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El signo de Caronte

Thriller Carlos es un escritor inmerso en su última novela. En ella describe la vida de Ángel Arriaga, un asesino en serie encarcelado. Carlos tiene la oportunidad de entrevistar a Ángel, quien le revela sus más íntimos secretos. De camino a casa, Carlos recibe una llamada de la policía notificándole que Arriaga se ha suicidado en su celda. A raíz de esta llamada la vida de Carlos cambia, todo se desmorona a cada paso que da, su relación de ... [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
12 de abril de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El signo de Caronte" es dura. Muy dura, me atrevería a decir. Es de esas películas que te obligan a mirar para otro lado. De las que te revuelven el estómago y te hacen sudar durante todo su metraje. Su problema, sin embargo, es que no es violenta, ni bizarra, ni tensa. Su problema es que no son las virtudes que tiene las que nos generan esos estados anteriormente descritos, sino sus defectos. Estamos ante un descalzaperros mayúsculo cuyos resultados, no obstante, podrían haber sido mucho mejores. Es cierto que ni Paul Newman o Marlon Brando en su mejor momento harían bueno el guión que Néstor F. Dennis firma y dirige, pero estoy seguro de que un actor con talento, incluso uno correcto-¡pero nunca un modelo, por dios!- conseguiría darle un aire digno a este proyecto. Alguien que transmita algún tipo de emoción y no se quede hierático si le llaman por teléfono y le dicen que el tío al que ha entrevistado hace escasos minutos acaba de morir. Alguien que ofrezca esa clase de emociones por las que el espectador va al cine y con las que se siente identificado. Y ese alguien no es el modelo cubano Rubén Cortada.

El actor del principe tendrá muchas cualidades como modelo, pero cuando se trata de SER delante de la cámara, no de ESTAR, sus habilidades dejan mucho que desear, convirtiéndose en una especie de ventrílocuo tedioso que llora en cada escena que el director nos presenta. Lo peor de todo es que ni como ventrílocuo tiene futuro, porque tampoco se le entiende nada. Ahora, eso sí, lo de llorar lo tiene controladísimo. Al margen de esto, ni un ápice de verdad en su interpretación. Expresividad nula. Cero tensión en su mirada de ojos verdes que probablemente quedará muy bien en un catálogo de Emidio Tucci. ¿Hace falta que diga que me parece un error de casting BRUTAL? Si vas a hacer un monográfico sobre un actor, con los secundarios girando en torno a él, pasando sin pena ni gloria por las secuencias y dándole réplicas prosaicas, al menos coge a alguien con personalidad.

Melani Olivares está creíble en su papel unidimensional de novia sufridora. Ella no es culpable de la debacle, pero a base de repetir las mismas pocas frases (contradictorias, por cierto) que el director le escribió, llega hasta a irritar. Un desperdicio de actriz, porque, desde luego, es buena. Por otra parte, el actor malagueño Jaime Ordóñez cambia de registro una vez más para meterse en la piel de un editor que -¡aleluya!- tiene vida, sentimientos, matices, claros y oscuros. En sus escenas saca a pasear ese estilo de interpretación que ya le había visto en otros papeles y que está lleno de pequeños gestos que dotan a su personaje de veracidad. Siente, padece, pero también es una persona normal que se expresa como nosotros en un día cualquiera de nuestra vida. Y no necesita más de lo que tiene para robar la película. Lo mismo valdría para Guillén Cuervo, otro ladrón de guante blanco. Brutal, dando un cursillo acelerado de interpretación en una escena que funciona como un desfibrilador para ese cadáver que es "El Signo de Caronte". Por unos minutos, se nos ofrece ALGO de aire, de personajes que no son el maldito escritor atrapado en su paja mental, de talento, de saber estar, de dosificar los detalles, de pirotecnia para el espectador. Ambos te dejan con ganas de mucho más. Y llegamos a Pep Tosar, el psycho de la peli, el que, a priori, tenía más probabilidades de lucirse, de "atrapar" al espectador con sus monólogos hipnóticos, metafísicos, morbosos... característicos de los locos de atar que tanto nos gustan. Abre la peli con una escena en la que comienza fuerte, sonrisita y mirada de perturbado incluidas. Pensé: "este tipo lo va a hacer bien". Nada más lejos de la realidad. Con el paso del tiempo su acting se me antoja monótono. Y me pregunto: "¿dónde está ese regocijo propio del enfermo que encuentra arte en la sangre y el dolor ajeno?". Ni rastro de las visceras de Pep Tosar, de sus instintos más primarios o de la labilidad que se le presupone a las mentes más inestables. Flojo personaje, flojo intérprete.

También quería recalcar un hecho que me resultó curioso. La manera en que el dron es usado sin ton ni son. Los planos en los que se utiliza este elemento, lejos de darle riqueza estética y artística a la cinta, se me antojan forzados en el montaje. Diríase que el director tenía un dron para varios planos y no varios planos que precisaran un dron. Que sí, que el guión era para tirarlo a los guarros y los guarros lo regurjitarían. Que menos dron no hubiera cambiado nada. Pero las cosas siempre pueden ser mejor. Y tanto plano aéreo termina por rayar.

Dicho esto, Néstor F. Dennis no ha dado muestras de tener el talento para ser un Álex de la Iglesia, capaz de escribir y dirigir sus películas. Es más, se haría un flaco favor repitiendo esta fórmula en futuras ocasiones. No obstante, pienso que dedicándose solo a la dirección sus resultados serían bastante distintos, pues, honestamente, es mucho mejor detrás de la cámara que delante del folio en blanco. En "El Signo de Caronte" hay un buen puñado de planos interesantes, situaciones contadas con agilidad, pero la idea se vuelve tan plomiza a medida que avanza la trama que el director se convierte en víctima de su propia criatura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
BenedictMiller
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