La máscara del demonio

Película tranquila con una buena fotografía en B/N y buena ambientación que se puede ver, las actuaciones de los actores son correctas. El ritmo no es que sea muy trepidante que digamos, aunque también hay que tener en cuenta el contexto de su época (1960). En la actualidad puede que esté un poco desfasada ante los ojos de una persona del siglo XXI, aunque al menos esta se puede ver mejor que algunas más actuales y con más fama que no la merecen como por ejemplo "Déjame entrar" (2008).

Estamos ante la primera película que dirigió Mario Bava en solitario (antes dirigió tres con Riccardo Freda en la dirección también). Combina brujería y vampiros de forma interesante y se la puede considerar una de las precursoras del giallo, así como un referente para el cine de terror.

Francis Ford Coppola recréo algunas escenas de esta película en su "Drácula de Bram Stoker" (1992), así como sirvió de inspiración a Tim Burton para "Sleepy Hollow" (1999). En 1989 se estrenó un remake y claramente influyó en "Demons" (1985), que también presenta la idea de máscaras malditas.

La atmósfera de "La maschera del demonio" es de alabar. Ese ambiente gótico de bosques, cementerios y castillos tenebrosos rodeados por la niebla.
Tiene un arranque muy bueno y aunque la historia es simple y las actuaciones no destacan (tampoco los diálogos), es la brillante atmósfera la que tiene mérito.

Viéndola te vendrán a la mente películas de terror italianas posteriores y algunas de Argento y lo cierto es que sentó las bases de ese cine de terror italiano que tan próspero fue durante la década de los setenta.
No hay gore, pero la película se acerca sugiriendo (para la imaginación) algunos momentos sangrientos (el de la máscara) y con escenas grotescas que en su época resultaban impactantes. También hay cierto erotismo aunque disimulado.

En resumen, se trata de una decente historia de brujas y vampiros pese a que Barbara Steele es algo irritante por momentos y el desarrollo un poco torpe.

6,0/10

Vista con ojo crítico, esta película deja bastante que desear. Pero uno no es crítico las veinticuatro horas del día. Uno tiene momentos en que prevalece la simpatía y el sentimiento, que le permiten disfrutar de cosas que, siendo muy racional, te dejarían insatisfecho. "La máscara del demonio" es un cuento gótico, sobre la resurrección de una bruja y su diabólico amante, dos siglos después de su paso por el patíbulo. No da terror ni causa sorpresa porque todo resulta más que típico y previsible, pero... la escenografía, el ambiente, la banda sonora y la actriz protagonista son demasiado sugestivas para aburrirnos.
Uno está tan a gusto en esos lugares y climas, que, aunque preferiría que no pasara nada en ellos, que todo se quedara en miedos y amenazas sin concreción, no le cuesta perdonarle al director el cúmulo de hechos truculentos y completamente fantásticos que turban el ambiente.

Un bestial primer acto, con la inquisición, ejecutando a estos dos amantes, en ésta historia de venganza, con una fascinante ambientación gótica, y un maravilloso nivel artístico. Más Unos encuadres y efectos lumínicos, que contrastan con la oscuridad y malsanidad , de cada rincón, dentro de un castillo, que alberga oscuros secretos, donde la brujeria y el retorno fantasmagórico de su protagonista, teñira de horror, al linaje de una familia de aristócratas.

El debut de Mario Bava se erigió desde el primer momento en título de culto e icono de la cinematografía italiana, de la serie B y del género terrorífico en su conjunto.
Está considerada, asimismo, la mejor película de un realizador que, junto a Dario Argento, daría a luz el conocido como “Giallo”, inefable mezcla de horror y “sexploitation”, con sus escenografías barroquizantes, litros de hemoglobina y saturación cromática no apta para epilépticos. Aunque de esto último carece la cinta que nos ocupa, filmada en sobrio —y económico— blanco y negro, sí encontramos en ella abundantes pistas de todo lo demás.
“La máscara del demonio” pone en imágenes “El Viyi”, cuento de terror gótico firmado por el maestro Nikólai Gógol. Pese a que el paso del tiempo no le ha sentado todo lo bien que sería deseable —las interpretaciones se antojan más rígidas que los decorados de cartón-piedra—, atesora el encanto artesanal de este tipo de films, honestos y sencillos, sin otra pretensión que hacernos pasar un estupendo mal rato.
Bava recrea con eficacia la inconfundible atmósfera: noche y niebla, truenos, rayos y centellas, intrincados bosques, ciénagas plagadas de batracios, el decadente castillo en lo alto del risco, la correspondiente y mohosa cripta y, por supuesto, un cementerio con media docena de lápidas torcidas. Motivos recurrentes también en las producciones de la británica Hammer, coetáneas y con las que no cuesta emparentar a ese “Giallo” que anunciaba “La máscara del demonio”.
En fin, insalubre entretenimiento de la mano de un director que ejercería una influencia capital en el cine “Pulp” y de terror, impronta que, por desgracia, acabará por derivar en el vacuo esteticismo de “Suspiria” (ídem, 1977), celebrada —a mi juicio, bastante inmerecidamente— apoteosis del subgénero a cargo del antedicho Argento.