Ya dije con "Bailar en la oscuridad" que no me gustan los musicales, aunque esta no se pueda considerar como un musical al uso; la veo más como la versión soft de "Nine songs"; pero por lo menos la de von Trier me llegó con la historia y las canciones tenían un peso muy alto en lo que se contaba. Al igual que en aquella, la grabación es cámara en mano pero, por o menos, las escenas estaban controladas. Por muy "indie" que sea, no tiene que ser muy difícil sacar a la gente que hay en la puerta de la tienda de pilas antes de empezar a rodar; soló faltó que una de las niñas saludara a cámara.

Magnifica, preciosa, creo que perfecta, no tiene desperdicio.
Esto es cine. El argumento, cómo está montada la historia y los personajes principales están increíblemente bien hechos.
Los diálogos los justos, y todo se expresa con sólo las miradas, el transcurso de la historia y con la música.
Hay varias escenas en las que consigue emocionarte tanto que es imposible pedir más.
A parte de la propia película, las canciones, la música, sus letras.
Hacía mucho que una película no me emocionaba tanto.
Da gusto pagar tanta pasta una entrada para ver algo.

Además de ser una de las propuestas más geniales, originales y refrescantes de la actual cartelera, el filme irlandés "Once" nos ofrece una banda sonora que pone los pelos como escarpias.

El musical de John Carney tiene como protagonistas a dos músicos sin una carrera interpretativa (Glen Hansard, cantante de "The Frames" y Markéta Irglová, una joven de 19 añitos que lleva desde los siete tocando el piano), de ahí la calidad musical que transpira esta preciosa propuesta no apta para personas con esquemas cinematográficos preestablecidos (y digo esto por la lentitud de la narración -no por ello más espesa- por su ínfimo presupuesto y su uso de cámara en mano).

De todas formas, no piensen en este largometraje como el estereotipado musical donde se ponen a cantar sin motivo alguno, todos se saben las canciones y bailan al compás, hasta los viandantes que pasen por allí. Aquí (casi) todas las canciones tienen un porqué y fluyen de forma natural, con lo que nunca irrita la artificialidad. Debo advertir que la música en su conjunto posee un tufillo indie, aunque más bien es una fragancia, ya que sin ser ferviente seguidor de ese estilo musical, con estas suaves melodías me quito el sombrero (bueno, más bien la gorra).

Por otro lado, recomiendo efusivamente visionarlo en su lengua original para no perder detalle de las preciosas voces de sus protagonistas (no lo vi doblado, pero como hayan traducido las canciones al estilo Disney, ya son ganas de dinamitar un filme). El único pero que podría destacar sería un exceso de temas musicales hacia la mitad del metraje que, aunque sean de gran calidad, quizá entropecen un poco la trama, pero por lo demás, chapó (o chapeau para los más recatados).

Dos personas muy diferentes entre sí, pero unidas por una corriente de simpatía mutua y un amor incondicional a la música, se encuentran en una calle céntrica de Dublín. Un punto de partida interesante, que da paso a una historia bonita y emocionante. La película está dirigida por John Carney, del que recomiendo la muy estimable "On the edge".

Personajes reales muy bien interpretados por la pareja protagonista, una historia simple pero muy emotiva, con un final sensible y valiente, que hace que, al menos a mí, se me ponga un nudo en la garganta.

Muy recomendable para fans de la música, historias de amor no sensibleras y empalagosas y todos aquellos que disfruten con el buen cine.

Lo mejor: La puesta en escena y la química entre la pareja protagonista.
Lo peor: Que alguien piense en un remake. La canción que se repite una y otra vez (sí, lo sé)

"Once" es en la forma una película totalmente independiente, sin un gran presupuesto, sin caras conocidas, con un guión sencillo, y con un puñado de sentimientos puestos en ella; en el contenido, sin embargo, es una película algo convencional a ratos, que busca la complicidad del espectador mediante una estructura algo forzada.

Tras un genial y atropellado comienzo, chico y chica (los dos protagonistas no tienen nombres, algo que el director buscó intencionadamente para una mayor identificación en la historia) se conocen. Ambos aman la música: él se gana la vida como músico callejero con su guitarra y ella toca el piano en sus ratos libres. Él es irlandés, ella checa. Dos mundos opuestos pero con más cosas en común de lo que parece a simple vista.

El filme tiene su gran baza en la naturalidad de su relato, acompañado en todo momento por canciones interpretadas por el líder de The Frames Glen Hansard, el actor del filme, y la chica Markéta Irglová. El director fue bajista de esta banda, y la amistad con Glen fue lo que le motivó a realizar este filme, sincero homenaje a la música y a las personas que se refugian en ella como medio para expresar sus más profundos sentimientos.

Un filme que ya ha triunfado en varios festivales, uno de ellos el de Sundance, y que aunque puede hacerse algo pesado en su tramo intermedio con la saturación de canciones en detrimento del guión, que queda algo artificial y estancado, culmina como sólo los filmes independientes lo hacen, sin importarles lo que piense el público, ya que esta es una cinta hecha por y para aquellos que buscan algo diferente.