Danzad, danzad, malditos
1969 

7,3
6.720
Drama
Estados Unidos, en plena época de la Gran Depresión. En medio de un ambiente de terrible miseria, gentes desesperadas, de toda edad y condición, se apuntan a una maratón de baile con la esperanza de ganar el premio final de 1500 dólares de plata y encontrar, al menos, un sitio donde dormir y comer. Mientras los concursantes fuerzan los límites de su resistencia física y psíquica, una multitud morbosa se divierte contemplando su ... [+]
13 de mayo de 2009
13 de mayo de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran adaptación, sin duda.
Recuerdo ver esta película un sábado noche siendo un crío hace muchos años y recuerdo la impresión que me causó. Y esa impresión y las parejas agotadas moviéndose por la pista como zombis era lo único que recordaba. No las tenía todas conmigo. Tenía una fuerte competidora en el mismo libro, que leí hace un año escaso y la verdad, dejando los tópicos (ciertos) a parte, esta película ensarta corazones y aplasta cráneos. Y además es una fiel y digna representante de la novela. Una pequeña y breve ola de desolación y ansiedad me ha recorrido el cuerpo cuando ha caído el telón. Ahora me estoy recuperando, a golpe de vino de garrafa.
Y brindo por Pollack.
Recuerdo ver esta película un sábado noche siendo un crío hace muchos años y recuerdo la impresión que me causó. Y esa impresión y las parejas agotadas moviéndose por la pista como zombis era lo único que recordaba. No las tenía todas conmigo. Tenía una fuerte competidora en el mismo libro, que leí hace un año escaso y la verdad, dejando los tópicos (ciertos) a parte, esta película ensarta corazones y aplasta cráneos. Y además es una fiel y digna representante de la novela. Una pequeña y breve ola de desolación y ansiedad me ha recorrido el cuerpo cuando ha caído el telón. Ahora me estoy recuperando, a golpe de vino de garrafa.
Y brindo por Pollack.
27 de junio de 2009
27 de junio de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnifica y fiel adaptación de la absorbente novela “¿Acaso no matan a los caballos?” de Horace McCoy (incluida en la mejor y más completa colección de novela negra que cualquier aficionado al género debería tener en las estanterías de su biblioteca, “Club del Misterio” de Ed. Bruguera, 20 tomos y más de 150 clásicos del género) y extraordinario, realista y absorbente retrato de personajes tratando de sobrevivir en la dura época pos crack del 29, que junto a “Las uvas de la ira”, “El luchador” de Walter Hill y “El emperador del norte” y alguna más que ahora mismo no me viene a la cabeza y debido a lo novedoso del enfoque en la época de su estreno y lo reconocible y extrapolable a la sociedad de hoy en día, la hacen una intemporal obra maestra.
Jane Fonda y Michael Sarrazin nunca han estado mejor que en la piel de los supervivientes Gloria y Robert y tanto la dirección por parte del maestro Pollack, como la ambientación y todos y cada uno de los miembros del casting brillan a estratosférica altura, regalándonos una película que por nada del mundo deberías perderte.
Absolutamente recomendable.
Jane Fonda y Michael Sarrazin nunca han estado mejor que en la piel de los supervivientes Gloria y Robert y tanto la dirección por parte del maestro Pollack, como la ambientación y todos y cada uno de los miembros del casting brillan a estratosférica altura, regalándonos una película que por nada del mundo deberías perderte.
Absolutamente recomendable.
10 de febrero de 2011
10 de febrero de 2011
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran Depresión, USA, años del New Deal y el primer _ digámoslo así_ Gran Hermano de la Historia: 200 personas bailando ante el público espectante... al acecho de las miserias de los otros para amortiguar las suyas. Y, esperando a que caigan de bruces y desfallecidos. Fatigados de entre las decenas de parejas que giran y bailan, bailan y giran durante más de 60 días...
Un circo romano en Chicago. La recompensa, sólo para una pareja, será de 1.500 dólares reduciendo gastos de alojamiento en barracas sin churris pero con cucarachas, comidas de lata y sanseacabó.
Sidney Pollack fue controvertido hasta salirse de los gráficos. Para muestra su cine flanqueable, criticable, expuesto. Poco elogiado. Digamos que hasta comprometido como es este el caso. Una especie de maldito al que tanto se le rinde pleitesía como se le menosprecia fácilmente. Eterna promesa que no cuajó.
El tiempo le dará su lugar, a 7 metros bajo tierra como está mandado.
Aún así, no hay donde terminar para reconcer su enorme obra. Lo triste es que a capítulo póstumo queda mucho Pollack por descubrir. El eterno inconformista que nunca se sintió cómodo, plasmó en muchas de sus obras, NO un QUIERO y no PUEDO sino un PUEDO, pero no QUIERO. Se revolvió contra sí mismo y hasta se convirtió en un medio trepa. En ese sentido recuerda a Cassavettes: dos autoestimas de alcantarilla.
El destinado a ser mejor cineasta de la década de los 70 en USA, dejó grandes películas, _siempre a través de bellos rostros_: Jane Fonda, Robert Redford, Natalie Wood... Sus intérpretes hicieron de sí mismo una cápsula. Tan dependiente de ellos, siempre buscó en ellos la perfección y el contrapeso: su desdicha.
Es la razón, injusta, por la que a la espléndida Jane Fonda carga de mala baba, mala virgen, mala estampa y hasta mala digestión en esta película.
Podrán hablar de él como cineasta frustrado en el futuro, una suerte de Salieri enfrentado a Mozart. No por carecer de brillantes recursos para dirigir sus obras. Sin embargo, no fue ávido o poseedor del peso que infunde una autoestima crecida. Él no la tuvo; se creyó menos de lo que era y repercutió así en su obra, que aunque grande, no está valorada aún en la medida que corresponde.
Es el caso de esta película, no acabada, desganada, decadente, inservible.
Retrato sí, de una época que si no les tocó a nuestros padres les tocó a nuestros abuelos. Y al que pudo haber sido cronista americano de la historia reciente: Sydney POLLACK. NADA MÁS Y NADA MENOS.
Un circo romano en Chicago. La recompensa, sólo para una pareja, será de 1.500 dólares reduciendo gastos de alojamiento en barracas sin churris pero con cucarachas, comidas de lata y sanseacabó.
Sidney Pollack fue controvertido hasta salirse de los gráficos. Para muestra su cine flanqueable, criticable, expuesto. Poco elogiado. Digamos que hasta comprometido como es este el caso. Una especie de maldito al que tanto se le rinde pleitesía como se le menosprecia fácilmente. Eterna promesa que no cuajó.
El tiempo le dará su lugar, a 7 metros bajo tierra como está mandado.
Aún así, no hay donde terminar para reconcer su enorme obra. Lo triste es que a capítulo póstumo queda mucho Pollack por descubrir. El eterno inconformista que nunca se sintió cómodo, plasmó en muchas de sus obras, NO un QUIERO y no PUEDO sino un PUEDO, pero no QUIERO. Se revolvió contra sí mismo y hasta se convirtió en un medio trepa. En ese sentido recuerda a Cassavettes: dos autoestimas de alcantarilla.
El destinado a ser mejor cineasta de la década de los 70 en USA, dejó grandes películas, _siempre a través de bellos rostros_: Jane Fonda, Robert Redford, Natalie Wood... Sus intérpretes hicieron de sí mismo una cápsula. Tan dependiente de ellos, siempre buscó en ellos la perfección y el contrapeso: su desdicha.
Es la razón, injusta, por la que a la espléndida Jane Fonda carga de mala baba, mala virgen, mala estampa y hasta mala digestión en esta película.
Podrán hablar de él como cineasta frustrado en el futuro, una suerte de Salieri enfrentado a Mozart. No por carecer de brillantes recursos para dirigir sus obras. Sin embargo, no fue ávido o poseedor del peso que infunde una autoestima crecida. Él no la tuvo; se creyó menos de lo que era y repercutió así en su obra, que aunque grande, no está valorada aún en la medida que corresponde.
Es el caso de esta película, no acabada, desganada, decadente, inservible.
Retrato sí, de una época que si no les tocó a nuestros padres les tocó a nuestros abuelos. Y al que pudo haber sido cronista americano de la historia reciente: Sydney POLLACK. NADA MÁS Y NADA MENOS.
13 de diciembre de 2009
13 de diciembre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión es un error el de calificar a esta película de “antiquada”, condescendientemente moralizadora o pretenciosamente espesa. Vivimos en una época en la que el cine ha decrecido significativamente en fuerza a la hora de contar historias embriagadoramente melodramáticas. Esto dado también a una justificada despersonalización de estilos visuales que empujen esa misma fuerza del argumento. La palabra clave es compromiso. Es por ello que la adapatción al cine de 1969 de la novela de Horace McCoy bien podría venir a ser la antítesis de todo esto.
Fascinantemente insistente en todo momento, esta parábola o alegoría existencialista de la vida es un sórdido espectáculo sobre los tiempos duros. Mientras la cámara permanece sentenciada, dentro del salón de baile, escogiendo los detalles de la creciente desesperación de los bailarines, la película se convierte en una epopeya sobre el agotamiento y la futilidad.
El look que Pollack le da a la película es contextualmente oportuno, personificando bien esa sensación desesperanzadora y de sudor, alcohol y tabaco. Sobre todo en el personaje de Rocky, magníficamente interpretado por Gig Young. Y es que viniendo de un realizador reconocido por su destreza en la dirección de actores, Pollack nos ofrece más que notables interpretaciones de Sarrazin, York y el resto del reparto. Punto y aparte Jane Fonda que consigue brillar en una dramática y medida composición que viene a ser lo que da al film su apasionante poder, y sí, anclaje emocional.
La película esta lejos de ser perfecta, pero es tan perturbadora en tantos sentidos importantes que la hace difícil de olvidar, que es más de lo que se puede decir de mejores y más consistentes películas. También es sobradamente lo mejor que Pollack ha dirigido, sobre todo como muestra ejemplar en la planificación de la dirección (sabemos que él mismo operaba la cámara en la frenética secuencia del derby con unos patinetes). Además resulta enormenente representativa en cuanto al paso estilístico del cine de los 60 al de los 70. Esto se hace notar sobre todo gracias a un efectista y efectivo montaje, y a su puesta en escena, lo que la convierte probablemente en la película que mejor ha sabido envejecer en comparación con cualquiera de sus contemporáneas.
Hábilmente el director, a través de la persistencia de sus tesis, consigue evocar una zarrapastrosa atmósfera donde las explosivas emociones llegan a hervir logrando una adecuadamente apesadumbrada y catártica experiencia cinematográfica.
Fascinantemente insistente en todo momento, esta parábola o alegoría existencialista de la vida es un sórdido espectáculo sobre los tiempos duros. Mientras la cámara permanece sentenciada, dentro del salón de baile, escogiendo los detalles de la creciente desesperación de los bailarines, la película se convierte en una epopeya sobre el agotamiento y la futilidad.
El look que Pollack le da a la película es contextualmente oportuno, personificando bien esa sensación desesperanzadora y de sudor, alcohol y tabaco. Sobre todo en el personaje de Rocky, magníficamente interpretado por Gig Young. Y es que viniendo de un realizador reconocido por su destreza en la dirección de actores, Pollack nos ofrece más que notables interpretaciones de Sarrazin, York y el resto del reparto. Punto y aparte Jane Fonda que consigue brillar en una dramática y medida composición que viene a ser lo que da al film su apasionante poder, y sí, anclaje emocional.
La película esta lejos de ser perfecta, pero es tan perturbadora en tantos sentidos importantes que la hace difícil de olvidar, que es más de lo que se puede decir de mejores y más consistentes películas. También es sobradamente lo mejor que Pollack ha dirigido, sobre todo como muestra ejemplar en la planificación de la dirección (sabemos que él mismo operaba la cámara en la frenética secuencia del derby con unos patinetes). Además resulta enormenente representativa en cuanto al paso estilístico del cine de los 60 al de los 70. Esto se hace notar sobre todo gracias a un efectista y efectivo montaje, y a su puesta en escena, lo que la convierte probablemente en la película que mejor ha sabido envejecer en comparación con cualquiera de sus contemporáneas.
Hábilmente el director, a través de la persistencia de sus tesis, consigue evocar una zarrapastrosa atmósfera donde las explosivas emociones llegan a hervir logrando una adecuadamente apesadumbrada y catártica experiencia cinematográfica.
13 de diciembre de 2014
13 de diciembre de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
1932, en algún lugar de la costa californiana, en plena Gran Depresión, se celebra uno de los habituales, por esa época, maratones de baile. A ellos acuden parejas participantes muy necesitadas de dinero, si no llegan a obtener el premio (1500 dólares en el caso que nos ocupa) al menos recibirán la comida durante el tiempo que estén concursando y, si realizan algún número artístico de cara al público, pueden recoger las monedas que éste les tire, incluso, si llegan a participar durante un tiempo considerable, pueden ser patrocinados por algún empresario local del que lucirán su ropa con su nombre. La lucha será a muerte o, al menos, hasta la extenuación. La acción se centra en cuatro parejas y en el organizador y presentador del evento.
En esta película se nos describe perfectamente la necesidad que pasó una buena parte de la población estadounidense en la época de la Gran Depresión, materializada en los personajes de esos bailarines sometidos a la dureza casi inhumana de ese concurso de resistencia. La bajeza moral de quien juega con sus ilusiones basadas en su necesidad perentoria de subsistir, la miseria en que algunos de ellos mismos llegan a caer por pura necesidad y hasta el final del ser humano no dispuesto a sufrir más o incapaz de hacerlo; todo ello queda soberbiamente reflejado aquí.
Sydney Pollack, basándose en la novela homónima, 'They shoot horses, don't they?' (título en inglés de la película) realiza un magistral ejercicio de dirección en el que además de maravillosos travellings utiliza el poco habitual, por entonces, flashforward (escenas del futuro de la narración). Es curioso resaltar que esta película, con nueve nominaciones a los oscars, no fuera aspirante a tal premio en el apartado de mejor película aun siéndolo en el de mejor dirección y mejor guion adaptado.
En esta película se nos describe perfectamente la necesidad que pasó una buena parte de la población estadounidense en la época de la Gran Depresión, materializada en los personajes de esos bailarines sometidos a la dureza casi inhumana de ese concurso de resistencia. La bajeza moral de quien juega con sus ilusiones basadas en su necesidad perentoria de subsistir, la miseria en que algunos de ellos mismos llegan a caer por pura necesidad y hasta el final del ser humano no dispuesto a sufrir más o incapaz de hacerlo; todo ello queda soberbiamente reflejado aquí.
Sydney Pollack, basándose en la novela homónima, 'They shoot horses, don't they?' (título en inglés de la película) realiza un magistral ejercicio de dirección en el que además de maravillosos travellings utiliza el poco habitual, por entonces, flashforward (escenas del futuro de la narración). Es curioso resaltar que esta película, con nueve nominaciones a los oscars, no fuera aspirante a tal premio en el apartado de mejor película aun siéndolo en el de mejor dirección y mejor guion adaptado.
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