Yo te saludo, María

Quedó claro en aquel año de connotaciones distópicas,1984, que la religión católica no estaba dispuesta a hacer concesión alguna a la versión edulcorada, irreflexiva y seguidista de sus evangelios. Sus fantásticos postulados (la trinidad, la ubicuidad divina, la virginidad de María...), no admitían alternativa ni interpretación que disentiera de sus dogmas. Por eso y porque siempre se han mantenido vigilantes, no fuera a ser que la única empresa vendedora de humo, que lleva aguantando más de dos mil años, perdiera credibilidad, fue por lo que montaron en cólera y condenaron con violencia este alegato "godardiano" sobre las mujeres y la maternidad (consentida o no); sobre las dudas; sobre lo ridículo de los hechos inexplicables y sobre las decisiones personales sin que medien guías espirituales o ángeles.

Vista con los ojos de la fe, los padres teólogos la considerarán anatema porque toda representación carnal les parecerá alejada de la irrealidad e inmaterialidad que ellos predican; esas fabulosas aceptaciones que te convertirán, con poco esfuerzo, en candoroso campeón.
Cambiar la profesión de los protagonistas es el único pecado de Jean-Luc Godard en esta respetuosa disquisición sobre el misterio de la gravidez de una virgen que, como la bíblica, primero se rebela y luego acepta. ¿Qué más da que José sea taxista y el padre de María gasolinero?, ¿que el ángel no tenga alas y venga acompañado por un niño impertinente?, ¿que aquella virgen bordara y esta juegue a baloncesto?... Las historias se repiten y, aunque veinte siglos no son nada, hay oficios que desaparecen y protocolos que varían.

Yo también te saludo, nueva María.

María una joven normal juega al baloncesto y ayuda a su padre en una gasolinera. Un día descubre que está embarazada, a pesar de ser virgen, ¿Os suena la historia?

NO me escondo estuve un rato después de verla pensando que maravilla Godard que basura Godard.

La película fuera de su connotación religiosa, narra el choque emocional que es para María el embarazo y la aceptación en la vida de lo que nos encontramos.
Visualmente está muy elaborada, tiene grabaciones interiores con una gran iluminación y la banda sonora de Bach y Dvorak muy bien elegida para ciertos pasajes.

Si os gusta el cine y Godard, hay que verla pues no deja indiferente.

Se considera una de las películas más polémicas del cine europeo, su interpretación del embarazo de la Virgen María, en versión moderna.

Hoy en día… Como así va rezando insistentemente los subtítulos a medida que avanzan las secuencias de un film más que polémico, avasallador… Una nueva relectura de los Evangelios trazados desde una línea de lo más humana, real y existencialista donde los pies permanecen en la Tierra. Bajo designios divinos inventados por la duda, el temor, el egoísmo y el gran misterio que representa y representará el papel de la mujer en la sociedad contemporánea.

Jean-Luc Godard se basa en las escrituras para aplastar con su ingenio visual a través de la representación de escenarios naturales como el campo, un lago… Y nos plantea el origen del Universo y la humanidad como creación urdida por algún ente superior… Por otro lado no hay designio divino para una historia que se muestra más que evidente: María (Myriem Roussel) es una joven queda embarazada delante la incomprensión de su novio, José (Thierry Roude), taxista de profesión y que ha roto la relación con su otra novia (Juliette Binoche) incapaz de comprender, como él, que está sucediendo.

Pero es partiendo de la constante reflexión de María que Godard juega con la duda y la inquietud de la protagonista (acosada constantemente por una niña y un tipo con cara de pocos amigos como ángeles anunciadores).

Una película compleja y no apta para según que público. Su complejo planteamiento, a base de versos y diálogos turbios, tampoco evitó que se agudizara el escándalo y movilización de organizaciones ultracatólicas que incluso intentaron boicotear las entradas de los cines para evitar su pase en pantalla.

Ambiciosa y heterodoxa propuesta que J.L. Godard envuelve en el celofán de las reflexiones para que el juego de la contradicción no resulte tan chocante porque ya se sabe que en el contexto adecuado todo pensamiento posee validez y justificación.
Desde ese punto de vista la película mueve los hilos de la seducción, proporciona ribetes de ámbito cotidiano y sitúa suavemente, con persuasión, al espectador en la encrucijada que al director interesa.

Simbolista, original, provocadora pero también respetuosa, etérea y a veces enmarcada en un profundo lirismo, nos encontramos ante una película sencilla en lo técnico, de ritmo zigzagueante, que surge a partir de una brillante idea a la que es imposible no prestar atención.

Añadir que en la mística de lo inverosímil, cualquiera que sea la voluntad del individuo, su deseo y o su percepción, nada podrá impedir que la luna aparecerá allá arriba casi todos los días de su vida.

Repasada la historia del cine desde el 2024, el año de la consolidación del 'me too' en el cine y en otros ámbitos, conviene recordar que los setenta y ochenta fueron muy diferentes, fueron años en los que señores muy prestigiosos con numerosos premios en festivales europeos e incluso en Hollywood rodaban plúmbeas películas ante el aplauso, la sonrisa e incluso la reverencia de público y crítica. Antoninoni, Bergman, Tarkovski, Godard y nuestro Saura llenaban los cines de ronquidos y sus estanterías de premios con películas que solo ellos, y alguna de sus numerosas mujeres, entendían. Pero, ojo, a algunos de ellos les gustaba, además, salpimentar la ¿trama? con bellísimas señoritas desnudas que normalmente pasaban a ser amantes, novias y, a veces, esposas.
Godard fue uno de ellos y el pestiño este, 'Yo te saludo, María' es el gran epítome de esta argumentación. Argumento de medio folio, diálogos de barra de bar, montaje de parvulario y algún paisaje para disimular salpimentados con chicas bellísimas de cuerpos extraterrestres para nerviosismo de algún espectador. Si a esto añadimos que una de ellas es, nada más y nada menos, que la Virgen María (que juega al baloncesto) pues, oye, a morirse de risa.