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Críticas de Javier Camacho B
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de julio de 2011
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un científico loco. Un jorobado aún más loco vestido de monja. Un inspector con un monóculo encima de un parche. Y un brazo de metal. O de madera, yo que se. Mujeres que cuando se excitan cantan ópera. Un tío grande y feo, sin tornillos en el cuello. Efectos especial…especialmente jocosos. Y blanco y negro.

Fantástico el jorobado Igor (Marty Feldman). Un gag todo él. Parece más monstruo que el monstruo. Eso sí, con bastante más gracia. Los brillantes ojos de Gene Wilder, que interpreta al nieto de Victor Frankestein, se clavan en la pantalla incitando a la locura. Y el Inspector Kemp, máximo icono del absurdo. Son los elementos clave de este alocado metraje.

Una delirante cinta, producida en la década de los 70, cuyo fin era parodiar las adaptaciones cinematográficas de la novela Frankestein, de Mary Shelley. Pero sobre todo supuso un grandioso homenaje al indómito personaje de terror que todos conocemos por el nombre de su creador.

Aunque se estrenara en 1974, tanto los recursos técnicos utilizados como su estructura narrativa son propios del cine clásico. De esta manera el director Mel Brooks potencia la sensación de que estemos presenciando la segunda parte de Frankestein, estrenada en 1931. Eso sí, surrealista como ninguna.
Javier Camacho B
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7
26 de junio de 2012
22 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguna vez les ha dolido la cara de mantener la sonrisa durante mucho tiempo? Pruébenlo en el cine y háganlo preferiblemente acompañados. El mundo es nuestro es una frenética comedia que encuentra en el panorama socio-político-económico actual de España la excusa perfecta para resolver con soltura una divertida historia según los patrones clásicos narrativos (introducción, nudo y desenlace). O bien se podría considerar una crítica social que encuentra en la comedia el vehículo perfecto para expresarse. Ambos tipos de espectadores, tanto el concienciado como el que se niegue (por voluntad o incapacidad neuronal) a contextualizar la película podrán disfrutar del espectáculo.

Que Alfonso Sánchez y Alberto López iban a funcionar de maravilla como dúo cómico ya me lo podía imaginar. Siempre ha sido así. La duda estaba en si Alfonso iba a saber dirigir y escribir un largometraje que no perdiera fuelle a medida que avanzaran los minutos. No solo lo consigue, sino que la comicidad de la cinta se mantiene ascendente a la vez que las situaciones se tornan cada vez más disparatadas.

Del argumento repetiré lo que me dijo Alberto López en una ocasión: “no te voy a contar ná, tienes que ir a verla”. Algunos dicen que podría ser un nuevo “fenómeno Torrente“. No por su similitud argumental, que no tiene nada que ver, sino por la gran cantidad de ingredientes que contienen ambas cintas para empatizar con el público español y reventar la taquilla.

(Sigue en Spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Javier Camacho B
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8
12 de julio de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en el que las damas abofeteaban a golfo sí y a caballero también. En el que cuantas más bofetadas repartían, más hacían valer su posición de distinguidas señoritas. Sólo Cary Grant, en alguna de sus películas, respondía con otra bofetada a tales ataques de estupidez femenina. Y sólo él podía hacerlo sin dejar de ser un caballero, pues este hombre repartía leña con mucha elegancia.

Incluso ya canoso, en una isla e interpretando a un desaliñado y solitario personaje, este actor no puede ocultar su naturaleza de eterno galán. Más terco que otras veces, más sucio y menos sutil, sigue produciendo los mismos efectos. Tal vez sin pretenderlo demasiado. Y es que no hay nada como decirle a una mujer lo que piensas cuando te molesta con sus preguntas: Ella: “¿por qué sabes que ese pez es una hembra?” Él: “porque no es capaz de cerrar la boca”… bueno, tal vez esto sólo funcione en el cine. Mejor sigan mintiendo. Pero si osaran aventurar, háganlo en presencia de un adulto.

Una francesa muy guapa y bastante pesadita (Leslie Caron). Unas niñas muy saladas y algo repipis. Botellas de whisky y una isla paradisíaca. Ah y se me olvidaba…estamos en la Segunda Guerra Mundial, pero como habrán deducido, eso es algo secundario.
Javier Camacho B
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1
12 de julio de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en cine español se dice “Princesas” lo que se quiere decir es prostitutas. Cuando en una producción mexico-española se dice “Biutiful“, además de prostitutas se quiere decir drogas, muerte, enfermedad y en general todo aquello que no tenga nada que ver con la belleza. A menudo (no siempre) en nuestro país utilizan el título para desconcertar al espectador. Es como si predijeran la catástrofe: si la película no gusta, por lo menos epatamos. Aunque después de 150 minutos de metraje, algunos más que sorprendidos, salimos de la sala simplemente decepcionados.

Ya se sabe que cuando se trata del director mexicano Iñárritu no podemos ir al cine esperarando ver una versión moderna de “¡Qué bello es vivir!”. Desde los primeros minutos de escena el director nos promete tragedia. Y no necesariamente acompañada de ninguna enseñanza. Tragedia porque sí. Como en la vida misma, dirían algunos.

Si bien con esta película no demuestra ser un genio del diálogo, he de reconocer la maestría del director a la hora de sugerir significados paralelos, mediante la exposición de imágenes aparentemente elegidas sin ton ni son. Como la de una fábrica que emite gases que, al hilo de la historia, hace pensar en el peligro de una sociedad donde el hombre se destruye a sí mismo y a todos los que le rodean. También llamó mucho mi atención un plano corto de un gusano que se arrastraba sobre una escultura. Sentí que me agobiaba. Al pensarlo, me di cuenta de que esa imagen había activado mi subconsciente y reforzaba la sensación de estar presenciando una historia lenta, monótona y sin ninguna evolución argumental. No se qué otra cosa puede evocar un gusano moviéndose a su velocidad natural.

Pero como todos, este film también encontrará su público. Tras media hora de proyección al preguntarle a un compañero qué le estaba pareciendo me dijo: “espérate, a ver si arranca”. Al terminar, descubrí que le había gustado a pesar de reconocer que le sobraban cincuenta minutos de metraje.

Con esta película, Bardem ganó el premio a la mejor interpretación masculina en el Festival de Cannes.
Javier Camacho B
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7
12 de julio de 2011
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los años pesan y el calor azota. La expresiva mirada de Sam Shepard se clava en el horizonte. Es tiempo de reflexión. Es tiempo de arrepentimiento.

Blackthorn, sin destino es una película nostálgica por su historia y todo lo contrario por su género. Nostálgica por esa sensación de tristeza, siempre romántica, del protagonista, de que hubo tiempos mejores. Y “todo lo contrario” porque algo ha cambiado en el western español y durante 98 minutos los espectadores se regocijan con ello. Es un gran momento porque no estamos ante un chorizo western, y Mateo Gil demuestra que podría hacer una película de galopes y revólveres. Digo podría, porque el buen western siempre va más allá. Detrás de los tipos duros, los áridos desiertos de sal o el ruido de las espuelas; el espectador atento descubre el verdadero significado de este universo simbólico. Blackthorn expone de manera inconfundible reflexiones acerca de la libertad, la lealtad, la justicia y el paso del tiempo. Esta última sería la raíz a partir de la cual se desarrolla una historia con flashbacks incluidos que nos transportan a aquellos tiempos gloriosos en los que el bandido Butch Cassidy campaba por Bolivia a sus anchas, robando trenes y bancos. Si el paso del tiempo es la raíz, aquellos años son la semilla necesaria para que la historia cobre sentido.

Durante los primeros minutos del metraje es posible que más de uno se sienta confundido y llegue a pensar que la historia, haciendo honor a su título, no tenga destino alguno. ¿Dónde están los grandes duelos?, ¿las espectaculares entradas en los bares?, ¿las partidas de poker?… No están. Como decía, eso quedó atrás. Y una vez superado esto, el público podrá abrir sus sentidos y disfrutar de esos penetrantes e inolvidables aromas que también desprendieron en su día cintas como Sin perdón, cocidas a fuego lento, que saben mejor.

El paisaje boliviano ofrecía mucho juego, y Mateo Gil ha sido capaz de orquestar a su equipo artístico para sacarle un gran partido. Cada fotograma se consolida como un respetuoso homenaje a los grandes clásicos del oeste que marcaron el patrón del género.

El elenco principal, formado por Sam Shepard, Eduardo Noriega y Stephen Rea, funciona a la perfección como tres grandes piezas que encajan en un sencillo puzle, cuyo resultado final es reafirmar los valores de un género que se creía perdido o que en España nunca se llegó a entender.

Me apuesto una cena a que la desgarradora última escena de Eduardo Noriega, pasará a formar parte de la historia del cine. ¡Hagan juego!
Javier Camacho B
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