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Duelo de titanes

Western Wyatt Earp, el sheriff de Dodge City, se encuentra de nuevo con John "Doc" Holliday, un jugador borracho y tuberculoso a quien salvó la vida en una ocasión. Juntos tendrán que enfrentarse a la banda de los Clanton, una poderosa familia que tiene atemorizado a todo el pueblo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
2 de enero de 2011
21 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi primer autohomenaje del año no ha salido como quisiera, quería empezar el año a lo grande, dedicándome un título del género que no había visto aún. Pensé en "Duelo de titanes", hacía tiempo que estaba en mi mente, pero no ha salido del todo bien, demasiadas expectativas.

Los amantes del género en su mayoría estamos de acuerdo que la historia de Earp y Hollyday está mejor contada a través de las imágenes de Ford y su "Pasión de los fuertes" Son inevitables las comparaciones y cuando las diferencias son de esta magnitud es fácil señalar únicamente por este lado los defectos y carencias, aunque lo cierto es que no es ni un pedazo de película ni un título prescindible. Sturges cuenta con una historia que no necesita guión, recoge las circunstancias históricas, todo lo que hay detrás (incluyendo a Ford, y ya es mala suerte que se le adelantara de esa manera) y cuenta además con dos monstruos de la interpretación, Lancaster y Douglas, ya quisiera cualquier director de la época contar con la presencia de únicamente uno de ellos.

El resultado no acaba de ser del todo aceptable, hay momentos en los que se pierde ritmo, la química necesaria entre los protagonistas es forzada y antinatural y las escenas en las que aparece Lancaster como centro de la atención mi impresión no es muy positiva. Otra vez las dichosas comparaciones, Henry Fonda se sobraría con un bofetón ahí, dos pasos, un gesto... a Lancaster le hace falta más y no llega ni a la mitad. Yo en el final ya tenía claro que el duelo lo tenía ganado Douglas, puede que le tocara el papel más goloso, pero gran parte de mi atención ha estado en él. Y los hermanos; todos, los de un lado y los del otro, prescindibles.
Luisito
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24 de noviembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A John Sturges (1911-1992), la posteridad no le ha tratado con el respeto que merece, pues su reconocimiento ha sido injusto y miope con su obra (recomiendo echar un vistazo a su filmografía). Su pretensión de ser a la vez autor con un estilo bien definido y un profesional del cine de evasión, se juzgó contradictoria por la crítica progre. Y como canonizar a un autor es mucho más comprometido y arriesgado para la citada posteridad que hacerlo con un buen artesano, la personalidad fílmica de Sturges ha sido etiquetada con la segunda opción. Por otra parte, como demuestran sus westerns: “Fort Bravo”, “El sexto fugitivo”, “Desafío en la ciudad muerta”, “El último tren a Gun Hill” o “Los siete magníficos”, entre otros, el cineasta no aceptó jamás las reglas de la crítica moderna, pues según esta progresía, no tenía la calidad de un autor.

No obstante, este western está muy elaborado formalmente, sobre un mito cruel, rico en claroscuros épicos y morales: el tiroteo de OK Corral. Las diferencias entre el Wyatt Earp de Sturges y el de John Ford “Pasión de los fuertes”, es obvia, pues si el segundo acaba demostrándole a Doc Holliday quien manda con el revólver, el primero no tiene necesidad de ello en ningún momento. Mientras que el personaje de Ford responde a una idealización de carácter romántico, reacio a usar las armas (Henry Fonda) pese a su destreza con ellas, el de Sturges, más escéptico y severo (Burt Lancaster) no responde al prototipo de gran tirador ni rápido, más bien de alguien con el coraje suficiente para dar la cara. Ambos, empero, se muestran imperturbables, aunque en el caso del Earp de Sturges, la muerte de su hermano pequeño le determine a enfrentarse con los Clanton.

La ley y la familia, en “Duelo de titanes”, son los dos vínculos que atan a Wyatt Earp (Burt Lancaster) a esa muerte que le persigue, de la cual pretende huir. Cuando ha cumplido con las dos, no demora su marcha, y la liberación del personaje es doble. El desencanto con el ejercicio de la ley, defenderla y representarla, marca el tono del film ya al principio, cuando el sheriff de Fort Griffith le dice a Wyatt amargamente: “He sido sheriff durante 25 años, arriesgando mi vida y qué he ganado con ello…, vivir en una mísera casa de huéspedes, algún día pensarás como yo, es algo que nos pasa a todos”. No es difícil intuir su cansancio e inseguridad, puestos de manifiesto al pedirle ayuda a Doc Holliday (Kirk Douglas) poco antes del duelo final, sin importarle su mala fama de pendenciero y jugador de póker. Acude a él porque no tiene, salvo sus hermanos, a nadie; está solo y su soledad le obliga a aceptar con bastante cinismo la ayuda de un retador a la ley, alcohólico y tuberculoso, si bien Wyatt ya le salvó de morir en un par de ocasiones.

Extraordinario trabajo de Lancaster y Douglas, son dos monstruos que hipnotizan con su magnetismo, sus diálogos son lacónicos, de leyenda, sin olvidar la gran actuación de las féminas en sus papeles, Jo Van Fleet, con un amor autodestructivo con Doc Holliday, y la pelirroja Rhonda Fleming con su carácter indómito ante Wyatt. La fotografía de Charles Lang es asombrosa, Sturges maneja muy bien la puesta en escena y los encuadres. Con una suntuosa ambientación en tecnicolor y Vistavisión y la música del legendario Dimitri Tiomkin con su famosa balada de Ok, corral, un extraordinario western clásico.
Antonio Morales
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5 de marzo de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película que nos regala en ocasiones, planos de crudos exteriores y luces magnéticas. Duelo interpretativo contundente, que en ocasiones no se sabe muy bien quién está por encima de quién. Como digo, excelente película, fiel adaptación hasta el momento álgido, el tiroteo en el O.K. Corral donde la cosa de desmadra un poco, decantándose el guión por un desenlace más efectista e impetuosamente trepidante. Saltos acrobáticos, escaramuzas, tanto Douglas como Lancaster arrastrándose por el suelo.

En realidad, Billy Clanton suplicó por su vida, y estaba desarmado antes de ser "asesinado". Se cree que el tiroteo duró unos 30 segundos. Sucedió en un callejón en pleno Tombstone, no en las afueras. Pero el cine, siempre será cine.

Interesantes enfoques de la eterna rivalidad del bien y el mal, de las relaciones entre el hombre y la mujer y el núcleo familiar.
La dirección es notable, y no se aprecian sobreactuaciones nocivas.

Muy recomendable para cualquier amante del western.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dave Tapia
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14 de noviembre de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un western muy famoso a partir de la revisitación que hace Sturges del clásico de Ford "Pasión de los fuertes" y que participa de toda la iconografía y mítica del género: el legendario enfrentamiento en O.K. Corral entre Wyatt Earp (Lancaster) y Doc Hollyday (Douglas) frente al clan de forajidos de los Clanton. De lado también aparecen Dodge City, se mencionan lugares como Wichita...
Sturges demuestra ser un magnífico especialista del género (hay están "El último tren de Gun Hill", "Los siete magníficos"...) y lleva la narración con pulso y precisión. Pese a la hierática y poco convincente caracterización de Burt Lancaster, el reparto es de gran nivel y está magnífico (aparte de los apuntados: John Ireland, Dennis Hopper, Ted de Carsia, Lee van Cleef o Jack Elam). El guión es del escritor León Uris y la música de Dimitri Tiomkin, otro especialista en este tipo de composiciones, con lo que el resultado no podía dejar de ser destacable.
kafka
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3 de marzo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine del Oeste sirvió para enganchar al cine, en España al menos, a una serie de generaciones rurales que sabían muy bien del olor de las cuadras, las tascas con suelos de madera y las peleas a primera sangre por un mínimo pisotón en las salas de baile. Tras la cortina de polvo de las cabalgaduras que huían, o atacaban; con la emoción contenida, nos hallábamos los mismos que devorábamos las novelas de Marcial Lafuente Estefanía o las policíacas del gallego Keith Luger.
El western era el género favorito de los más jóvenes, el que nos permitía, durante un par de horas, dejar atrás el pueblo, vengar todas las ignominias y descansar, con una pajita de yerba en la boca, sobre el regazo de una dulce criatura de labios increíbles y rizos celestiales.

Estando así las cosas, años después de su estreno y, por tanto, con la pérdida del metraje que queramos atribuir a la edad de la bobina y a la habilidad de los "peluqueros con sotana", nos llegó Duelo de titanes, con dos artistas de postín (Burt Lancaster y Kirk Douglas) y una pelirroja (Rhonda Fleming), de la que mi amigo Martín salió convencido de que se había tirado más tiempo mirándole a él que al sheriff Wyatt Earp; aunque a mí lo que me llegó al alma fue el destructivo amor que se profesaban los dos vitriólicos perdedores: el tuberculoso y la buena samaritana (Jo Van Fleet).

El tema podía ser recurrente, pero a quién le importaba, si nuestras vidas también eran repetitivas. Siempre, delante y detrás de la pantalla, iba a ver gente con más suerte o con menos: hombres y mujeres marcados por un astro o un episodio en sus vidas; sufridos héroes que conseguirían justicia y reconocimiento y otros, tal vez, una lápida decente; amores cálidos y duraderos, amores ardientes y efímeros; matones que mueren en la cama y abusadores que encuentran la horma de su zapato.
Todos enfrentamos duelos en nuestras vidas y algunos estarían dispuestos a cambiarlos por los de O.K. Corral.
Sinhué
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