¡Bruja, más que bruja!
17 de julio de 2016
17 de julio de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quienes fuimos adolescentes durante la década de los setenta en Alcalá de Henares, experimentamos una sensación muy parecida a la esbozó Quevedo al inicio de uno de sus sonetos: “Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos, libros juntos”, etc. Sin embargo, cuando comenzaba la década de los ochenta y, por lo tanto, nos aventurábamos a la veintena, descubrimos que los veranos de la villa, es decir, Madrid, que sigue siendo villa, ofrecían una cosa muy interesante: los cines de reestreno.
Es así como pude ver, muchos años después de su estreno, 2001, una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, La Vía Láctea (1969), de Luis Buñuel, o Muerte en Venecia (1971), de Luchino Visconti.
Hoy día, lamentablemente, la cosa es de otra manera. Sin embargo, todavía queda un resquicio para el Séotimo Arte, según sucede en el cine Albéniz de Málaga, donde mantienen desde hace tres años un festival de cine denominado La edad de oro, cuyo título ya es lo suficientemente explícito, existe una película semanal que recupera las grandes creaciones cinematográficas y los veranos permiten recuperar producciones inolvidables, como El mundo sigue (1963), de Fernando Fernan Gómez y Las vacaciones del señor Hulot (1953), de Jacques Tati, en 2015, y, cuando todavía no nos hemos recuperado del dolor por la muerte de Emma Cohen, Bruja, más que bruja (1976), de Fernando Fernán Gómez, en 2016, una auténtica reelaboración humorística de los grandes mitos del cine, en particular, o la cultura, en general, del siglo XX.
Veamos cómo es ésa subversión cómica que tiene lugar en Bruja, más que bruja. La historia se plantea desde un primer momento como un triángulo amoroso en un ambiente manifiestamente rural y lo primero que debemos destacar es que dos de los grandes dramas campesinos de Lorca, de manera muy destacada Bodas de sangre y Yerma. No alcanzo a descubrir ningún vínculo con La casa de Bernarda Alba, por lo que me concentraré en lo que sí veo con facilidad. Así, la llamada de la sangre está constantemente presente en la película de Fernán Gómez, así como una boda de la que sólo esperar fatales consecuencias. De la misma manera que la desesperación por la maternidad frustrada está también en este filme, pero el planteamiento en él se realiza en clave paródica: las pulsiones de la sangre se evocan mediante los ruidos del apareamiento de dos asnos y para la esterilidad se busca la ayuda de una bruja farsante, magníficamente interpretada por Mary Santpere.
Otro tópico sobre el que se divierte este filme es el del bel canto en clave de zarzuela, pues los momentos en que aparece, que deberían ser con arreglo a los cánones del género, los de mayor intensidad amorosa, aquí se muestran para ilustrar situaciones grotescas. La propia aparición del canto sublime en clave humorística se recuperará luego en otra comedia rural: la inigualable Amanece, que no es poco (1989), de José Luis Cuerda, donde los campesinos cantan madrigales, con arreglo a la deformación clásica de la vida bucólica.
Un guiño hay al chasqueo de dedos en West Side Story (1961), de Robert Wise y Jerome Robbins, en un par de ocasiones, además, sólo que en este caso no son pandilleros de Nueva York, sino garrulos de aldea en la España más profunda. Podemos considerar, por lo tanto, que la película norteamericana también es otro de los referentes a parodiar en Bruja, más que bruja.
De la misma manera que lo es otro de los grandes tópicos de la historia del cine: las historias negras o la mujer fatal. Para muestra un botón y es que en la película española que ahora nos ocupa el seductor/seducido es un gañán sin ningún tipo de atenuante, papel interpretado por Francisco Algora. Poco hay de El cartero siempre llama dos veces, cuya primera versión, dirigida por Tay Garnett, es de 1946, por ejemplo, salvo en la idea central: mujer guapa, Emma Cohen en el filme español, quiere matar a su marido, a quien interpreta Fernando Fernán Gómez en nuestra película.
El beaterío y, en el polo opuesto, el poder de las fuerzas ocultas tampoco escapan al escalpelo ridiculizante del largometraje que nos ocupa precisamente en un momento en el que, por ejemplo, El exorcista (1973), de William Friedkin, o todas las sagas de Drácula interpretadas por Christopher Lee campaban a sus anchas por las pantallas de todo el mundo.
Por todo ello, la vida en el campo de la España de mitad del siglo XX se muestra en todo su rudeza en cuanto al medio físico en que transcurre la acción, pero. Pienso, de hecho, que esas condiciones animalescas de supervivencia son el contraste necesario para que en Bruja, más que bruja brillen con especial subversión los elementos cómicos elegidos, es decir, todos los elementos del filme.
Es así que, si comparamos dos películas tan próximas en el tiempo como Furtivos (1975), de José Luis Borau, y Bruja, más que bruja, ambientadas ambas en lo más sórdido del medio rural, hemos de concluir la deliciosa broma que constituye el filme de Fenán Gómez frente al naturalismo degradante de Furtivos. Mencionemos tan sólo que en esta película Lola Gaos apalea a un perro hasta su muerte, lo que no fue un efecto escénico, sino que efectivamente sacrificaron un animal.
Pero quiero cerrar esta crítica comentando que, cuando el panorama, sobre todo literario español había estado dominado por un fuerte realismo, un largometraje como este de Fernán Gómez significó un soplo de aire fresco y unas ganas de abrirse a otras cosas. Nada que ver con novelas como Los bravos, De Jesús Fernández Santos, Los clarines del miedo, de Ángel María de Lera, o Las ratas, de Miguel Delibes, por no hablar de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. Frente a un panorama tan axfisiante como el recién mencionado, Bruja, más que bruja significó un cambio de rumbo, que hallaría luego su más gloriosa continuación en la ya aludida Amanece, que no es poco.
Es así como pude ver, muchos años después de su estreno, 2001, una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, La Vía Láctea (1969), de Luis Buñuel, o Muerte en Venecia (1971), de Luchino Visconti.
Hoy día, lamentablemente, la cosa es de otra manera. Sin embargo, todavía queda un resquicio para el Séotimo Arte, según sucede en el cine Albéniz de Málaga, donde mantienen desde hace tres años un festival de cine denominado La edad de oro, cuyo título ya es lo suficientemente explícito, existe una película semanal que recupera las grandes creaciones cinematográficas y los veranos permiten recuperar producciones inolvidables, como El mundo sigue (1963), de Fernando Fernan Gómez y Las vacaciones del señor Hulot (1953), de Jacques Tati, en 2015, y, cuando todavía no nos hemos recuperado del dolor por la muerte de Emma Cohen, Bruja, más que bruja (1976), de Fernando Fernán Gómez, en 2016, una auténtica reelaboración humorística de los grandes mitos del cine, en particular, o la cultura, en general, del siglo XX.
Veamos cómo es ésa subversión cómica que tiene lugar en Bruja, más que bruja. La historia se plantea desde un primer momento como un triángulo amoroso en un ambiente manifiestamente rural y lo primero que debemos destacar es que dos de los grandes dramas campesinos de Lorca, de manera muy destacada Bodas de sangre y Yerma. No alcanzo a descubrir ningún vínculo con La casa de Bernarda Alba, por lo que me concentraré en lo que sí veo con facilidad. Así, la llamada de la sangre está constantemente presente en la película de Fernán Gómez, así como una boda de la que sólo esperar fatales consecuencias. De la misma manera que la desesperación por la maternidad frustrada está también en este filme, pero el planteamiento en él se realiza en clave paródica: las pulsiones de la sangre se evocan mediante los ruidos del apareamiento de dos asnos y para la esterilidad se busca la ayuda de una bruja farsante, magníficamente interpretada por Mary Santpere.
Otro tópico sobre el que se divierte este filme es el del bel canto en clave de zarzuela, pues los momentos en que aparece, que deberían ser con arreglo a los cánones del género, los de mayor intensidad amorosa, aquí se muestran para ilustrar situaciones grotescas. La propia aparición del canto sublime en clave humorística se recuperará luego en otra comedia rural: la inigualable Amanece, que no es poco (1989), de José Luis Cuerda, donde los campesinos cantan madrigales, con arreglo a la deformación clásica de la vida bucólica.
Un guiño hay al chasqueo de dedos en West Side Story (1961), de Robert Wise y Jerome Robbins, en un par de ocasiones, además, sólo que en este caso no son pandilleros de Nueva York, sino garrulos de aldea en la España más profunda. Podemos considerar, por lo tanto, que la película norteamericana también es otro de los referentes a parodiar en Bruja, más que bruja.
De la misma manera que lo es otro de los grandes tópicos de la historia del cine: las historias negras o la mujer fatal. Para muestra un botón y es que en la película española que ahora nos ocupa el seductor/seducido es un gañán sin ningún tipo de atenuante, papel interpretado por Francisco Algora. Poco hay de El cartero siempre llama dos veces, cuya primera versión, dirigida por Tay Garnett, es de 1946, por ejemplo, salvo en la idea central: mujer guapa, Emma Cohen en el filme español, quiere matar a su marido, a quien interpreta Fernando Fernán Gómez en nuestra película.
El beaterío y, en el polo opuesto, el poder de las fuerzas ocultas tampoco escapan al escalpelo ridiculizante del largometraje que nos ocupa precisamente en un momento en el que, por ejemplo, El exorcista (1973), de William Friedkin, o todas las sagas de Drácula interpretadas por Christopher Lee campaban a sus anchas por las pantallas de todo el mundo.
Por todo ello, la vida en el campo de la España de mitad del siglo XX se muestra en todo su rudeza en cuanto al medio físico en que transcurre la acción, pero. Pienso, de hecho, que esas condiciones animalescas de supervivencia son el contraste necesario para que en Bruja, más que bruja brillen con especial subversión los elementos cómicos elegidos, es decir, todos los elementos del filme.
Es así que, si comparamos dos películas tan próximas en el tiempo como Furtivos (1975), de José Luis Borau, y Bruja, más que bruja, ambientadas ambas en lo más sórdido del medio rural, hemos de concluir la deliciosa broma que constituye el filme de Fenán Gómez frente al naturalismo degradante de Furtivos. Mencionemos tan sólo que en esta película Lola Gaos apalea a un perro hasta su muerte, lo que no fue un efecto escénico, sino que efectivamente sacrificaron un animal.
Pero quiero cerrar esta crítica comentando que, cuando el panorama, sobre todo literario español había estado dominado por un fuerte realismo, un largometraje como este de Fernán Gómez significó un soplo de aire fresco y unas ganas de abrirse a otras cosas. Nada que ver con novelas como Los bravos, De Jesús Fernández Santos, Los clarines del miedo, de Ángel María de Lera, o Las ratas, de Miguel Delibes, por no hablar de La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. Frente a un panorama tan axfisiante como el recién mencionado, Bruja, más que bruja significó un cambio de rumbo, que hallaría luego su más gloriosa continuación en la ya aludida Amanece, que no es poco.
7 de septiembre de 2017
7 de septiembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
F.F. Gómez se dedica a despachurrar la cosa rural con un sentido del humor corrosivo, cáustico, terrible y descarnado y ofrece un pintoresco relato lleno de situaciones cómicas capaces de interesar desde el primer minuto de proyección.
La líbido desbordada o contenida, los resabios de ciencia popular, el ambiente cutre de la incultura y las reacciones primarias ofrecen al inefable director y actor limeño la oportunidad de lucirse en un relato salpicado de escenas que dejan constancia de su estilo gracioso y socarrón.
Ocurrente su incursión en el ámbito de la ópera bufa, estupenda ambientación y magnífica interpretación de sus protagonistas.
Película inusual y de alto valor cinematográfico.
La líbido desbordada o contenida, los resabios de ciencia popular, el ambiente cutre de la incultura y las reacciones primarias ofrecen al inefable director y actor limeño la oportunidad de lucirse en un relato salpicado de escenas que dejan constancia de su estilo gracioso y socarrón.
Ocurrente su incursión en el ámbito de la ópera bufa, estupenda ambientación y magnífica interpretación de sus protagonistas.
Película inusual y de alto valor cinematográfico.
21 de septiembre de 2018
21 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí es una divertidísima comedia musical, ambientada en una España rural que parece anclada en el tiempo, pues la acción podría transcurrir en el momento de la producción de este film lo mismo que diez años antes. Más en concreto, es una parodia de zarzuela rural en la que los actores hablan y cantan según el momento. Pese al tono libérrimo, que ampara el cachondeo, la crítica social, la sátira y la caricatura, no es una película tan insólita en el cine español como se cree a veces: recuerda bastante a un film español coetáneo tan desmelenado y desprejuiciado como "Caperucita y roja" (1977), de Aitor Goiricelaya y Luis Revenga, y en la propia filmografía de su director está la previa "La venganza de Don Mendo" (1962).
Los actores protagonistas están perfectos en sus respectivos papeles, seguramente porque en ese momento eran los más idóneos para sus personajes: Mary Santpere como bruja, Paco Algora como gañán, Emma Cohen como esposa insatisfecha y Fernando Fernán Gómez como el amo del pueblo. A ellos hay que añadir a Estela Delgado, una actriz interesante que no conocía de nada.
No es la obra maestra que pregonan algunos, pero indudablemente es un largometraje muy curioso.
Los actores protagonistas están perfectos en sus respectivos papeles, seguramente porque en ese momento eran los más idóneos para sus personajes: Mary Santpere como bruja, Paco Algora como gañán, Emma Cohen como esposa insatisfecha y Fernando Fernán Gómez como el amo del pueblo. A ellos hay que añadir a Estela Delgado, una actriz interesante que no conocía de nada.
No es la obra maestra que pregonan algunos, pero indudablemente es un largometraje muy curioso.
12 de agosto de 2020
12 de agosto de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
Una delicia completa, de un humor directo, inteligente y cazurro a la vez. La idea de hacer de la vida de un pueblo perdido -ese tipo de pueblo que ha dado tan buen cine en España desde Bienvenido Mr. Marshall hasta Amanece que no es poco que debe mucho a esta película- un musical es original. Los arranques líricos son magníficos. Las interpretaciones no tienen un fallo, desde Fernán Gómez, en un papel a su medida, a Francisco Algora, Emma Cohen, la inefable Mary Santpere, que aquí ya tenía sus años. Todos en realidad.
He disfrutado desde el primer momento. Hay momentos felices como cuando ella está cantando y le hacen el coro las gallinas. La idea de de un dúo romántico como Juan y su antigua novia (ahora tía política) están plena faena es un acierto. Es lo que hace falta, ingenio y no incidir una y otra vez en lo trillado, como hace el cine español (descontando algunas cosas buenas) en los últimos 40 años. Pensar que en los setenta, donde ese deprimente cine alcanzó un paradójico cenit de malo, se hacía esto consuela un poco.
La música es nada menos que de Carmelo Bernaola. Todo es muy de zarzuela, pero es que la zarzuela es algo muy bueno.
He disfrutado desde el primer momento. Hay momentos felices como cuando ella está cantando y le hacen el coro las gallinas. La idea de de un dúo romántico como Juan y su antigua novia (ahora tía política) están plena faena es un acierto. Es lo que hace falta, ingenio y no incidir una y otra vez en lo trillado, como hace el cine español (descontando algunas cosas buenas) en los últimos 40 años. Pensar que en los setenta, donde ese deprimente cine alcanzó un paradójico cenit de malo, se hacía esto consuela un poco.
La música es nada menos que de Carmelo Bernaola. Todo es muy de zarzuela, pero es que la zarzuela es algo muy bueno.
2 de febrero de 2022
2 de febrero de 2022
Sé el primero en valorar esta crítica
Deseamos advertir al respetable público que no es intención de los poetas creadores de la presente historia recomendar a los espectadores que imiten la conducta de los personajes que en ella intervienen.... dicho lo cual, y en añadidura a la advertencia que, medio en serio o bien con solapada ironía adorna el relato, quien esta reseña suscribe estima de conveniencia advertir al respetable lector que evite tratar de exponerse a la primera de una nueva etapa de títulos en la filmografía de un cineasta que, a partir de aquí, practicamente sólo abordaría (en su mayoría) trabajos en los que creyese, sin desear experimentar de antemano lo que se siente degustando un ácido potaje lisérgico de surrealismo rural, algo de tragedia griega a golpe de zarzuela y el mismo sabor de boca que te dejaría -ahora que, a diferencia de en 1977, sí existen- contemplar a la vez 'El crimen de Cuenca' (1980, Pilar Miró) y 'Amanece que no es poco' (1989, José Luís Cuerda).
Ver a Fernando Fernán Gómez levantarse del suelo un año después de estrenar su peor película para lucimiento de Rocío Jurado es una experiencia revitalizante que aconsejo encarecidamente.
Que Mary Santpere fuese la única en todo el reparto capaz de hacer playback de forma coordinada es lo de menos.
Un tesoro que, como la mayor parte de la filmografía de su director, nunca es suficientemente reivindicado.
Ver a Fernando Fernán Gómez levantarse del suelo un año después de estrenar su peor película para lucimiento de Rocío Jurado es una experiencia revitalizante que aconsejo encarecidamente.
Que Mary Santpere fuese la única en todo el reparto capaz de hacer playback de forma coordinada es lo de menos.
Un tesoro que, como la mayor parte de la filmografía de su director, nunca es suficientemente reivindicado.
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