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España España · Zaragoza
Críticas de Paco Ortega
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Críticas 201
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
14 de marzo de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso estar ya un poco cansado de las películas que nos muestran el horroroso mundo de los nazis desde la mirada de los niños. Es un procedimiento legítimo, es seguro que tiene una legión de seguidores, y probablemente cualquier proyecto que se inspire en el deseo de aleccionar sobre los peligros que tiene el fascismo ya sale de partida con varios metros de ventaja. Todo eso me parece bien, y mucho más si, como en este caso, lo que se nos presenta está bien hecho. Pero yo estoy cansado.

Supongo que la novela de la que parte, y que yo no he leído, está bien, muy bien. Qué cosas: intuyo que mejor que la película. Me da ese pálpito de espectador experimentado. Aquí todo tiene un aire aleccionador, como de tarjeta postal, de síntesis, que no termina de convencerme.

Me convencen, eso sí, los actores. Los niños están magníficos, especialmente Jack Scanlon, el del pijama de rayas, cuyo nombre incomprensiblemente no aparece en la ficha de Filmaffinity. Y Vera Farmiga en el papel de madre, también. La realización es más que correcta, y todo tiene un alto nivel de calidad. Pero…
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Paco Ortega
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9
13 de marzo de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para Eva María Saint participar en esta película de Elia Kazan fue llegar y besar el santo. En su debut consigue el Oscar a la mejor actriz secundaria. A su compañero de reparto, Marlon Brando, le dieron el gordo, el de mejor actor. Ambos tenían treinta años y muchas películas por hacer, especialmente el segundo. Oscarizado estaba Elia Kazan, desde que en 1947 fue distinguido por la Academia como mejor director por “La barrera invisible”. Cóctel de talentos para una película que debería estar en la estantería de todas las casas en donde el cine es algo más que una diversión sin más pretensiones.

Kazan provenía del cine, claro, pero no olvidaba en su trabajo cinematográfico lo que en el Group Theatre de Nueva York había aprendido unos años antes. Les exigía a los actores una implicación total con su trabajo y con la creación de sus personajes en donde debían aplicar sus recuerdos, emociones y sentimientos. Esa implicación se inspiraba en el famoso “método”, que muchos de ellos, como por ejemplo Brando, habían aprendido en el Actor´s Studio, de la mano de lee Strasberg, de quien recibía clases dos días a la semana.

Hay una escena en la que los dos hermanos hablan en un taxi. Brando le reprocha a su hermano mayor que debería haberle ayudado más en su carrera como boxeador, interrumpida después de un descomunal tongo que él había propiciado. Jamás un reproche se hizo en el cine con tanta dulzura, con tanta profundidad, con tantos matices. Ese es el resultado de la implicación: Brando no se quedó con lo primero que le salió en aquella toma. Investigó en su interior y descubrió que los reproches más dolorosos son los que se hacen desde el perdón.

Y eso es la película: un tejido de finos matices en el contexto de una dura historia de mafiosos sin escrúpulos, en un ambiente laboral duro e injusto, en donde los hombres tienen callos en las manos, pero también en el alma. El miedo a perder el trabajo es un arma que los mafiosos emplean para mantener su status y eso había que romperlo de alguna manera.

Aunque el contexto es de una violencia terrible, no hay reacción actoral que se salga de los cauces del realismo. No hay peleas espectaculares, de esas que tanto gustan en el cine de consumo actual, en donde los golpes suenas amplificados para que todo parezca de otra dimensión. Aquí no hay nada que se salga de ese discreto plano de la realidad, que no tenga una justificación sicológica. No hay truculencias, no hay excesos. Hay contención semántica. Y esa contención constituye la mayor fuerza de la película.
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Paco Ortega
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9
12 de marzo de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que sí, que sí hay personas así, como la que representa Meryl Streep en esta estupenda película. Siempre se invoca a “la condición humana” cuando se habla mal de alguien, o se habla al menos de un aspecto malo de alguien. Y ese aspecto, o esa forma de ser tienen siempre sus porqués. No existe la bondad en abstracto, ni la maldad. Existen comportamientos que son la consecuencia de cosas, de páginas anteriores, incluso de otras vidas, vividas antes que la nuestra.

Y existe la intolerancia, claro que existe. Pero no hace falta remontarse a Hitler, ni a Herodes. Busque a un intolerante en su oficina, amigo lector. Los hay a decenas, en mayor o menor medida. Pero busquemos en nosotros mismos la parte intolerante, que seguramente también la hay.

La película es un cruce de trenes. El tren de la comprensión que todo lo relativiza y el de la intolerancia que todo lo condena. Chocan y, esta vez, no sabría decir quién gana, porque me niego a pensar que la segunda gana siempre, aunque sea solo a través de daños colaterales. Lo que sí sé es que el duelo está protagonizado por dos actores que lo hacen de maravilla, que expresan con talento, contención y gran fuerza expresiva esas dos miradas con las que se puede ver y estar en el mundo.

Viéndola, pensaba que este año ha habido una excelente cosecha de duelos interpretativos: “Revolutionary Road”, “El lector” y ésta lo son. Películas que recuerdan las bondades de “La Huella”, “El príncipe y la corista”, “¿Qué fue de Baby Jane?”, y tantas otras en las que el peso descansaba en el trabajo de unos magníficos actores. Me parece que al cine le está pasando lo mejor que le podía pasar: que renuncie a los fuegos artificiales de los efectos especiales, de las carreras de coches, y se vuelva a basar en contar historias emocionantes y que nos interesan, de la mano de actores que saben hacer su oficio como, por ejemplo, la Streep y Philip Seymour Hoffman, ganador del Oscar por su interpretación del personaje de Truman Capote.

John Patrick Sinley… ¿Dónde ha estado este tipo todo este tiempo? ¿Porqué no ha hecho más películas? ¿Porqué es tan poco conocido, al menos en España? Está a punto de cumplir los sesenta y debe darse prisa para no privarnos durante más tiempo de su talento y de su sabiduría cinematográfica.
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Paco Ortega
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9
11 de marzo de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos mundos se enfrentan. El primero: con la mirada puesta en la esperanza, en el futuro, en el placer del presente, pero con el deseo de avanzar, conocer y mejorar. El segundo: anclado en la realidad, en el día a día, en avanzar a partir de aceptar las reglas, las convenciones. Ambos mundos podrían convivir y de hecho lo hacen durante un tiempo. Pero se diferencian en el matiz. Y a veces el matiz es una bomba que estalla en las manos de los espíritus sutiles.

Representar estos mundos es una tarea de titanes. Si fueran personajes planos –el bueno, el tonto, la loca, el irascible, la víctima, etc- no representaría un reto interpretativo para nadie. Sacar a la luz los conflictos internos y externos de estos personajes, concebidos desde la extrema sutileza, está al alcance de unos pocos. Entre ellos, Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.

El primero lleva toda una carrera cinematográfica eligiendo bien los papeles que acepta, progresando película a película como actor. Se pudo haber quedado en un lugar en que lo tenía ya todo, y se arriesgó yendo hacia su plenitud como creador. El tiempo le ha dado la razón. La segunda es la actriz mejor que ahora tiene Hollywood, capaz de hacer esto o protagonizar “El lector”, por la que este año le acaban de dar el Oscar a la mejor interpretación femenina con todo merecimiento. Los chicos del Titanic se han hecho mayores como personas y gigantes como actores, y este reencuentro representa la excelencia de la interpretación cinematográfica actual.

Sería una injusticia no elogiar el trabajo del resto de los actores, pero hay que mencionar de manera especial la participación de Michael Shanon por la que ha conseguido el Oscar al mejor papel secundario.

Por último, Sam Mendes. A sus cuarenta y tres años, estamos ante su mejor película, el do de pecho de la experiencia, el talento y la capacidad de dirigir y contar. Excelente en su trabajo: optimiza lo que tiene entre las manos. Es decir, un magnífico guión escrito por Justin Hayte, a partir de una novela espléndida de Richard Yates, y unos actores en el mejor momento de sus vidas.

No hay que perdérsela. Es un recital de buen gusto, de belleza, de coherencia artística. Es emocionante, divertida, dramática, terrible.
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Paco Ortega
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6
10 de marzo de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin negar las virtudes que tiene esta película, reciente ganadora de diez oscar, salgo del cine con la impresión de haber visto un producto de diseño, pensado, precisamente para ganar diez oscar o los que haga falta.

Siempre interesan las películas cuy trama argumental vaya asociada a un concurso en el que alguien se puede hacer millonario. Mucho más si ese señor es pobre de solemnidad y es una injusticia que lo sea. También nos interesan las historias de amor que van creciendo en el tiempo, a la par que las dificultades para que los amantes satisfagan el legítimo propósito de terminar juntos y felices. Por último, siempre nos interesan las cosas que suceden en lugares exóticos, y mucho más si lo que se nos cuenta tiene un pie puesto en la denuncia social, o por lo menos apariencia de tal. El secreto de “Slumdog Millionaire” es que mezcla estos ingredientes en dosis adecuadas y el resultado tiene una factura excelente.

Todo está bien y algunas cosas más que bien: hacía años que no veía una cara más hermosa y cinematográfica que la de Freida Pinto. Hay que verla, pero viéndola entenderás porqué “El lector” se ha llevado tan poco y ésta tanto. La industria necesita finales edificantes, empatía a chorros, y hay pocas cosas menos edificantes y que produzcan menos empatía que el suicidio.
Paco Ortega
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