Razonablemente bien actuada. Pero no deja de ser esencialmente un dramón. Y ni siquiera uno que permita asomarse a la intimidad familiar, como sí lo hace Buddenbrock, libro que pretenciosamente se muestra al pasar en el primer capítulo. Nada de Berlín y casi nada del Adlon.

Documental con imágenes y testimonios de quienes hasta días antes habían sido miembros de la "raza superior" y que aparecen horrorizados y sorprendidos por las represalias tomadas contra ellos por los "inferiores" a los que habían masacrado.
El terror y las matanzas son execrables. Pero en el contexto del salvajismo hitleriano, en el que participaron activa y pasivamente la mayoría de los alemanes y sus colaboracionistas locales, no puedo sentir pena por lo que aquí se muestra, como tampoco por Dresde, Hamburgo y Berlín.

Es llamativo que con buena técnica, actores aceptables, producción ídem, etcétera, se logre una película tan soberanamente aburrida. Quizás porque las escenas se repiten al infinito dentro de una trama previsible hasta para un infante. Si tuvo alguna intención naturalista, quedó largamente invalidada por la ristra de lugares comunes que se arrastran con pasmosa lentitud.

Muchas veces el cine ha retratado al psicópata, ese sujeto que somete a los demás a cualquier suerte de capricho de tal modo que al otro le resulta difícil defenderse y hasta denunciarlo.
Un hallazgo del libro que el capricho sea casi una banalidad. Y así, la vida del otro comienza a desenvolverse en relación con esa banalidad.
El argumento como pintura social comete casi todos los pecados posibles, la ridiculización maniquea del 'malo' y la supuesta bonhomía del 'bueno'.
Sin dudas para mí, la estrella de la película es la Casa Curutchet.

Buena dirección, buen guión, excelente actor protagonista. Apuntes secundarios notables, como la veterana de la guerra española o la máquina del final, al estilo de la que inaugurara Chaplin. Es posible verla como casi documental, pero no fue mi caso.