como para llegar a un amplio sector de público.

Scott Derrickson dirige y lo hace mostrando su mejor versión. El director nacido en Denver vuelve a mostrar esa faceta tan turbadora que le llevó a debutar con Hellraiser V: Inferno (2000) dejando buenas pinceladas y que confirmó su potencial real en El exorcismo de Emily Rose (2005). En Sinister, Derrickson mide bien los pasos que debe dar antes de cada descubrimiento y, aunque se toma licencias de autor para dejar su sello en algunos giros, consigue un resultado más que satisfactorio en casi todos los sentidos. El de Colorado hace un uso inteligente de los planos medios (sobre todo) para cascar buenos sustos que llegan con el don de la oportunidad, haciendo bueno el trabajo previo en el que la tensión parecía no ser correspondida en el momento en el que los espectadores esperábamos. El manejo de la historia y del guion (que él mismo escribe junto a C. Robert Cargill) no aporta grandes novedades, pero sí consigue evitar gran parte de los clichés para, utilizando otros, lograr que pasen desapercibidos debido a las dudas que plantea en la vertiente "thrilleriana" de la película.

Ethan Hawke está a un nivel bárbaro, demostrando una vez más que la angustia es el estado de ánimo que mejor se le da interpretar. Su trabajo como "scream king", alternado con su despliegue dramático, hace de su interpretación algo interesantísimo. Juliet Rylance está, quizás, un poco más floja desentendiendo un poco las exigencias de su personaje y malinterpretando algunas de las presumibles intenciones de Derrickson para con su personaje. Los pequeños Michael Hall D'Addario y Clare Foley se convierten en una fantástica elección, destacando cada uno en un par de escenas puntuales en las que cumplen con creces las exigencias de las situaciones en las que se ven inmersos. James Ransone y Fred Dalton Thompson cierran el reparto principal con sendos trabajos muy notables.

Resumiendo: Sinister es una película de terror bastante notable que demuestra que, incluso cuando parece estar todo inventado, siempre se puede hacer algo distinto pese a usar el mismo material. Si con DO-RE-MI-FA-SOL-LA-SI y sus respectivos sostenidos y bemoles podemos ir desde Miley Cyrus hasta Dire Straits, con un ente aterrador, un par de niños y una casa grande, podemos llegar al fin del mundo.
Grijander
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