La maison en petits cubes (C)

No son demasiadas las películas que, con extenso minutaje, consiguen despertar tantos sentimientos y tan fuertes en el espectador. La maison en petits cubes consigue en 12 minutos que te estremezcas cada vez que los recuerdos dejan paso a las profundidades marinas, como si de un golpe en el estómago se tratara.

La vistosísima animación, propia de ser llamada arte con todas sus letras, pronto queda en el olvido ante el mar de sentimientos que Kunio Katö transmite con su melancólica historia. El personaje despierta una ternura y una lástima como pocas veces se consigue, y todo ello sin llegar a ocurrir nada excepcionalmente dramático.
Todo un viaje a las profundidades de la mente que bien podría ser la de cualquier persona. Probablemente sea en ésto donde nazca su éxito y su esplendor.

Sabia de su existencia, pero como no soy fan de los dibujos japonés ya que suelen ser Manga y no me apetece atiborrarme de Manga, lo dejé pasar (las películas son diferentes gracias sobre todo a los grandes directores Akira Kurosawa, Kihachi Okamoto, Hiroshi Inagaki, Masaki Kobayashi entre otros).
Pero hoy domingo me encontraba solo en casa, pues tenía que hacer unas cosas, mi mujer y mis hijos estaban en casa de mi suegra (porque cuento esto, no lo sé pero lo cuento a quien quiera leerlo).
Así pues y gracias a FA, que facilita la visión de cortos, que muchos no sabían que existían y ahora los puedo ver, algunos con una grata sorpresa, como es el caso de La maison en petits cubes.
Me dispuse a verlo a regañadientes, pues pensé, dibujos japoneses, más de lo mismo, pero ya en su comienzo, los trazos al oleo y un abuelete simpático, una música excepcional y lacrimógena, esto promete y acomodándome en la silla me empecé a deleitar con esa estructura visual.
Como un señor vive solo en su casita y se pone a pescar como en los polos, por una puertecita que tiene en casa.
La soledad se refleja en las paredes llenas de recuerdos y su cena frente a la tele comiendo con tristeza. Al levantarse de la cama al día siguiente, sus pies se encuentran mojados y es que por la noche, las lluvias hicieron subir el nivel del agua.
Un joven trae en barco material de construcción y el abuelo empieza a levantar otro piso para no ahogarse, al recoger los bártulos que le quedaban servibles en casa su pipa cae por la trampilla abierta hasta al fondo. Dispuesto a comprar otra ve al vendedor un tarje de buzo, para mejor recuperar su pipa favorita…..
Aquí es donde empieza lo mejor y más lacrimógeno, a través de las puertas vemos la vida pasar.
Yo expectante hasta el final del corto, que realmente se me hizo cortísimo, a diferencias de otros que de 10 minutos sobran 8, aquí ver las escenas es un cuadro diferente de la vida de un señor que nos la repasa a cada puerta que atraviesa y todo lo vivido en su casa.
Al acabar el corto y como en los buenos guiones nada se dice por decir y todo está enlazado, yo miré a mi alrededor y vi mi casa vacía, con muchos recuerdos en la pared y os tengo que confesar que se me humedecieron los ojos (por decirlo de manera fina), tanto o más como se me humedecen mientras os estoy relatando esta modesta crítica y recuerdo la escena.


PD: Ya que no suelo “entristecerme” habitualmente, Mil gracias Kunio Katô por este excelente corto y gracias FA por darme la ocasión de poder visionarlo cómodamente desde tu gran página.

Cuando la realidad nos llega a las rodillas, es el momento de dar un nuevo salto hacia arriba. Atrás quedan los recuerdos y los objetos preciados más prescindibles. Debajo, en realidad. Sumergidos cada vez más hondo en las profundidades de nuestro pasado. Dar un paseo por los escenarios de nuestra vida pasada puede ser una actividad triste o entrañable, pero siempre llena de una melancolía infructuosa.

Un cortometraje al óleo desbordantemente original, en el que se retrata el paso del tiempo (el mar) absorviendo vida (la torre), de una manera breve pero brillante.

Obra maestra en todos sus puntos.

A través de un corto sencillo, se nos invita a acompañar a un anciano en un viaje nostálgico a lo largo de su vida. Utilizando la metáfora de una casa construida en bloques se nos muestran las etapas más importantes de la vida del anciano. Los dibujos simples, la magnífica música llevan al espectador a un momento de reflexión. El paso del tiempo, las pérdidas, aquello que sigue igual, la soledad y el hastío producto de una vida monótona pasan a ser los protagonistas implícitos de este corto. El final, pequeño homenaje no sólo a su esposa, sino a toda una vida vivida es el broche perfecto para este pequeño viaje de cálida añoranza.