Lore

Me ha gustado. No es para tirar cohetes pero hay que verla. Le he puesto un 9 por comparación con la mayoria de lo que se hace. El tema no es tanto la situación de final de guerra y su dramatismo sino la información manipulada en que se mueven los niños y preadolescentes en dichas situaciones.
Un poco como Pa Negre. Un tema dramático donde los haya, todos hemos sido niños y a algunos nos ha tocado vivir la posguerra española. Y a todos nos han engañado estupidamente.
En la pelicula se muestra a un grupo de niños que se enfrentan a la verdad que les han ocultado. No tienen obción, la realidad es tan cruel que no queda mas remedio que aceptarla y aunque son niños no son tontos. La menos niña pasa de ser la engañada a ser la engañadora, les oculta la realidad que va descubriendo y les engaña como antes le engañaron a ella. Toda esta situación está bastante bién explicada. El final es bueno y esto se agradece en estos tiempos en que buenas películas se caen al final extrepitosamente.
Yo aconsejaría esta película a todos los padres con niños pequeños. Es muy cruel enterarse ya de mayor que tus padres te han engañado para salvar su insalvable posición amoral ante los otros seres humanos.
No aconsejable para gente que solo va al cine a entretenerse y a comer palomitas con refrescos.

Hemos visto muchas veces las banderas de los ejercitos aliados ondeando sobre las ruinas de las recién conquistadas ciudades alemanas a lo largo de los últimos meses de la II Guerra Mundial. Pero hasta ahora yo no había visto el foco del cine puesto sobre las gentes que intentaban escapar de esos escombors, reales y metafóricos.
Y ese es el gran acieto de esta película, que nos muestra a esa gente que hasta no hacía mucho vivía plácidamente mientras sus ejércitos conquistaban otros paises y sembraban la ruina y la muerte por todos ellos y que ahora ve cómo todo se derrumba sobre sus cabezas y tiene que sobrevivir como alimañas acosadas en su propio páis, vencido, ocupado y dividido. Gentes que aún hoy, aunque les cuesta creer que las fotos que les muestran de los campos de concentración no sean sino un montaje, sienten asco de tener contacto con un judío, que aún están aturdidos por el imposible que se les hace la muerte de su fhürer.
Esa gente, que sin embargo es un colectivo compuesto por personas, con su suftimientos, sus esperenzan, sus ganas de seguir vivos.
Todo ese cosmos nos es mostrado a través del viaje salvaje que debe acometer una jovencita con todos su hermanos más pequeños, trufado de situaciones de todo tipo y, con frecuencia, atroces.
Es una pena que resulte a veces tan lenta. Pero es recomendable.

La debutante australiana Cate Shortland nos deja una nueva mirada a la época del nazismo, desde el terreno alemán pero concretando en una sola figura y en su viaje de huida hacia Hamburgo junto a sus hermanos; con un tono intimista y naturalista, a veces bello y a veces perverso.

La película nos relata las experiencias de Lore, una joven que madura en ese viaje de 500 km hasta Hamburgo llevando a sus cuatro hermanos con ella. Vemos los sucesos y también sentimos esa inestabilidad interna que la propia protagonista vive y que le sirve a la cineasta para realizar una representación de la experiencia de los jóvenes en esa Alemania que pasó de ser el país conquistador a ser el país ocupado en tan poco tiempo.

La cámara y la forma visual de Shortland nos retraen a filmes de Terrence Malick, o sobretodo de Jane Campion, por el naturalismo y también por representar la historia desde un personaje femenino.
Una cinta que peca de ser demasiado bella y, para la cruda historia que cuenta quizás debería haber sido utilizado un tono más realista y menos decoroso visualmente.

Aún así, nos muestra una nueva mirada a esa época, desde una joven superviviente alemana que madurará y se verá mermada para siempre a causa de este viaje.

Fuerte, directa y triste pero con un hermosa estética visual y un fino cuidado en la sonorización. Maravilloso uso de tensión, no te suelta. Logré sentir no sólo el miedo, sino hasta el dolor del hambre.

Película intimista, atrayente y sugestiva por el terror y pánico que describe con una belleza, hermosura inusitada; el uso perceptivo de la cámara, su obsesión por los pequeños detalles, por las penetrantes miradas y sus rostros angustiosos, ese moverse lento, delicado y pausado donde parece que el tiempo es eterno y la supervivencia una simple molestia, el desfile y sobreabundancia de color entre tanta tristeza y desolación, la sutileza, pulcritud de los gestos y las formas más allá de la desesperación y la muerte, la operística y fascinante música de fondo que, extrañamente, adormece y enternece provocando el olvido de la crueldad que se narra..., un desfile de inexplicables sentidos y emociones, desde el punto de vista de una niñez súbitamente interrumpida, que sobrecoge y perturba por partes iguales. No penetra en el por qué de la huida, ni en el conflicto bélico, le dan igual; la verdad es que, la guerra de fondo y todo lo que de ella se puede derivar es lo menos importante para Cate Shortland. En la novela de Rachel Seiffert, de la cual parte y se nutre, el foco, objetivo principal es una ingenua adolescente y sus hermanos menores, convertida forzosamente en padre y madre pero que, en el fondo, sigue siendo una muchacha en plena adolescencia que no quiere crecer; que te sea suficiente atractiva como para mantener tu corazón en vilo es toda un incógnita. Es difícil de definir y precisar pues, su ritmo es atrayente y encantador, sus maneras de gran hermosura -con toda la inspiración de una bella poesía- aunque, la historia y su capacidad de impacto flojea y no acentúa su contenido profundo. Brilla más el envoltorio que el regalo que envuelve.

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