Una carta de amor no solo a una ciudad y su gente, sino también a la infancia del director, con un fantástico mensaje sobre la familia, las cosas que nos unen y lo inevitable que es a veces tener que vivir separados. Como inmigrante, toca puntos importantes.

Tiene cierto tufillo a Roma, indudablemente, pero su historia es mucho más concisa y tiene una estructura mucho más sencilla de seguir y digerir. La fotografía es fantástica, así como la música, pero lo que se lleva la palma son los excelentes trabajos de interpretación de todo el reparto.

Es el tipo de película que te hará sonreír y llorar a partes iguales y sin duda uno de los mejores trabajos que he visto de Brannagh.