Por fin, tras quince años desde que se estrenara Toy Story, y once de espera tras la segunda parte, las salas de cine se llenan de "niños grandes" para ver esta obra maestra de la animación. Una tercera entrega pensada no tanto para niños, sino para los que en su día lo eran y veían las partes primera y segunda y que se ilusionaron más que nadie al saber que volverían a saber de Buddy, Buzz y compañía.
Una historia muy interesante con los toques de humor característicos (cabe destacar el papel de el muñeco Ken). Me atrevería a decir que incluso supera a Toy Story 1.

Desde luego la película tiene su mérito, una trama complicada e interesante y unos efectos especiales insuperables. Sin embargo, una hora y media de tiros y explosiones es más propia del Equipo A en sus tiempos mozos, para qué nos vamos a engañar.

Ójala se le hubiera ocurrido antes a algún director de Serie B, habríamos gozado de una gran película, aunque tuviéramos que sacrificar por ello el gran actor que es Leonardo Di Caprio... ¿Dónde ha dicho que tengo que firmar?

A mi parecer, sobran modelos, detalles incoherentes (quien la haya visto sabrá de qué hablo), escenas ilógicas. Sobra, como poco, una hora de película. La trama se vuelve medianamente interesante a falta de media hora escasa para el final, y deja al espectador con una sensación de... Bueno, de haber perdido ciento once minutos de su vida en los que podría haberse dedicado a actividades más productivas (los más afortunados las habrán empleado en echar una cabezada entre escena y escena).

"Pero no me negarás que refleja estupendamente el Londres de los años 60" me dirán algunos.
Sí, lo hace de maravilla. Y Austin Powers también.

Lo único bueno que le saco son los planos y movimientos de cámara, por lo demás, recomiendo al que no la haya visto que se mantenga en la ignorancia.