Escribo estas líneas para advertir a quien no lo sepa: es el típico bodrio Netflix, nada más. Yo no tuve la precaución de leer las opiniones que me han precedido y que van en el mismo sentido, y me he arrepentido.

Ahora, un breve desahogo: Netflix y Disney están matando el cine. Como muestra, una más, este engendro que traduce una idea previa estupenda a los parámetros habituales del cine de plataformas como las mencionadas: corrección lo llaman, es decir, estupidez y mala uva a partes iguales, que pone la venganza, la raza y el género por encima de todo (ya no se libra ni la Mona Lisa). En cuanto se ve aparecer a la actriz de color, especialmente insulsa y malencarada, uno se teme lo que va a venir, pero en esta ocasión se han superado.

He visto esta película porque me gustan las de "Vidas cruzadas" al estilo de la inicial de Robert Altman (1993) sobre cuentos de Robert Carver. En esta línea cabe destacar como precedentes algunas de Woody Allen, y, después de este hito, Pulp Fiction (1994), Magnolia (1999), Lantana (2001), Vidas contadas (2002), Amores perros (2000) y 21 gramos (2003) o Crash (2004). Todas ellas son muy buenas películas. Fragments es de 2008, y trata de hacer algo al mismo nivel. No lo consigue.
No es que falle el elenco, todos los actores están bien, salvo la inexpresiva Dakota Fanning. La música es aceptable, si bien abusa del minimalismo tenso, anunciando un clímax que cuando llega resulta banal.
El problemas es de guión, ya que lo narrado se podría resumir con lo siguiente: después de un inexplicado asalto en una cafetería, donde acaban muertas tres personas, alguos supervivientes se vuelven estúpidos y empiezan a hacer estupideces.
Se trata de un relato psicologista con un apoyo muy escueto: en situaciones de estrés pos-traumático, la gente es capaz de lo que sea. Para ese mensaje no necesitamos películas.
La dirección es plúmbea. Uno sólo desea que acabe cuanto antes la tortura de ver a tanto descarriado dando bandazos sin un ápice de entereza y voluntad.
La camarera (el bombón Kate) mala madre, el médico mesiánico, la niña iluminada, el chico autista, el jugador superspicioso... Todos actuando como zombis. El mensaje está claro: la gente es débil, con cualquier motivo se rompe. La lectura política resulta curiosa y la representa ese psicólogo o voluntario persiguiendo a los fragmentados para ofrecerles consuelo. En América no se van a prohibir las armas, pero se fomentarán todas las medidas que haga falta para consolar a los traumatizados.

Veo que algunos de los comentaristas se despachan a gusto con la película, usando adjetivos tan reflexivos como "disparate", "bobería" (Boyero) o una supuesta falta de sentimientos en la misma estela (alguno de los más votados entre los usuarios). Esos comentarios califican a los emisores, no a la peli de Anderson, que es tremendamente divertida, pero ay, también inteligente, y eso es algo que la veta a los sentimentales estéticos. Es verdad que no detiene la imagen para congelar postales de dunas o montañas rocosas, como últimamente está tan de moda en el cine supuestamente de calidad; al contrario, el cine de Anderson es para estar atento y no dormirse en el ensueño budista. Es cine para espectadores que se impliquen y traduzcan lo que ven. Por lo demás no es difícil de seguir, aunque en sucesivas visitas se podrá ir acumulando guiños, chistes ingeniosos y homenajes que pasaron desapercibidos en un primer momento. Es como volver a leer un libro que dice cosas nuevas porque no tiene una sola lectura.
Entre los motivos que encuentro para elogiar esta película pongo por ejemplo: la división en historias separadas, algo que no suele gustar a los espectadores comodones que quieren "identificarse" con los personajes, pero que permite tocar varios asuntos y de distintas maneras; por lo demás mezcla también los géneros y técnicas cinematográficos, algo que entronca con el postmodernismo, no demasiado transitado en el cine precisamente por el adocenamiento del espectador contemporáneo; por último, las historias son graciosas e irónicas, se alejan del inane sentimentalismo ("¡sin lágrimas!") aunque también, sí, también emocionan (en su justa medida). Es cine original que conoce y usa la historia del cine para ofrecer algo que no está trillado y con pretensión de autor, no de artesano.
Si quieren las croquetas de siempre, no se alejen de Netflix o de las candidatas a los Oscar, porque esto es otra cosa.

Muy brevemente, si buscan el típico producto Netflix para progres feministas, izquierdosos y políticamente correctos, esta es su película. Encontrarán que no hay nada peor en el mundo que ser hombre blanco, viejo y alemán. Nada mejor que mujer de pelo blanco, luchadora contra el patriarcado y exitosa a pesar de los hombres. También salen bien parados los gays y la gente exótica. No hay castigo suficiente para los malos, toda venganza se queda corta aunque llegue al extremo de la tortura y la vejación más cruel. Se confirma una vez más que la indignación y la sed de justicia puede llegar a convertirse en el grito totalitario del que aspira a ser califa en lugar del califa y cocer a fuego lento a todos los que no piensen lo mismo (y a buena parte de los que sí).
Técnicamente, la película es un mediocre telefilm. Bill Condon tiene tablas, eso está claro, aunque no haya hecho una obra memorable en toda su carrera (incluyendo Dioses y monstruos).

Me he tragado hasta el último episodio de la primera temporada para poder decir: al fin, se acabó. Qué latazo de robots, de niños, de beatos y de planeta. No hay a qué agarrarse para mantener el interés por este engendro improvisado a vuela pluma, donde igual te sacan una serpiente voladora que un embarazo virtual que te programan o reprograman androides supercomplejos en un plis plas. No sé qué me irrita más si la religión tontaina, el feminismo a lo Netflix o la improvisación del guión. Creo que esto último, porque desde luego es imperdonable. La serie no ha acabado, pero sí para mí, en la segunda temporada seguirán comprobando qué se les ocurre y como en las malas novelas matarán y resucitarán a quien haga falta o harán buenos a los malos y viceversa cuantas veces les convenga para mantener una intriga que da más vueltas que un perro persiguiéndose el rabo.