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Viento en las velas

Aventuras En 1860, unos niños son embarcados en la nave Clorinda, que dirige el capitán Marlope, con el fin de ser repatriados desde Jamaica a Londres para continuar con una educación más civilizada. Durante la travesía, el barco es abordado por unos piratas al mando del capitán Chavez que tras el asalto y con gran sorpresa, descubrirá que los niños se han quedado en su barco. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
20 de agosto de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de gusto tristón, en la que de golpe te adentras en el sentimiento de ese rudo pirata llamado el capitán Chavez (Anthony Quinn) según sube al abordaje y se topa con una niña. Desde ahí, ya será difícil que uno deje de prestar atención al metraje. Algo parecido le debió pasar a su lugarteniente, Zac (James Coburn), cuando lo conoció, porque se entiende muy bien que le aprecia, mejor dicho: que le quiere; y por eso le seguirá hasta el final, aunque nunca esté de acuerdo con sus decisiones.

A partir de ahí, disfrutarás de esa transformación que sufre el capitán cuando la tierna infancia le invade, cuando la niñez regresa a su persona, cuando sus recuerdos le vencen. Cuando visto que terminará sus días de mala manera al lado de su fiel Zac rodeado de una marinería embrutecida y supersticiosa, la casualidad le hace reencontrarse con sentimientos olvidados que le dicen que hubo otros caminos.

No cabe duda que de niño corriera feliz en tierra, como cuenta, pero que le faltó cariño es seguro (ya, como a todo el mundo), porque aunque sea capaz de dominar a sus piratas nunca dominó su corazón, y cariño, nunca tendría de sobra. Enternece la película haciéndose muy llevadera, sin excesos, sin encuentros triviales. Chavez hace un trabajo manual con dos patatas, un alambre y tres plumas para dárselo a los niños, pero al final lo tira. Es una escena de gran acierto por su sincero gesto; no pretende enternecer gratuitamente, pero señala bien los sentimientos del pirata.

Claro que hay más detalles, las miradas, los gestos de Anthony Quinn de comprensión hacia la niñez; y tal vez se eche de menos alguna cosa más, pero es fácil descubrir en este Viento en las velas lo que significa echar una mirada al pasado, a la inocencia, siempre que tengas un corazón valedero para ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
floïd blue
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22 de febrero de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todos los mitos conocidos, ninguno goza de tan extraordinaria salud como la creencia de que los niños son inocentes, afirmar lo contrario puede llegar a ser considerado como un auténtico sacrilegio. El escritor galés Richard Hughes (1900-1976) se propuso desmontar esta idea en una interesante novela que se llamaba “Huracán en Jamaica”, esta novela fue llevada magistralmente al cine por el británico Alexander Mackendrick.

La película se puede disfrutar como un relato de aventuras, pero lo que sorprende es su perfecto análisis de la mentalidad infantil: la capacidad que tienen los niños para vivir el presente, su sentido de la justicia, pero también su crueldad y egocentrismo; un cuento para adultos rico en detalles malsanos y extrañas relaciones que funden/confunden el amor, la obsesión y la fascinación mutua. Mackendrick no trata a los niños como adultos, ni como a idiotas, los trata como a niños, los niños no son cursis, ni irritantes, ni sus ocurrencias suenan a impostura, ellos actúan con la lógica incomprensible y genial de la infancia.

Fantástica la dirección de un Mackendrick pletórico, sagaz, rotundo y sutil a la hora de jugar con los ritmos y, en especial, el tono de su película, la historia avanza bajo sus excelentes y divertidas formas de aventura clásica hacia una contundente, emotiva y al mismo tiempo hermosa, agria y cáustica resolución. La especial sensibilidad de Alexander Mackendrick, su gusto por el detalle y sus dotes de observación, la ternura y lucidez con que se acerca a sus criaturas fílmicas, tienen su traducción en un estilo cálido, reposado y sereno, con la aparente sencillez narrativa que sólo han poseído los grandes maestros.

Magnífica banda sonora y grandes, grandes interpretaciones de su sensacional reparto, especialmente de un Anthony Quinn, infantil y vencido que hace aquí una de sus mejores composiciones, como el capitán Juan Chávez, que salta y revolotea por el barco como un niño, de aquí para allá, riendo y bebiendo. Maravillosa también la pequeña Emily, una turbadora Deborah Baxter de magnética e inquietante presencia, a la vez desvalida e implacable. En medio está Zac, el misterioso James Coburn, que se mueve como un gato, actuando como el espectador que sabe que está contemplando el final de una época, y no puede hacer nada para impedirlo.

Un film emocionante, sincero y penetrante.
Juan Marey
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12 de marzo de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los mitos más aceptados universalmente es el de la inocencia de los niños. Lo maravilloso de esta película de aventuras es que está vista desde la percepción infantil, sin que eso nos impida que nos demos cuenta de que no son conscientes de muchas de las cosas que suceden a su alrededor. La aparente falta de sensibilidad de los niños – no parecen afectados por la muerte del criado Sam, durante la tormenta – es lo que decidirá a su histérica y religiosa madre que tienen que ir a Inglaterra a ser educados y durante el viaje se producirá el encuentro con los piratas. Encuentro en el que los niños no van a ser precisamente los más perjudicados. Es la deconstrucción de la inocencia infantil y del mito de los filibusteros, pero a pesar de todo es un film de estructura por completo clásica.

Antes de realizar el film, Alexander Mackendrick ya había efectuado una rigurosa investigación histórica sobre el mundo de los bucaneros y piratas. Uno de sus descubrimientos fue que la mítica Isla Tortuga estuvo poblada por piratas homosexuales, uno de los motivos por los que el rey de Francia la hizo destruir. El cineasta nacido en Boston quería rodar un “verdadero film de piratas” pero en 1965 el mito de los piratas ya no era buen negocio para los productores. Sin embargo, la novela “Huracán en Jamaica” de Richard Hughes prestó a Mackendrick los materiales suficientes para una gran película: los piratas del film tienen miedo de los niños, de las mujeres y de todo lo que representa una noción o idea femenina. Valga como ejemplo el pánico irracional que sufre la tripulación de Juan Chávez (Anthony Quinn) a la cabeza de madera del mascarón de proa; o la primera mirada de turbación de Chávez cuando la niña Emily (Deborah Baxter) sube a su viejo barco carcomido.

Como toda gran obra, “Viento en las velas” es una fuente inagotable de ideas y lecturas. Puede ser degustada, desde el principio, como una historia de seducción de Chávez por los niños, pero también como una reflexión sobre el extraño sentido que de la muerte tienen los niños, sobre la decadencia de un pirata entrañable, prematuramente envejecido, con esa humanidad que sólo Quinn por su fisicidad sabe dar al personaje. Sobre unos hombres obsesionados por unos niños hasta el extremo de querer reencontrar en ellos su propia infancia perdida, sobre la imposibilidad de recuperar la infancia, o sobre la falsa idea de inocencia que – desde la perspectiva de los adultos – pesa sobre el estado infantil. Y todo ello simultáneamente, sin que nada en el film perturbe o entorpezca el desarrollo de ninguna idea o sugerencia. El trabajo de Mackendrick es un modelo de elegancia, equilibrio y armonía.

A causa de los productores, quizás asustados por la audacia del film, o creyendo que no sería comercial, a la película le cercenaron unos veinte minutos según el cineasta denunció. El film desarrolla con tanta habilidad como sensibilidad un cálido enamoramiento, furtivo y prohibido, que se manifiesta en gestos, miradas y sentimientos a flor de piel. Chávez secuestra a los niños porque quiere un botín pero descubre que también necesita ternura, es la osadía de los proscritos. Estupendo trabajo de James Coburn (Zac), como lugarteniente y amigo en el que Chávez deposita su confianza. Brillante la fotografía en Cinemascope de Douglas Slocombe (En busca del arca perdida).
Antonio Morales
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21 de septiembre de 2009
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos pequeños niños, tras una funesta tormenta tropical que ha arremetido contra los mares y la isla tropical de Jamaica, parten de su colonia rumbo hacia la civilización cuando su embarcación es ingenuamente asaltada por unos sucios y desaliñados piratas que, como parte inesperada del botín, asumen provisionalmente la propiedad de los pequeños infantes en su embarcación. Los niños, dudosos e ingenuos de que sus raptores sean realmente unos rudos y peligrosos piratas, pasaran el tiempo entre proa y babor trazando y librando juegos que colmarán la paciencia de los supersticiosos filibusteros, ya que se cree por esos mares que llevar niños a bordo de un navío trae mala suerte.
Sin duda, una obra mayor dentro del género de aventuras y, probablemente, la mejor película de su director Alexander Mackendrick. La inesperada introspección a la naturaleza de la infancia que se lleva acabo sobre todo durante la segunda parte del metraje, tratándose en principio e ingenuamente de una aventura bondadosa más como tantas que se encuentran por aquella época, deja ver el lado más inocente de la niñez pero con sus irremediables consecuencias o, lo que es lo mismo, muestra la cara más oscura de la añorada candidez irreflexiva de la infancia.
El niño sólo puede ser libre y despreocupado, cayendo toda la responsabilidad del recuerdo, añoranza, moral y compromiso en el adulto. Si además tratamos con un viejo bonachón pirata con cierto misticismo o bruto romanticismo, éste no queda más que expuesto e indefenso ante las suaves y limpias manos de una adorable niña.
Altamente recomendable, se trata de una mirada diferente e inesperada de la infancia que desmonta quizás cierto misticismo hacia esa época de la vida de cada uno, la más recordada y añorada por todos, como bien nos hace ver el pirata Chávez, fantásticamente interpretado por Anthony Quinn.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tavarel
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19 de septiembre de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de piratas han sido siempre un subgénero dentro del cine de aventuras. Normalmente siguen sus mismas pautas. Las mismas aventuras terrestres se adaptan a las peculiaridades propias del mundo marino. No faltan los héroes y los villanos ya sea en un lado de la ley o del otro, los lugares exóticos, la acción trepidante, una historia de amor y un final feliz. Parte de la industria del cine se basa en esto, en entretenimiento a raudales y espectáculo visual. Sin embargo algunas películas del género ofrecen un plus de interés por apartarse un poco de los tópicos y adentrarse en terrenos dramáticos mas complejos.
Viento en las velas (A high wind in Jamaica, 1965) de Alexander Mackendrick cumple todas las premisas para ser una película de piratas; tenemos piratas, el mar Caribe, rehenes inocentes, acción trepidante, etc... Pero el tratamiento que tiene la película dista mucha de ser convencional. La evolución de los personajes en la historia es compleja y eso provocará que el espectador vaya variando su punto de vista respecto a ellos. La historia es simple, unos niños que eran enviados a Inglaterra para su educación, se embarcan por error en un barco pirata tras el abordaje de este ultimo al barco que los transportaba. La relación estos con los piratas evolucionará de una manera sorprendente según transcurre la acción. Los piratas se mostraran menos fieros y mas miedosos de lo que aparentan y los niños más peligrosos a pesar de su aparente inocencia. Los lazos afectivos entre los piratas y los niños se mueven constantemente en el terreno de la ambigüedad, sobre todo la del capitán con una de las niñas. Todo esto, unido a su sorprendente final, provocara una sensación de inquietud continua al espectador. Anthony Quinn y James Coburn en el papel de capitán y lugarteniente de los piratas, están perfectos en sus papeles. Los niños se muestran convincentes, así como el resto de secundarios.
Se trata esta en definitiva de una estupenda película de aventuras, donde el drama humano y la psicología de los personajes tienen tanta importancia como la acción misma y donde se muestra el poder destructivo de la inocencia.
Bobelia
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