El secreto de sus ojos
2009 

8,1
90.876
Thriller. Intriga. Drama
Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
20 de septiembre de 2009
20 de septiembre de 2009
85 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pueden encontrarse en "El secreto de sus ojos" muchos de los ingredientes que se dan cita en las grandes películas, la mayoría de ellos ejecutados por un Campanella en estado de gracia, mucho más cercano a la fantástica "El hijo de la novia" que a su insuficiente ópera prima. Lo que nos encontramos ante esta nueva obra es un ejercicio de estilo sólido, valiente, que mezcla (y ojo, funciona) el thriller con la comedia, no en la línea de cintas como "Snatch", sino aportando sobriedad en el momento oportuno, también ingenuidad cuando procede, todo ello medido perfectamente por un realizador con tanto oficio como el argentino.
Lo mejor de "El secreto de sus ojos", al margen de su fantástico guión, es el notable trabajo de todo el reparto del film. Darín, que decepcionó con su interpretación en "El baile de Victoria" (posible candidata al Oscar de habla no inglesa en representación de España) da aquí un recital de cómo crear a un personaje a la vez divertido y serio, un papel que se ajusta como un guante a su personalidad y que consigue llenar de vida y hacer palpable. Soledad Villamil también rinde a un nivel alto, siendo la mayor sorpresa Guillermo Francella, en un hilarante rol que se compenetra perfectamente con la personalidad de Darín.
Sobriedad en la dirección, un guión de hierro (aunque, en ocasiones, cae en las reiteraciones tan habituales del género) y un gran reparto conforman la que es la mejor película argentina desde la excepcional "Nueve Reinas". Carece de la frescura de aquella, pues "El secreto de sus ojos" se centra más en un estilo clásico, con pinceladas de cine negro, pero funciona casi siempre a un nivel medio-alto. Un lujo de película y, por ahora, la mejor película presentada a Sección Oficial en el festival de San Sebastián.
Lo mejor de "El secreto de sus ojos", al margen de su fantástico guión, es el notable trabajo de todo el reparto del film. Darín, que decepcionó con su interpretación en "El baile de Victoria" (posible candidata al Oscar de habla no inglesa en representación de España) da aquí un recital de cómo crear a un personaje a la vez divertido y serio, un papel que se ajusta como un guante a su personalidad y que consigue llenar de vida y hacer palpable. Soledad Villamil también rinde a un nivel alto, siendo la mayor sorpresa Guillermo Francella, en un hilarante rol que se compenetra perfectamente con la personalidad de Darín.
Sobriedad en la dirección, un guión de hierro (aunque, en ocasiones, cae en las reiteraciones tan habituales del género) y un gran reparto conforman la que es la mejor película argentina desde la excepcional "Nueve Reinas". Carece de la frescura de aquella, pues "El secreto de sus ojos" se centra más en un estilo clásico, con pinceladas de cine negro, pero funciona casi siempre a un nivel medio-alto. Un lujo de película y, por ahora, la mejor película presentada a Sección Oficial en el festival de San Sebastián.
29 de agosto de 2009
29 de agosto de 2009
68 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la película solo tengo elogios. Dirección, fotografía, actores, historia, ambientación, etc. No puedo encontrarle ninguna falla.
A los que aún no la vieron, por favor, NO LEAN NINGUN COMENTARIO. Es fundamental, vayan al cine vírgenes de información.
Desde ya, gran candidata a Oscar a película extranjera.
Y si pueden lean el libro de Sacheri, aunque es bastante distinto a la película. Por supuesto, leanlo después de ir al cine.
A los que aún no la vieron, por favor, NO LEAN NINGUN COMENTARIO. Es fundamental, vayan al cine vírgenes de información.
Desde ya, gran candidata a Oscar a película extranjera.
Y si pueden lean el libro de Sacheri, aunque es bastante distinto a la película. Por supuesto, leanlo después de ir al cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Que actuación de Francella! Lo tenían en ese rol? como comediante es un capo, y lo demostró mil veces. Pero en el bar, cuando le explica a Darín que lo que uno nunca puede cambiar es la pasión, la esencia interna, en esa escena yo pensaba: si Darín y Francella hubieran nacido en USA, o fueran angloparlantes, qué serían hoy? Son menos que Al Pacino, que Bale, que Crowe, o que la mayoría de los actores consagrados del mundo Hollywood?
Y que decir de Campanela? Realmente en esta película demostró que está para las grandes ligas.
Y que decir de Campanela? Realmente en esta película demostró que está para las grandes ligas.
15 de marzo de 2010
15 de marzo de 2010
67 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un mes que vi El secreto de sus ojos y prosigo dándole vueltas a los últimos cinco minutos. Son de una simpleza tan brillante como estremecedora. Tu columna se arquea un poco, el cuello se gira incrédulo durante un breve instante, y exclamas... ¡¡No puede ser!!
El guión no lo firmó el gran Saramago, pero como si lo hubiese hecho, la verdad. Adapta una novela de Eduardo Sacheri y lo cierto es que Campanella vuelve a dar en el clavo como ya hiciera anteriormente con El hijo de la novia. Retoma la solvencia y el buen arte de Ricardo Darín secundado por una espléndida Soledad Villamil, amén de una buena caterva de secundarios que avalan el "sentimiento" a flor de piel que transpira la historia. Se recrea con los tiempos y los flashbacks funcionan bien. La ambientación oscura y densa convive con una historia de amor contenido, infantil en algunos momentos aunque tan tierna como eterna. Y para mí es el punto fuerte de la trama de este film. El otro, el técnico, es su sobresaliente trabajo con la cámara.
La grandeza de esta película reside en su capacidad para mantener al espectador pegado a la butaca, hacerle pensar y después llegar a emocionarlo de verdad. Hay momentos increíbles, como la secuencia del ascensor, que consiguen ponernos los pelos como escarpias. Si a sus innegables virtudes narrativas le sumamos la enorme química que destilan la pareja protagonista, obtenemos un hermoso film teñido de romanticismo clásico, que se impone a la trama policial paralela y que consigue dejarnos un sabor más dulce que agridulce. En mi opinión, la mejor película que se ha rodado este año. Enorme.
El guión no lo firmó el gran Saramago, pero como si lo hubiese hecho, la verdad. Adapta una novela de Eduardo Sacheri y lo cierto es que Campanella vuelve a dar en el clavo como ya hiciera anteriormente con El hijo de la novia. Retoma la solvencia y el buen arte de Ricardo Darín secundado por una espléndida Soledad Villamil, amén de una buena caterva de secundarios que avalan el "sentimiento" a flor de piel que transpira la historia. Se recrea con los tiempos y los flashbacks funcionan bien. La ambientación oscura y densa convive con una historia de amor contenido, infantil en algunos momentos aunque tan tierna como eterna. Y para mí es el punto fuerte de la trama de este film. El otro, el técnico, es su sobresaliente trabajo con la cámara.
La grandeza de esta película reside en su capacidad para mantener al espectador pegado a la butaca, hacerle pensar y después llegar a emocionarlo de verdad. Hay momentos increíbles, como la secuencia del ascensor, que consiguen ponernos los pelos como escarpias. Si a sus innegables virtudes narrativas le sumamos la enorme química que destilan la pareja protagonista, obtenemos un hermoso film teñido de romanticismo clásico, que se impone a la trama policial paralela y que consigue dejarnos un sabor más dulce que agridulce. En mi opinión, la mejor película que se ha rodado este año. Enorme.
6 de octubre de 2009
6 de octubre de 2009
66 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El secreto de sus ojos” es una de las grandes películas del año. Del cine argentino, desde luego. Del cine. Que la ignoren en festivales es irrelevante.
Sorprende lo bien construida que está. Los saltos en el tiempo, tan naturales, la caracterización de los personajes, creíble siempre, sin los postizos y demás artificios chirriantes tan habituales en otras películas. El movimiento de cámara que busca el estadio de fútbol y después a los personajes; la persecución (a lo Lars von Trier, pero con sentido).
No sorprende, sin embargo, la labor de los actores -ya los conocíamos-, especialmente la del maravilloso Ricardo Darín. Me quedo con la escena en la que Romano se ríe de ellos y les hace ver que no son nada en su ridícula aspiración a la justicia (esa quimera que se pliega ante los intereses del estado). Un primer plano de Darín lo dice todo. En sus ojos está el trabajo de un actor. Está el desprecio con el que mira a Romano y lo ningunea: un miserable con poder que no está a la altura moral de semejantes gigantes de la verdad. En las escuelas de interpretación se explicará en qué consiste interpretar con la mirada, decirlo todo sin decir nada.
La historia es doble, no la desvelaré, pero es un aviso también a los que creen que sólo aman los jóvenes, que todo hay que obtenerlo deprisa y ahora. Hay quien espera un minuto y quien lo hace una vida. Pero lo que más me gusta de la historia de amor es que no se produce aunque se anuncia, que existe sin necesidad de exhibirla. Y también como se trenza con la horrible historia que acompaña a sus protagonistas durante toda su vida.
Es la historia de Argentina. La de sus hombres o mujeres, como Irene y Benjamín: perdedores, pero ganadores tal vez. Luchadores para qué. Pues eso, por la dignidad, que lo es todo.
Nota final: ¿por qué el precio de la entrada es la misma para cualquier película? ¿Cuesta lo mismo un solomillo de novillo (argentino, naturalmente), que un trozo de chóped? Tomen nota.
Sorprende lo bien construida que está. Los saltos en el tiempo, tan naturales, la caracterización de los personajes, creíble siempre, sin los postizos y demás artificios chirriantes tan habituales en otras películas. El movimiento de cámara que busca el estadio de fútbol y después a los personajes; la persecución (a lo Lars von Trier, pero con sentido).
No sorprende, sin embargo, la labor de los actores -ya los conocíamos-, especialmente la del maravilloso Ricardo Darín. Me quedo con la escena en la que Romano se ríe de ellos y les hace ver que no son nada en su ridícula aspiración a la justicia (esa quimera que se pliega ante los intereses del estado). Un primer plano de Darín lo dice todo. En sus ojos está el trabajo de un actor. Está el desprecio con el que mira a Romano y lo ningunea: un miserable con poder que no está a la altura moral de semejantes gigantes de la verdad. En las escuelas de interpretación se explicará en qué consiste interpretar con la mirada, decirlo todo sin decir nada.
La historia es doble, no la desvelaré, pero es un aviso también a los que creen que sólo aman los jóvenes, que todo hay que obtenerlo deprisa y ahora. Hay quien espera un minuto y quien lo hace una vida. Pero lo que más me gusta de la historia de amor es que no se produce aunque se anuncia, que existe sin necesidad de exhibirla. Y también como se trenza con la horrible historia que acompaña a sus protagonistas durante toda su vida.
Es la historia de Argentina. La de sus hombres o mujeres, como Irene y Benjamín: perdedores, pero ganadores tal vez. Luchadores para qué. Pues eso, por la dignidad, que lo es todo.
Nota final: ¿por qué el precio de la entrada es la misma para cualquier película? ¿Cuesta lo mismo un solomillo de novillo (argentino, naturalmente), que un trozo de chóped? Tomen nota.
22 de marzo de 2010
22 de marzo de 2010
66 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cada vez más inspirado Campanella arroja sobre el rostro un bofetón de nostalgia y provoca un estremecimiento interminable en la espina dorsal.
Un paseo desamparado, solitario y esperanzado por las lindes más persistentes de una añoranza que devora, que consume. Porque echar de menos lo que no se hizo, lo que se debió haber hecho, es lo que mata lentamente. Más incluso que lo que sí existió. Pasar los años arrepintiéndose por aquellas palabras no pronunciadas, por las caricias que no se dieron, por aquellos ojos hambrientos que se quedaron en la estación, clamando que todo fuese diferente, es como una tenia que roe las tripas hasta deshacerlas.
“¿Cómo se hace para vivir una vida llena de nada?”
Eso mismo se ha estado preguntando Benjamín Espósito durante veinticinco años. Cómo pudo dejarla escapar, cómo no tuvo pelotas para leer en su mirada suplicante y hacer lo que les pedía el cuerpo, el alma, el corazón.
Eso mismo se ha estado preguntando Benjamín Espósito durante veinticinco años. Cómo uno puede seguir haciendo como que vive, cómo se puede interpretar el papel de la resignación, de la conformidad, cuando se ha perdido la llama más deslumbrante, el sol, la luz y el calor que avivaban el hogar que pudiste haber poseído, o que apenas llegaste a disfrutar.
Cómo se puede avanzar volviendo perpetuamente hacia atrás, hacia un pasado que se niega a marchar y a liberarte. Que más bien te niegas a dejar marchar, porque no deseas liberarte. Porque si permites que se escape, perderás lo poco que te queda de aquello que nunca viviste, o que apenas llegaste a rozar. Porque te agarras con todas tus fuerzas a lo que se te escapó, o a lo que te quitaron.
Volver eternamente, regresar al momento en que aún era posible, en que aún sus ojos te miraban gritando sin voz el secreto para que lo leyeras, y rompiérais los barrotes invisibles que os separaban.
Volver eternamente, regresar al momento en que aún ella te preparaba un té con limón (¿o era con miel?), porque habías tosido durante la noche y ella te cuidaba.
Un drama con mayúsculas, del que vapulea, romanticismo del que toca las nubes sin el menor esfuerzo, con una autenticidad pasmosa, toques de sonrisa algo tristona, algo condescendiente, e intriga sobresaliente en un caso criminal que, junto con sus indecisiones y frustraciones pasadas, forman el núcleo de todos los giros, de todas las revueltas de Benjamín en el vacío de un vórtice que le succiona hacia el fondo.
El Campanella más desgarrador, experto en retorcer las tripas y remover los espíritus, alcanza el Olimpo con una joya del cine que ya está en mi puesto de las mejores de toda la década.
Un paseo desamparado, solitario y esperanzado por las lindes más persistentes de una añoranza que devora, que consume. Porque echar de menos lo que no se hizo, lo que se debió haber hecho, es lo que mata lentamente. Más incluso que lo que sí existió. Pasar los años arrepintiéndose por aquellas palabras no pronunciadas, por las caricias que no se dieron, por aquellos ojos hambrientos que se quedaron en la estación, clamando que todo fuese diferente, es como una tenia que roe las tripas hasta deshacerlas.
“¿Cómo se hace para vivir una vida llena de nada?”
Eso mismo se ha estado preguntando Benjamín Espósito durante veinticinco años. Cómo pudo dejarla escapar, cómo no tuvo pelotas para leer en su mirada suplicante y hacer lo que les pedía el cuerpo, el alma, el corazón.
Eso mismo se ha estado preguntando Benjamín Espósito durante veinticinco años. Cómo uno puede seguir haciendo como que vive, cómo se puede interpretar el papel de la resignación, de la conformidad, cuando se ha perdido la llama más deslumbrante, el sol, la luz y el calor que avivaban el hogar que pudiste haber poseído, o que apenas llegaste a disfrutar.
Cómo se puede avanzar volviendo perpetuamente hacia atrás, hacia un pasado que se niega a marchar y a liberarte. Que más bien te niegas a dejar marchar, porque no deseas liberarte. Porque si permites que se escape, perderás lo poco que te queda de aquello que nunca viviste, o que apenas llegaste a rozar. Porque te agarras con todas tus fuerzas a lo que se te escapó, o a lo que te quitaron.
Volver eternamente, regresar al momento en que aún era posible, en que aún sus ojos te miraban gritando sin voz el secreto para que lo leyeras, y rompiérais los barrotes invisibles que os separaban.
Volver eternamente, regresar al momento en que aún ella te preparaba un té con limón (¿o era con miel?), porque habías tosido durante la noche y ella te cuidaba.
Un drama con mayúsculas, del que vapulea, romanticismo del que toca las nubes sin el menor esfuerzo, con una autenticidad pasmosa, toques de sonrisa algo tristona, algo condescendiente, e intriga sobresaliente en un caso criminal que, junto con sus indecisiones y frustraciones pasadas, forman el núcleo de todos los giros, de todas las revueltas de Benjamín en el vacío de un vórtice que le succiona hacia el fondo.
El Campanella más desgarrador, experto en retorcer las tripas y remover los espíritus, alcanza el Olimpo con una joya del cine que ya está en mi puesto de las mejores de toda la década.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here