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El diputado

Drama Roberto Orbea, que había sido militante clandestino de un partido de izquierdas durante el franquismo, es elegido diputado en las elecciones de 1977. En el momento más importante de su carrera, cuando está a punto de ser nombrado Secretario General de su partido, es víctima del chantaje de un grupo de extrema derecha que amenaza con airear su homosexualidad. (FILMAFFINITY)
Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
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7
6 de septiembre de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película merece la pena verla, para el año en el que fue rodada en plena transición española el tema que trata es brutal un político de izquierdas Roberto Interpretado por un admirable José Sacristán es extorsionado por la extrema derecha, la derecha utilizará como cebo a un joven y bello prostituto llamado Juanito para que Roberto pierda la cabeza por el y salga a la luz su homosexualidad. Pero juanito termina encariñandose con Roberto y los planes no saldrán como estaban previstos.

Eloy de la Iglesia extravagante como siempre filma aquí diría su obra más seria y adulta cine político mezclado con erotismo made in spain, pero con la diferencia de que aquí son los actores masculinos los que se desnudan, entiendo que algo muy raro ya que por aquella época eran las féminas españolas las que tenían que mostrarlo todo.

En el tema actores destacó a José Luis Alonso quien interpreta a Juanito el prostituto, se le ve muy fresco y metido en el papel teniendo buena química con Sacristán, que Sacristán todos sabemos que en comedia está genial y puede que aquí le falte más soltura pero es que el 10 ya lo tiene por haber aceptado un papel tan complicado para la época. Luego tenemos a María Luisa San José interpretando a la mujer del político Roberto, ella está correcta quizás igual que a Sacristán se les nota algo rígidos en determinadas situaciones dramáticas. También esta un jovencisimo Ángel Pardo interpretando a otro chapero amigo de Juanito, Ángel me parece que hace una buena actuación sin resaltar mucho, curiosamente parece repetir personaje como en su anterior película "La Corea" otra interesante película.

En tema de dirección la película deja que desear, no me gusta mucho el uso de la cámara y algunos planos son extraños, pero bueno es lo que había...
La banda sonora apenas existente.

Pero en si, es rompedora en todos los sentidos, creo que aún hoy en día lo sigue siendo, la descubrí hace poco y creo que no se porque hoy no podría hacerse algo así. Si no la han visto échenle un vistazo es una obra cuanto menos interesante.
4
10 de noviembre de 2012
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película no es buena, se mire por donde se mire no hay grandes cosas a destacar. Incluso José Sacristán ofrece su peor versión, resulta muy inexpresivo y plano, como si no le afectaran las cosas, lo mismo da que esté a punto de acabar bruscamente su carrera como político, que su mujer lo pille con un jovenzuelo en el picadero o que se encuentre un cadáver en la cama, sólo se altera cuando se meten con su partido político. Todos hemos visto a Sacristán mucho mejor en otras ocasiones. La trama tampoco es nada del otro mundo, es previsible y apenas queda lugar para la sorpresa. ¿Qué es lo que queda? Una época, la conciencia de una época muy dura, para quienes lo vivimos y para quienes lo leímos en los libros, un Estado que no sabía aún hacia dónde se dirigía, con una sociedad libre por fin, recién parida, convulsa, dando sus primeros pasos.

Es en este contexto en el que aparece alguien con mucho valor, con ganas de decir las cosas como nadie las había dicho antes en este país, Eloy de la Iglesia, el verdadero protagonista del "El diputado", a quien no le importa meterse en el ojo del huracán y enseñar no sólo una pechuga de mujer sino una homosexualidad explícita, como no ha sido de otra manera nunca, de toda la vida, escondidos o no, dos hombres que se atraen y se toquetean. Y para eso, en 1978, las cosas como son, había que echarle un par de huevos. Por eso y sólo por eso no me parece un total despropósito, porque la película como documental es mala, y como historia no es nada del otro mundo, pero realizarla en esa época tuvo mucho mérito.
6
23 de junio de 2019 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El valor que hoy en día pueda tener una película como "El diputado" es fundamentalmente sociológico, pues lo más interesante de ella es el reflejo de la situación político-social de la época de la transición en España, con la legalización del PCE y los enfrentamientos entre los grupos de ultraderecha y marxistas. Cine político, cargado, en ocasiones, de un exceso de ideología por parte de Eloy de la Iglesia.
Entre todo ello, el director introduce una historia de amor homosexual entre un diputado comunista y un chapero. La visión que se da de ella me parece, cuando menos, interesante, ya que, evidentemente, es una relación que el protagonista tiene que llevar en secreto porque conllevaría un escándalo de enormes dimensiones para una persona que aspira a ser el secretario general de su partido. Pero es precisamente en eso donde no vemos excesivas diferencias entre la derecha y la izquierda, ya que Eloy de la Iglesia nos da a entender que para los unos y los otros esa relación sería inadmisible. Con lo cual se puede intuir cierta crítica a una izquierda que presume de tolerante, pero que en la práctica mantiene comportamientos, en esta época, con respecto a la homosexualidad, no muy diferentes a los de la derecha.
Por lo demás me parece una película un tanto mediocre ya sea por las actuaciones (poco lucidas en general) como por la narración un tanto descuidada de los acontecimientos.
7
18 de noviembre de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destacaría por encima de todo de ésta película la valentía de su director, también de José Sacristán en particular, pero sobre todo de su director Eloy De la Iglesia, por su atrevimiento a hacer éste tipo de cine reivindicativo, hacer ésto recién comenzada la transición tiene muchísimo mérito.
Luego está la película, que resulta entretenida, pero sin alardes. Prefiero destacar cómo se reivindica la homosexualidad, y encima en un político, si ya fuera poco ser homosexual en ese momento. El personaje de Sacristán es el de un político del partido comunista homosexual escondido en el armario, que lleva una doble vida, salvo con su mujer, el personaje de María Luisa San José, con la que se muestra siempre sincero con respecto a sus sentimientos y le cuenta la verdad, que utiliza el servicio de jovencitos chaperos para satisfacer sus necesidades libidinosas. Posteriormente un grupo de extrema derecha utiliza ésta información para tratar de destruir y desacreditar al partido comunista.
5
18 de septiembre de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la Democracia trajo libertades deseadas y cambio de fichas en el tablero de ajedrez del poder, no pasó lo mismo en el ámbito sexual y, como aquí se ve por lo menos, tampoco en el social. Seguía habiendo mentiras y ocultación. Seguía habiendo clases y discriminación. La novedad, en ese campo, se había limitado a la apariencia más o menos pintoresca y superficial.
Franco había muerto. Pero tanto a la izquierda como a la derecha, al olor del cadáver todavía reciente, mucha mosca mierdosa o buitre carroñero seguía actuando, "la ETA" continuaba matando con saña y grupos fascistas también causaban terror.
Y al final de la cadena, a punto de caer por el desagüe, los homosexuales y el lumpen, los parias definitivos, los sin nombre, los marginados, humillados y ofendidos, los que adoptaban una picaresca rufianesca bastante cutre para sobrevivir.
El protagonista es un hombre de buena familia, Sacristán como Roberto Orbea, vasco y abogado y socialista-marxista, otro álter ego de Eloy. Hombre de bien, educado, delicado y bondadoso. Casado con una mujer que igual baila. Comprensiva, racional, generosa y amorosa. Y el matrimonio marcha. Ella lo sabe, su inclinación sexual, y muy bien lo acepta.
Pero...
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... esa inclinación suya le lleva a una doble contradicción, a saber: si el nuevo tiempo, la renovada política y los ideales que traía consigo debería equivaler, arrastrar consigo como avalancha benéfica, a la verdad como premisa innegociable y punto de partida, bueno, pues ahí él estaba fallando, ya que llevaba una doble vida y mentía, aunque fuera por omisión; y, también grave, si la nueva sociedad tenía que aspirar como asunto crucial a la justicia social, a la superación de las diferencias de clase, a una comunidad de hombres iguales y libres, bueno, pues lo mismo, él obtenía sexo a cambio de dinero, explotaba sexualmente a menores y pobres, a desgraciados que pertenecían a una clase inferior a la suya.
Así es, pero la película está a favor del personaje, por lo que se trata en todo momento de presentarle más como víctima un tanto inocente y bobalicona que como un posible victimario hipócrita, cínico y depredador. Por eso se cargan las tintas en los aspectos más positivos del protagonista y se idealiza su relación matrimonial de forma exagerada y poco creíble, aunque candorosa y bienintencionada (relación prohibida en apartamento-picadero que deriva en amor compartido, trío a lo Jules y Jim; sorprendente, simpático y jugoso giro que da la historia, también naíf).
Todo nos lleva hacia un final inevitable, trágico y triste, a la ineludible síntesis (tras la lucha de la tesis, la verdad del personaje, y la antítesis, la represión del entorno y de los residuos, pura escoria, del franquismo), a la confesión final que le condenará (se supone que social, política y personalmente, como él mismo anuncia) y le salvará (humana, ideológica y coherentemente ya que asumirá, por fin, "la realidad concreta" de su vida, sin mentiras, sin autoengaños ni aspavientos; será un hombre libre, por primera vez, un hombre revolucionario y nuevo de verdad).
La película es irregular y mezcla cuestiones muy interesantes con desigual pericia. El resultado es apreciable y sustancioso, da lugar a la rumia y se ofrece con generosidad reflexiva. Ahora bien, el conjunto es discreto, querible pero demasiado llano y transparente, sin lugar alguno para el temblor voraz del verdadero arte.
Bien con claras reservas.
Sacristán es majo y cumplidor, y se esfuerza. Carga con casi todo el peso. Quizás se exceda con las caras de cordero degollado a puntito de gran matanza.
Eloy: tierno y tosco; bronco y discursivo. Valiente, pedestre, muy expansivo.
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