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España España · Neverland
Críticas de Dragondave
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Críticas 347
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
5 de diciembre de 2013
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la mano del director que nos sorprendió, primero con ese cortometraje nominado al Oscar y dos años más tarde transformándolo en esa maravillosa película que es Cashback, llega ahora Metro Manila, que pese a su presupuesto de “guerrilla” ha sabido hacerse con el favor del público en Sundance y Gran Betraña ha decidido que sea su representante para competir en los Oscars de habla no inglesa, de llegar a la selección final.
Sean Ellis, tras una visita a un amigo a Manila y presenciar una discusión en la calle de dos empleados de una compañía de furgones blindados, sacó la idea que posteriormente, trabajada con el guionista Frank E. Flowers, resultó ser el guión de Metro Manila.
Rodada en tagalo (la lengua nativa de las Islas Filipinas, donde se rodó) y con poco presupuesto, Ellis, aparte del rol de director y guionista, tuvo que encargarse de la producción, cámara, luces, sonido y steady-cam.

Metro Manila nos habla de una familia que se traslada de los campos de arroz del norte de Filipinas a la ciudad de Manila, en busca de un futuro mejor. Pero la estresante y asfixiante ciudad no se lo pondrá nada fácil a Óscar y su familia.
Un drama que poco a poco se convierte en un thriller atrapante.

Una buena historia emocionante y emotiva que intercala ficción ciertos detalles reales (la historia de Alfred Santos, que en la realidad se llama Reginald Chua, y los crueles juegos de niños apaleando un gato, por ejemplo) que otorgan veracidad al relato, sin hacer el simple drama autocomplaciente y lacrimógeno. No se escatima en mostrar lo crudo de la vida pero sin caer nunca en lo banal, tópico o maniqueo.
Su fuerza radica, sobre todo en ofrecer un thriller con nervio apoyado en la historia. Nada surge de la nada, no hay trucos de magia para hacer más atractivo el viaje, las situaciones derivan de las anteriores, como debería ocurrir en todos los guiones. De ahí que se le permita la licencia del final poético (que ni eso resulta descabellado en el relato) y redondea el buen hacer de su historia. La buena guinda al pastel.

La denuncia social es simplemente una vertiente secundaria de la película, enfocada más al thriller con sello autoral, mostrando una verdadera jungla de asfalto donde, o te adaptas o no sobrevives.
Y cómo no, como en sus anteriores películas, hasta incluso en la floja Broken, la pasión por los detalles y mostrar sentimientos a través de las imágenes es uno de los puntos fuertes de Metro Manila. Momentos como el “¡por fin agua!” cuando se ducha Óscar y Mai después de vivir en una chabola se convierten en pequeños momentos mágicos en manos de Sean Ellis. No en vano, Ellis antes de cineasta ha trabajado de fotógrafo, haciendo videoclips o anuncios de importantes firmas como Jean-Paul Gaultier, Land Rover o Rimmel. Quizás por ello la fotografía se nota especialmente cuidada en sus películas, incluso en estas cuyo rodaje de un mes y escaso presupuesto dejan poco margen para una planificación más minuciosa.

Quizás a Metro Manila le falte un poco para engatusarme como aquella opera prima de 2006, pero siempre es un gusto ver un thriller con sello propio, con cierto gusto por ofrecer un cine más allá del producto standard industrializado, y más de la mano de un prometedor cineasta como Sean Ellis, con buenas ideas y talento para llevarlas a cabo. Quizás la categoría de habla no inglesa en los próximos Oscars la tenga difícil con pesos pesados como La caza, de Vinterberg; La gran belleza de Sorrentino o El pasado de Asghar Farhadi , pero sin duda no me sorprendería en absoluto que se encontrase entre las nominadas.
Dragondave
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6
5 de diciembre de 2013
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en abril nos llegaba Tipos legales, una película sobre el último trabajo de tres ex-mafiosos ya entrados en años protagonizada por tres viejas glorias (Pacino, Walken y Arkin), ahora aterriza en las carteleras españolas Plan en Las Vegas, otra película de similar estructura, esta vez cambiando a los tres gángsters por cuatro amigos sexagenarios cuyo “último trabajo” es la despedida de soltero de uno de ellos. Como ocurría en la primera, también está protagonizada por actores de renombre con una larga y gran trayectoria a sus espaldas: Morgan Freeman, Kevin Kline, Michael Douglas y Robert De Niro (que, como curiosidad, es la primera vez que coinciden los cuatro en una misma película). Todos ellos han ganado en alguna ocasión el máximo galardón de la Academia de Hollywood y entre los cuatro cuentan en su haber unas catorce nominaciones.
Además, al igual que en Tipos Legales, aquí también se apela a cierto aire nostálgico y entrañable durante toda la película.

Como si se tratase un híbrido entre Resacón en las Vegas y Cuenta Conmigo, cuatro amigos inseparables que se conocen desde los seis años reciben la noticia de que uno de ellos va a casarse (a estas alturas) y no se lo pensarán dos veces para reunirse como en los viejos tiempos y montar por todo lo alto una juerga en Las Vegas. El director Jon Turteltaub (Phenomenon, La búsqueda, El Chico, 3 pequeños ninjas...) enfoca la película con cierto tono maduro, pese a que la asociación “despedida de soltero” y “Las Vegas” suenen a todo lo contrario. Nos presenta la historia tratando la amistad y la vejez como temas principales, lo que hace que la comedia adquiera cierto cariz dramático en algunos tramos. Esto significa que los que esperan un Resacón en las Vegas en versión 3ª edad se vayan olvidando. Porque sí, hay puntos cómicos y escenas de risas, pero la dirección y ritmo empleados no es tan alocada, sacrificando comicidad por entrañabilidad. Esto hace también que el público potencial aumente de rango, desde jóvenes hasta gente cercana a la edad de los protagonistas.

Por contra, la historia no ofrece nada nuevo para considerarla atractiva. Morgan Freeman es un abuelo que, tras haber sufrido un ataque cardíaco, su hijo lo cuida como si fuera un niño más y se siente encerrado en su propia casa; Kevin Kline es un marido aburrido de su vida y falto de chispa en su matrimonio y Douglas y De Niro comparten historia sentimental al haber estado enamorados de la misma mujer. Estos tres conflictos que arrastran los protagonistas, que ya de por sí suenan poco atractivos, se resuelven de forma previsible y convencional.
Si bien se le puede achacar que la historia no arriesga, amarrada a un guión de manual, de personajes y situaciones esquematizadas y arquetípicas, contar con cuatro monstruos de la interpretación es sinónimo de garantía, ya que por sí solos levantan prácticamente cualquier película, sobre todo si ruedas con los cuatro a la vez y haces que se lo pasen genial (pues eso se traslada a la gran pantalla)

Una vez aceptado este hecho, el quid está en simplemente dejarse llevar y disfrutar con el carisma que desprenden los cuatro y sus dos o tres gags de carcajadas. Si eres capaz de pasar por alto la floja historia, entonces podrás ver que su duración es la adecuada, no hay repetición de chistes y la sonrisilla complaciente en el espectador es una constante a lo largo de la película.
Y es que si la pretensión es la de hacer pasar un rato ameno y lo consigue, no hay nada más que decir. Objetivo cumplido.
Dragondave
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8
5 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La recientemente galardonada con la espiga de oro en la pasada edición de la Seminci, la última película del consagrado director Yôji Yamada tiene, además, muchos otros alicientes que hacen de su propuesta de obligada visión. Presentada en el 63ª Festival de cine de Berlín junto a la remasterización digital de Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu, Una familia de Tokio supone un bello homenaje del aprendiz a su mentor, con doble celebración detrás: la del 60º aniversario de Cuentos de Tokio y la de 50 años de carrera de Yôji Yamada. Y es que la carrera de Ozu y Yamada ha estado muy ligada, pues ambos coincidieron en los legendarios estudios Shochiku, donde Yamada puedo aprender de primera mano el arte de contar historias del maestro Ozu.
Ahora, el aprendiz hecho ya maestro, presenta Una familia de Tokio como sólo él podría haberla hecho, con sumo respeto a la original pero aportando a su vez su sello y la visión moderna de un Tokio que ya poco se asemeja al de hace 60 años. En cambio, el mensaje universal que nos dejó Ozu sigue intacto, lo que hace de la película de Yamada un ejemplo a seguir a la hora de hacer remakes.

Yamada es un director prolífico, con 81 películas a sus espaldas, que se dio a conocer en Japón con la saga Tora-san, una de las series más longevas del mundo. El reconocimiento internacional le llegó a través de su “trilogía del samurái” formada por El Ocaso del Samurái, The Hidden Blade y Love & Honor; las cuales le supusieron participar en varios festivales como Berlín y hasta una nominación a los Oscar. Tras Kabei: nuestra madre y About her brother se le concedió la Berlinale Kamera por reconocimiento a su carrera. Este año también presentó su trabajo en Berlín, un festival que tiene especial cariño por Yamada.

Una familia de Tokio sigue el mismo argumento que Cuentos de Tokio, narrando el viaje de una pareja de ancianos que van a visitar a sus hijos a la capital, pero que éstos, con el estrés de la vida en Tokio, apenas pueden estar con sus padres. Muchas de las situaciones y diálogos son muy similares a la obra de Ozu, aunque tiene algunos matices que más tarde comentaremos.
Esta sencilla historia encierra detrás todo un estudio de la familia y, por extensión, de la vida, a través de detalles cotidianos y sin apelar a discursos de ningún tipo. Una visión a través de tres generaciones (niños, padres y ancianos) y cómo la vida moderna les afecta a cada uno (la falta de tiempo, las motivaciones, el egoísmo, la vejez...)

Pese a ser un homenaje, Una familia de Tokio cuenta con ciertos cambios con respecto a Cuentos de Tokio que hacen que su mensaje sea atractivo pese a haber visto ya el film de Ozu, sobre todo en referente al personaje de Noriko, que en clásico de Yasujiro era una viuda y aquí es la novia del menor de los hijos, desconocida por todos. La relación entre Noriko y la anciana Tomiko cobra mayor fuerza y emotividad. De hecho, los ancianos Isao Hashizume y Kazuko Yoshiyuki no tienen nada que envidiar a Chishu Ryu y Chiyeko Higashiyama, creando unos personajes entrañables. Yamada por su parte crea situaciones cómicas que hacen más llevadero el ritmo, que aunque sea pausado nunca se hace lento gracias a su estructuras y sobre todo a sus personajes con los que empatizamos rápidamente, especialmente con Shoji, el pequeño de los tres hermanos.

La gran maestría técnica de Yamada hace que la cámara capture la esencia de las emociones sin interponerse a la historia que cuenta, de forma que apreciemos la majestuosa dirección sin ser conscientes que hay alguien detrás grabando todo, dando vida propia al relato.
El mejor calificativo que se me ocurre para la película es profundamente humana. Humana desde el amor del que fue aprendiz a su gran maestro. Humana para homenajear sin caer en la simple copia, aportando vida propia. Humana por relatar la vida con viveza, con detalles y sin discursos moralizadores. Humana por usar la técnica al servicio de la historia y no como recreación de su talento. Humana porque todo ser humano debería verla.
Dragondave
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7
5 de diciembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asistimos una vez más a la cita anual obligada con nuestro amigo Woody Allen. Una cita que se marca automáticamente en el calendario desde 1982 (desde entonces nunca ha fallado a la cita de película por año, incluso ofreciendo algún que otro dos), demostrando la mente prolífica de este pequeño genio neurótico que nos ha encandilado tantas veces con la magia de su cine.

Siempre se habla de las mujeres almodovarianas, que destacan sobremanera, pero Allen también tiene una gran colección de talentos femeninos en sus películas: Diane Keaton, Geraldine Page, Mariel Hemingway, Charlotte Rampling, Mia Farrow, Barbara Hershey, Gena Rowlands, Diane Wiest, Mira Sorvino, Judy Davis, Samantha Morton, Scarlett Johansson o Penélope Cruz son unas de las innumerables actrices que han destacado con el neoyorquino. Ahora se une a este gran elenco Cate Blanchett, una actriz que siempre ha sabido elegir con mucho acierto sus proyectos y se está labrando una carrera muy interesante, alternando grandes éxitos de taquilla con grandes películas de circuito más independiente. Además, la crítica y el público se han puesto de acuerdo en elogiar la enorme actuación de la actriz australiana, que ya tiene en su haber un Oscar por El aviador (de actriz secundaria) y no sería muy descabellado verla este año competir de nuevo por la estatuilla, esta vez como actriz principal.

De hecho, el atractivo principal de Blue Jasmine radica en el personaje de Cate Blanchett, una película de personajes y donde el suyo destaca sobremanera. Un personaje complicado, con un perfil psicológico complejo y donde hubiera sido muy fácil caer en la sobreactuación y pasar la frágil línea de la ridiculez, pero Blanchett siempre sabe mantenerse en la raya y solventar la actuación muy dignamente.

Blue Jasmine (nombre que se autoadjudica la protagonista para otorgarse más 'glamour') nos habla de una mujer que no nació en un status privilegiado, pero que una mala educación y la sociedad que la ha rodeado le ha metido en la cabeza que no debe conformarse con menos que una vida de lujos y excesos, adornada con joyas y casas de ensueño. Esa vida es la que le ofreció su ex marido Hal y ya no concibe otra. En el otro extremo se encuentra su hermana Ginger, quien ha aprendido de la vida la humildad de trabajar para conseguir una vida digna. No en vano, es cuanto menos curioso que sea el personaje de Blanchett el que recrimine a su hermana que se conforme con maridos mediocres y aspire a más, cuando Hal la engañó con incontables mujeres y estafó a mucha gente para costearse esa vida privilegiada. Esa ceguera se vuelve en cierta manera cómica en el guión de Allen, cosciente del patetismo que desprende el personaje, de ideas tan radicales y cuestionables como querer estudiar diseño de interiores online sin saber siquiera manejar un ordenador. Una mezcla de compasión y de justicia divina sobrevuela los pensamientos del espectador en esta comedia dramática que, sin ser lo mejor del neoyorquino, en la balanza se posicionaría más cerca del montón de buenas obras que de las pocas menos agraciadas que tiene el director.
Se le puede achacar que quizás no sea tan divertida como otras suyas, pero se compensa con la reflexión y, sobre todo, con un personaje que justifica por sí mismo el visionado de Blue Jasmine, y no en vano le da el nombre a la película.
Woody Allen no nos ha fallado y la cita la recordaremos con agrado y entusiasmo.
Dragondave
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5
5 de diciembre de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stefan Ruzowitzky tiene una filmografía cuanto menos singular. Combinando obras interesantes como Los herederos o la ganadora del Oscar a mejor película de habla no inglesa, Los falsificadores; con películas de carne de videoclub como Anatonía y Anatomía 2 o la película infantil sobre Kika Superbruja.
Y ahora con el salto a Estados Unidos, donde se ha realizado su última película, no parece que su carrera vaya a despuntar tampoco. Y es que La huida (Deadfall) ya fue sinónimo de problemas desde su rodaje a diez bajo cero en Canadá. Digamos que no era el entorno de ensueño para sus actores, especialmente para Olivia Wilde que se pasa unas cuantas escenas con mini falda... Luego vino la muerte de Catherine Colvey, que hace el papel de Vicky Wienrick. Diez meses después se estrenó en el festival de Tribeca, pero no cosechó buenas críticas en general y la película se estrenó en VOD un mes antes de su limitado estrenos en salas estadounidenses. Evidentemente su recaudación fue muy pobre, apenas unos 19.000 dólares (de once salas) cuando se calcula que su presupuesto fue de unos 12 millones. Por ello no es de extrañar que su estreno en España venga tan tarde y más por compromiso que por otra cosa.

Realmente ante tantos apuntes en contra uno se espera una película mediocre, y aunque el resultado no se aleje en demasía, al menos hay ciertos detalles que pueden hacer que su visionado no sea del todo una pérdida de tiempo.
Por un lado tenemos un reparto cuanto menos interesante en cuanto a nombres: Eric Bana (del cual hablaremos más adelante), Olivia Wilde (que hace poco vinos en Rush), el hijo de la anarquía Charlie Hunnam (también visto hace poco en Pacific Rim) y los veteranos Sissy Spacek y Kris Kristofferson (a los cuales siempre es un gustazo ver).
La ambientación, que apunta al concepto del western pero modernizado, tiene presencia. Ese paisaje alejado de todo, la frialdad de sus personajes representada por la nieve siempre presente que inevitablemente evoca a Fargo de los Coen (siempre salvando las distancias) sería otro de sus puntos a favor.
Y, desde luego, la escena de Acción de Gracias, hacia el final de la película, logra la tensión necesaria para levantar en parte la película y dejar mejor sabor de boca.

Lo malo viene cuando justo dicha tensión no aparece en la película nada más que en las escenas iniciales y en la nombrada del final, el resto del metraje sufre una fuerte falta de garra a causa de un guión flojo del desconocido Zach Dean (en IMDB sólo le figura este trabajo) llenando el metraje de diálogos vacuos y refritos de thrillers ya vistos, lo que hace previsible la historia y aletarga al espectador en la espera de la ansiada escena de marras.
Lo que empieza con un robo a un casino, prontamente se vuelve un mcguffin para hacer un planteamiento sobre las familias disfuncionales haciendo que el thriller pierda fuerza en pos de un drama familiar que tampoco llega a explotarse como debiera.
Aparte, como trama secundaria encontramos la historia de Treat Williams y Kate Mara como Sheriff e hija del mismo respectivamente, que se nota menos trabajada poco aporta a la trama general, lastrando más aún el ritmo del metraje.

Pese a todo se deja ver aunque no aporte nada al género, y según la paciencia del espectador y de las fuerzas que llegue al final de la cinta, determinará si la película se queda con la etiqueta de regulera o ligeramente interesante. En cualquier caso, al menos nos sirve para recuperar a Eric Bana, que aunque no ha llegado nunca a desaparecer, del futuro prometedor que se le auguraba desde principios del 2000 con Chopper y las superproducciones que le siguieron, desde Munich no ha vuelto a tener un papel verdaderamente destacable. Quizás el fallo de Hulk y Troya en taquilla hizo que las productoras se pensasen dos veces la rentabilidad de Eric Bana en películas de alto presupuesto. Lo que no se le puede negar es que el australiano tiene porte y presencia, y suele llenar la pantalla en los variados géneros y papeles en los que ha trabajado. De hecho, si el proyecto sigue adelante, es probable que en el futuro le veamos en la piel del mismísimo rey del rock, Elvis, en Elvis & Nixon.
Mientras Eric espera ese papel que le devuelva al candelero en Hollywood, habrá que medio conformarse con películas como La huida, que sin ser destacables, contienen leves chispas de ingenio.
Dragondave
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