8
6,1
220
Drama. Romance
Los 90 años de vida de Octavio y Adela ocurren en 8 capítulos, que son 8 momentos, 8 sinuosos planos en continuidad en 8 fechas decisivas de la historia de España, entre 1931 y 2021. Octavio y Adela nacen en dos pueblos vecinos de una sierra cercana a Madrid el mismo amanecer en que se proclama la II República. Así, desde el primer día, y sin ellos saberlo, sus destinos discurren conectados, enlazados en forma de “8”, dos bucles con un ... [+]
4 de abril de 2025
4 de abril de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Idea motriz. Hay personas que no se dejan arrastrar por la violencia, ni la venganza y que en la tormenta crean un refugio en donde construyen un futuro común.
Como es llevada al cine. Relatando la vida de un hombre y una mujer, nacidos el día en la que se proclama la segunda república, empujados a odiarse y que sin embargo logran renunciar a la venganza y a la violencia, abrazando la compasión, la generosidad, el amor
Dirección, interpretación, guion, música. La película transita del blanco y negro al color, del neorrealismo al cine social en ocho capítulos. El guion no busca la verosimilitud, pretende crear entornos en donde se transmitan sentimientos por la vía de encuentros casuales en el espacio o en el tiempo, y ello no creo que se haya logrado en la dirección de mi admirado Julio Medem. La película parece a veces hecha con prisa, y el sonido de la película da esa misma sensación. Las interpretaciones no llegan a ser convincentes, no logrando que la falta de verosimilitud de las situaciones no lastre las emociones que producen los encuentros y desencuentros de los protagonistas. La banda sonora es de lo mejor de la película, tanto en los zapateos y palmas de Sara Baras o la canción "Dos miradas" interpretada por Israel Fernández.
Lo que más me ha gustado. La idea de que se puede nadar a contracorriente, no realizar lo que se espera de ti, saber decir no, aunque hayas estando aceptando una situación previamente. La escena en donde deciden buscar la eternidad juntos. La banda sonora. Que se realice en el momento actual en donde se rehuye hablar del presente de nuestro país, de la polaridad, de la falta de diálogo, generosidad y proyecto en común.
Lo que menos me ha gustado. El que la película no logre que la falta de verosimilitud de las encuentros resulte irrelevante por la fuerza de la imagen.
La escena que quedará en mi memoria. El velo en el rostro de Ana Rujas, lleno de significados y sugerencias. El cambio de ambiente que se produce durante una comida de cumpleaños en el rostro de un bebé.
Conclusión. Una buena película, que intenta sembrar una esperanza, que el pasado no tiene por qué arrastrarnos, que se puede nadar a contracorriente, romper con lo que nos atenaza, aunque sea difícil y sea incomprendido. Que se puede crear un entorno acogedor, seguro en medio de la tormenta. Julio Medem transmite compasión, bondad, generosidad en una película incómoda, un mensaje en una botella dirigido a nuestra ciudadanía, arrastrada por la confrontación permanente. Una película que transmite lo contrario de lo que ahora triunfa, no atacar, buscar la verdad, reconocer que te equivocas y pedir perdón.
Como es llevada al cine. Relatando la vida de un hombre y una mujer, nacidos el día en la que se proclama la segunda república, empujados a odiarse y que sin embargo logran renunciar a la venganza y a la violencia, abrazando la compasión, la generosidad, el amor
Dirección, interpretación, guion, música. La película transita del blanco y negro al color, del neorrealismo al cine social en ocho capítulos. El guion no busca la verosimilitud, pretende crear entornos en donde se transmitan sentimientos por la vía de encuentros casuales en el espacio o en el tiempo, y ello no creo que se haya logrado en la dirección de mi admirado Julio Medem. La película parece a veces hecha con prisa, y el sonido de la película da esa misma sensación. Las interpretaciones no llegan a ser convincentes, no logrando que la falta de verosimilitud de las situaciones no lastre las emociones que producen los encuentros y desencuentros de los protagonistas. La banda sonora es de lo mejor de la película, tanto en los zapateos y palmas de Sara Baras o la canción "Dos miradas" interpretada por Israel Fernández.
Lo que más me ha gustado. La idea de que se puede nadar a contracorriente, no realizar lo que se espera de ti, saber decir no, aunque hayas estando aceptando una situación previamente. La escena en donde deciden buscar la eternidad juntos. La banda sonora. Que se realice en el momento actual en donde se rehuye hablar del presente de nuestro país, de la polaridad, de la falta de diálogo, generosidad y proyecto en común.
Lo que menos me ha gustado. El que la película no logre que la falta de verosimilitud de las encuentros resulte irrelevante por la fuerza de la imagen.
La escena que quedará en mi memoria. El velo en el rostro de Ana Rujas, lleno de significados y sugerencias. El cambio de ambiente que se produce durante una comida de cumpleaños en el rostro de un bebé.
Conclusión. Una buena película, que intenta sembrar una esperanza, que el pasado no tiene por qué arrastrarnos, que se puede nadar a contracorriente, romper con lo que nos atenaza, aunque sea difícil y sea incomprendido. Que se puede crear un entorno acogedor, seguro en medio de la tormenta. Julio Medem transmite compasión, bondad, generosidad en una película incómoda, un mensaje en una botella dirigido a nuestra ciudadanía, arrastrada por la confrontación permanente. Una película que transmite lo contrario de lo que ahora triunfa, no atacar, buscar la verdad, reconocer que te equivocas y pedir perdón.
23 de marzo de 2025
23 de marzo de 2025
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película del maestro Médem, que narra de forma muy entretenida e interesante, a pesar de su larga duración, la eterna confrontación entre las dos Españas, desde los años 30 del siglo pasado XX.
A través de 8 decenios asistimos a la interrelación entre dos personas, hombre y mujer, cada cual "hijo" de una de las dos Españas, la de la zona nacional, de derechas, franquista, y la otra, la de la República, de izquierdas.
Dos seres predestinados a amarse, pero imposibilitados para ello por mor del odio y el rencor entre los dos bandos, transmitiéndose a sus respectivos vástagos de una forma y otra.
Filme muy rico en matices, tanto formales como de fondok con variedad de formatos y colores, con unos excelentes diálogos, gracias a un espléndido guion que, no obstante, no fue del agrado de todos mi amigos acreditados en el reciente Festival de Málaga 2025.
Y es que la cinta aboga por la unidad y respeto de todos los españoles, para hacer de España un lugar para todos. Y esto, según algunos colegas, parecía "un guion escrito por Pedro Sánchez". En fin... Y es que la reconciliación o más bien, el mirar hacia atrás para no volver a cometer errores pasados, no está bien vistos para alguno/as.
A mi me ha gustado mucho, con mucha ambición y personalidad, amén de arriesgada, por lo que la recomiendo, tanto como estricta obra cinematográfica, como de documento histórico, invitando a la reflexión y, sobre todo, diálogo, entre todo/as.
https://filmsencajatonta2.blogspot.com/
A través de 8 decenios asistimos a la interrelación entre dos personas, hombre y mujer, cada cual "hijo" de una de las dos Españas, la de la zona nacional, de derechas, franquista, y la otra, la de la República, de izquierdas.
Dos seres predestinados a amarse, pero imposibilitados para ello por mor del odio y el rencor entre los dos bandos, transmitiéndose a sus respectivos vástagos de una forma y otra.
Filme muy rico en matices, tanto formales como de fondok con variedad de formatos y colores, con unos excelentes diálogos, gracias a un espléndido guion que, no obstante, no fue del agrado de todos mi amigos acreditados en el reciente Festival de Málaga 2025.
Y es que la cinta aboga por la unidad y respeto de todos los españoles, para hacer de España un lugar para todos. Y esto, según algunos colegas, parecía "un guion escrito por Pedro Sánchez". En fin... Y es que la reconciliación o más bien, el mirar hacia atrás para no volver a cometer errores pasados, no está bien vistos para alguno/as.
A mi me ha gustado mucho, con mucha ambición y personalidad, amén de arriesgada, por lo que la recomiendo, tanto como estricta obra cinematográfica, como de documento histórico, invitando a la reflexión y, sobre todo, diálogo, entre todo/as.
https://filmsencajatonta2.blogspot.com/
3 de abril de 2025
3 de abril de 2025
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
(El rey de) El río. Pena, penita, pena. Que te acompañe la fuerza.
Sus constantes ¿vitales? las mantiene, pero a duras penas, a trancas y barrancas, contaminadas por un realismo cutre y chato (pareciera una versión extremosamente oligofrénica de Cuéntame) y por un enunciado (o discurso) ideológico o político o moral de un literal, torpe o pedestre que no sabemos muy bien si es de barra de bar (con un carajillo o dos), de tertulia de la tele, de cena de Navidad, de (El) periodista deportivo, padre adoptivo, cura en el púlpito, sí, no ya cuñado, de yerno o primo, tan correcto o bueno o amable (y simplón e infantil e histérico forzado en el modo o medio) como un pedo, que no está claro si hay que reírse, llorar o abrazar a tu hermano (dos besos, a los dos, a Caín y a Abel, a todos, también a Unamuno y, por supuesto, a Machado), el caso es que en lo suyo, en su particular mundo que le dio, ya en su lejano día, gloria y honor, memoria para/de una generación, en la creación de un universo con reglas propias que obedecen única y exclusivamente a criterios artísticos íntimos, naíf, juguetón, libre, inteligente, suavemente transgresor, sexualmente excitante o picarón, siempre (no, pero sí a veces) fue un maestro, y queda todavía algún resto o ceniza, rastrojo o rescoldo, cedazo, qué duda cabe, uno es lo que es hasta que se muere (semen retentum, venenum est), o la espicha, pero claro, ahora está completamente desnortado o ampliamente perdido, descojonado, descentrado, despeñado, desmañado, desorejado, derrengado, como sin cabeza pollo, vaca sin cencerro o elle (la revista precisamente), leñe, ni pie con bolo, y duda seriamente si es mejor coger un altavoz y una pancarta, fundar un partido, unirse a la conferencia episcopal, ser, otra vez, Kofi Anan, La pared contra la (y el) pelota, o montar un/el chiringuito (gol en fuera de juego en el último minuto de Juanito y de penalti injusto), por lo que todo ese territorio de su propiedad lleno de rimas poéticas, hallazgos simpáticos, banalidades originales y violencia soterrada, milagro constante que baja por tu espalda, kitsch y matemática, versos sueltos y azares, amores y estupores y temblores y (más) casualidades y maravillas y descubrimientos queda convertido o se transforma en un disparate delirante que por momentos espanta y otros da pena y solo a ratos, pocos la verdad, acierta o encanta encarta encandila.
Como si Los amantes del círculo polar se hubieran ido de copas a un burdel de carretera para después confesarse a una kioskera o como si Tierra ahora fuera Aire o humo que ciega tus ojos todos, o La ardilla roja un ratón colorao adelgazao, es decir, una puta mierda, ha traicionado o vendido su terruño por dos duros, por un plato de lentejas, El olivo, (las) Vacas (locas), y ya no se/le conoce ni su hijo, dios mío, si lo sé, no vengo, dimito.
(Spolier aquí por falta de espacio más abajo)
Hay un tramo, buena parte del 77 y entero el 92, que produce una profunda vergüenza ajena, desde que ella pide el divorcio y habla de hijos (dios mío, qué personajes/actores/diálogos y atroces momentos horrores nos deparan, que nos coja confesados, ¡qué hicimos para merecer esto?) que no son tuyos machismo y que nos vamos y coincide con el taxista (cómo no, tenía que ser, ese oficio y el cine español, freudiana fijación) y el otro llega a su casa y se le muere la madre ahí es nada y años después el Real Madrid y el Barcelona (los azules y los rojos, seguro) se reencuentran y muere el lector (obvio, de bien nacido, y muerto maldito es ser leído), el culto, el catalán, claro, no como el madrileño esputo, todo ese rato o cacho o pedazo enlazado, intercalado, a la carrera, encabalgado, ese ajetreo o trajín endemoniado, el tren de la bruja, El viaje a ninguna parte, al fin de la noche, no sé cuánto tiempo exactamente (perdí por un instante el oremos, no conocía, estrés postraumático, shock anafiláctico, reacción alérgica, el avío, el sentío, el sino, colapso nervioso, ataque psicótico y pánico), si treinta o cuarenta minutos del tirón, de vellón, a capón, son, sin duda, razonable que valga, los peores de la historia del cine mundial, los palos del sombrajo, se cayeron de un plumazo, qué acumulación tan avariciosa, insana y estrepitosa de espantos y mala praxis cinematográfica, de engendro discursivo y terror narrativo, de histrionismo interpretativo y abominación audiovisual, sácame los ojos, vade retro, cuando, además, el supuesto mal hombre ese no había roto un plato ni había dicho una mala palabra en todos los días de su vida y acarreaba cuernos y bastardos a todo trapo, de tomo y lomo (y ella parecía o más bien lo era, no ya la hija del exorcista, la satanasa misma, espuma por la boca, que le tomaba por el pito del sereno, se reía en su cara noche y día, desde la tarde hasta la mañana y vuelta a empezar con la rutina, ahora y siempre, a troche y moche), aunque eso sí, hay que reconocerlo, apuntaba maneras (ese pespunte, esbozo o retrato, sin retoques) como el perfecto español medio, cierto, ni dos Españas ni mierdas o en vinagre pollas, esta es la única y auténtica, la más querida y concurrida, la realmente existente eternamente, la de este tipo, la de la infinita inmensa mayoría democrática (republicanos, franquistas, constitucionalistas, nacionalistas, fascistas, bolcheviques, católicos, ateos y todo lo que salga o surja, lo que sucede conviene, todo a la vez simultánea y sucesivamente, haberlos haylos, de hecho, así son todos, homus españolus maximus, el resto no existen o no cuentan, se los tragó la tierra, en paradero desconocido, se busca, un unicornio, se pagará recompensa), la del que es en cada momento de lo que toca o manda o está de moda y que cuando mira al pasado siempre fue de lo contrario si ahora no pinta, se desdice, donde dije rojo digo azul digo rojo..., que de tanto cambiar de chaqueta y adaptarse y fingir se ha vuelto daltónico, incoloro, descolorío, eso/s sí que merece/n una película y no estos personajes tan poco desarrollados y ridículos.
Sus constantes ¿vitales? las mantiene, pero a duras penas, a trancas y barrancas, contaminadas por un realismo cutre y chato (pareciera una versión extremosamente oligofrénica de Cuéntame) y por un enunciado (o discurso) ideológico o político o moral de un literal, torpe o pedestre que no sabemos muy bien si es de barra de bar (con un carajillo o dos), de tertulia de la tele, de cena de Navidad, de (El) periodista deportivo, padre adoptivo, cura en el púlpito, sí, no ya cuñado, de yerno o primo, tan correcto o bueno o amable (y simplón e infantil e histérico forzado en el modo o medio) como un pedo, que no está claro si hay que reírse, llorar o abrazar a tu hermano (dos besos, a los dos, a Caín y a Abel, a todos, también a Unamuno y, por supuesto, a Machado), el caso es que en lo suyo, en su particular mundo que le dio, ya en su lejano día, gloria y honor, memoria para/de una generación, en la creación de un universo con reglas propias que obedecen única y exclusivamente a criterios artísticos íntimos, naíf, juguetón, libre, inteligente, suavemente transgresor, sexualmente excitante o picarón, siempre (no, pero sí a veces) fue un maestro, y queda todavía algún resto o ceniza, rastrojo o rescoldo, cedazo, qué duda cabe, uno es lo que es hasta que se muere (semen retentum, venenum est), o la espicha, pero claro, ahora está completamente desnortado o ampliamente perdido, descojonado, descentrado, despeñado, desmañado, desorejado, derrengado, como sin cabeza pollo, vaca sin cencerro o elle (la revista precisamente), leñe, ni pie con bolo, y duda seriamente si es mejor coger un altavoz y una pancarta, fundar un partido, unirse a la conferencia episcopal, ser, otra vez, Kofi Anan, La pared contra la (y el) pelota, o montar un/el chiringuito (gol en fuera de juego en el último minuto de Juanito y de penalti injusto), por lo que todo ese territorio de su propiedad lleno de rimas poéticas, hallazgos simpáticos, banalidades originales y violencia soterrada, milagro constante que baja por tu espalda, kitsch y matemática, versos sueltos y azares, amores y estupores y temblores y (más) casualidades y maravillas y descubrimientos queda convertido o se transforma en un disparate delirante que por momentos espanta y otros da pena y solo a ratos, pocos la verdad, acierta o encanta encarta encandila.
Como si Los amantes del círculo polar se hubieran ido de copas a un burdel de carretera para después confesarse a una kioskera o como si Tierra ahora fuera Aire o humo que ciega tus ojos todos, o La ardilla roja un ratón colorao adelgazao, es decir, una puta mierda, ha traicionado o vendido su terruño por dos duros, por un plato de lentejas, El olivo, (las) Vacas (locas), y ya no se/le conoce ni su hijo, dios mío, si lo sé, no vengo, dimito.
(Spolier aquí por falta de espacio más abajo)
Hay un tramo, buena parte del 77 y entero el 92, que produce una profunda vergüenza ajena, desde que ella pide el divorcio y habla de hijos (dios mío, qué personajes/actores/diálogos y atroces momentos horrores nos deparan, que nos coja confesados, ¡qué hicimos para merecer esto?) que no son tuyos machismo y que nos vamos y coincide con el taxista (cómo no, tenía que ser, ese oficio y el cine español, freudiana fijación) y el otro llega a su casa y se le muere la madre ahí es nada y años después el Real Madrid y el Barcelona (los azules y los rojos, seguro) se reencuentran y muere el lector (obvio, de bien nacido, y muerto maldito es ser leído), el culto, el catalán, claro, no como el madrileño esputo, todo ese rato o cacho o pedazo enlazado, intercalado, a la carrera, encabalgado, ese ajetreo o trajín endemoniado, el tren de la bruja, El viaje a ninguna parte, al fin de la noche, no sé cuánto tiempo exactamente (perdí por un instante el oremos, no conocía, estrés postraumático, shock anafiláctico, reacción alérgica, el avío, el sentío, el sino, colapso nervioso, ataque psicótico y pánico), si treinta o cuarenta minutos del tirón, de vellón, a capón, son, sin duda, razonable que valga, los peores de la historia del cine mundial, los palos del sombrajo, se cayeron de un plumazo, qué acumulación tan avariciosa, insana y estrepitosa de espantos y mala praxis cinematográfica, de engendro discursivo y terror narrativo, de histrionismo interpretativo y abominación audiovisual, sácame los ojos, vade retro, cuando, además, el supuesto mal hombre ese no había roto un plato ni había dicho una mala palabra en todos los días de su vida y acarreaba cuernos y bastardos a todo trapo, de tomo y lomo (y ella parecía o más bien lo era, no ya la hija del exorcista, la satanasa misma, espuma por la boca, que le tomaba por el pito del sereno, se reía en su cara noche y día, desde la tarde hasta la mañana y vuelta a empezar con la rutina, ahora y siempre, a troche y moche), aunque eso sí, hay que reconocerlo, apuntaba maneras (ese pespunte, esbozo o retrato, sin retoques) como el perfecto español medio, cierto, ni dos Españas ni mierdas o en vinagre pollas, esta es la única y auténtica, la más querida y concurrida, la realmente existente eternamente, la de este tipo, la de la infinita inmensa mayoría democrática (republicanos, franquistas, constitucionalistas, nacionalistas, fascistas, bolcheviques, católicos, ateos y todo lo que salga o surja, lo que sucede conviene, todo a la vez simultánea y sucesivamente, haberlos haylos, de hecho, así son todos, homus españolus maximus, el resto no existen o no cuentan, se los tragó la tierra, en paradero desconocido, se busca, un unicornio, se pagará recompensa), la del que es en cada momento de lo que toca o manda o está de moda y que cuando mira al pasado siempre fue de lo contrario si ahora no pinta, se desdice, donde dije rojo digo azul digo rojo..., que de tanto cambiar de chaqueta y adaptarse y fingir se ha vuelto daltónico, incoloro, descolorío, eso/s sí que merece/n una película y no estos personajes tan poco desarrollados y ridículos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo mejor es el encuentro en el bar y el posterior polvo y algún que otro destello escaso de su arte lírico barroco enfebrecido más al principio, encaje de bolillos, ahí sí, en la unión de la canción y el deseo y el velo y de la religión y el sexo y del verdadero empoderamiento femenino (que se concreta o realiza en/con la figura del hombre, de lo masculino, de lo otro, en la complementariedad o mezcla fusión de los -no tan ni mucho menos, paparruchas, cuentos, espantajos, espantapájaros, no inventemos ni enfrentemos- extremos que se necesitan y elevan, toma y daca) que cristaliza o se expande en el último y alargado y definitivo acoplamiento a las puertas de la muerte, no salgas, quédate dentro, perfecto, aunque en ese postrero caso sea más espiritual o simbólico, da lo mismo, hetero, diabólico, eso.
Lo peor, además de lo ya citado, pues quizás..., jajaja, menos mal que os pusisteis la vacuna (y por ahí anda o aparece el actor de Vaya semanita para rematar la faena de la risa ¿involuntaria? a mala idea, brogma, esto no se hace, no somos nada), a buenas horas, ahí le has dado, medalla del gobierno al del año empleado, sección patrocinada por el de sanidad ministerio, lo suelto sin venir a cuento, ese mérito, por si acaso, buen niño, o la pelea de toda la prole o parentela familia en/durante La última cena, o tanta pastilla (mira, ese es otro asunto o meollo o por abrir corazón de melón, España es sobre todo y ante todo una pastilla gigante y descomunal que no acaba nunca, que te la tienes que tragar quieras o no quieras, la libertad, no queda otra, para poder seguir, pero que mientras tanto te mata de tanto que abusas, te deja manso, pasivo, dormido, blando, entregado, rendido, a tu puta mala suerte abandonado, obedecido, vencido, vendido, a expensas, bebé al que solo le queda el amor al acabose, la extinción, la extrema unción, cordero que va feliz, drogado, al matadero, eso, a gusto, fin de la cita) y eutanasia que tanto pirra a nuestros artistas o está a la última, ola, que lo tira (Peeeedroooo piensa lo mismo, su padre o hermano, tan distintos y exactos, aunque mucho más pillo, lo que decíamos, Almodóvar fue antisistema antaño, cuando pitaba y daba pisto, y es el sistema mismo hogaño, un bastión o pilar fundamental de la oficialidad, sea, del poder, esa es, por tanto, la verdadera y una y grande y libre España y no ninguna otra imaginada o inventada, y eso trata de hacer o imitar el pobre Medem -pez fuera del agua que nada y nadea, boquea, da vueltas en círculo, Julio- a toda costa, apuntarse un tanto, lo que diga padre, a todas las buenas causas, entregar la cuchara, ceder el asiento, vender el alma y lo otro a quién sea, que suene la flauta, pero no vale, no le sale, es -un- inútil o despistado, canta demasiado, ortopédico, no sabe, porque en el fondo, esa es la triste paradoja, es mucho, o algo, más artista, lo uno por lo otro, que su padre o padrastro, su Caín, el pecado y la penitencia, ahí lo/s llevas).
Por otro lado, es verdad que por lo menos intenta (¿por todos los medios?... no) no ser maniqueo (se pone el cinturón de castidad para no caer en la tentación, pero el mono es demasiado fuerte y la carne es débil, no conoce, pobre, se pierde), y no lo logra, fracasa (aunque de forma retorcida y contradictoria, porque, por ejemplo, para exaltar a la mujer que él considera valiosa, necesita echar por tierra a las otras, a las que se quedan en casa, ese feminismo tan elitista, clasista y despreciativo), sobre todo, con la representación grotesca y tendenciosa de los descendientes (pero en el comienzo sí que se acerca a cierta neutralidad), ahí queda el impulso o anhelo, algo es algo, el herrero y el palo.
Recomiendo, para completar la experiencia, la escucha atenta de la canción Villatripas de Krahe, donde no llega la una, la otra apostilla, da alcance a la caza, la alcancía, de sobra, esas sí (o ni siquiera) que son las dos Españas, la del cine y la de la música.
31, 39, 52, 64, 77, 92, 2008, 2021..., bingo, maaambo.
Lo peor, además de lo ya citado, pues quizás..., jajaja, menos mal que os pusisteis la vacuna (y por ahí anda o aparece el actor de Vaya semanita para rematar la faena de la risa ¿involuntaria? a mala idea, brogma, esto no se hace, no somos nada), a buenas horas, ahí le has dado, medalla del gobierno al del año empleado, sección patrocinada por el de sanidad ministerio, lo suelto sin venir a cuento, ese mérito, por si acaso, buen niño, o la pelea de toda la prole o parentela familia en/durante La última cena, o tanta pastilla (mira, ese es otro asunto o meollo o por abrir corazón de melón, España es sobre todo y ante todo una pastilla gigante y descomunal que no acaba nunca, que te la tienes que tragar quieras o no quieras, la libertad, no queda otra, para poder seguir, pero que mientras tanto te mata de tanto que abusas, te deja manso, pasivo, dormido, blando, entregado, rendido, a tu puta mala suerte abandonado, obedecido, vencido, vendido, a expensas, bebé al que solo le queda el amor al acabose, la extinción, la extrema unción, cordero que va feliz, drogado, al matadero, eso, a gusto, fin de la cita) y eutanasia que tanto pirra a nuestros artistas o está a la última, ola, que lo tira (Peeeedroooo piensa lo mismo, su padre o hermano, tan distintos y exactos, aunque mucho más pillo, lo que decíamos, Almodóvar fue antisistema antaño, cuando pitaba y daba pisto, y es el sistema mismo hogaño, un bastión o pilar fundamental de la oficialidad, sea, del poder, esa es, por tanto, la verdadera y una y grande y libre España y no ninguna otra imaginada o inventada, y eso trata de hacer o imitar el pobre Medem -pez fuera del agua que nada y nadea, boquea, da vueltas en círculo, Julio- a toda costa, apuntarse un tanto, lo que diga padre, a todas las buenas causas, entregar la cuchara, ceder el asiento, vender el alma y lo otro a quién sea, que suene la flauta, pero no vale, no le sale, es -un- inútil o despistado, canta demasiado, ortopédico, no sabe, porque en el fondo, esa es la triste paradoja, es mucho, o algo, más artista, lo uno por lo otro, que su padre o padrastro, su Caín, el pecado y la penitencia, ahí lo/s llevas).
Por otro lado, es verdad que por lo menos intenta (¿por todos los medios?... no) no ser maniqueo (se pone el cinturón de castidad para no caer en la tentación, pero el mono es demasiado fuerte y la carne es débil, no conoce, pobre, se pierde), y no lo logra, fracasa (aunque de forma retorcida y contradictoria, porque, por ejemplo, para exaltar a la mujer que él considera valiosa, necesita echar por tierra a las otras, a las que se quedan en casa, ese feminismo tan elitista, clasista y despreciativo), sobre todo, con la representación grotesca y tendenciosa de los descendientes (pero en el comienzo sí que se acerca a cierta neutralidad), ahí queda el impulso o anhelo, algo es algo, el herrero y el palo.
Recomiendo, para completar la experiencia, la escucha atenta de la canción Villatripas de Krahe, donde no llega la una, la otra apostilla, da alcance a la caza, la alcancía, de sobra, esas sí (o ni siquiera) que son las dos Españas, la del cine y la de la música.
31, 39, 52, 64, 77, 92, 2008, 2021..., bingo, maaambo.
28 de marzo de 2025
28 de marzo de 2025
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Causa cierto estupor que un cineasta tan dotado como Julio Medem filme una historia didáctica sobre las dos Españas con la (pretenciosa) estructura de 8 capítulos en (falso) plano secuencia lo largo de varias décadas, entre 1931 y 2021. No dice nada que no sepamos, el melodrama funciona a medias y los elementos de humor chirrían a ratos (muy bueno el reproche de un niño: “Mamá, que estás acariciando al taxista”). La poesía de Medem ha desaparecido de una pieza que, ya como proyecto, resulta vista y sabida.
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