Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Quatermain80
<< 1 10 11 12 20 82 >>
Críticas 406
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
2 de febrero de 2014
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no conozco excesivamente la filmografía de Maté como realizador, creo poder afirmar que esta es una de sus mejores películas, cercana en calidad a "Union Station", un atractivo filme policiaco semidocumental que a mi siempre me ha parecido mejor que su más conocida "D.O.A.".

Este western destaca por su inteligente guión, que desarrolla una trama clásica -el enfrentamiento entre un gran ranchero despótico y otro que representa los intereses de los pequeños granjeros-, pero a la que añade numerosas lecturas paralelas, todas ellas interesantes. El conflicto de fondo ya referido, que es un argumento típico del género, resulta enriquecido por el tratamiento de los personajes principales, todos ellos complejos y ambiguos, lo que sin duda los hace sumamente atractivos. Así, encontramos en primer lugar al poderoso ranchero, Wilkinson, empeñado en hacerse dueño de todo el valle, aunque ello suponga recurrir a la intimidación y la violencia; sin embargo, más allá de su ambición evidente, su condición de tullido pesa enormemente en él, condicionando sus acciones, con las que pretende hacerse valer ante su esposa, a la que me referiré en tercer lugar. El "héroe", personaje aparentemente contrario del anterior, es John Parrish, antiguo militar que tras los horrores vividos en la guerra ha optado por vivir en paz, rehuyendo todo conato de violencia; sin embargo, como también suele ocurrir en innumerables westerns, los acontecimientos le empujan a recurrir a ella, y pronto se revelará como un hombre frío y calculador en la estrategia, e incluso a la hora de matar. Por último, el personaje más atractivo de la cinta es Martha Wilkinson, la esposa del gran ranchero; como bien se ha apuntado en algún comentario precedente, viene a ser la clásica mujer fatal del género negro trasplantada al oeste. Como tal, manipula a los hombres con el único objetivo de colmar su ambición, aprovechando el poder que ejerce sobre ellos; tanto Lew (su marido) como Cole actúan como lo hacen por devoción a ella, y es su díscola hija la única que se percata de ello.

Rodada con eficacia y un ritmo que nunca decae, puede distinguirse una primera parte que sirve para plantear el conflicto y presentar a los personajes, y una segunda más caracterizada por la acción. De la primera yo destacaría las secuencias en las que se aprecian las maniobras de la señora Wilkinson, y muy especialmente una en la que ante la presencia de su hija, hace explícito mediante un gesto aparentemente cariñoso el dominio que ejerce sobre el tullido Lew (ese leve abrazo mientras clava su mirada en su hija está logradísimo; es toda una manifestación de poder y desafío). De la segunda parte cabe decir que al ser la que acapara las secuencias de acción, en buena lógica cobra en ellas más importancia el paisaje, que hasta entonces sólo había servido de marco (con unas perennes y bellas montañas nevadas al fondo de los planos en exteriores); casi todas estas secuencias están rodadas haciendo uso del clásico efecto noche, muy habitual en el western, que aporta mayor dramatismo lumínico a un paisaje caracterizado por los enormes canchales y los desfiladeros, propicios a la emboscada. También resultan muy espectaculares los planos generales de la estampida.

Sumemos a todo ello la adecuada música y la excelente labor de los intérpretes, desde los correctos secundarios a los excelentes protagonistas, verdaderas estrellas, que elevan el nivel del filme. Aunque los tres están muy bien (tanto Ford como Robinson clavan sus personajes, aportándoles matices y ambigüedades relevantes), mi debilidad por Barbara Stanwyck se impone irremediablemente, del mismo modo que lo hace su personaje sobre los Wilkinson.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
19 de enero de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen ejemplo de cine negro británico, sin duda uno de los primeros, aunque yo prefiera otro filme de este mismo año, el excelente "Me hicieron un fugitivo", de Cavalcanti, que me parece mucho más oscuro.

La historia, adaptada por el autor de la novela original, Graham Greene, mezcla hábilmente la trama puramente criminal (un tanto floja, debo decir) con un eficaz retrato de ambientes, al tiempo que utiliza a los personajes para expresar sus inquietudes religiosas, que en el caso del mencionado escritor, convertido al catolicismo, giran en torno al pecado, el infierno o la redención a través del amor. Afortunadamente para el espectador, esta lectura religiosa del argumento no lo fagocita completamente, permitiendo que los otros aspectos adquieran importancia, de modo que la película explote eficazmente algunos rasgos propios del género negro, como son la plasmación negativa del entorno urbano (Brighton, la ciudad vacacional por excelencia del sur de Inglaterra nos descubre aquí sus vergüenzas), la proliferación de bandas de hampones, y el retrato certero del criminal malvado y sin escrúpulos.

Así, el personaje central es el villano, un gánster aparentemente de medio pelo que responde al llamativo nombre de Pinkie; la construcción de este personaje, magníficamente interpretado por un joven Richard Attenborough, tiene la virtud de constituir un arquetipo hoy clásico, el del criminal "demoníaco", que no sólo está obsesionado con la riqueza o el poder, sino que es presa de múltiples manías y fobias, lo que lo acerca a la más moderna figura del psicópata. Como bien ha advertido uno de mis predecesores -de cuyo buen gusto me fío- Pinkie es un claro antecesor del Cody Jarrett que bordará James Cagney en el clásico "White Heat" ("Al rojo vivo", de Raoul Walsh), si bien creo que a la hora de concebir al personaje de Jarrett se tuvieron más en cuenta modelos estadounidenses, muy señaladamente los encarnados por Richard Widmark en "El Beso de la muerte", de Hathaway (del mismo año que la presente película), y en "La calle sin nombre", de Keighley, ambas películas muy recomendables.

En contraste, Rose, su novia de conveniencia, es un ejemplo de inocencia y entrega que raya claramente en la estupidez, dicho sea sin ánimo de resultar agresivo; pese a que esto resulte un tanto forzado, era necesario para acentuar las características negativas de Pinkie, quien la desprecia y manipula a su antojo, valiéndose incluso de su identidad religiosa, pues ambos son católicos. Frente a ella encontramos a un personaje femenino de lo más curioso y estrambótico, que presentado inicialmente como una "oportunista de barra" con veleidades de médium, evoluciona hasta convertirse en tenaz pesquisidora, y que incluso advierte a Rose, en una importante escena, de la imposibilidad de cambiar a Pinkie.

La dirección de Boulting destaca en muchos momentos; todas las secuencias rodadas entre el bullicio de los muelles y del hipódromo son excelentes, con un ritmo muy notable y un interés documental apreciable. Las virtudes de la secuencia nocturna en los bajos del muelle vienen de la mano de la fotografía -de la que es responsable Harry Waxman, un clásico cuyo buen hacer ya conocía de filmes como "Sapphire" ("Crimen al atardecer", de Dearden) o "El Hombre de mimbre" de Hardy-, que acentúa el dramatismo de la situación manejando excelentemente escasos puntos de luz.

Bien acompañados por unos apreciables secundarios entre los que destacaría a Harcourt Williams interpretando al ebrio abogado, Pinkie y Rose caminan inevitablemente hacia su destino, y el cumplimiento del mismo es quizás lo mejor de una película que transita entre el amor y el pecado, o como parece sugerir, entre la ilusión y el castigo.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
5 de enero de 2014
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apenas un año antes de que Visconti rodara "Obsesión", dando así el pistoletazo de salida del Neorrealismo italiano, Blasetti dirigía esta impresionante producción, que ejemplifica como ninguna otra las posibilidades que ofrecían los recientemente inaugurados estudios de Cinecittá, impulsados por Mussolini.

Fue también el dictador quien facilitó los medios para que esta película tan cara pudiese financiarse, empeño que tuvo su recompensa en el festival de Venecia (ciertamente devaluado, como ha comentado mi predecesor) al alzarse con el premio a la mejor película italiana (la Copa Mussolini, entonces); pero ese éxito ha marcado al filme para siempre, al igual que a su director -que fue el realizador más destacado durante el fascismo, al que dedicó alguna cinta elogiosa- y a algunos de los que intervinieron en ella, sin ir más lejos a Luisa Ferida, una de las máximas estrellas del período fascista, que sería sumarísimamente juzgada y ejecutada por colaboracionismo al final de la guerra.

Llama la atención, desde el punto de vista argumental, la condición de "pastiche" que en todo momento inunda la película; y es que bajo la apariencia de un cuento medieval se mezclan con mayor o menor fortuna las características, situaciones y personajes más variopintos, que en ocasiones parecen sacados de tragedias clásicas, y en otras de pasajes bíblicos, cantares medievales, sagas nórdicas, o de referentes más actuales, destacando algunos momentos en que el protagonista nos recuerda a Tarzán. En este sentido, el filme es un ejemplo temprano del género de fantasía, que suele hacer virtud de la mezcla de referencias, otorgando mayor importancia a lo espectacular y maravilloso que a lo narrativamente coherente. De hecho, el guión no deja de ser bastante apresurado, atropellándose al acumular una situación tras otra, sin tomarse apenas respiro, lo que en ocasiones habría mejorado el resultado.

El título de la película hace referencia a un objeto real, la corona de hierro, que identifica al rey de Roma (por extensión de Italia), pero que en este caso es utilizado con fines dramáticos, describiéndolo como un objeto de poder, y por tanto influyente en el destino de los personajes, recurso argumental que emparenta esta historia con las tradiciones narrativas clásicas y medievales, pero también con las que se muestran en películas más modernas ("Excalibur", toda la saga de Indiana Jones, o la del Señor de los anillos, por citar las mas conocidas).

Aparte de su innegable influencia en el desarrollo del género fantástico, lo que encuentro más destacable en esta película es su perfección formal, en la que brilla una dirección artística soberbia, debida a Virgilio Marchi; en efecto, los decorados son apabullantes, tanto en exteriores (los bosques brumosos, las escarpadas montañas, la placidez del río) como en interiores (la abigarrada decoración del palacio), recordándome su colosalismo y atención a los detalles a algunas grandes obras mudas, entre las que podríamos resaltar la casi prehistórica "Cabiria" de Pastrone, o el soberbio díptico que Fritz Lang logró en "Los Nibelungos". Añadamos a todo esto la excelente fotografía, de acertado expresionismo, ayudando así a engrandecer los decorados -que cobran mayor dramatismo- y a otorgar el debido protagonismo a los personajes, especialmente los femeninos. La puesta en escena es igualmente brillante, como ponen de manifiesto las excelentes secuencias en las que destacan los movimientos de masas, pero que también resulta adecuada en los momentos más íntimos, con menos personajes, en los que la plasticidad de los planos es muy llamativa, persiguiendo cada uno de ellos la mayor belleza posible.

El reparto cumple con creces, especialmente la mencionada Luisa Ferida, perfecta en su papel de Tundra (que en un principio parece un personaje moldeado al estilo de la Brunilda de Los Nibelungos), y Gino Cervi, que compone un espectacular rey Sedemondo, con abundantes toques histriónicos. Para terminar, y como mera curiosidad, mencionar que en los títulos de crédito figura un tal Primo Carnera, que como los amantes del boxeo sabrán fue campeón de los grandes pesos, y que aquí tiene un pequeño papel, lógicamente de forzudo (por cierto que él también fue un protegido de Mussolini, quien le convenció de que participara -en este mismo 1941- en un filme propagandístico que incluía un combate contra un zulú, para demostrar así la superioridad racial italiana; el zulú no sabía boxear, pero le alcanzó para tumbar a Carnera, que indudablemente ya no estaba para tales trotes).
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
29 de diciembre de 2013
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeña película de serie B, producida por la independiente The Filmakers, perteneciente a los coautores del guión, Collier Young, y la que fuera su esposa -y protagonista de esta cinta-, Ida Lupino. Esta pequeña productora (tuvo otros nombres, como Emerald o Bridget, nombre este último en honor a la hija de Lupino, que también aparece brevemente en esta película) respondía a la pretensión de Lupino de trascender su posición de actriz, permitiéndola intervenir directamente en los guiones e incluso en la dirección, aspectos en los que fue pionera en el cine estadounidense.

Sin embargo, en este caso ambos productores optaron por encargar la dirección a Don Siegel, quien ya había destacado como joven realizador en películas de serie B de género negro o similar (este mismo año rodaría una interesante muestra de cine carcelario; "Motín en el pabellón 11"). Aunque pudo meter poca baza en el argumento de la película, Siegel escogió a parte del equipo, en el que destacan el director de fotografía, Burnett Guffey, todo un clásico, quien para entonces ya había demostrado su valía (en películas como "El Político", "En un lugar solitario", "The Sniper", "De aquí a la eternidad" o "Deseos Humanos", por citar algunas), y un joven poco conocido, David Peckinpah, quien le asistió en la dirección de diálogos, y que con los años y otro nombre de pila se convertiría en célebre realizador.

El argumento básico de la historia persigue contraponer las distintas actitudes de dos detectives de la policía de Los Ángeles ante la posibilidad de enriquecerse con el dinero de un botín robado. De ahí que se enfaticen tanto las diferencias entre los dos detectives, a la postre compañeros y amigos; Farnham está casado y es padre reciente de una niña. Por el contrario, Bruner, soltero y sin compromiso, acabará prendado de los encantos de Lilli Marlowe, una cantante de night-club, y obsesionado con conquistarla, sucumbirá a la tentación que supone el dinero fácil. Así, Bruner encarna al clásico personaje fatalmente corrompido por amor, si bien en este caso la mujer "corruptora" no lo es intencionadamente, por lo que la carga de la culpa recae enteramente en el detective; Lupino daba así al personaje de Lilli una dimensión diferente a la de la clásica mujer fatal, optando por encarnar a una mujer conocedora de la vida y de los hombres, de apariencia escéptica, pero dispuesta al amor y no solo al interés.

Rodada con la eficacia que caracterizaría siempre a Siegel, deben destacarse secuencias como la de apertura, que en escasos minutos y sin recurrir a diálogos vincula un crimen cometido en Nueva York con una pista surgida de manera fortuita al otro lado del país, en Los Ángeles, y que sirve además para presentar a los dos detectives. Muy notable resulta también todo el fragmento ambientado en el hipódromo, con una magnífica puesta en escena enriquecida por ciertos toques documentales, y que precede a la secuencia más brillante, en la que una persecución en automóvil da paso al momento clave, en el que una ligera y oportuna brisa lleva la corrupción a los pies de Bruner.

Las interpretaciones son estimables en el caso de Steve Cochran, que encarna notablemente a Bruner, y también en secundarios de probada valía, como Dean Jagger (siempre recuerdo su fantástica actuación en "Perseguido", de Raoul Walsh) o Dorothy Malone. Más soso y envarado resulta Howard Duff, quizá porque le toca interpretar al policía honrado y con remordimientos; por cierto que este actor se casaría con... ¡Ida Lupino!, demostrándose así que esta mujer lo tenía todo pensado en esta película. En cuanto a su labor, nada que añadir salvo que la lleva adelante con los ojos cerrados, en un papel que se le ajusta como un guante, no difiriendo demasiado de los que ya había interpretado en películas como "Road House", de Negulesco, en la que también es cantante en un night-club.

Aunque previsible en su desarrollo y en la concepción dual de los dos detectives, es esta una de esas pequeñas películas que, como diría uno de los más célebres personajes de Siegel, consiguen alegrarte el día.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
22 de diciembre de 2013
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque fuese escultor por vocación, la póstuma fama de Modigliani se debe a sus retratos, para los que posaban preferentemente personas de su entorno, quienes siempre valoraron la capacidad del artista para captar la esencia del retratado. Algo parecido es lo que logra otro artista, Jacques Becker, al realizar este filme, una herencia de Ophüls, quien expresó en su testamento el deseo de que fuera el realizador francés quien dirigiera la película.

A Becker no le interesa filmar una biografía completa de Modigliani, ni tampoco investigar en torno a su obra o estilo; lo que le importa en todo momento es plasmar un retrato humano sincero, sin que importe que en el proceso los trazos no sean del todo fieles a la realidad. Al fin y al cabo, la película no es sino el resultado de la particular mirada de un artista (Becker), del mismo modo que en los retratos de Modigliani era su particular perspectiva sobre el retratado lo que se imponía.

En este retrato, Becker trabaja escrupulosamente en el dibujo de su protagonista, paradigma del artista maldito, marcado por la fatalidad, la falta de reconocimiento y la tendencia a la autodestrucción; en este sentido, el argumento puede recordarnos al de "Lust for Life" ("El loco del pelo rojo"), de Minelli, quien también abundó en estos aspectos en su biopic acerca de Van Gogh, otro ejemplo de artista maldito donde los haya. Sin embargo, creo que esta película resulta más sutil y emocionante, entre otras cosas porque en el fondo del retrato Becker ha sabido incluir personajes muy interesantes, que enriquecen las perspectivas de la obra.

El guión se centra en los dos últimos años de vida del pintor, empleando para ello muy hábilmente las dos relaciones amorosas del artista. La primera, con Beatrice, se nos muestra en sus momentos finales, cuando es ya tan sólo una relación mecánica, forzada, en la que Modigliani vende un amor que ya no siente a cambio de unas copas; lo interesante es que Beatrice lo sabe, y aún así continúa amándolo y siéndole leal. La segunda, con Jeanne, es planteada como un amor verdadero y casi redentor, pues al experimentarlo, Modigliani siente que representa un nuevo comienzo para él, su última posibilidad para aferrarse a la vida, y quién sabe si también al éxito. Pero ya sea el mal fario -según el siniestro personaje que encarna Ventura-, o más bien la propia personalidad del pintor, ese éxito no llegará, como bien subraya Becker en el fragmento en el que un rico americano intenta aprovechar la obra de Modigliani para publicitar sus perfumes; resulta terrible el contraste de la reacción orgullosa del artista en ese fragmento con la humillación posterior que se nos muestra en su patético deambular por bares y cafés, "vendiéndose" a cinco francos el boceto.

Los cuatro personajes principales están excelentemente concebidos, y eso hace que los intérpretes realicen una excelente labor, pues tienen muy claro lo que representan. Aparte de un Philipe que en mi opinión cumple bastante bien, destacan las dos mujeres, de las que ya se ha comentado que encarnan dos amores distintos, aunque ambos sinceros; Lilli Palmer está fantástica interpretando a Beatrice, quizá el personaje más ambiguo, pero también con más encanto y con mejores diálogos. Por último Lino Ventura, un actor que siempre está bien, que siempre transmite, y que en este caso es la encarnación de un ave carroñera, como muy bien sugiere una de las últimas secuencias del filme (en mi opinión la mejor, pues su ejecución formal, brillante, lo es más por lo bien que capta la esencia del personaje, o en otras palabras, por lo bien que lo retrata).

Una película excelente, un drama lleno de interés y humanismo característicos del talento de un director que, al revés que Modigliani, fue reconocido en vida, para después ser olvidado hasta hace no tantos años. Paradojas de la fama, que como escribió Rilke, es el conjunto de malentendidos que se reúnen en torno a un hombre.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 10 11 12 20 82 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow