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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2.102
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
22 de junio de 2024
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Cine de catástrofes con bastantes virtudes y varios defectos que deja, para lo que es un género dónde mueren millones de personas por película, sensaciones agradables por ciertos planteamientos y una ejecución más que correcta. “Greenland: el último refugio” nos lleva a un escenario conocido: un cometa que amenaza con estrellarse contra la tierra y acabar con la humanidad pero que, frente a otras cintas similares que nos llevan aventuras de todo tipo para evitar la masacre, dedica la mayor parte del metraje a escenificar el colapso social y el sálvese quien pueda de una manera en la que puedo reconocer cierto rigor psicológico y bastante trabajo (siempre con el horizonte comercial en mente, eso sí) a la hora de estudiar los protocolos de emergencia y el resultado de aplicarlos a esta situación.

Así, me puedo creer que los gobiernos del primer mundo (o los de la mayoría de países serios) tienen planes para meter en versiones tecnificadas del Arca de Noé a la gente preeminente de la que se espera que reconstruya la civilización y que, tan difícil como construir esos oasis a prueba de todo, será localizar a los afortunados y llevarlos en secreto antes de que cunda el caos y el instinto de supervivencia lleve a los no elegidos a robar, herir o matar por un pasaje. “Greenland: el último refugio” iría por ese camino más dramático que aventurero. Además de mostrar espectaculares imágenes del cielo ardiendo por el paso del cometa, de ondas expansivas que atraviesan continente y de impactos o tsunamis, sus tramas llevan a los protagonistas a enfrentarse a situaciones más cotidianas como aceptar la posibilidad del fin; el conflicto entre la alegría de ser seleccionados y el tener que abandonar a su suerte a amigos y familiares no seleccionados; a enfrentarse a las autopistas colapsadas, a las multitudes que bloquean las entradas a los refugios, a saqueadores peleando por el último antibiótico, las discusiones burocráticas y, en general, afrontar las consecuencias de decisiones a vida o muerte que hay que tomar en cuestión de segundos.

No es una película agradable, porque se sufre (o al menos yo soy mucho de hacer mío el sufrimiento de los actores) viendo a los personajes en medio de toda clase de situaciones extremas, pero se hace interesante porque te hace reflexionar sobre cosas en las que no había caído. Creo que ya he comentado en alguna reseña por el estilo que, en el tema de historias apocalípticas, llevo mejor las de supervivencia zombie o de ir a destruir el meteorito al espacio porque tengo la sensación (probablemente estúpida) de que tendría alguna oportunidad, mientras que en estas que van de arcas de Noé tengo la certeza de que no me tocaría un pasaje y que, si me tocara y tuviese fuerzas para abandonar a familiares y amigos, seguro que después del mal trago me encontraría con la puerta del refugio estropeada, uno que no se llegó a construir por temas de recalificaciones sospechosas o me tocaría justo el refugio con deficiencias estructurales construído por algún concejal corrupto con materiales defectuosos. Porque esa es otra. “Greenland: el último refugio” puede ser una película de aventuras en EEUU y Europa, pero en España es ciencia ficción pensar en un Gobierno que hubiese dedicado recursos a prever situaciones de contingencia y tomar medidas efectivas. La partida presupuestaria no habría pasado de la fase de negociación y sólo la normativa inclusiva, diversa, paritaria y respetuosa con las treinta y ocho hablas del Estado se habría comido mitad del presupuesto (la otra mitad se habría ido en un diseño imposible de un búnker con pista de aterrizaje incluída para que un Falcon aterrice en él).

“Greenland: el último refugio” me agrada porque los protagonistas dedican gran parte del tiempo a aceptar la situación y aceptarla, un poco lo que creo que me tocaría hacer a mí en su lugar: deducir la mejor forma de extinguirme con clase y dignidad, que decía Siniestro Total. A poner en orden sus vidas y decidir con mucha calma y sentido si deciden hacer un último esfuerzo por sobrevivir o buscar la mejor forma de pasar en paz sus últimos momentos. La decisión es la obvia en este género y ahí la película, en ese último acto, se columpia un poco, especialmente en momentos en los que pareciera que Roland Emmerich se presentó de vez en cuando por la sala de guionistas a colar alguna de sus ideas estrafalarias («Eh, tíos, aquí faltan micrometeoritos cayendo justo en el coche del malo en el momento más necesario») sin que nadie tuviese el valor de llevarle la contraria al gurú del tema. Pero, en general, aun desviándose al final por ese camino, la cinta se mantiene en niveles aceptables.

Bien la realización, bien los protagonistas y horroroso el niño. Le sobran cosas más que le faltarle. Interesante, me convenció.
OsitoF
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5
18 de junio de 2024
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Quizá el problema haya sido mío de no haber sabido interpretar las señales y esperar de “Narvik” una película de guerra cuando, realmente, lo que ofrece es un conjunto de historias con la guerra como decorado y como nexo de unión. Desde luego, el trailer pone el foco en escenas de acción y Netflix centra el resumen de su ficha técnica en la cantidad de medios navales, humanos y aéreos que se enfrentaron por el control de este puerto noruego durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial pero no terminé yo con la sensación de que la batalla fuese la auténtica protagonista. No sé, tal vez lo que pasa es que los criterios que se usan en la industria para etiquetar algo como cine bélico sean distintos al mío.

Sí es verdad que “Narvik” abunda en detalles técnicos y estadísticos sobre el desarrollo de la batalla, pero lo hace en forma de cortinillas introductorias en cada acto. En general, quitando unas conclusiones finales excesivamente generosas con el impacto de un enfrentamiento menor y el desempeño de los soldados locales en un choque de resultado incierto, la composición de ese resumen es más que correcta en lo narrativo y en la forma. Por el contrario, el contenido de cada acto es más ligero y algo desangelado: el soldado que tiene que abandonar a su familia para incorporarse a su unidad, la chica obligada a colaborar con unos y espiar para otros, la madre que tiene que elegir entre su patria y su hijo, el regreso del soldado prisionero… Salvo algunas escenas donde realmente llegan a enfrentarse aliados y alemanes, casi todo son dramas civiles extrapolables a cualquier conflicto con interpretaciones gélidas y desarrollos desconcertantes.

También es verdad que la película fue a elegir una de las batallas más confusas de la Guerra, cuando los ejércitos anglo-francés y alemán aún no se habían enfrentado, las tácticas estaban aún en estudio, el material no era del todo fiable y sus soldados carecían de experiencia. Tampoco el ambiente ayudaba: Narvik era un villorrio dejado de la mano de Dios, sin más acceso que una precaria vía férrea, lo que pudiera llegar por paracaídas y un puerto escenario de emboscadas y golpes de mano entre los destructores de unos y otros. Sin duda, lo más logrado de la película es la capacidad narrativa para ubicar al espectador en cada fase de la batalla, aunque sin ser apenas testigos de ella. Al fondo del fiordo vemos barcos en llamas y ciertos diálogos nos explican lo que ha pasado. Casas explotan y un personaje nos explica oportunamente quién está bombardeando (unos bombardeos que luego no dejan demasiado rastro en la ciudad, todo hay que decirlo). Sí es cierto que hay ocasionales tiroteos entre los bandos, pero escenificados con recursos muy limitados, plano corto, atrezzo muy justo y tácticas discutibles. Voluntariosos, pero no juegan en la misma liga de “Un puente lejano” o “Hasta el último hombre”, por no irnos a los grandes exponentes del género.

No voy a decir que haya sido una experiencia decepcionante, pero no le veo un target claro: la película es algo pesada para el público generalista e interesante, pero poco profunda, para el espectador más especializado. Deja la sensación de haber querido contar más de lo que se podía abarcar o con las ideas más claras en cuanto al punto inicial y el final que a la trayectoria en sí.
OsitoF
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7
14 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezando por el final, “Ejército de los muertos” no es la obra cumbre de Zach Snyder, pero hace pasar un rato entretenido y, en la medida que un género basado en muertos putrefactos lo permite, agradable. Carece del elemento revolucionario de “300”, de la elegancia narrativa de “Watchmen” o de la majestuosidad de “El hombre de acero” pero, con todo, está varios puntos por encima de lo que son los encargos específicos para plataformas de streaming. De hecho, a falta de catar sus entregas de “Rebel Moon”, con sus luces y sus sombras, esta cinta es de lo mejor que te puedes encontrar en Netflix en términos de cine.

En la parte positiva, Snyder y familia controlan todos los aspectos clave de la producción y el resultado es un proyecto muy cohesionado en fondo y forma. Arranca con una secuencia de créditos parecida a la de “Watchmen”, una mini película capaz de contar en diez minutos lo que otros productos necesitan media temporada y proporciona todos los detalles necesarios para entender un brote zombie en Las Vegas que sirve de punto de partida a la trama. Son diez minutos con más calidad que el ochenta por ciento del catálogo de la plataforma. A partir de ahí, la película destaca positivamente por una factura a la altura de la reputación de Snyder y por el esfuerzo para lograr resquicios de novedad en un género bastante trillado. ¿Lo consigue? En algunos aspectos sí y en otros no. Inevitablemente, “Ejército de los muertos” cae en bastantes lugares comunes pero también encuentra ideas originales. Frente a lo que cabría esperar de zombies torpones y renqueantes tipo “The walking dead” o metadepredadores agresivos tipo “World war Z”, Snyder propone una especie de evolución entre los no muertos, con unas reglas razonablemente aceptables y bien explicadas, que los hace más parecidos a los orcos que a los típicos zombies. La película gana en espectáculo, con unos adversarios que permiten cierta profundidad argumental, y sorpresas en el desarrollo.

Como todo buen blockbuster, el argumento introduce bastantes clímax artificiosos en forma de continuas cuentas atrás, cortar el cable rojo o el verde o escapar de bombas nucleares, pero que dejan un balance espectáculo-fantasmada positivo para el espectador. Adicionalmente, aunque el reparto tiene una nada sorprendente diversidad racial, socioeconómica y de género, eso no se impacta en la previsibilidad de la película: con un par de excepciones de personajes que, claramente, tienen que morir o que, claramente, no pueden morir, del resto del elenco no se puede deducir de antemano cuál será su estado de salud cuando lleguen el fundido a negro final.

No sé. Quitando algún lugar común y un postclimax innecesario, mí me gustó, pero también es verdad que tengo debilidad por Snyder. Me gusta su buena mano para la fotografía, para introducir elementos o personajes cómicos sin resultar superficial y para la violencia con buen gusto, así como ese sentido del espectáculo (del que carece, por ejemplo, Michael Bay) que le permite reconocer cuándo cuándo se te está yendo la mano con los efectos, los chistes o los encuadres psicodélicos y conviene quitar el pie del acelerador.
OsitoF
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3
13 de junio de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se abre el telón y sale un señor cagando. Se cierra el telón. Se abre el telón y sale otra vez el señor buscando cualquier excusa para enseñarnos su culo, su vello público o fotos random de penes. Se cierra el telón. Se abre el telón y sale el señor de antes haciendo varios sketches de falsa cámara oculta, algunos de ellos ingeniosos y todos de mal gusto. Se cierra el telón. Se abre el telón y ese señor, el mismo de antes, hace varios monólogos que ridiculizan a una minoría étnica inventada con satíricas referencias a elementos de culturas reales y perfectamente identificables que, nombrándolas explícitamente, le habrían supuesto problemas de cancelación por odio y fobias varias. Se cierra el telón.

Si ninguna de las perfomances anteriores te han parecido especialmente apetecibles, no pierdas el tiempo con esta secuela de Borat: no te gustó la primera entrega y no te va a gustar esta secuela con la esencia destilada y concentrada de Sacha Baron Cohen. Si, por el contrario, te ha llamado la atención una o dos de las propuestas, “Borat, película film secuela” no te va a entusiasmar, pero tampoco te va a cabrear: sabes a lo que vienes y, probablemente, seas de los que considera que un gag exitoso compensa una hora de vergüenza ajena. En el caso de que te hayan convencido tres de las escenas del señor, congenias con Baron Cohen y te irá bastante bien con esta versión refinada y perfeccionada de la “Borat” primigenia. Espero que nadie conecte con las cuatro propuestas escénicas pero, de ser así, mi consejo es que se lo haga mirar.

No me llamó la atención “Borat” y esta continuación se me hizo muy larga. Siendo sinceros, la vis cómica de Baron Cohen no va conmigo aunque, siendo objetivos, me parece una película más trabajada y mejor realizada, con más intención de hacer cine. Bueno, de ese género de docu-reality fake que no sé muy bien si es cine, pero logra transmitir la sensación de que sí. De hecho, la ambientación de una distópica dictadura soviética está muy lograda y tiene todo mi reconocimiento. Pero “Borat, película film secuela” tiene dos grandes objetivos a los que mi forma de entender el entretenimiento resulta impermeable: hacer reír en general y ridiculizar a la derecha conservadora en particular. En lo que respecta a lo de hacer reir, es cierto que hay algún gag particularmente afortunado pero termina diluído en el crinje general y en esa manía de estirar el chiste sin saber cuándo ha pasado su clímax. En lo que se refiere a su sesgo, a la cinta le pasa lo que “El intermedio”, que el ansia activista por dejar en mal lugar a los republicanos (o a Ayuso o a Aznar o a todo lo que se encuentre a la derecha de la PSOE) le lleva a saturar a cualquier ciudadano que busque simple entretenimiento a, a menudo con sketches de relleno que nunca debieron de pasar el corte de calidad.

Es verdad que Baron Cohen se muestra más moderado (y con más ingenio y energía) que el Gran Wyoming, pero llega un momento que a la escatología se le une una sensación de turra ideológica que no le ayuda a salir de la etiqueta de «sólo para fans» del cómico o del personaje. Por suerte o por desgracia, yo no soy uno de ellos.
OsitoF
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6
6 de junio de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinceramente, creo tratar de valorar este spin-off de la saga Fast and Furious en términos artísticos o bajo parámetros no estrictamente comerciales es como buscar poesía en “La que se avecina” o destilar la esencia del amor a través del cine para adultos: lo que viene siendo hacer un pan con unas tortas o ganas de posturear y alardear de cultura cinematográfica pontificando con todo lo que le falta a esta “F&F: Hobbs and Shaw” para ser “El Séptimo Sello”. La película está bien hecha, hace pasar ratos agradables (alguno aburrido también) y punto, poco más que decir.

Si acaso, un debate interesante puede ser si cabe hablar de ella como un miembro de pleno derecho de la franquicia, como una forma de explorar nuevos caminos para crear un universo o como mera una película de oportunidad. Personalmente, descartaría la primera opción ya que estamos ante una película con más «furious» que «fast», esto es, más yoyas que acrobacias automovilísticas y más buddie movie que zen motorizado. Y tengo la sensación de que el proyecto trató de abrirse a nuevas fórmulas con las crear una especie de Universo F&F con varias líneas de productos enfocados a varias sensibilidades… pero la pandemia (y puedo que las críticas) terminó dejando la cosa en un muy rentable experimento.

Frente a la tradicionales historias de venganzas familiares y asaltos motorizados circenses, “F&F: Hobbs and Shaw” parece enfocada a una especie de Misión Imposible con más humor y menos rigor. Y cuando digo menos rigor lo que realmente quiero decir es que no se han roto la cabeza para meter, literalmente, cualquier cosa que genere espectáculo en forma de tecno peleas y explosiones en una buddie movie de libro de adversarios obligados a colaborar contra un enemigo común. Lo bueno es que, por algún inexplicable motivo relacionado con el carisma, las patochadas con Dwayne Johnson y Jason Statham son adorables y, de alguna manera, el realizador David Leitch consigue que la película active esos resortes mentales que le dicen al cerebro que todo está en orden y que, simplemente, se deje llevar sin aplicar filtros de realidad. Pelea tras pelea, chiste tras chiste y tiroteo tras tiroteo, la película avanza y al espectador le va bien por ridículo que sea todo. ¿Inteligencias artificiales que quieren crear un apocalipsis evolutivo? Vale, lo compro.¿Cyborgs motorizados contra unos tecnohackers samoanos? Bueno, me va bien.

Además de sus carismáticos protagonistas, la película se beneficia de un villano especialmente afortunado cuya encarnación es un Idris Elba muy metido en un papel que da mucho juego contra dos figuras del cine de acción, de cameos muy bien traídos con Ryan Reynolds, Helen Mirren y Kevin Hart y de una Vanessa Kirby que, sin tanto poderío físico como Michelle Rodriguez, sí desarrolla química con los protagonistas. Hay acción, hay aventura, gran parte de los chistes funcionan y el reparto cae bien. No es Cinefórum, no es puramente Fast and Furious, pero representa dignamente a la marca y vale la entrada.
OsitoF
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